Uno de los “valores” fundamentales de nuestra cultura actual es la ambición. Luchamos por tener más, por llegar más lejos, más alto. No basta con lograr algo; lo que importa es conseguir más que los demás. Eso es lo que hemos dado en llamar éxito. No nos basta con aprender; tenemos que sacar mejores notas que nuestros compañeros. No basta con disfrutar de una vida placentera y cómoda; hay que vivir mejor que nuestros vecinos. No basta con pasarlo bien jugando al fútbol; ganar es lo que importa.
Nos comparamos obsesivamente y, de esta manera, nos predisponemos a la frustración, porque siempre habrá alguien que haya llegado más lejos o que lo haya hecho mejor que nosotros. Así, los empleados miran a los jefes, los jefes a los directores, las modelos a las supermodelos, los millonarios a los multimillonarios…