Aunque el cuerpo es una imaginación, una imagen que la mente ha formado dentro de sí misma, la mente no puede surgir sin imaginar que esta imagen mental es ella misma. Tal es la naturaleza enigmática de maya, nuestro poder de imaginación autoengañoso.
Al ser una imagen mental, el cuerpo existe efectivamente solo en la mente, pero nos engañamos imaginando que la mente existe solo dentro del cuerpo. Como resultado de este engaño, cuando la mente surge, sentimos que surge dentro de los confines del cuerpo.
El sentimiento limitado «yo» que surge dentro de este cuerpo, tomándolo erróneamente como él mismo, es la mente. Aunque este sentimiento «yo», que es un pensamiento o imagen mental, parece surgir u originarse dentro de este cuerpo, si lo escudriñamos agudamente para verificar en dónde se origina en este cuerpo, descubriremos que de hecho no se origina en ningún lugar dentro de este cuerpo, sino solo en el núcleo más íntimo de nuestro ser.
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