Archivo por días: marzo 26, 2021

MARZO Y SU LUNA ROSA.

Las frutas y verduras de hoy no se parecen en nada a las de hace siglos. Este gráfico lo ilustra

En ningún otro momento de la historia humana hemos sido tan autoconscientes sobre lo que comemos. Es algo especialmente evidente en materia moral. Ya no se trata de asegurar una correcta ingesta calórica y una saludable variedad de alimentos, sino también de minimizar nuestro impacto medioambiental en el camino. Las variantes más extremas de este modelo de pensamiento, como el veganismo, han ganado mucha tracción en los países occidentales. Y es razonable pensar que a medio y largo plazo se convertirá en una tendencia dominante.

Pero nuestra peculiar relación con la comida abarca también a lo nutricional. Nos preocupa consumir alimentos prefabricados. Llevamos años sumergidos en un ciclo de concienciación y debate sobre el impacto de los pesticidas, los transgénicos y muy especialmente el azúcar. Al dominio histórico de la industria en materia alimentaria, presión a la comunidad científica incluida, le ha seguido un acalorado debate sobre lo conveniente de su ingesta. El azúcar cómo símbolo de una alimentación industrial e insalubre, en contraposición a lo orgánico y lo natural. Seguir leyendo Las frutas y verduras de hoy no se parecen en nada a las de hace siglos. Este gráfico lo ilustra

¿Con quién pasamos más tiempo durante nuestra vida? La evolución de las relaciones, en un gráfico

El famoso empresario Jim Rohn afirmaba que los seres humanos somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. ¿Qué quería decir con eso? Básicamente, que las personas que nos rodean son una radiografía de cómo somos y cómo vivimos. Por esa regla de tres cualquiera trataría de evitar el contacto con la gente para mantener su propia esencia. Pero si algo nos ha enseñado la pandemia que asistimos es que los seres humanos somos criaturas realmente sociales. La mayoría de nosotros necesitamos comunidad y conexión para prosperar.

Y la pregunta que nos surge es: ¿con quién pasamos ese tiempo que llamamos vida?

La investigación. Para comprender cómo evolucionan las conexiones sociales a lo largo de nuestras vidas, un estudio analizó los datos de varias encuestas en EEUU entre 2009 y 2019 en las que se le preguntó a voluntarios qué actividades realizaban durante un día completo y con quién. Este gráfico interactivo de Our World in Data revela con quién pasaron esas personas más minutos diarios en diferentes edades de su vida, según los datos recopilados por la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU.

Nuestro tiempo. Como se puede apreciar, los adolescentes pasan la mayor parte del tiempo solos y con su familia. Esto tiene sentido, ya que la mayoría de las personas menores de 18 años todavía viven en sus casas con su unidad familiar, es decir, padres y hermanos. Avanzando hacia la edad adulta temprana, los jóvenes de 25 años pasan un promedio de 275 minutos por día solos y 199 minutos con compañeros de trabajo. Esto se alinea con las personas de veintitantos que empiezan sus primeras aventuras laborales. A los 35 años, siguen pasando la mayor parte del tiempo consigo mismas, con 263 minutos por día. Sin embargo, el tiempo que se pasa combinado con los hijos y los compañeros ya es de 7,5 horas al día.

Cambio de hábitos. Aunque las personas pasan más tiempo con sus hijos y sus parejas a medida que crecen, esta tendencia ha ido evolucionando, ya que las mujeres tienen menos hijos. Hoy en día, más mujeres estudian en la universidad y se incorporan al mundo laboral, lo que hace que retrasen o pospongan por completo tener hijos. Lo hemos contado en Magnet. Curiosamente, la mitad de los treinta también tiende a ser la etapa de la vida en la que el tiempo que se pasa con los amigos se estabiliza y permanece constantemente baja durante el resto de la vida, por lo general alrededor de un promedio de 30 a 40 minutos por día. Al cumplir 45 años, la persona promedio ya pasa 309 minutos al día sola y, en segundo lugar, 199 minutos con los niños.

Las personas más inteligentes tienden a ser más solitarias: la lógica evolutiva de la soledad

Las personas más inteligentes tienden a ser más solitarias: la lógica evolutiva de la soledad

La soledad acecha. Para los mayores de 60 años, vemos una disminución significativa en el tiempo dedicado a los compañeros de trabajo. Esto tiene sentido, considerando que muchas personas se jubilan a mediados de los 60. Por encima de esa edad, las personas pasan una cantidad de tiempo cada vez mayor a solas y es comprensible. ¿Por qué? Es cuando la salud generalmente se deteriora y las personas pierden familiares y amigos. De hecho, muchas personas mayores de 60 años viven solas, como muestra claramente este gráfico de Our World in Data. Hoy en día, casi 4 de cada 10 estadounidenses mayores de 89 años viven solos. Además, la proporción de personas de todos los grupos de edad que viven solas ha ido aumentando con el tiempo.

Estar solo y sentirse solo no es lo mismo. Las personas mayores pasan más tiempo solas, sí, pero esto no significa necesariamente que se sientan solas. Pese a que los datos también muestran que las personas mayores hoy día tienen menos compañía que en el pasado, podríamos pensar que también se sienten más solitarias, pero este no tiene por qué ser el caso. Los investigadores y científicos llevan años estudiando este fenómeno y se ha confirmado empíricamente en todos los países. Las encuestas que preguntan a las personas sobre los hábitos de vida, el uso del tiempo y los sentimientos sugieren que la soledad, por sí misma, no es un buen indicador de la propia soledad como estado emocional.

Si nos centramos en la soledad autoinformada, hay poca evidencia de una tendencia ascendente a lo largo del tiempo  y lo que es más importante, no es el caso de que la soledad siga aumentando a medida que envejecemos. De hecho, un estudio que rastreaba a los mismos individuos a lo largo del tiempo concluyó que después de los 50 años  la soledad tendía a disminuir, hasta alrededor de los 75, después de lo cual comenzó a aumentar nuevamente.

Los compañeros de viaje van y vienen. Tomando la evidencia en conjunto, el mensaje no es que debamos estar preocupados por la perspectiva del envejecimiento, sino que debemos reconocer el hecho de que las conexiones sociales son complejas. A medida que avanzamos en la vida, construimos relaciones personales con diferentes personas: familiares, amigos o compañeros de trabajo. Estas relaciones, que son muy importantes, evolucionan con el tiempo. Basta decir que la ciencia misma indica lo complicado que es hacer amigos después de los 30. A medida que envejecemos, construimos nuevas relaciones mientras otras se transforman o se desvanecen, y hacia el final de la vida, muchos de nosotros pasamos mucho tiempo solos. Es el viaje que todos tenemos que vivir.

Gráficos: Our World in Data

https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/quien-pasamos-tiempo-durante-nuestra-vida-evolucion-relaciones-grafico

Científicos descubren restos del antiguo Planeta Theia en las profundidades de la Tierra

¿Hay un mundo alienígena enterrado dentro de la Tierra? Misteriosas manchas de roca densa que acechan en las profundidades del manto podrían ser restos del antiguo planeta Theia, según un estudio.

Las gotas de roca que acechan en las profundidades del planeta podrían ser las últimas piezas que quedan de Theia, un mundo primitivo que chocó con la Tierra hace miles de millones de años, afirma un nuevo estudio.

Se cree que la luna se formó a partir de un «impacto gigante» al principio de la evolución del sistema solar cuando un planeta del tamaño de Marte llamado Theia chocó con la Tierra. Seguir leyendo Científicos descubren restos del antiguo Planeta Theia en las profundidades de la Tierra

«La mayoría de los estudios asumen que todo en el cerebro se detiene cuando el corazón deja de latir, pero no es así»: las células que crecen después de muertos

"La mayoría de los estudios asumen que todo en el cerebro se detiene cuando el corazón deja de latir, pero no es así": las células que crecen después de muertos

«La mayoría de los estudios asumen que todo en el cerebro se detiene cuando el corazón deja de latir, pero no es así», explicaba Jeffrey Loeb, un neurólogo que trabajaba en la Universidad de Illinois. No es una negación taxativa, ni un fenómeno inexplicable, «simplemente no hemos cuantificado estos cambios hasta ahora» y, si nos fijamos, son cambios interesantísimos que pueden tener implicaciones importantes en la ciencia biomédica.

Porque, ahí, refugiadas dentro del cráneo, hay algunas células del cerebro que aumentan su actividad y crecen después de la muerte, que se empeñan por seguir cumpliendo con su función pese a que todo está ya perdido. Como si fueran esos soldados japoneses que no se rindieron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

¿Células ‘zombies’?

Zombiecells 390x122Dr. Jeffrey Loeb/UIC

Y eso, aunque no sea evidente de entrada, tiene consecuencias. Porque, como reflexiona el mismo Loeb, gran parte de la información que tenemos sobre muchos trastornos neurológicos está basada en tejidos esencialmente muertos. Si los tejidos cambian después de la muerte, ¿podemos estar seguros de que el sustrato neurobiológico de los trastornos es el que creemos?

Para comprobarlo, Loeb y su equipo compararon tejidos frescos (extraídos de 20 pacientes que se sometieron a una cirugía contra la epilepsia) con tejidos que llevaban muertos más de 12 horas. Examinaron la expresión génica, la actividad específica de las células y la estructura de los mismos tejidos. Sus hallazgos apuntan a que la mayor parte de la actividad genómica se mantuvo estable durante 24 horas, la actividad genérica se agotó rápidamente.

Lo curioso es, por ejemplo, que las células gliales no solo no se agotaron sino que aumentaron su expresión. Es algo que, por lo demás, tiene sentido: este tipo de células se ponen en marcha cuando las cosas van mal y «se alimentan», precisamente, de desechos. Sin embargo, medir estos procesos (que por muy lógicos que fueran estaba relativamente olvidados) es una cuestión de capital importancia.

¿Por qué? Según Loeb, porque «los investigadores deben tener en cuenta estos cambios genéticos y celulares, y reducir el intervalo post-mortem tanto como sea posible para reducir la magnitud de estos cambios». Es la única forma de que «los estudios cerebrales post mortem puedan entenderse mejor».
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