George Orwell, autor de 1984, nos avisa de lo siguiente: ” Llegará un momento en que la gente no se rebele. No levantarán los ojos de las pantallas el tiempo suficiente como para darse cuenta de lo que está sucediendo“. La historia de la humanidad ha ido evolucionando desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta la gran revolución científico/tecnológica actual, en que la biotecnología, la robótica y la Inteligencia Artificial (IA) están teniendo una gran importancia. En este artículo la idea es elaborar algunas reflexiones sobre el futuro, especialmente en base a los avances tecnológicos, pero sin seguir un orden específico. Empecemos diciendo que la Inteligencia Artificial ya plantea algunos motivos de preocupación. Con los progresos futuros seguramente surgirán más, así que la ansiedad sobre los peligros de la IA a largo plazo no está totalmente fuera de lugar. En concreto, hay que prestar atención también a sus efectos a corto plazo. Ya el filósofo francés Jean Paul Sartre nos advertía de que: «El desorden es el mejor servidor del orden establecido. Toda destrucción confusa debilita a los débiles, enriquece a los ricos, aumenta el poder de los poderosos». Por ello debemos tener en cuenta que hay temas sobre los que es prácticamente imposible ofrecer una visión alternativa a la oficial, sin correr el riesgo de la más absoluta marginación social y de recibir ataques en las redes sociales, pues en las sociedades tecnológicamente avanzadas se ha pasado de la violencia física a la violencia digital, que puede tener efectos todavía más perniciosos para el que la padece. Entre las funciones perversas para las que se emplea el ciberespacio, con Internet como elemento principal, está la de conseguir influir psicológicamente en la gente, provocando emociones, difundiendo relatos interesados y manipulando sus mentes. El propósito último es doblegar a las poblaciones y conseguir su adhesión, de modo que sean ellas las que fuercen a sus respectivos gobiernos en la dirección deseada por los Grandes Poderes. La conclusión a la que se puede llegar es que todas las grandes potencias, e incluso algunas más pequeñas, nos intentan manipular constantemente, de forma más o menos encubierta.
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