La Esfinge de Giza, de setenta y tres metros de largo por veinte de alto, es en realidad una roca natural a la que un día se le dio forma de león y que los elementos se encargaron después de desgastar. Se eleva frente a la segunda pirámide del conjunto y está orientada hacia el este con una gran precisión. Justo al inicio del equinoccio de primavera, el 20 de marzo, el Sol sale precisamente delante de los ojos de la Esfinge. Parece evidente que la Esfinge fue construida para marcar este momento especial del año. Losárabes la llamaban Abu-Hol, un nombre que se tradujo como «padre del terror».Pero los antiguos egipcios la conocieron como Horem-Akhet, «Horus en el horizonte». Horus (“el elevado“) era el dios celeste en la mitología egipcia. Se le consideraba como el iniciador de la civilización egipcia. Su nombre egipcio era Hor; mientras que Horus era su nombre helenizado. En la mitología griega, Horus estaría representado por Apolo Febo. La Esfinge y las pirámides no sólo resultan un enigma por sus bloques de hasta doscientas toneladas, sino también por la ausencia de inscripciones de la época de su construcción que ayuden a entender quién las levantó y por qué. Sin esas inscripciones y sin el cuerpo de un solo faraón descubierto en el interior de una pirámide, el misterio sigue vigente desde hace siglos. Otro misterio lo constituye la distribución de las tres grandes pirámides en la meseta de Giza y su posición con respecto al cinturón de Orión. La coincidencia de las posiciones relativas de ambos conjuntos terminó de consolidar la teoría de que se quisocrear una imagen especular de esas estrellas en el suelo. Robert Bauval es un ingeniero nacido en Alejandría, de familia belga y maltesa, que había saltado a la escena pública en 1994, gracias a un ensayo en el que trataba de explicar la peculiar disposición de las tres pirámides de Giza y responder a la pregunta de por qué la menor de ellas, la atribuida al faraón Micerinos, de la IV dinastía, se construyó desviada de la diagonal que unía las otras dos. En su libro El misterio de Orión, Bauval argumentaba que la clave para descifrar ese enigma residía en el firmamento. Según él, los antiguos constructores de pirámides levantaron el monumento de Micerinos desviado del eje imaginario sobre el que se asientan Keops y Kefrén porque así imitaban la disposición de las tres estrellas del llamado «cinturón de Orión».
Se denomina equinoccio al momento del año en que el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el Sol alcanza el cenit. El paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste entonces coinciden. La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium y significa «noche igual». Ocurre dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año, épocas en que los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del Sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios. En las fechas en que se producen los equinoccios, el día tiene una duración igual a la de la noche en todos los lugares de la Tierra. En el equinoccio sucede el cambio de estación anual contraria en cada hemisferio de la Tierra. La constelación de Orión es seguramente la más reconocida en el cielo por los habitantes de todo el planeta. Puede observarse en ambos hemisferios y posee estrellas muy brillantes. El cinturón de Orión es un cúmulo abierto ubicado en la constelación de Orión, que está conformado por tres estrellas. Es visible a lo largo de toda la noche durante el invierno en el hemisferio norte, verano en hemisferio sur. Es asi mismo visible pocas horas antes del amanecer desde finales del mes de enero hasta mediados de marzo y puede verse en el cielo soleado hasta mediados de enero, al menos en el hemisferio norte. Su forma se asemeja a la de un reloj de arena coronado por dos estrellas superiores: Betelgeuse y Bellatrix; y sustentado por dos brillantes astros: Rigel y Saiph. En medio de este cuadrilátero y en el cinturón de Orión se encuentran tres estrellas brillantes separadas aparentemente una distancia equidistante. Sus nombres de izquierda a derecha son Alnitak, Alnilam y Mintaka. Estas estrellas, también son conocidas como los Tres Reyes. La constelación de Orión representa a un guerrero alzando su arco, su espada o garrote y cubriéndose del enemigo con un vellocino o un escudo. A su lado se encuentran sus perros de caza: Canis Maior y Canis Minor.En la mitología griega, Orión fue un gigante que, según algunas versiones, nació de los orígenes de los dioses Zeus, Poseidón y Hermes. Un día los dioses visitaron a un anciano llamado Hirieo que no podía tener hijos pero deseaba tener uno. En agradecimiento por su hospitalidad le concedieron su deseo: orinaron en la piel del buey que se habían comido. Cuando finalizaron le dijeron que enterrara la piel y que dentro de nueve meses tendría a su hijo. Después del plazo mencionado nació un niño que fue llamado Orión en recuerdo de los orines que lo habían engendrado.
Javier Sierra Albert (Teruel, 11 de agosto de 1971) es un periodista, escritor e investigador, que estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es consejero editorial de la revista Más allá de la Ciencia y participa en diversos espacios radiofónicos y televisivos, presentando la sección “El hombre de los libros” en Milenio3. Durante los últimos años, ha concentrado buena parte de sus esfuerzos en viajar e investigar los enigmas del pasado y misterios históricos supuestamente nunca aclarados por los estudiosos más ortodoxos. Sus novelas tienen como propósito común resolver misterios históricos, basándose en documentación e investigación de campo, centrándose en misterios de la Historia que, según él, “llevan siglos aguardando a ser desvelados“. Desde hace años, Sierra trabaja acompañado de expertos internacionales, como Graham Hancock y Robert Bauval, con el propósito de estudiar la existencia de una supuesta Edad de Oro de la Humanidad, fechada en nuestro pasado más remoto, que debió extinguirse unos 10.500 años antes de nuestra era y que fue el origen de todas las civilizaciones que conocemos. Desde muy temprano se sintió fascinado por el mundo de la comunicación. A los doce años conducía su propio programa radiofónico en Radio Heraldo, a los dieciséis colaboraba regularmente en prensa escrita, con dieciocho fue uno de los fundadores de la revista Año Cero, y con veintisiete accedió a la dirección de la veterana publicación mensual Más allá de la Ciencia. Javier Sierra es el primer escritor español que ha entrado en el Top Ten de la lista de los más vendidos en Estados Unidos, elaborada por The New York Times. Lo consiguió en marzo de 2006 con su obra The Secret Supper (La Cena Secreta). Este libro se ha editado en 42 países y lleva vendidos más de tres millones de ejemplares, colocando al escritor como el segundo escritor español contemporáneo más traducido, tras Carlos Ruiz Zafón (45) y por delante de Juan Gómez-Jurado (41). Varias productoras estadounidenses se han mostrado interesadas en llevarlo al cine. En 2008, Sierra presentó el programa de Antena 3 El Arca Secreta. En la actualidad, Javier Sierra es colaborador del programa de Cuatro TV Cuarto Milenio, presentado por Íker Jiménez. Sierra presenta la sección del programa Obras Malditas, donde relata la historia de los libros censurados a lo largo de la historia. Una de sus más importante obras es En busca de la Edad de Oro,en que me he basado principalmente para escribir este artículo
Existen diversas versiones del mito de Orión. Una de ellas cuenta que Orión había violado a Mérope, hija de Enopión, quien por ello, lo dejó ciego. Helios le devolvió la vista y a continuación Orión se convirtió en compañero de caza de Artemisa y Leto. Prometió aniquilar todo animal que hubiera sobre la tierra, por lo que Gea se enfadó e hizo nacer un escorpión enorme que picó a Orión y lo mató. En otra versión fue Artemisa la que lanzó el escorpión contra Orión. Existe otra tradición que sostenía que Artemisa se había enamorado de Orión, lo cual despertó celos en Apolo, hermano gemelo de Artemisa. Un día Apolo, viendo a Orión a lo lejos, hizo una apuesta a su hermana desafiándola a que no podía asestarle una flecha a un animal (o a un punto brillante lejos en el océano, en otra versión) que se movía a lo lejos dentro de un bosque (o en lo lejano del mar). Artemisa lanzó su flecha y dio, como siempre, en el blanco. Cuando fue a ver su presa, se dio cuenta de que había aniquilado a su amado Orión. Fue tan grande su tristeza, sus quejas y sus lamentos que decidió colocar a Orión en el cielo para su consuelo. Otra leyenda cuenta que Orión acosaba a las Pléyades, hijas del titán Atlas, por lo que Zeus las colocó en el cielo. Todavía parece que, en el cielo, Orión continúa persiguiendo a las Pléyades. Orión está representado por un guerrero alzando su arco, su espada o garrote y cubriéndose del enemigo con un vellocino o un escudo. A su lado se encuentran sus perros de caza: Canis Maior y Canis Minor. En la Mitología egipcia la estrella de Orion, Betelgeuse estaba asociada al dios Osiris. En algunas versiones de la biblia la constelación de Orion es llamada “Kesil” y la relacionan con Nemrod. monarca mítico de Mesopotamia, mencionado en el capítulo 10 del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas. Varias ruinas preservan el nombre de Nemrod, y también aparece en la midrash. La tradición lo presenta como un tirano impío que construyó la Torre de Babel. De Nemrod se dice que fue el fundador del primer reino formado después del Diluvio universal y, por ende, el primer rey que existió. La idea de Bauval tuvo pronto otras confirmaciones. Y una de ellas tenía miles de años de antigüedad. Se trataba de los llamados Textos de las pirámides. Es un conjunto de escritos hallados en supuestas tumbas de la V dinastía (2465-2323 a.C), en Sakkara, que contienen la literatura religiosa más antigua que se conoce.
Según la arqueología ortodoxa,estas inscripciones comenzaron a esculpirse unos setenta años después de darse por terminada la última de las grandes pirámides de Giza. Estos Textos de las pirámides comenzaron a ser estudiados en 1881 por el egiptólogo francés Gastón Maspero, y aunque constituyen una de las fuentes documentales más impresionantes del mundo antiguo, son aún relativamente poco conocidos fuera de los círculos especializados. Pero lo sorprendente, en cualquier caso, no es su edad, sino lo que narran. «Estos documentos —escribió Bauval— dicen en términos absolutamente inequívocos que el difunto rey Osiris se convertía en una estrella en la constelación de Osiris-Orión». Para Bauval aquel hallazgo demostraba que la imitación del «cinturón de Orión» no fue una decisión caprichosa de los antiguos constructores de pirámides. Todo lo contrario. Con la edición en inglés de los Textos de las pirámides, elaborada por R. O. Faulkner, Bauval transcribió algunos pasajes inequívocos que confirmaban parcialmente su teoría: “No hay duda, pues. Los egipcios identificaban al rey muerto con su dios Osiris, y a éste con la constelación de Orión, y creían que el faraón, tras su óbito, emprendía un viaje lleno de dificultades hacia el más allá, en donde se convertiría en inmortal pasando a engrosar el número de astros del firmamento. Pero ¿y las pirámides? ¿Qué papel cumplieron en este empeño? ¿Sirvieron acaso como «máquinas» para guiar las almas de los reyes hacia su reposo eterno en los cielos? ¿No sería ésa una aplicación más lógica que la de meras tumbas?“. Si observamos ladistribución del interior de la Gran Pirámide, podemos ver unas líneas delgadas que parten de las cámaras del rey y la reina y que corresponden a los mal llamados «canales de ventilación». Los hallazgos realizados en 1964 por el egiptólogo Alexander Badawy y la astrónoma Virginia Trimblese ajustaban a las nuevas ideas de Bauval.Ambos estudiaron los dos conductos, de unos 20 x 20 centímetros de lado, que partían de la Cámara del rey de la Gran Pirámide y que atraviesan toda la mampostería del edificio hasta salir al exterior. Tradicionalmente considerados como «canales de ventilación», Badawy y Trimble quisieron comprobar si aquellas galerías tenían otra función, como la de guiar el alma del faraón hacia ciertas estrellas a las que podían estar alineados los dos estrechos conductos. Lo primero que hizo Badawy fue desestimar que los conductos que estaba estudiando sirvieran para ventilar el recinto.
De haber sido diseñados para esa función, los constructores no los hubieran hecho tan inclñinados, sino que se hubieran limitado a trazar unos canales horizontales, enfrentados el uno al otro, dejando que el aire se introdujera en el monumento formando una corriente renovadora. Pero no era así. Los canales tenían una inclinación de 44,5 grados el conducto sur, y 31 el norte,lo que llevó a sospechar a Trimble de su alineación estelar y a desestimar su propósito de ventilación. Ajustando los datos de la inclinación de los canales al firmamento nocturno que podía contemplarse sobre Giza hacia el 2600 a.C, Trimble verificó que el canal sur apuntaba directamente hacia la región del cielo en la que se encontraba el cinturón de Orión. Ninguna otra estrella de gran magnitud podía verse desde esa posición. Ni Badawy, ni Trimble, ni Bauval, cuando comprobó sus datos con mediciones más precisas e instrumental mucho más moderno, creían en casualidades.Todos estos descubrimientos condujeron a Robert Bauval a desarrollar la hipótesis de que detrás de la construcción de las pirámides se escondía un plan astronómico. Si la teoría de la correlación de las pirámides con elcinturón de Orión era tan correcta como parecía, podría pensarse que el resto de monumentos de Giza, incluída la Esfinge, tuvieran también un significado astronómico para sus constructores. En uno de sus últimos libros,Bauval afirmaba que la Esfinge había sido construida como una especie de gran marcador de equinoccios. Durante dos días al año, alrededor del 21 de marzo y el 21 de septiembre, al principio de la primavera y el otoño, respectivamente, el día y la noche tienen exactamente la misma duración. Además, a diferencia de los solsticios, el Sol durante esos dos momentos surge exactamente por el este, proporcionando un dato geoastronómico de inestimable valor para la fijación del resto de los puntos cardinales.Los egipcios o quienes fueran sus constructores dieron su justa importancia a este fenómeno, orientando la Esfinge hacia el lugar equinoccial del horizonte de Giza.Horem-Akhet era, pues, el guardián del horizonte. Según Bauval, debió de hacerse con la intención de indicar a las generaciones posteriores un punto de referencia fundamental. Una señal para los iniciados en el arte astronómico de que toda Giza era un «reflejo del cielo», y que actuaba de ancla entre el mundo de arriba y el de abajo.
A finales de 1998, las principales librerías norteamericanas recibían el último trabajo del escritor e investigador de enigmas históricos Graham Hancock. Conocido por sus ensayos previos sobre el Arca de la Alianzay la existencia de una avanzada civilización que vivió en la Antártida antes de la última era glacial,su nueva obra, El espejo del paraíso,era el resultado de varios viajes realizados por él y su esposa Santha en busca de pruebas que demostrasen que, en la noche de los tiempos, ya existieron pueblos con avanzados conocimientos astronómicos. Culturas que no se limitaron a marcar «lugares equinocciales» sino que incluso conocían fenómenos tan sutiles como la precesión, que, a grandes rasgos, demuestra que las estrellas no están siempre fijas en el firmamento, sino que se desplazan siguiendo un ritmo muy particular y difícil de calcular. La existencia de ese movimiento se deduce, no obstante, de la minuciosa observación de los movimientos de las estrellas en la bóveda celeste a través de los siglos. Se trata de un desplazamiento casi imperceptible, de apenas un grado en el firmamento cada setenta y dos años, que surge como consecuencia del viaje de la Tierra a través del espacio.La Tierra, además de sus conocidos movimientos de rotación sobre sí misma y de traslación alrededor del Sol, posee otro más, que hace que el eje del planeta oscile como una peonza, trazando un círculo imaginario en los cielos que completa aproximadamente cada 26.000 años. Y alguien, en el pasado, supuestamente sin medios tecnológicos, se dio cuenta de ello.La idea, sin embargo, tampoco era de Hancock. Antes que él, científicos como la doctora Hertha von Dechend, de la Universidad de Frankfurt, y Giorgio de Santillana, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, defendieron en un ensayo, publicado en 1969, que en los mitos de pueblos de todo el mundo existen suficientes indicios para sostener la existencia de un conocimiento astronómico al que sólo accedían ciertos iniciados. Un conocimiento al que estos profesores le atribuyen al menos ocho mil años de antigüedad y que comprendía la anotación y comprensión del fenómeno de la precesión.En astronomía, la precesión de los equinoccios es el cambio lento y gradual en la orientación del eje de rotación de la Tierra, que hace que la posición que indica el eje de la Tierra en la esfera celeste se desplace alrededor del polo de la eclíptica, trazando un cono y recorriendo una circunferencia completa cada 25 776 años, período conocido como año platónico, de manera similiar al bamboleo de un trompo o peonza. El valor actual del desplazamiento angular es de alrededor de 1° cada 71.6 años.
Este cambio de dirección es debido a la inclinación del eje de rotación terrestre sobre el plano de la eclíptica y la torsión ejercida por las fuerzas de marea de la Luna y el Sol sobre la protuberancia ecuatorial de la Tierra. Estas fuerzas tienden a llevar el exceso de masa presente en el ecuador hasta el plano de la eclíptica.Históricamente se le atribuye el descubrimiento de la precesión de los equinoccios a Hiparco de Nicea como el primero en dar el valor de la precesión de la Tierra con una aproximación extraordinaria para la época. Las fechas exactas no son conocidas, pero las observaciones astronómicas atribuidas a Hiparco por Claudio Ptolomeo datan del 147 al 127 a. C.Algunos historiadores sostienen que este fenómeno ya era conocido, al menos en parte, por el astrónomo babilonio Cidenas hubiese advertido este desplazamiento ya en el año 340 a. C.La rotación de la Tierra causa un ensanchamiento ecuatorial, y un achatamiento polar de unos 21 km aproximadamente. Además el eje de rotación de la Tierra está inclinado 23º 26’ con respecto a la perpendicular a la eclíptica (el plano que contiene la órbita solar de la Tierra). Por tanto, una mitad del ensanchamiento ecuatorial se sitúa sobre el plano de la eclíptica y la otra mitad debajo. Durante los equinoccios, los ensanchamientos de cada lado de la eclíptica están a la misma distancia del Sol y este no produce momento de fuerza. En cambio, todo el resto del tiempo, y sobre todo en los solsticios, el ensanchamiento de uno de los lados de la eclíptica no se encuentra a la misma distancia que el ensanchamiento del otro lado, y se produce un momento de fuerza creado por el Sol, que tiende a llevar el exceso de masa presente en el ecuador hasta el plano de la eclíptica y provoca el movimiento de precesión de la Tierra. Si no existiese el achatamiento y la Tierra fuese esférica, la atracción del Sol no produciría un momento de fuerza sobre la Tierra y no habría modificación de la dirección del eje terrestre. Durante unos pocos meses o años el eje terrestre se dirige hacia prácticamente el mismo punto sobre la esfera celeste, debido a la conservación del momento angular de la Tierra. El cambio en la dirección del eje de rotación de la Tierra provoca una variación del plano del ecuador y, por tanto, de la línea de corte de dicho plano con la eclíptica. Esta línea señala en la esfera celeste la dirección del punto Aries, que retrograda sobre la eclíptica, fenómeno denominado precesión de los equinoccios. Las consecuencias de este fenómeno son que el polo norte celeste se mueve en relación a las estrellas, estando ahora próximo a la Estrella Polar (alfa de la Osa Menor). Además, el primer punto de Aries, intersección del ecuador con la eclíptica, retrograda sobre el ecuador en el mismo período.
A principios de la Era cristiana el Sol se proyectaba al comienzo de la primavera en la constelación de Aries. Actualmente, 2000 años después, ha girado un ángulo = 50,2511 × 2000 = 27,92°, proyectándose en Piscis. Además la precesión cambia la declinación y ascensión recta de cualquier estrella. Con el transcurso del tiempo el cielo nocturno va cambiando radicalmente. Tomemos como ejemplo las constelaciones de Scorpius y Orión, cuyas ascensiones rectas son 17 horas y 5 horas respectivamente: en el hemisferio norte Scorpius es una constelación de verano y Orión lo es de invierno. Dentro de unos 12 000 años ambas constelaciones intercambiarán su relación con las estaciones: Scorpius será invernal, y Orión, estival. Para entonces sus ascensiones rectas valdrán 5 horas y 17 horas respectivamente.Era astrológica, en la astronomía y en astrología, es un periodo de tiempo que se corresponde con el desplazamiento en 30 grados de arco del eje terrestre debido al fenómeno de la precesión de los equinoccios, equivalentes a un mes del año platónico o ciclo equinoccial, es decir el período que tarda la precesión de la Tierra en dar una vuelta completa de 360° lo que ocurre en aproximadamente 25776 años. En otras palabras, es el período de tiempo durante el cual, el punto vernal cruza por una de las 12 constelaciones del zodiaco. Debido a la precesión de los equinoccios, el Sol se mueve hacia atrás a través de los doce signos del zodiaco a la velocidad aproximada de un grado de espacio cada 71.6 años, y a través de cada signo, 30 grados de espacio, en unos 2148 años, y en torno de todo el círculo o ciclo equinoccial en unos 25776 años. La precesión de los equinoccios es debida a que la Tierra no gira sobre un eje estacionario. Su eje posee un movimiento lento y oscilante, similar al de un trompo o peonza que ha perdido parte de la fuerza con que fue lanzado, describiendo así un círculo en el espacio. Debido a este movimiento oscilante, el Sol no cruza el Ecuador (punto vernal) por el mismo sitio todos los años, sino un poco más atrás, y de ahí el término de “precesión de los equinoccios“, porque el equinoccio “precede“.
Antes del inicio de las civilizaciones sumeria o egipcia debió de existir una «increíble civilización ancestral» que culturizó Egipto, Sumer, India, Grecia y México, dejando huellas profundas en sus sistemas de creencias. Quizá ello explique por qué todos estos pueblos construyeron pirámides o terrazas escalonadas orientadas a determinados «accidentes» astronómicos, por qué veneraban serpientes como criaturas dadoras de conocimiento o por qué sus respectivos cultos perseguían la consecución de la inmortalidad del ser humano.En 1993 Graham Hancock y Robert Bauval se encontraron y aunaron esfuerzos para desarrollar, entre otras cosas, la teoría de la correlación de Orión con las pirámides de Giza. Ambos conocían la divulgación de unas imágenes tomadas en la Gran Pirámide por un pequeño robot en el «canal de ventilación» de la pared sur de la Cámara de la Reina. En las tomas, filmadas por un sofisticado ingenio construido por el ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, aparecía una especie de pequeña puerta de piedra a sesenta metros de profundidad dentro de la pirámide, que bien podría flanquear el paso a una cámara intacta en el seno del monumento.Los responsables de aquel trabajo científico decidieron actuar con prudencia y no divulgar las imágenes, pero Gantenbrink, a través de Bauval, hizo llegar sus tomas a la opinión pública, generando un considerable escándalo internacional y reactivando el interés de miles de personas por los misterios del antiguo Egipto. Tiempo antes de que El misterio de Orión y Las huellas de los dioses se publicaran, en 1995 ambos decidieron aunar esfuerzos y elaboraron un plan de trabajo alrededor de la Esfinge. Un año después no sólo habían demostrado que la situación de las estrellas Al Nitak, Al Nilam y Mintaka, las tres que conforman el cinturón de Orión, fueron la fuente de inspiración para la disposición de las tres grandes pirámides de Giza, sino que éstas se construyeron para marcar una determinada posición de la constelación de Osiris en los cielos: exactamente su situación más baja sobre el horizonte egipcio, en el equinoccio de primavera de 10500 a.C.¿Es esta la fecha de 10.500 a.C. el final de una gran civilización? Pero la fecha de 10450 a. C. no significa nada para los historiadores, ya que es «prehistórica», más o menos la época en que aparecieron los primeros agricultores en el Oriente Medio.Pero hay una fecha en la mitología, una sola, que se le acerca de manera razonable. Según el Timeo de Platón, cuando el estadista griego Solón visitó Egipto hacia el año 600 a. C., los sacerdotes egipcios le contaron la historia de la destrucción de la Atlántida, acaecida unos nueve mil años antes, y de cómo se había hundido debajo de las olas.
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