¿Existe el vacío? En un acto que simula la divinidad, un fiat lux cuántico, científicos convierten fotones virtuales en fotones reales, absorbiendo con un espejo energía del vacío
La física cuántica tiene una cualidad espectral que destruye toda lógica. Una de sus más extrañas predicciones, que el vacío en realidad contiene una serie de partículas virtuales que entran y salen de la existencia, parece haber sido confirmada por un grupo de investigadores de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Gotenburgo. De forma cuasidivina, este equipo ha logrado crear luz del vacío usando espejos en movimiento.
La física cuántica sostiene que existen estas partículas virtuales que desaparecen y reaparecen en la espuma cuántica, pero que pueden tener efectos tangibles. Por ejemplo: si dos espejos son colocados extremadamente cerca, los tipos de partículas virtuales, o fotones, que pueden existir entre ellos pueden estar limitados. Este límite significa que más fotones virtuales existen afuera de los espejos que entre ellos, creando una fuerza que junta las placas. Esto es lo que se conoce como ‘la fuerza de Casimir’, la cual en casos así es suficientemente fuerte para ser medida.
Por décadas, científicos han teorizado que un efecto similar puede producirse en un solo espejo que esté moviéndose muy rápido. Según la teoría, un espejo puede abosrber energía de fotones virtuales a su superficie y luego reemitirlos como fotones reales. Este efecto solo funciona cuando un espejo se mueve a través del vacío con una velocidad cercana a la de la luz, prácticamente imposible de alcanzar con los aparatos mecánicos con los que se cuentan hoy día.
Los científicos lograron burlar este problema utilizando un dispositivo superconductor de interferencia cuántica (SQUID) que es extraordinariamente sensible a campos magnéticos y que consigue modular la velocidad de la luz. El equipo diseñó un circuito superconductor a través del cual el SQUID actuó como un espejo. Pasar un campo magnético a través del SQUID movió un poco al espejo, y ajustar la dirección del campo magnético miles de millones de veces por segundo hizo que se “estremeciera” a un 5% de la velocidad de la luz, una velocidad suficiente para ver el efecto.
El resultado desató una lluvia de fotones de microondas en el vacío. La frecuencia de los fotones fue casi la mitad de la frecuencia a la que estremecieron el espejo, como predice la teoría cuántica.
El experimento ha sido alabado por colegas de los físicos suecos, aunque por el momento tenga pocas aplicaciones prácticas, ya que no genera una gran cantidad de fotones. Sin embargo, si se logra hacer que aparatos micromecánicos lleguen a una velocidad suficiente, se podría generar una buena cantidad de luz del vacío (ese acto por antonomasia divino, un fiat lux cuántico).
Por otra parte el experimento tiene algunas implicaciones filosóficas, sobre todo en cuanto a la noción lógica que se tiene de la existencia de un “vacío”. Algo que parece ser puesto en entredicho con esta espuma cuántica rebosante de partículas virtuales que se vuelven reales a través de una especie de prestidigitación de la materia. Como si en la nada estuviera la potencia permanente de la luz, dormitando, en un sueño virtual holográfico esperando ser llamada a la existencia por la aplicación de un espejo en movimiento —el acto de la observación, la luz que se observa a sí misma.
Curiosamente en la tumba del legendario padre de la Orden de los Rosacruces, Christian Rosenkreuz, se encontró la inscripción “NEQUAQUAM VACUUM”, “el vacío no existe”.