– Tiene 33 años y una imagen de rapero, pero José Antonio Bardález es el alcalde de Jepelacio, en la Amazonia peruana, que con mucho ingenio convirtió el manejo ambiental de la basura en una fuente de ingresos y potabilizó agua de manantial, entre otras innovaciones.
“Soy ingeniero civil, pero creen que soy ingeniero ambiental”, asegura a Tierramérica el alcalde mientras maneja sonriente su camioneta y para con frecuencia para saludar entre bromas a pobladores del distrito, ubicado en el departamento amazónico de San Martín, en el norte del país.
Bardález porta pantalones vaqueros (de mezclilla), lentes oscuros y el cabello peinado con gel. Completa su imagen, una camioneta negra de cristales polarizados, de la que movió las letras de la marca comercial para que se lea la que ha creado para los productos sostenibles del pueblo: “Jepe”.
Jepelacio, uno de los mayores distritos de la provincia de Mayobomba, tiene más de 20.000 habitantes y 70 caseríos. La mayoría vive de la agricultura, mayormente del cultivo de café.
El distrito cuenta con una gran y exuberante biodiversidad, pero también sufre una grave deforestación.
Aunque entre 2006 y 2011, las áreas deforestadas en San Martín mermaron en 36 por ciento promedio, el nivel de deforestación del valle de Gera, uno de los principales de Jepelacio, aún tiene un nivel de deforestación de 65 por ciento, según la no gubernamentalAsociación Amazónicos por la Amazonia (AMPA).
Además, la mitad de la población vive en situación de pobreza y 26 por ciento de los niños y las niñas menores de cinco años padecían de desnutrición crónica en 2009, según cifras oficiales.
Cuando a fines de 2010, Bárdalez asumió la alcaldía, decidió convertir las carencias en una oportunidad de cambio, con un presupuesto mensual de solo unos 93.000 dólares, unos cuatro dólares por habitante.
Para ello, empezó a involucrar a los pobladores en la recogida de la basura para transformarla en abono para la agricultura, de manera económica. Las familias mantienen limpias las calles y separan el material orgánico e inorgánico, para luego depositarlo en baldes de plástico, costales, bolsas o cualquier otro depósito que funcione para la tarea.
En las calles polvorientas y sin asfalto de Jepelacio, se observan esos pequeños depósitos afuera de las casas que luego son vaciados por personal de la municipalidad para procesar la basura con la ayuda de microorganismos eficientes, como mezcla de levadura, melaza, suero de leche o rumen de vaca.
Un litro de este fermento es capaz de descomponer 100 toneladas de material orgánico, explica el alcalde. En cinco días, estos residuos pueden elevarse a una temperatura de 70 grados centígrados, y luego lo que queda pasa por un cernidor hasta que el producto final sea el “Jepe abono”. El proceso dura poco más de dos semanas.
Cada mes el municipio descompone 30 toneladas. Hacerlo cuesta unos 3.500 dólares, que financian la venta del abono, a 143 dólares la tonelada.
Para Bardález, es una fórmula rentable se la mire por donde se la mire, porque construir un relleno sanitario costaría casi un millón de dólares, que la municipalidad solo podría financiar destinando todo su presupuesto de un año, sin posibilidad de acometer ninguna otra obra.
“Lo mejor de todo es que los microorganismos no generan malos olores, hay cero contaminación y se le enseña a la gente a procesar la basura para que tenga un ingreso con la venta del abono”, dijo.
Para que la experiencia sea replicada, la municipalidad impulsa un concurso de miniplantas de abono para 10 de sus caseríos. “Con eso ya gané 10 pueblos limpios”, contabilizó el alcalde.
Además, comienza a impartirse en los grados superiores de la educación secundaria del distrito un curso para que los estudiantes aprendan cómo hacer el abono y tengan nociones del manejo de una empresa familiar, para ayudar a mejorar la gestión de las fincas de sus familias.
“Este abono tiene un valor. No hay que regalarle cosas a la gente, si no te cuesta no lo valoras”, adujo Bardález tras explicar que existen programas gubernamentales que entregan costales de abono a los agricultores y estos, en lugar de usarlos, los venden a mitad de precio para obtener dinero en efectivo.
“Está bien que hagan ese abono para que lo vendan a la población a menos precio”, dijo Martina Díaz Vásquez, una mujer de 39 años con siete hijos. Ella, contó a Tierramérica, llegó a los 11 años a Jepelacio desde Cajamarca.
Más de 80 por ciento de los habitantes del distrito provienen de otros departamentos, principalmente de los andinos de Cajamarca y Piura, lo que implica el reto de involucrarlos en un proyecto de un lugar donde no nacieron, explicó a Tierramérica la directora de AMPA, Karina Pinasco.
“Resulta innovador que una autoridad haya transformado un problema (la basura) en una oportunidad. No he visto otra experiencia similar en San Martín”, señaló Pinasco.
El ingenio de Bardález aparece en otras obras municipales, asociadas con los recursos naturales del distrito.
El alcalde vio en el agua clara de un manantial la posibilidad de convertirla en apta para el consumo humano y solventar así el problema de enfermedades diarreicas en el distrito. Ahora esa agua es filtrada y procesada con delgadas varas de plata, un metal que opera como potente eliminador de bacterias.
Desde hace dos años, los pobladores pueden acceder a bidones de 20 litros de agua por menos de 50 centavos de dólar. “Es buena para tomar, ya no necesitamos hervirla. Nos ahorramos tiempo y dinero”, contó a Tierramérica la madre de tres hijos Margarita Delbado.
Actualmente, esos llamativos bidones azules de “agua Jepe” se entregan gratuitamente a las escuelas y a 100 “familias saludables”, al mantener limpias sus casas y el entorno y procesar adecuadamente la basura.
En abril de 2013, la municipalidad de Jepelacio recibió un reconocimiento del gobierno departamental de San Martín como aliado en la implementación de un programa especial para mejorar la nutrición infantil.
En diciembre, el Ministerio de Salud lo reconoció con uno de los municipios que contribuye a enfrentar problemas sociales que afectan a la salud de la población.
Al manejo de los desechos y el tratamiento del agua, se suma la creación de una piscina hecha en la caída del agua de la quebrada Rumi Yacu. Bastó empozar el agua y rodearla de piedras para crear un espacio lúdico al aire libre para los niños y sus familias.
“Se puede innovar con pequeñas cosas. El siguiente paso es que haya más ‘agua Jepe’ para todo el distrito, que se mejore el tratamiento de los residuos y seguir avanzando”, aseguró Bardález, quien decidió saltar a la política porque en su trabajo como técnico no lograba que las cosas se hiciesen realidad.
Cundo en los primeros días de su gestión pidió un préstamo para comprar maquinaria pesada, le llovieron críticas. ¿Por qué comprar una excavadora, un camión tractor, una motoniveladora o una volqueta?, se preguntaban varios.
Pero las voces se callaron cuando vieron la apertura de caminos o el movimiento de piedras. Bardález es un convencido de que hay que arriesgar. Y arriesgó.
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