Según lo que usted explicó en clase, de acuerdo con la filosofía medieval ceñida a la doctrina cristiana, Dios creó el mundo ex nihilo. Asimismo, la creación se dio por alteridad, de forma que la criatura es otra distinta de Dios y Dios es otro distinto de la criatura, sin nexo común que los una en cuanto a su esencia, siendo dos naturalezas completamente distintas. Esto se da al punto de que, pese a ser Dios omnipresente y hallarse hasta en un grano ínfimo de arena, éste le es completamente ajeno en lo que respecta a su esencia, dado que toda la creación está desprovista de una naturaleza o esencia divina: sólo Dios es divino y existe un cosmos real creado por él que no lo es. Ningún ser, sea de la especie que sea, humano o ángel, puesto que son criaturas, contiene siquiera una chispa divina en su naturaleza original. La criatura sólo goza de lo divino en la medida en la que lo divino se adhiere desde el exterior de su esencia a ella -como una suerte de naturaleza ajena añadida a la suya propia-, por medio de la gracia, que se otorga a quienes siguen la vía cristiana. Eso es lo que entendí. Y después de leer a algunos autores cristianos, entendí lo mismo. Así, San Justino afirma que el alma es mortal -me parece que se refiere al alma toda, incluyendo al intelecto y lo que de más noble hay en ella, pues en su texto contraría la idea platónica de la inmortalidad del alma- y que la vida que la anima proviene de Dios, quien puede sustraerla a voluntad, de forma que la criatura no es nada por sí misma y todo se lo debe a Dios. Explica que el alma no es vida y que la vida no le es intrínseca o propia, sino que más bien participa de ella porque Dios se la otorga, y que cuando por libre arbitrio el ser humano se aleja de Dios, “se aparta de ella el espíritu vivificante, y el alma ya no existe, sino que va nuevamente allí de donde fue tomada”. Lo mismo explica Atenágoras, cuando dice del soplo de Dios que “lo vivifica todo y, si Él lo retuviera, desfallecería todo”, y cuando agrega que “este soplo, oh hombre, es tu voz; tú respiras el espíritu de Dios”. San Ireneo, a su vez, afirma que el alma y el espíritu son creados por la gracia de Dios y que antes no eran, y que por lo mismo pueden dejar de ser. Y en un pasaje dice: “La vida no nos viene de nosotros ni de nuestra naturaleza, sino que es un don gratuito de Dios”. Tertuliano también sostiene que el alma no es ni divina ni eterna, y que la vida del alma no es otra cosa que su participación en la naturaleza de Dios. Muchos de ellos, por lo mismo, hablan de la muerte eterna.
Expongo primero las ideas principales del cristianismo, para luego proceder a mostrar en qué me resultan débiles y contradictorias, y si hay forma de saldar mis dudas y conducirme a una mejor comprensión de ellas, o si, por el contrario, las insuficiencias de la metafísica cristiana en lo que atañe a este punto son insalvables porque dependen de la creencia y no de la inteligencia.
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