Desaparecio sin dejar rastro. Como si nunca hubiese existido El Arca era el símbolo sagrado por excelencia de Israel, la piedra angular sobre la cual durante mucho tiempo pivoto la religion judía. Tal era su importancia que cuando Salomón construyo el fastuoso Primer Templo de Jerusalén, tal vez el más maravilloso edificio construido por el hombre, su único proposito fue edificar una casa en la que pudiera estar el Arca de la Alianza de Yahve.
¿Cómo explicar pues que, en una fecha desconocida entre los sigtos X y VI antes de Cristo. este tesoro incomparable desapareciera del sancta sanctorum del Templo sin que las Sagradas escrituras registraran el menor comentario? De improviso, el objeto más relevante desde el punto de vista bíblico deja simplemente de figurar en el relato. Las páginas del Antiguo Testamento recogen cerca de doscientas referencias de la sagrada reliquia hasta la época salomónica; después no vuelve a ser mencionada en los textos canónicos y sólo aparecen pistas difuminadas en algunos apócrifos, como el libro segundo de los Macabeos o el Apocalipsis de Baruc, que los especialistas datan como de finales del siglo.
Es en este hecho donde reside el ver dadero enigma. No en que se esfumara como por ensalmo una caja de oro de incalculable valor, sino que, dado su esencial significado religioso, lo hiciera “en medio de un silencio tan ensordecedor”. ¿Qué pudo pasar con el Arca de la Alianza para justificar esa salida por la puerta falsa? ¿Pudo existir, como algunos piensan. un encubrimiento premeditado urdido por los sacerdotes y secundado por los escribas para que su paradero constituyera un impenetrable secreto?
Algo más que una leyenda
A los neófitos puede parecernos que nadie ha hablado, pensado o buscado el desaparecido Arca en los casi tres mil años transcurridos desde que se mencionó por última vez, en tiempos del rey. Salomón. Nada más lejos de la verdad, existió, y aún existe, una continuada tradición occidental de busqueda del Arca, una empresa disimulada que arranca con el establecimiento de los caballeros templarios en Jerusalen y prosigue, después de la supresión del Temple, a través de sus continuadores: la Orden de Cristo portuguesa y la masonería escocesa, herederos del legado esotérico del Templo de Salomón. del que era parte crucial el ansiado Arca de la Alianza. Una búsqueda que llega hasta nuestros días, que ha producido sus últimos frutos el pasado año y que parece apuntar claramente de que los tiempos están maduros para que el gran secreto deje pronto de serlo.
También dentro del propio estado de Israel se observan signos de que en un futuro puedan sobrevenir cambios que permitan el desciframiento del enigma, indefectiblemente de las profecias mesiánicas de mayor alcance que aún está por cumplírse la reconstrucción del Templo de Jerusalen. Ya en 1981, el rabino Góren pronosticaba, en una entrevista concedida a Newsweek, que el secreto de la localización del Arca será revelado justo antes de erigir el Tercer Templo”, un proyecto acariciado por los judíos durante cerca de dos mil años y en el que los sectores más ortodoxos vienen insistiendo desde que, en 1948, con el establecimiento del estado que acogía a los exiliados, el rabino jefe de Israel contirmara que la era de la redención había comenzado.
La reconstruccion del Templo de Salomon
Los más conspicuos representantes esgrimieron fundamentos teológicos plausibles para plantear la siguiente pregunta: ¿Debería reconstruirse el Templo?. La ansiada reconstrucción planteaba un problema aparentemente irresoluble. El Tercer Templo debía levantarse necesariamente sobre el área del Templo original y del Santo de los Santos que protegía al Arca de la Alianza. Pero durante trece siglos se ha creído que este lugar fue ocupado por la mezquita de la Cúpula de la Roca, erigida sobre el Monte del Templo. Resulta inconcebible que para edificar el Tercer Templo se deba demoler previamente la mencionada mezquita. Sin embargo, la solución ha venido de la mano del arqueólogo Asher S. Kaufman quien, después de desenterrar restos de los cimientos del Segundo Templo, construido tras el regreso del éxodo babilónico, ha presentado incuestionables pruebas concluyentes de que el llorado templo salomónico se hallaba cien metros más al norte de la Cúpula de la Roca, en un área ocupada por un pequeño domo árabe conocido, casi proféticamente, como Domo de las Tablillas o de los Espíritus y que, para mayor regocijo, se encuentra dentro de la zona de control israelí, política y religiosamente disponible.
Los acontecimientos se han acelerado en los últimos años. Un grupo de estudiantes rabínicos integrados en el Yeshivat Torat Cohanim, una escuela teológica dirigida por el mencionado rabino Goren, está reelaborando los antiguos ritos sacrificiales interrumpidos en el año 70, cuando los romanos destruyeron el Segundo Templo, al tiempo que una asociación religiosa, denominada Ne’ emanel Har Habayit (Los Fieles del Monte del Templo) ha diseñado un modelo del futuro templo y se encarga de coordinar un programa internacional cuya finalidad es recaudar los fondos necesarios para su construcción.
Todo parece dispuesto. Sólo falta que aparezca el verdadero motivo de esta fiebre reconstructora, el Arca de la Alianza. Pero, ¿existe alguna posibilidad de saber dónde se encuentra? Sobre el papel, la cosa no ofrece grandes dificultades puesto que, según la tradición, únicamente en dos lugares puede estar la sagrada reliquia. O permanece oculta en el mismo Jerusalén y sus alrededores, o bien celosamente custodiada en Etiopía.
¿Dónde escondió Jeremías el Arca?
Los textos religiosos judíos registran dos paraderos del Arca. Según la Misná y el Talmud, fue enterrada en uno de los túneles secretos excavados bajo el Monte del Templo. El enterramiento habría sido obra del rey Josías que, alertado por una profecía sobre la futura profanación del Santo de los Santos por los babilonios, la ocultó en una gruta secreta y cegada bajo la Setiyyah o Piedra de la Fundación, un axis mundi que no era sino el suelo del sancta sanctorum sobre el que reposaba el Arca. Emma Jung, psicoanalista y esposa de Carl Gustav Jung, recoge la opinión de que la ocupación europea de Jerusalén durante el siglo XII fue inspirada, al menos en parte, por la extendida creencia de que la ciudad santa escondía una reliquia inconmensurablemente poderosa. Esta arraigada idea contribuyó notablemente, según la autora, a proclamar las Cruzadas, si es que no fue su verdadera causa”. Cuando, después de 1967, los arqueólogos israelíes comenzaron a excavar un largo túnel en el extremo noroeste del antiguo Monte del Templo, circularon insistentes rumores de que algunos habían vislumbrado el Arca santa a distancia, pero se les impidió examinarla, ya que las autoridades musulmanas procedieron de inmediato a sellar su entrada.
Por otra parte, el apócrifo segundo libro de los Macabeos refiere cómo el profeta Jeremías ocultó secretamente el Arca y el altar de los holocaustos en una gruta, situada en “el monte al que subió Moisés para contemplar la heredad del Señor”. Ese monte desde el cual Moisés divisó la Tierra Prometida que nunca iba a pisar, es el monte Nebó, un conocido lugar que se halla a unos cincuenta kilómetros de Jerusalén, en línea recta. Podía intentarse localizar allí el Arca, pero el antiguo monte Nebó, hoy identificado con el Jaban an-Naba, se encuentra a un tiro de piedra de la frontera jordana; es preferible no pensar siquiera en la situación que se originaría si los árabes pudieran apoderarse de la sagrada reliquia judía.
No obstante, en lo que va de siglo se han llevado a cabo dos tentativas para localizar el escondrijo de Jeremías. La primera, poco después de 1920, cuando un excéntrico aventurero americano, Frederick Futterer, rastreó a conciencia durante varios meses el monte Nebó y una cumbre vecina, el monte Pisgá. En alguno de los dos, se topó con un pasadizo secreto orlado con una inscripción jeroglífica que, una vez descifrada, decía: “Aquí dentro está el Arca de Oro de la Alianza”. Pero poco después, el sospechoso explorador desapareció sin dejar rastro, llevándose la inscripción y no existe constancia de que volviera nunca para rescatar el Arca del supuesto pasadizo secreto.
Sospechosas fotografías
Su pista fue seguida, más de medio siglo después, por un compatriota suyo llamado Tom Crotser, un supuesto experto en arqueología bíblica que anteriormente había intentado localizar la Torre de Babel, el Arca de Noé y la Ciudad de Adán. En 1981 se encontraba en Jordania acompañado de un equipo del Instituto Internacional para la Reconstrucción de la Historia, con sede en Winfield, Kansas. No encontraron rastro del Arca en el monte Nebó, por lo que se trasladaron al cercano Pisgá, donde dieron con el tapiado pasadizo que describiera Futterer. Lo derribaron y apareció una cripta con un cofre rectangular cubierto de oro y unos bultos envueltos en tela. Habían encontrado el Arca! No se la llevaron; ni siquiera la tocaron, pero sí tomaron fotografías de ella. Salieron precipitadamente de Jordania y en Estados Unidos informaron a la prensa sobre su descubrimiento. Después, Crotser se negó rotundamente a dejar examinar las fotos a arqueólogos bíblicos cualificados. Era natural, puesto que Siegfried H. Horn, el único especialista reputado que pudo hacerlo, manifestó en la Biblical Archaeoiogy Review que, aparte de que las fotografías eran sumamente confusas, el objeto “no daba la impresión de ser antiguo, sino de fabricación moderna, con franjas decorativas hechas a máquina sobre una chapa metálica”. La búsqueda del Arca parecía haber caído en manos de visionarios mesiánicos atolondrados.
Por tanto, mientras el cuerpo del delito no apareciera, cualquier interpretación podría darse por buena. Así, cuando en mayo de 1992 Vendyl Jones, un antiguo predicador baptista tejano, convocó una rueda de prensa a la entrada de una de las cuevas de Oumrán para mostrar ante las cámaras sus manos cubiertas de un polvillo que, según afirmó, eran restos del incienso del Segundo Templo de Jerusalén, la búsqueda del Arca adoptó los métodos del siglo XX.
La teoría de Jones, molesto cuando se le compara con su homónimo cinematográfico Indiana, se basa en el Rollo de Cobre descubierto en Qumrán en 1952, que aparentemente contiene una lista de sesenta y dos lugares donde se ocultaron objetos litúrgicos, tras la destrucción del Segundo Templo. Entre los tesoros incluidos, que la mayor parte de los expertos consideran metafóricos, Vendyl cree identificar el Arca y los ropajes del Sumo Sacerdote.
Las cenizas del novillo rojo
En su búsqueda, Jones y su equipo de voluntarios descubrieron en una cueva una jarra de arcilla que contenía un aceite de incienso poco habitual, y proclamaron que era el primero de los objetos ocultos que figuran en el Rollo de Cobre. Enviado el hallazgo a la Universidad de Bar-Iián, los primeros análisis parecieron aislar los cinco ingredientes especiales que la tradición bíblica señala como componentes del aceite sagrado con el que se ungía a los reyes de Israel. Aunque las pruebas no son definitivas, si se llegara a demostrar que el ungúento es el aceite de unción descrito en el Rollo, este descubrimiento dotaría de credibilidad al resto de la lista y Jones se lanzaría a localizar el siguiente objeto, la vasija Kalal que contiene los restos de las cenizas del último novillo rojo, pista definitiva para la localización del Arca.
Los rabinos aseguran que el sacrificio de un novillo rojo sólo se ha podido efectuar siete veces -la última poco antes de la destrucción del Templo por las tropas romanas- y que las sucesivas cenizas acumuladas, destinadas a un complejo rito de purificación, fueron ocultadas por Jeremías junto con el Arca. Desde hace años existen fundadas sospechas de que varias investigaciones arqueológicas israelis intentan localizar las cenizas de los novillos rojos, puesto que se supone que el Arca no puede andar lejos de ellas. Cuando el general Amir Drory, director del Departamento de AntigUedades de Israel, suspendió definitivamente las excavaciones de Vendyl Jones tras alegar que sus métodos chocaban frontalmente con los de los especialistas de su país, se sospechó que tal vez el aficionado tejano estaba cerca del paradero del Arca de la Alianza.
En la tierra del zumbido de alas
Aparte de Israel, también Etiopía sostiene la pretensión de ser el último refugio de la reliquia sagrada. En este país subsisten aún una tradición viva de culto al Arca, un grupo de población de origen judío, los falashas, que algunos románticos identifican con la tribu perdida de Israel, e incluso la certeza de que el Arca misma permanece oculta en un remoto rincón de su geografía.
Además, la epopeya nacional etíope, el Kebra Negast (La Gloria de los Reyes), contiene un asombroso relato capaz de ofrecer una explicación a la indocumentada desaparición del Arca de la Alianza, sacada de incógnito de Jerusalén por el príncipe Menelík, hijo del rey Salomón y de la legendaria reina de Saba, para preservarla de presuntos profanadores y trasladarla en secreto a Etiopia, donde aún se conservaría, ajena al paso del tiempo.
Los historiadores rechazan el origen etíope de la reina de Saba, a la que hacen proceder de las ciudades de la Arabia Feliz, en el actual Yemen del Norte; pero el investigador inglés Graham Hancock, consciente de que toda leyenda esconde un grano de verdad, ha dedicado diez años de su vida a desbrozar ese grano y reconstruir la peripecia del mayor misterio que encierra la Biblia. Un fascinante y erudito libro, Símbolo y Señal, publicado recientemente, recoge su intensa búsqueda que, como toda búsqueda verdadera, termina conviertiéndose en un auténtico viaje interior.
Tras un amplio trabajo de campo en Israel, Egipto y, por supuesto, en el interior de Etiopía, castigado por una cruenta guerra civil, Hancock reconstruye el largo viaje del Arca hasta su emplazamiento final. Su fascinante teoría, que ha sido recibida por los especialistas como “minuciosa y bien razonada”, indica que el Arca fue sacada del Gran Templo de Jerusalén hacia el año 650 a. de C., para evitar que fuera profanada o destruida por el rey pagano Manasseh, que había tomado el poder en Judea. Los sacerdotes salvadores la trasladaron a un templo al sur de Egipto, el único judío construido fuera de Tierra Santa, levantado sobre la isla de Elefantina y posteriormente destruido por los egipcios durante unos disturbios religiosos hacia el 410 a. de C.
Hancock ha recogido, por boca del arcipreste de la Iglesia ortodoxa etíope, Solomon Gabre Selassié, el episodio de la batalla de Adua en 1896 cuando, el rey Menelik II se enfrentó en inferioridad de condiciones al ejército expedicionario italiano y “los sacerdotes llevaron al Arca de la Alianza al campo de batalla para enfrentarse a los invasores”. Como consecuencia, los italianos sufrieron un gran desastre, calificado por la prensa contemporánea como “el mayor vivido por los blancos en Africa”.
Sin embargo, es extraño que tan documentado investigador no haya rastreado otras posibles apariciones más recientes del Arca. La fascinación de los nazis por las reliquias sagradas, por ejemplo, no es una ficción cinematográfica a lo Indiana Jones. Es probable que bajo inspiración de un extraño grupo ocultista formado por Heinrich Himmler, el Deutsche Ahnenerbe, la Organización Alemana de la Herencia Ancestral, uno de los objetivos secretos de Mussolini en la invasión de Etiopía, entonces Eritrea, en 1935, fuera la captura del Arca.
Lo más probable es que ésta fuera puesta a salvo por sus guardianes en los contrafuertes montañosos de Abisinia, pero otro experto “arcólogo”, Grant R. Jeffrey, ha llamado la atención de la opinión pública sobre una sorprendente noticia publicada por el Toronto Star el 19 de julio de 1981, sobre cómo en el verano de 1936, en plena guerra italo-etíope, un sindicato semita consultó a varias casas aseguradoras francesas sobre el modo de asegurar el Arca de la Alianza contra los daños producidos por la guerra! Según Jeftrey, el intorme deja entrever que el cofre santo pudo ser sacado de nuevo a la luz por el futuro emperador Haile Selassie para que le ayudara a derrotar al ejército italiano.
Una idea peligrosa
Aparentemente, Mussolini terminó retirándose de Etiopía y el Arca fue devuelta a su templo subterráneo de Aksum, donde todo parece indicar que podría reposar actualmente. No obstante, a principios de los años cuarenta, circularon versiones que insistían en que las tropas fascistas, cuando desalojaron Eritrea, llevaban a Roma, como trofeo secreto, el codiciado Arca. En estos rumores, nunca investigados a fondo, se basa una audaz especulación que sostiene que el Arca se conserva desde entonces en el Vaticano, gracias a un favor del gobierno fascista. La idea, cuando menos, es peligrosa. Pero no es la única.
Otra hipótesis relaciona al Arca con el misterio de Rennes-le-Chateau, el pueblecito de los Pirineos franceses donde el cura Bérenger Sauniére descubrió en 1891, un secreto de enorme trascendencia. El investigador Henry Lincoln cuenta cómo en una entrevista con Pierre de St. Clair, gran Maestre del Priorato de Sión, sociedad secreta que afirma estar en posesión del secreto de Sauniére, éste le afirmó que su organización custodiaba el tesoro del Templo de Jerusalén, que sería devuelto a Israel a su debido tiempo.
La ambigúedad que desde su construcción ha rodeado al Arca es inherente a su naturaleza oculta e inescrutable. No podemos esperar que un objeto sumamente preciado y cargado con un poder sobrenatural entregue fácilmente sus secretos. Y, sin embargo, inquietantes signos parecen anunciar que, tras haber permanecido oculta durante tres mil años, el Arca de la Alianza volverá en un futuro próximo a representar un papel estelar en la historia de la humanidad.
La clave está en Moisés
Podemos aceptar que los oscuros poderes que encerraba el Arca eran producto de la habilidad y la sabiduria humanas. Pero, pudo el hombre fabricar un artilugio tan complejo hace mas de tres mil años, cuando todo hace suponer que poseia una tecnología sumamente rudimentaria?. Si el Arca fue construida poco después que Moisés sacara a su pueblo de Egipto, es posible que este país y su enigmática civilización escondan el secreto de la verdadera naturaleza del Arca de Alianza?.
Las cajas de madera forradas de oro eran corrientes entre los accesorios funerarios egipcios. Se ha especulado incluso con que los sarcófagos de la tumba de Tutankamon -cofres con forma de Arca sostenidos por dos pértigas- pudieran ser los modelos en los que Moisés se inspiró para construir un artilugio de madera de acacia forrado de oro puro. Sin embargo, la sagrada reliquia era alg mas que una simple caja de madera revestida de oro. Cuál era la causa de sus destructivos poderes?. Indudablemente, la respuesta pasa por Egipto, y especialmente por la relación de este país con la figura central de Moisés.
Todos los enigmas y misterios que rodean la antigua civilización egipcia sugieren que entre las clases dirigentes de este pueblo circulaba un tipo de saber científico avanzado y secreto. Ciertamente, los egipcios fueron algo mas que esos “primitivamente técnicamente competentes”, como reza su calificativo oficial. No es imposible que las potencias encerradas en el Arca de Alianza tuvieran su origen en esa ciencia especial, un arte en el que Moisés era, con toda certeza, un iniciado destacado.
Sin embargo, tuvo Moisés oportunidad de elaborar el Arca y, aún más, de dotarla con algún tipo de fuente energética capaz de hacerla funcionar?. La pregunta nos conduce a un nuevo y crucial interrogante: quiém fue Moisés? Un personaje con base histórica o un arquetipo mitológico que los escribas bíblicos adaptaron de ancestrales leyendas para dotar de consistencia a sus libros sagrados?
Porque lo primero que sabemos de este personaje clave es que nació en Egipto y, abandonado en el Nilo dentro de un cesto de cañas, fue salvado de las aguas por la hija del faraón. Los paralelos con la figura primordial del héroe civilizador Osiris son evidentes. Como él, Moisés, que con el tiempo asumirá su papel de civilizador y legislador, fue también dejado a merced de la corriente del Nilo en una barquichuela y salvado por una princesa egipcia.
Educado como miembro de la familia real, tuvo acceso en su juventud a una completa y compleja iniciación en los arcanos mas secretos de la magia egipcia. Para una incuestionable autoridad en la materia, sir E.A. Wallis Budge, era indudable la filiación ocultista de Moisés, “… un consumado ejecutante de ritos mágicos, impuesto muy a fondo con los conjuros, encantamientos y fórmulas… los milagros que hacía sugieren que no sólo era un mago de primera categoría, sino incluso un Kher-Heb, un sumo sacerdote del templo egipcio, un miembro de una comunidad hermética detentadora de un extenso cuerpo de sabiduría esotérica y ciencias mágico-religiososas mantenidas en sumo secreto y a las que se accedia tras un intenso período iniciático de estricta transmisión oral, como en todos los grandes misterios del mundo antiguo.
Puede entonces que el verdadero propósito de Moisés haya sido desde el principio construir el Arca de Alianza para preservar en su interior restos de una remota civilización avanzada totalmente desaparecida?.
¿Qué era el Arca de Alianza?
El Arca, archivo secreto del pacto entre Yahvé y su pueblo, es el único objeto sagrado que las escrituras describen prolijamente y sin la menor sombra de duda, como dotado de energía sobrenatural. Todos los demás elementos liturgicos, hasta los excepcionalmente sagrados como el candelabro de siete brazos o menhorá, son considerados como meras piezas del mobiliarios ritual.
Entre ellos, el Arca destaca como algo excepcional y único, desde el mismo momento de su construcción. Así, el capítulo 25 del Éxodo contiene las instrucciones concretas para construir y manipular un misterioso receptáculo basado en un plano divino que el mismo Yahvé transmitió a Moisés, un plano que contenía las dimensiones precisas de la sagrada reliquia, los materiales en que debía ser construida y en el que hasta su propio peso parecía estar espiritualmente controlado.
Inmediatamente después de su construcción, el Arca comenzó a manifestar un enorme poder destructivo. Nadab y Abiú, hijos del sumo sacerdote Aarón, penetraron en el Sancta Sanctorum del Tabernáculo con incensarios de metal, algo expresamente prohibido en las instrucciones divinas. Una llamarada procedente del Arca “los devoró, dejándolos muertos”. Tras en incidente, la intrigante comunicación de Yahvé a Moisés: “Di a tu hermano Aarón que no entre nunca en el santuario a la parte inferior del velo, delante del propiciatorio que esta sobre el Arca, no sea que muera, pues yo me muestro en la nube del propiciatorio” (Levítico, 16: 1-2).
El Arca desprendía luminiscencia en forma de chispazos, fogonazos o lenguas de fuego. Era una fuente paranormal de luz, una radiación cegadora repetidamente expresada en el Éxodo, atribuida a una “ardiente energía celestial” causante de lepra o tumores, que mataba accidentalmente a quienes la tocaban o abrían y que solo unos pocos predestinados podían controlar. Hasta los exégetas judíos invocan tradiciones en las que el Arca parece capaz de contrarrestar la fuerza de gravedad, ya que no solo podia autotransportarse, sino que incluso levantaba por los aires a sus exclusivos portadores, los caatitas, los hijos de Caat, un clan de la tribu de Leví. Qué era en realidad aquel Arca que se construyó con tantos detalles? Qué poderosas energías encerraba para que nadie se aproximase a ella y su manejo exigiera tantas precauciones? Por qué motivo los sacerdotes debían usar ropajes especiales para penetrar en el Sancta Sanctorum del Tabernáculo y después en el Santo de los Santos del Templo de Jerusalén, donde se conservaba el Arca rodeada de densa oscuridad?
Louis Ginzberg, en un ameno y erudito libro titulado Leyendas de los Judíos, especifica que “las referencias bíblicas al Arca mas antiguas están absolutamente en representarla desempeñando funciones muy concretas: la de elegir el camino por el que se deseaba ir y la de entrar en batalla con el ejército de Israel y concederle la victoria, debido al poder divino que en ella residía”. Llegados a la Tierra Prometida, pasado el Jordán, Moisés desaparece en el monte Nebó, no sin antes haber iniciado previamente en los misterios del Arca a Josué (Deuteronomio, 31:14-15), el cual la empleará astutamente en el conocido episodio de las murallas de Jericó. Sin embargo, a menudo se pasa por alto que el nuevo iniciado, consciente del peligro que acarreaba el uso del artefacto, recomienda a sus soldados que la sigan “pero dejando una distancia de dos mil codos, sin acercaros a ella…” (Josué, 3:3-4).
Por qué esa insistencia en que la proximidad del Arca de la Alianza comportaba un peligro mortal, del que no escapaban ni siquiera los sumos sacerdotes, que se acercaban a ella con sumo temor y tras cumplir las estrictas observaciones preescritas?
Detalles de este tipo han hecho pensar que el Arca pudiera ser un instrumento científico que tenía asignado un uso práctico. Así, dos investigadores británicos rescataron una descripción detallada del aparato contenida en el Zohar y la reconstruyeron a la luz de la ciencia del siglo XX. Su teoría es que existieron dos Arcas: la primera, el enigmático Anciano de los Días, un avanzado artefacto para fabricar alimento, el maná; y la segunda, un simple cajón que protegía este delicado mecanismo.
Abundan los autores que han querido ver en el Arca una auténtica batería eléctrica o electromagnética, basada en la idea de los condensadores separados por un elemento aislante como, por ejemplo, la madera de acacia. La hipótesis no es nueva, pues ya a principios del siglo pasado un filósofo y matemático judío alemán, Lazarus Bendavid, especulaba que la reliquia de los tiempos mosaicos debió contener un grupo bastante completo de instrumentos eléctricos. Los egipcios tenían conocimiento de los fenómenos eléctricos y Moisés bien pudo haber aprendido esa ciencia eléctrica que explicaría el secreto de la lámpara perennemente encendida en el Tabernáculo, quizá la misma inextinguible luz que brillaba en las misteriosas ciudades de la jungla amazónica mencionadas por el coronel Percy H. Fawcett.
El hecho de que los sacerdotes levitas tuvieran que usar ropajes especiales, tal vez aislantes, ha llevado asimismo a pensar que el artilugio que portaba el pueblo israelita pudiera ser un reactor atómico, cuyos escapes en forma de nube de vapor no eran sino gases cuya alta temperatura podía causar la muerte inmediata. Hay un curioso episodio bíblico que abona tal hipótesis, narrando en los capítulos 4, 5 y 6 del libro de Samuel. Algo falla en el Arca y los filisteos derrotan a los israelitas en la batalla de Eben Ezer, capturan el objeto sagrado y lo trasladan a su capital para ofrecerlo a su dios Dagon. Al poco tiempo la estatua de esta deidad es derribada y destruida y los filisteos se ven afectados por tumores malignos. Proceden a trasladar el Arca, pero la epidemia sigue al extraordinario aparato. Deciden devolverla a sus legítimos dueños sobre un carro guiado únicamente por dos vacas por el camino de Bet Semes. Allí es localizada por unos segadores que se aproximan demasiado al cargamento y “el señor los hirió con gran mortandad”. Setenta hombres murieron hasta que se hicieron cargo de ella los especialistas, un grupo de levitas que condujeron el Arca hasta Quiriat-Jearim, a la casa de Abinadab, donde quedó custodiada por un hijo de éste hasta que el rey David decidió trasladarla a Jerusalen, casi medio siglo después. Esperó David a que se atenuaran sus destructivos poderes?.
Si el Arca albergaba un reactor nuclear, tanto los tumores filisteos como los repentinos muertos israelitas pudieron ser efectos de su potencial radiactivo. Las personas no iniciadas sufrieron lesiones y fallecieron porque la máquina irradiaba fuerte radiactividad. Es sabido que un reactor atómico, aunque sea muy primario, debe ser alimentado por una gran fuente de energía. Tal vez Moisés supo encontrar la materia prima para generar esa energía. Pero, dónde?. En la cumbre del monte Sinaí. Al fin y al cabo, el Arca era un receptáculo que contenía dos tablas de piedra grabadas con las leyes que Yahvé entregó a su pueblo.
Desde la más remota antigüedad, las tribus semíticas veneraban piedras caídas del cielo. Determinados clanes árabes preislámicos custodiaban parejas de piedras sagradas denominadas betilos, que no eran sino aerolitos transportados en relicarios portátiles a través del desierto. Una tradición ritual une a estos betilos con la Piedra Negra de la Kaaba, en La Meca, y con las Tablas de la Ley encerradas en el Arca de la Alianza. Incluso el Grial ha sido identificado con una de estas piedras meteóricas. Muchos especialistas bíblicos han sugerido que las Tablas eran en realidad restos de un meteorito estrellado en el monte Sinaí.
Un detalle nos lleva a suponer la composición de esta roca espacial: no es extraño esconder dos tablas de piedra en un cajón herméticamente cerrado? Tal vez porque contenían elementos radiactivos capaces de generar una fuente de energía sumamente difícil de controlar?
Pero el Arca también servía de oráculo. Moisés escuchaba la voz de Yahvé “que le hablaba desde encima del propiciatorio, puesto sobre el arca de testimonio, entre los dos querubines (Números, 7:89). Estamos ante un caso de comunicación extrasensorial o el texto bíblico se refiere a que el Arca podía ser un aparato radiotransmisor y los dos querubines de oro un par de antenas metálicas o unos sofisticados micrófonos?.
Entre los iniciados hebreos no había duda de que las voces que oía Moisés llegaban del urim y el thummin, dos objetos mágicos relacionados con la clarividencia y la profecía, utilizados por los magos egipcios bajo la forma de dos escarabajos, que en los tiempos mosaicos estaban colocados en el pectoral del Sumo Sacerdote, recubierto de doce piedras preciosas, una por cada tribu de Israel. Cuando Josué fue elegido sucesor de Moisés, el Sumo Sacerdote Eleazar consultó el urim ante Yahvé (Números,27:21). Hoy, los científicos investigan las sorprendentes propiedades de las piedras preciosas empleadas en láseres y transistores y no es improbable que los israelitas utilizaran su sagrado pectoral como un transmisor-receptor, una radio de dos direcciones, aunque desconocieran los principios de su funcionamiento, e incluso identidad de sus comunicantes.
En suma, aunque numerosos testimonios parecen indicar que el Arca encerraba auténticos y peligrosos poderes, su secreto sigue inviolado.
Contenía energías como las descritas o era simplemente un cofre sagrado que ejerció entre los israelitas un fenómenos de alucinación colectiva fomentada por un encubrimiento sacerdotal, cuya trama se prolongó durante varios siglos?. Tal vez fuera un auténtico acumulador de energías. Pero esas energías, eran sobrenaturales o, por el contrario, mero producto del ingenio y destreza humanos?
Por Rafael Lavilla
http://www.laentradasecreta.com/el-arca-perdida/