Este cuento está incluido en el libro «Las zonas oscuras de tu mente» de Ramiro Antonio Calle.
Era una serpiente que tenía aterrorizadas a muchas personas de la zona, porque había picado de muerte a quienes cruzaban por el sendero al lado del cual ella solía situarse. Un día pasó por allí un eremita y la serpiente se fue directa a morderle, pero el hombre la sosegó con su talante de serenidad y equilibrio y, una vez la hubo amansado, le dijo:
—Amiga mía, no origines más daño. Haciendo daño no consigues más que perjudicarte también a ti misma. No sigas aterrorizando a las gentes de este lugar.
Muchas veces para sentirnos aceptados por determinadas persona, para sentir que pertenecemos a algo, podemos adoptar interpretaciones que no necesariamente tienen que ver con quien realmente somos.
Evidentemente cada uno de nosotros se ajusta a diferentes ambientes y quizás no podemos actuar de la misma manera en nuestro lugar de trabajo, en un almuerzo con amigos o en un funeral, y esta adecuación no la asociamos con fingir, sino con una adaptación de lo que somos a diferentes espacios y situaciones.
Si lo que hacemos no tiene nada que ver con nosotros y simplemente va en contra de lo que nos hace sentir cómodos y tranquilos, podemos decir que estamos fingiendo, normalmente para generar un efecto en alguien más.
En este caso estamos perdiendo un poco de nuestras vidas que no vamos a recuperar, estamos dejando de ser nosotros mismos, con una actitud que presumimos encaja más en las expectativas de alguien más.
Primero debemos dejar claro que hay dos relatos: el del «yo» y el de la conciencia «Yo Soy». El primer relato se constituye de forma relativa con pedazos de aquí y allá, sometiéndose a su propia historia y tiempo, ya que el «yo» crece y se desarrolla sin ejercitarse en la autoconciencia. El «yo» genera un mundo de tinieblas, ignorancia, ilusión y autoengaño, pues se cree su propia historia. El segundo relato exige una atención clara, diáfana, sin condicionamientos del ayer ni del futuro, es decir, atemporal; se trata de ejercitar y activar la conciencia no condicionada, libre, que es la que nos puede aportar nueva luz. Mediante la contemplación es como podemos activar el «sentido espacial».
Desde la época mítica, el ego empezó a generar una polaridad cada vez más intensa, que terminó con una dualidad separatista en la época mental; en todo este trance separatista el «yo» quedó aislado, encerrado en sí mismo y sus condicionamientos, generándose una dualidad extrema entre lo interior y lo exterior, y quedándose el propio «yo» confuso en su ubicación. Aquellos dioses originarios que nos crearon a su imagen y semejanza, que fueron nuestros propios antepasados, se fueron recluyendo en los substratos interiores de nuestra psiquis en forma de arquetipos, es decir, la realidad original que constituyó nuestro «yo» quedó sepultada en lo que ahora llamamos inconsciente.
Investigadores del Instituto Max Planck han creado un material genético artificial del tamaño de una célula que es capaz de replicarse a sí mismo y de evolucionar.
La replicación es un mecanismo natural que permite al ADN duplicarse. Esta replicación es la base de la vida, ya que permite a una molécula con información genética obtener espontáneamente réplicas de sí misma y formar así los componentes de un organismo.
Los investigadores alemanes, liderados por Hannes Mutschler, han conseguido crear un material genético sintético que tiene esa misma propiedad de los organismos vivos.
Soutra Aisle es una iglesia de Escocia que, a su vez, formaba parte de un complejo de mayor tamaño que comprendía además un hospital y un monasterio. Las excavaciones de Soutra Aisle nos han proporcionado una ventana extraordinaria desde la que asomarnos a las vidas de los monjes Agustinos que residieron allí, incluyendo su extenso listado de tratamientos medicinales para matar el dolor, inhibir el apetito, acabar con los parásitos, brebajes para inducir al trabajo y curas contra la resaca. Con nuevos descubrimientos aún en proceso de investigación, Soutra Aisle se ha convertido en un lugar sumamente importante para la comprensión de la práctica médica medieval.
Además de sus obligaciones religiosas, los monjes de la Edad Media disponían de gran variedad de tareas para hacer cada día. Dichas tareas incluían la plantación y cuidado de sus propios cereales y verduras, la producción de vino, cerveza y miel, el copiado de manuscritos y la provisión de asistencia médica para los enfermos. El hospital de Soutra Aisle era una especie de prolongación del propio monasterio y todo el conjunto era conocido como Casa de la Santa Trinidad. Su investigación arqueológica nos ha aportado muchas ideas acerca de cómo era el funcionamiento de este hospital durante su mayor apogeo, en la época medieval.
La ilusión de la velocidad es la creencia de que ahorra tiempo pero, en realidad, la prisa y la rapidez lo aceleran. En el mundo actual, la lentitud es tremendamente subversiva: necesitamos ir más despacio para poder vivir.
Quién le iba a decir a Luis Fonsi que con Despacito estaba declarando los principios de un enfoque filosófico para nuestra era, para un tiempo de velocidad y de prisa, para una modernidad velociferina ―en términos del pensador R. Koselleck-, como expone Faustino Oncina: «Cada vez gira más rápido el carrusel del futuro, del futuro presente, al que le es intrínseco una soteriología del ahora, cuyos coetáneos lo quieren todo y lo quieren ya. Ante este penoso ejemplo de autodenigración, ¿qué ocurriría si se redujera la velocidad y redescubriese ese precioso airbag, la lentitud?».
Vivimos corriendo, sumidos en la rapidez, la prisa y lo inmediato; el running es el epítome de nuestro tiempo. Corremos como pollos sin cabeza, viajando hacia ninguna parte, en una rueda sin fin como ratones de laboratorio. Deprisa, deprisa fue una polémica y premiada película de Carlos Saura que reflejaba con crudeza la vida sin destino de unos jóvenes delincuentes del extrarradio madrileño, acelerados, violentos, sin rumbo (¿como nuestro mundo?).
Ya ha pasado muchísimo tiempo, pero el período en la vida de nuestro planeta que empezó hace unos 770.000 años y terminó hace unos 126.000 solo tiene nombre oficial desde hace algunas semanas.
BBC Mundo
Ya ha pasado muchísimo tiempo, pero el período en la vida de nuestro planeta que empezó hace unos 770.000 años y terminó hace unos 126.000 solo tiene nombre oficial desde hace algunas semanas.
La Unión Internacional de Ciencias Geológicas acordó que la edad que inició con la última inversión conocida de los polos magnéticos de la Tierra y concluyó con el inicio del último gran período glacial debe conocerse como Chibaniano oChibaniense.