Por lo general, se considera al Buda un maestro espiritual pionero y el fundador de una de las principales religiones del mundo. Sin embargo, en su propia religión recibe el nombre de Gran Médico, ya que diagnosticó la causa de los males de la humanidad y ofreció una solución, un remedio, una cura. No has de ser budista ni tener algún tipo de interés en el budismo para apreciar su crítica de la condición humana.
Pese a llevar una vida protegida como príncipe, el futuro Buda estaba profundamente preocupado por la enfermedad, la vejez y la muerte que presenciaba a su alrededor, así que decidió encontrar una manera de salir de esa protección. Tras años de austeridades y de profunda meditación, concluyó que sufrimos porque anhelamos lo que no podemos tener y porque evitamos lo que tenemos ―los impulsos gemelos del apego y la aversión―. En esencia, estamos constantemente en guerra con el modo en que las cosas son. Además, se dio cuenta de que el apego, la aversión y la ignorancia se basan en una ilusión fundamental: que somos seres sólidos, separados y aislados que vivimos en un mundo material que nos amenaza constantemente con privarnos o destruirnos. El Buda descubrió que la única salida de este sufrimiento, y el camino seguro a la felicidad, consistía en despertar de la ilusión de la separación y en darnos cuenta de nuestra interdependencia ―en efecto, nuestra unicidad― con toda la vida.