Archivo por días: enero 27, 2015

¿Desaparecerá alguna vez la religión?

La quema de la cruz durante el festival religioso de Los Escobazos en España
Los estudios dicen que cada día hay más ateos en el mundo… ¿Significa que vamos camino del fin de la religión?

El ateísmo está en alza en todo el mundo. ¿Significa esto que la espiritualidad pasará pronto a ser algo del pasado?

«Hay muchos más ateos en la actualidad que nunca antes, tanto en números absolutos como en porcentaje sobre el total de la Humanidad», explica Phil Zuckerman, profesor de Sociología y Estudios Seculares en el Pitzer College, Estados Unidos.

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Según una encuesta internacional de Gallup realizada entre más de 50.000 personas de 57 países, el número de personas que se consideran religiosas descendió del 77% al 68% entre 2005 y 2011.

El número de quienes que se consideran a sí mismas ateos aumentó un 3%, hasta representar el 13% del total.

A pesar de que quienes declaran que no creen en ningún dios ciertamente no son la mayoría, ¿será que esta tendencia es un pronóstico de que la fe en una divinidad en el futuro pasará a ser algo del pasado?

Es imposible predecirlo pero al examinar lo que sabemos de la religión podemos encontrar pistas de lo que puede pasar.

El Papa en Manila
La multitud en Manila es testimonio del poder de la religión.

Parte del atractivo de una fe es que ofrece seguridad en un mundo incierto, de manera que no es sorprendente que las naciones con mayores índices de ateísmo tienden a ser aquellas que proveen a sus ciudadanos con una estabilidad económica, existencial y política relativamente alta.

Japón, Reino Unido, Canadá, Corea del Sur, Holanda, República Checa, Estonia, Alemania, Francia y Uruguay son países en los que la religión era muy importante hace apenas un siglo, pero en los que en la actualidad las tasas de creyentes se sitúan entre las más bajas del mundo.

En todos estos países hay sistemas educativos y de seguridad social fuertes, baja desigualdad social y sus ciudadanos son relativamente ricos.

«La gente tiene menos miedo de lo que pueda pasar», dice Quentin Atkinson, psicólogo de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda.

No obstante, el descenso del número de personas creyentes se produce incluso en países que son todavía muy religiosos, como Brasil, Jamaica o Irlanda.

«Pocas sociedades son hoy en día más religiosas de lo que eran hace 40 o 50 años» dice Zuckerman.

Naturaleza y sobrenatural

El descenso en creyentes, sin embargo, no significa la desaparición de las religiones, explica Ara Norenzatan, psicóloga social en la Universidad de British Columbia, en Canadá, y autora de «Big Gods».

Sobrevivientes del tifón Haiyán durante una procesión religiosa
Cuando la naturaleza golpea, como cuando el tifón Haiyán azotó Filipinas, los seres humanos recurren a lo sobrenatural.

La seguridad existencial es más falible de lo que a veces parece. De repente, todo puede cambiar: un accidente puede matar a un ser querido; un huracán puede destruir un pueblo; un doctor puede darnos un diagnóstico fatal.

Los estragos del cambio climático que se esperan para los próximos años, así como la escasez de recursos naturales y el sufrimiento que todo esto puede generar, podría potenciar la religiosidad.

«Por alguna razón, la religión parece darle significado al sufrimiento, más que cualquier ideal o creencia secular que conozcamos», dice Norenzayan.

Ese fenómeno de religiosidad repentina se ha observado en casos como el terremoto de Christchurch, Nueva Zelanda, en 2011: en ese lugar hubo un alza en la fe, mientras que el resto del país se mantuvo tan incrédulo como de costumbre.

Cuando haya paz en el mundo

Sin embargo, incluso si los problemas del mundo se solventaran de forma milagrosa, y todos viviéramos vidas pacíficas en igualdad, la religión probablemente sobreviviría.

Esto se debe a que parece haber un espacio con la forma de un dios en la neuropsicología humana, resultado de una peculiaridad en nuestra evolución.

Jóvenes yemeníes muestran sus manos decorados con la tradicional henna
En todos los rincones del mundo hay expresiones de eso que llamamos la «fe» de diferentes maneras.

Para entenderlo hay que conocer la teoría del «proceso dual», que describe dos formas básicas de pensamiento, conocidas como el Sistema 1 y el Sistema 2.

El Sistema 2 evolucionó hace relativamente poco. Es la voz en nuestra cabeza, el narrador que parece no callarse nunca, que nos permite planificar y pensar de forma lógica.

El Sistema 1 es intuitivo, instintivo y automático. Estas capacidades se desarrollan en los humanos independientemente de dónde hayan nacido. Son mecanismos de supervivencia.

Este sistema nos proporciona, por ejemplo, una repulsión innata a la carne podrida, nos permite hablar nuestra lengua materna sin pensarlo mucho y le da a los bebés la capacidad de reconocer a sus padres y distinguir entre objetos con o sin vida.

Además, hace que tengamos una tendencia a buscar patrones para entender mejor el mundo, y a encontrar un significado a sucesos aparentemente arbitrarios, como los desastres naturales y la muerte de seres queridos.

Y, según algunos investigadores, es el que abrió el camino para que las religiones evolucionaran y se perpetuaran.

El Sistema 1 nos lleva a ver las cosas de forma dual, de forma que nos cuesta ver a nuestro cuerpo y nuestra mente como una única unidad.

Esta tendencia nace muy temprano: los niños de todas las culturas se inclinan a creer que tienen un alma inmortal: que su esencia o personalidad existió en algún lugar antes de su nacimiento y continuará existiendo por siempre.

Y esta disposición se asimila fácilmente con muchas de las religiones existentes, o -con algo de creatividad- se presta para construir nuevas.

Píldora difícil de tragar

Por todas estas razones, los investigadores creen que la religión es un «producto secundario de nuestra disposición cognitiva», explica Robert McCauley, director del Centro de la Mente, el Cerebro y la Cultura de la Universidad de Emory, en EE.UU., y autor de «Por qué la religión es natural y la ciencia no».

Un rabino lee durante las festividades de Purim
Un rabino reza durante las festividades de Purim.

«La ciencia es cognoctivamente antinatural, y es difícil. La religión, en cambio, es algo que casi no tenemos ni que aprender pues ya lo sabemos».

«Hay evidencia de que el pensamiento religioso obedece a la ley del menor esfuerzo; se tendría que cambiar fundamentalmente algo en la humanidad para deshacerse de la religión».

En contraste, la ciencia -el sistema preferido de muchos ateos y no creyentes para intentar entender el mundo natural- trata de corregir los sesgos del Sistema 1, dice McCauley. Pero, agrega, es una píldora difícil de tragar.

Debemos aceptar, por ejemplo, que la Tierra gira, así no lo sintamos, aún viviendo en ella; debemos adoptar la idea de que la evolución es completamente indiferente y que no hay ningún propósito o plan para el Universo, así nuestra intuición nos diga lo contrario.

Tampoco nos queda fácil admitir que nos equivocamos y aceptar que la verdad como la comprendemos constantemente está cambiando a medida que surgen nuevas pruebas empíricas, y todo eso es imprecindible para la ciencia.

Fantasmas y deportes

Curiosamente, muchos en todo el mundo que dicen no creer en un dios muestran tendencias supersticiosas, como la creencia en los fantasmas, el karma, la telapatía o la reencarnación.

Yoga
Otras devociones ocupan a menudo el vacío que parece dejar la fe religiosa.

Además, los no creyentes a menudo dependen de cosas que pueden ser interpretadas como sustitutos de la religión -equipos de deportes, yoga, instituciones profesionales, la Madre Naturaleza, etc.- como guías de sus valores.

«Parecería como si tuvieramos un espacio conceptual para el pensamiento religioso que si no se llena con una religión, brota de maneras sorprendentes», concluye Barrett.

La religión, además, promueve la cohesión grupal y la cooperación. La amenaza de uno o varios dioses poderosos que vigilan que nadie se salga de lo establecido seguramente ayudó a mantener el orden en las sociedades.

«Si todo el mundo cree que el castigo es real, esto puede ser funcional para los grupos» dice Atkinson.

Cuestión de números

Un Sikh indio enciende luces durante el Diwali
La religión promueve también la cohesión grupal y la cooperación.

Finalmente, las matemáticas también están del lado de la permanencia de la religión: las personas religiosas tienden a tener más hijos que las que no lo son.

Si consideramos que los hijos suelen seguir a sus padres en estos aspectos, un mundo totalmente secularizado parece una posibilidad aún menos factible.

Por todas estas razones psicológicas, neurológicas, históricas, culturales y lógicas, los expertos creen que la religión nunca desaparecerá. La religión, así sea mediante el miedo o el amor, es muy exitosa a la hora de perpetuarse.

E incluso si perdemos de vista a los dioses cristianos, musulmanes e hindúes, es muy probable que prevalezcan las supersticiones y el espiritualismo.

Cuando enfrentemos una guerra nuclear o el choque inminente con un cometa, los dioses aparecerán.

 

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/01/150116_vert_fut_desapareceran_las_religiones_alguna_vez_finde_yv

Grecia elige la izquierda radical de Syriza y rechaza la austeridad

«Hoy los griegos hicieron historia», dijo el líder de Syriza Alexis Tsipras.

El líder del partido de izquierda radical Syriza, Alexis Tsipras, prometió acabar «con cinco años de humillación y dolor» en Grecia, tras proclamar una contundente victoria en las elecciones generales de este domingo.

Ante un gran número de simpatizantes, Tsipras volvió a prometer que renegociará la deuda griega con los acreedores internacionales.

Con casi la totalidad de los votos escrutados, Syriza obtuvo 149 escaños (36%) de los 300 que componen el Parlamento, lo que significa que quedará a solo dos de mayoría absoluta.

«Hoy los griegos escribieron historia», dijo Tsipras de 40 años.

Lea: Syriza, la izquierda radical griega que llegó al poder con la promesa de plantarle la cara a Alemania

Seguidores Syriza
«Los griegos han hablado y yo respeto su decisión», dijo Samaras, primer ministro saliente.
Simpatizantes de Syriza
Los votantes parecen haber rechazado la austeridad durante una crisis que amenazó con llevar a la pobreza a casi cuatro millones de griegos.

El partido conservador Nueva Democracia, del primer ministro saliente Antonis Samaras, quedó en un distante segundo lugar con 75 escaños (27,8%).

Samaras reconoció la derrota y se comunicó con Tsipras para felicitarlo.

En tercer lugar se ubica el partido de extrema derecha Amanecer Dorado con 17 escaños (6,3%).

La victoria de Syriza ha generado conmoción en Europa, según lo informa el corresponsal de la BBC en Atenas Gavin Hewitt.

La mayoría de los votantes en Grecia ha rechazado contundentemente las políticas para enfrentar la crisis de la eurozona ideadas por Bruselas y Berlín, dice Hewitt.

«Algo del pasado»

En la plaza Klathmonos ondearon las banderas entre los partidarios de Siriza que cantaron, bailaron, lloraron y se abrazaron tras conocer los resultados.

Frente a una concentración de jubilosos seguidores en la capital Atenas, Tsipras dijo que los votantes griegos le dieron a Syriza «una orden clara y poderosa».

Seguidores Syriza
Con el 70% de los votos escrutados, Syriza obtiene 149 escaños.

«Ustedes son un ejemplo de la historia que está cambiando. Su mandato es, sin duda, acabar con los rescates de austeridad y destrucción».

«Para Grecia la troika es algo del pasado», añadió, refiriéndose a los mayores prestamistas internacionales: la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE)».

Tsipras también prometió negociar una solución financiera justa.

Lea también: Pablo Iglesia felicita a Syriza por triunfo en Grecia

El triunfo de Syriza representa una victoria extraordinaria para la izquierda radical en Grecia, que probablemente supera sus propias expectativas.

Tsipras ahora intentará liderar una revolución antiausteridad, respaldada por un fuerte mandato democrático.

Seguidores Samaras
Los partidarios del conservador Nueva Democracia lamentaron el resultado.
Alexis Tsipras
El primer ministro Samaras se comunicó con Tsipras para felicitarlo.

El desempleo en el país alcanza el 25,5% y entre quienes tienen de 25 a 35 años de edad la cifra se acerca al 50%.

Los más recientes impuestos de emergencia, principalmente a la propiedad, han exprimido aún más a la clase media.

Syriza hizo campaña bajo el lema: «La esperanza está en camino», y en su discurso de victoria, Tsipras reafirmó: «La esperanza ha hecho historia.»

«Los griegos han hablado y yo respeto su decisión», dijo más temprano el primer ministro Samaras, recalcando que heredó una «papa caliente» cuando llegó al gobierno y que él y su partido han hecho mucho por restaurar las finanzas del país.

El resultado está siendo visto fuera de Grecia, pues se cree que la victoria de Syriza podría fortalecer a los partidos de izquierda radical en Europa.

Otros cinco partidos también estarán representados en el Parlamento.

Aún se está a la espera de saber si Syriza conseguirá los 151 escaños que se necesitan para gobernar con la mayoría absoluta.

Alexis Tsipras
Los seguidores de Syriza celebraron en Atenas.

Qué hacer con la prostitución.

 

Publicamos aquí el texto de la intervención de Pablo Ródenas, revisado por él mismo, en la mesa redonda “Prostitución: moral y derechos”, celebrada el pasado 7 de diciembre en las VII Jornadas de Pensamiento Crítico, presentada por Montserrat Oliván y en la que también intervinieron Carolina Gala y Cristina Garaizabal (1).

1

Mi intervención en este foro de pensamiento crítico se va a centrar en la cuestión de qué hacer con la prostitución. Para plantearla de una forma adecuada necesitaré hacer un experimento mental, experimento en el que voy a pedirles que participen. Y el primer y fundamental requisito es el de tomar distancia de nosotros mismos de forma individual y colectiva. Es un requisito tan práctico-moral como teórico-reflexivo, un requisito que de forma potencial está al alcance de las capacidades de cualquier ser humano que no esté moralmente mal constituido.
¿Quiénes vamos a ser en este experimento mental? Les propongo que simulemos que somos una asamblea mundial de personas que resumen toda la diversidad de los seres humanos. Imaginemos entonces que no sólo somos un grupo plural de gente de diferentes generaciones que desde hace cuatro décadas comparte algunas experiencias vitales (algunas mejores y otras peores) y algunas convicciones (unas más razonables y otras más prejuiciosas). Al simular que somos una representación completa de la humanidad, podemos imaginar que hay aquí y ahora gentes de diversas procedencias y colores, que por tanto tenemos distintas culturas y lenguas, y que nos dedicamos a diferentes actividades que realizamos con estilos de vida también diferenciados. Compartimos, pues, una misma situación, es decir, un “aquí”, la globalizada vida humana en el planeta Tierra, y un “ahora”, la evolucionada vida humana del último tercio del siglo pasado y principios del XXI, situación que en nuestro experimento se concentra en esta reunión de Leganés.
¿Para qué nos hemos reunido? Si mentalmente nos distanciamos de nosotros mismos, podemos dar cabida a algunos requisitos más: nos hemos reunido como si fuéramos la humanidad toda para tomar una decisión sobre la prostitución, la mejor decisión que podamos tomar. Para poder encontrarla suponemos dos cosas: que hemos podido acumular toda la información disponible sobre la cuestión, que son datos que se ajustan más o menos a la realidad, y que también tenemos sobre la mesa todas las interpretaciones desde las que se presenta la información, que son modos de pensar o perspectivas que inevitablemente la condicionan.

2

¿En qué consiste el hecho de la prostitución? Si escogemos una sociedad occidental como la española para ilustrar esta información, lo primero que podemos observar es que, en términos generales, la prostitución se refiere a una actividad paradójica que está tan socialmente estigmatizada como socialmente aceptada. Así, por ejemplo, de una parte, el mayor insulto a una mujer es llamarle “puta”, e “hijo de puta” a un varón, pero, de otra parte, la publicidad que acogen los medios de comunicación es tolerada (resulta ser un buen barómetro de su aceptación). Además, encontramos que se nos dice (aunque no se puede asegurar que estos datos estén comprobados) que más del 1% de la población española se dedica a esta actividad (más de 500.000 personas, la mayoría mujeres), que más del 80% son actualmente personas inmigrantes (en su mayoría pobres y sin documentación legal en España), que un tercio de los varones adultos residentes hace uso de la prostitución (en su mayoría casados). Y aunque se carece de una información precisa y contrastada, se afirma que el volumen económico del negocio es alto –tanto si es legal como ilegal– y que va unido, entre otros factores, al maltrato, el sida, el tráfico de estupefacientes y la trata de mujeres (2).
En cualquier caso, esta descripción sólo nos sirve para caracterizar la situación de un modo indicativo, dado que los datos específicos varían de una a otra de las sociedades occidentales, y mucho –y para peor– en el resto de sociedades del planeta. Lo que nos interesa es retener los aspectos cualitativos que se amalgaman en la prostitución.

3

Sin embargo, con esta somera descripción podemos captar ya que no se trata de una cuestión simple, sino de una problemática muy compleja y en el tiempo presente aún muy difícil de abordar. Son muchos los problemas interconectados, algunos de extraordinaria gravedad. El estudio de las encontradas interpretaciones con que contamos y de la información pese a ello resultante nos señala que se trata de una multiplicidad de fenómenos sobrepuestos cuya cáscara apenas deja ver la almendra del hecho básico de la prostitución. Porque la palabra “prostitución” se refiere en su núcleo conceptual, de forma necesaria y suficiente, a una cierta clase de relaciones sexuales interpersonales que se mantienen en tanto que servicio deseado y remunerado. Sin embargo, siendo la sexualidad humana, biológica y socialmente considerada, un asunto intrincado y hasta cierto punto misterioso, la relación sexual que se da en la institución de la prostitución no es en sí misma más complicada que la que se da en otras instituciones tan asentadas como la pareja, el matrimonio o el amor romántico, por ejemplo.
Ahora bien, junto a la relación sexual específica de la prostitución se pueden encontrar, en mayor o menor medida, toda la serie de fenómenos concomitantes ya citados, que analítica y conceptualmente deben ser considerados de forma independiente. A saber: la estigmatización social y las secuelas físicas y psicológicas resultantes de la práctica continuada; el maltrato y la violencia contra las personas que realizan el servicio sexual; el abuso y robo en la remuneración por parte de quienes demandan, patrocinan u ofertan el servicio; el tráfico y consumo de drogas que se da en ese submundo; la pobreza –e incluso miseria– que mueve a su ejercicio y favorece el “turismo sexual” y las migraciones; la trata –e incluso venta yesclavización– de las personas que realizan servicios sexuales, mayores y menores de edad, por parte de redes mafiosas, empresarios de burdeles y proxenetas; y laconnivencia y corrupción de funcionarios y políticos con esas lacras. En fin, el análisis nos debe obligar de forma imperativa a distinguir antes que a confundir.
Todos estos fenómenos adheridos –la mayoría considerados delictivos en casi todas las sociedades– han de ser estudiados primero de forma desagregada y específica en cada situación social, para luego analizar si se encuentran o no, necesaria o contingentemente, sobrepuestos en la prostitución en tanto que hecho básico, el servicio sexual deseado y remunerado (3).

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Partiendo de esta descripción y esta conceptualización, ¿cómo hay queinterpretar el complejo hecho de la prostitución? Si seguimos pensando como si fuésemos una asamblea mundial representativa, habremos de convenir que, siendo la prostitución actual un multifenómeno que hunde sus raíces en los albores de la humanidad, no podemos interpretarla ex novo, sino in medias res, esto es, partiendo de lo que hay. Es decir, sólo podemos reinterpretarla, y esto a partir del análisis de las principales perspectivas existentes en la actualidad, a través de las cuales unos y otros tratan de llegar a su realidad misma. El debate ha sido cada vez más enconado, como no podía ser menos dada la progresiva liberación de la mujer y de las minorías sexuales de los yugos que las subordinan, explotan y oprimen. En los últimos veinte o veinticinco años la polémica ha ido cobrando una nueva viveza, hasta el punto de que se ha trasladado al interior de todos los movimientos de liberación, los “nuevos” (con el feminista al frente) y los “viejos” (como el sindical, sin ir más lejos), y se ha cargado de una emotividad argumental que hace imposible un acuerdo completo y general. Éste es un caso claro en el que la necesaria urgencia ética arruina la obligada prudencia política.
Si ordenamos de forma esquemática el panorama interpretativo, nos encontramos con tres perspectivas estrictamente políticas sobre la prostitución. A la primera podemos llamarla perspectiva apologista. Se trata de una postura muy pragmática, basada en una ética utilitarista, y que es propia de quienes fomentan la gran y pequeña industria explotadora del sexo y se benefician de ella. Su médula argumental es de naturaleza crematística y ultraliberal, y más modernista que premodernista. Con la prostitución, tolerancia completa. De ella hay al menos una variante liberal-conservadora que busca armonizar esa postura con presupuestos ideológicos restrictivos y, en última instancia, reestigmatizadores (de la persona que presta el servicio y también –aunque en menor medida y con menor intensidad– de la persona que lo usa). Se trata de una postura que podríamos llamar apologista negativa: sí para los demás, no para los míos.
Una segunda sería la perspectiva abolicionista, que es la postura de quienes se oponen a la anterior en términos absolutos y quieren erradicarla (es decir, arrancarla de raíz) por encima de todo. Su centro argumental es de naturaleza ideologicista y comunitarista, dado que cuenta con algunos elementos fundamentales que son más pre-modernistas que modernistas (4). El rasgo más característico de su ética es el fundamentalismo (5). Más que decir que hay en nuestro tiempo dos tipos de abolicionismo, me parece más adecuado decir que hay uno sólo que se subdivide en al menos dos variantes, muy radicales ambas, una comunitario-conservadora y otra comunitario-progresista, variantes que se retrotraen a concepciones morales densas de la condición femenina y de la sexualidad humana, concepciones que delimitan de forma impositiva –a la postre, no compartida y autoritaria– lo que es correcto y lo que es incorrecto en los roles de género y sexo, y que en ninguno de los casos rompen con la estigmatización de la mujer prostituta, que siempre será considerada como una víctima. Ésta sólo puede ser una víctima inconsciente, desviada y disociada, o una víctima consciente, renegada y traidora (6).
La tercera perspectiva ha surgido no hace mucho más de un cuarto de siglo a partir de la práctica de la ética del respeto y de una doble argumentación planteada en su inicio desde las filas de las mismas personas protagonistas de la relación de prostitución. En primer lugar, de la crítica de algunos aspectos de las dos anteriores perspectivas que se consideran inaceptables. Y en segundo lugar, de la estrategia de integrar los aspectos resultantes en una nueva y unitaria postura, a la que algunos han llamado perspectiva reglamentarista. Como bien sabemos en este foro de pensamiento crítico, se trata de un punto de vista que la perspectiva apologista quiere anular, absorbiéndola, para garantizarse así el lucrativo negocio levantado sobre la existencia de relaciones sexuales de servicio, y que es incomprendido e ignorado –cuando no vilipendiado– desde la perspectiva abolicionista, bajo la acusación de que legitimaría la apología de la prostitución.
El meollo argumental de la perspectiva reglamentarista es integral porque trata de combinar la que considera la primaria naturaleza laboral de la prostitución con la protección jurídica, en principio, de las personas que trabajan realizando servicios sexuales. Pero también trata –a veces de forma contradictoria– de “proteger a la sociedad” de la prostitución. Y ésta es la razón por la que toda formulación de esta perspectiva tiende a escorarse, de forma hoy difícil de evitar, hacia una variante liberal-conservadora, que busca –con la falaz lógica del “mal menor”– regularizar sin visibilizar, y que, por tanto, resulta también estigmatizadora; o hacia una variante social-liberal, que tan sólo trata de desdramatizar el hecho básico regulado, la relación sexual de servicio deseado y remunerado, haciéndolo visible y creando así condiciones que permitan acabar con la estigmatización (7).

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¿Cómo debemos situarnos ante estas tres perspectivas y sus variantes principales? Dado que hemos convenido en nuestro experimento mental que estamos aquí y ahora reunidos en asamblea mundial para tomar una decisión sobre la prostitución, lo primero que hemos de exigirnos, como habíamos dicho, es tomar distancia crítica de nuestros propios prejuicios para examinarlas antes de adoptar una postura. Y para ello necesitamos ir de lo concreto a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto. Porque, ¿cuáles han de ser los criterios de evaluación que hemos de usar en ese examen? ¿Hemos de extraerlos de la parcialidad de intereses de alguna de esas perspectivas o debemos construir unos criterios ad hoc para su posterior aplicación?
Mi propuesta apoya esta segunda opción y para presentarla con sencillez recurriré a la metáfora del recipiente medio lleno y medio vacío como metáfora de la vida. Si distinguimos tres superficies en el recipiente, la intermedia, la inferior y la superior, la parte inferior medio llena representaría lo fáctico, lo acaecido; la parte superior medio vacía representaría lo contrafáctico, lo anticipado; y la superficie intermedia representaría la actualidad existencial y social, el ámbito de la interacción humana que une pasado y futuro, la sociedad, y la sociedad como el ámbito en el que se da el hecho básico de la prostitución. Así, situados como estamos in medias res, la memoria histórica ha de descender hacia un hipotético fondo originario, y las ansias de la moralidad social han de ascender hacia un hipotético techo finalista. (Por supuesto, ese fondo –o principio de la historia– y ese techo –o final de la historia– no son más que ficciones metafóricas de la geometría del tiempo humano, ni más ni menos que ideales superficies de sentido, a las que no se podrá regresar ni llegar nunca).
Hasta aquí nuestro problema era doble y ya habíamos superado el primer obstáculo, aunque sólo en parte. Por un lado, describimos, conceptualizamos e interpretamos de manera sucinta la superficie intermedia del recipiente, esto es, la sociedad actual y en ella la prostitución realmente existente (8). Por otro lado, queda por construir –como antes propusimos– unos criterios ad hoc para evaluarlo. Ahora podemos adelantar ya cómo hacerlo: uno, construyendo desde la situación fáctica unos criterios contrafácticos, para luego, dos, evaluar desde los criterios contrafácticos la situación fáctica, en un dinámico equilibrio reflexivo que no puede tener principio ni fin.

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Entonces, ¿qué criterios contrafácticos tendríamos que hacer nuestros? El pensamiento crítico es crítico en la medida en que es pensamiento contrafáctico, al menos en parte. Por ejemplo, el pensamiento crítico transvalora, reconstruye viejos valores y construye nuevos valores. Éste es el procedimiento mediante el cual disponemos hoy de valores como la igual libertad, que postulamos para todas las personas. El valor de la igual libertad lo construimos a partir de nuestra convicción de que las personas debemos reconocernos mutuamente en tanto que fines en sí mismos: las personas no nos reconocemos como valores de cambio, a los que se puede fijar precio, comprar y vender, sino como valores intrínsecos e intransferibles. Y a ese valor que reconocemos a las personas es a lo que llamamos dignidad. Y la dignidad se fundamenta y se expresa en la autonomía de la voluntad para determinar libremente la propia conducta. Dignidad y autonomía, por tanto, a las que como tales sólo cabe reconocer y respetar.
(Aquí podemos ya adelantar una pregunta e insinuar una conclusión provisional. ¿Se puede negar dignidad y autonomía en igual libertad a quienes establecen relaciones sexuales deseadas y remuneradas? ¿No hay que concluir pensando que considerarles indignos y privarles de autonomía equivale a negarles la condición misma de personas?).
Continuando entonces con nuestro experimento, construyamos un esquema de horizonte contrafáctico que satisfaga esos valores como criterios de valoración, un horizonte de sentido que pueda ser compartido y aplicado sin lesionarlos. Pensemos que ese esquema se puede concretar en una idea razonable e inclusiva de sociedad. Es decir, un esquema de sociedad por el que luchar. No una quimera histórico-teológica de sociedad, sino un ideario ético-político, o como suelo llamarlo, un proyecto poli(é)tico de sociedad. Sería éste:
i) una sociedad de personas que aun siendo muy diferentes entre sí han logrado relacionarse de forma democrática con igual libertad para todas y con reconocimiento pluralista de su dignidad y autonomía;
ii) una sociedad cuyas personas, a pesar de sus diferencias, desigualdades y conflictos, han logrado crear instituciones constitucionales de derecho y de bienestar que facultan el que todos y cada uno de sus miembros accedan a la condición ciudadana (con reconocimiento político de sus derechos) (9) y reciban unos ingresos básicos garantizados, condicionados o incondicionados, que les garanticen un mínimo vital decente (10);
iii) una sociedad civilizada, en definitiva, que concebida desde una teoría del contrato social o, más allá del contrato, desde una teoría del compromiso social, se autoprescribe como principal objetivo el subsistir luchando contra la dominación de unos seres humanos por otros.
Se trata sólo de un esquema hipotético de sociedad, ya digo, un horizonte por el que afanarse (11). La pregunta pertinente es si un proyecto de sociedad así tiene la suficiente razonabilidad e inclusividad como para ser democráticamente compartible y aplicable sin erosionar los presupuestos desde los que ha sido construida. En la imaginaria asamblea mundial en la que nos hemos convertido, mi respuesta es que semejante idea de sociedad sí es compartible y aplicable. Porque “compartible” significa que se arranca del desacuerdo hacia un acuerdo razonable e inclusivo de lucha contra toda dominación (en el entendido de que hay que renunciar al ideal ilusorio de que es posible una sociedad plenamente reconciliada a partir de un consenso unánime en el que no quepa disenso alguno) (12). Y “aplicable” significa que se dispone de criterios de valoración razonables e inclusivos para la interpretación crítica de la realidad y para la orientación de acciones que también sean razonables e inclusivas (serían lo que podemos llamar buenas prácticas concretas contra las injusticias sociales concretas).

7

Ahora les propongo que con estos criterios de evaluación y con esta idea de sociedad volvamos a lo concreto, a la problemática de la prostitución y a las tres perspectivas interpretativas. ¿Qué encontramos? Lo primero y fundamental es que una sociedad así articulada y orientada desaprobaría y limitaría todos los negativos fenómenos externos que se adhieren al hecho básico de la prostitución.
De una parte, se dotaría de políticas sociales, económicas, penales y educativas contra la violencia, la esclavización, la enfermedad, la pobreza, la corrupción, la publicidad engañosa, etcétera. Aquí hay un extenso campo de acción que muy amplios sectores de las sociedades de derecho y bienestar pueden compartir de forma unitaria.
De otra parte, queda planteada una pregunta que procede que nos hagamos. Con esas políticas, ¿desaparecería el hecho básico de la prostitución, esto es, la relación sexual de servicio deseado y remunerado? Creo que debemos pensar que, con bastante probabilidad, en una sociedad razonable e inclusiva la relación implicada en el hecho básico de la prostitución no desaparecería necesariamente. El corolario de esta afirmación es que también se precisan entonces políticas concretas y unitarias sobre la relación primordial del hecho básico. Pero, ¿políticas de propaganda apologética, o políticas de restricción abolicionista, o políticas de garantía reglamentarista?

8

Esto nos lleva, en segundo lugar, a las perspectivas interpretativas que hemos esbozado. De nuestro análisis podemos concluir que lo que no se puede decir de la perspectiva apologista en su versión principal, ultraliberal, es que sea hipócrita porque cultiva una doble moral. Le va bien con que la cultiven otros (por ejemplo, su variante liberal-conservadora). Sin embargo, con más o menos crudeza utilitarista, esta perspectiva política adolece de una reducción alienante de la libertad de las personas, que pasa a convertirse en mera liberalización de mercancías. La cosificación de las personas –por ejemplo, de la mujer que trabaja en la prostitución– se produce desde la indiferencia individualista. Así, de manera paradójica, se subvierte el respeto de la dignidad y la autonomía postulada por las mejores versiones del liberalismo clásico.
Y desde esa plataforma queda arruinada también cualquier posibilidad de revalorización de la igualdad. Que ni siquiera sale indemne en su versión formal de igualdad ante la ley. Porque en sus versiones más agrestes, el ultraliberalismo y el liberal-conservadurismo se hacen antijurídicos y subvierten las leyes de forma reiterada. Como sabemos, sólo se atienen, en última instancia, a la “ley” del mayor beneficio: de ahí que necesite “comprar” a los sectores periodísticos y audiovisuales para hacer una permanente publicidad explícita y encubierta de la industria explotadora del sexo. La perspectiva apologista está, de hecho, por el recorte de los derechos de ciudadanía.
La perspectiva abolicionista no tendría en principio por qué presentar mayores dificultades de análisis. Sin embargo, en la medida en que su fundamentalismo excluyente es compartido no sólo desde presupuestos conservadores sino también desde presupuestos progresistas, el análisis se hace más complejo. Los primeros son, en última instancia, tradicionalistas, y se basan en una concepción subordinada de la mujer y una concepción procreativa de la sexualidad humana. Pero los segundos fuerzan a un debate algo enrevesado, y no sólo en las diversas filosofías feministas, sino también en toda aquella filosofía social y política que quiera basarse en argumentos explícitos razonables e incluyentes.
A mi juicio, el problema principal de la perspectiva abolicionista en su variante comunitario-progresista es que, aun siendo políticamente legítima, resulta moralmente dogmática. Su certidumbre moral hace que pretenda imponer una normatividad de parte y hacerlo de forma absoluta, excluyendo cualesquiera otras perspectivas, a las que de forma precipitada e irrazonable tacha de erróneas e incorrectas. Por excluir, hasta excluye la voz misma de las personas que realizan servicios sexuales, cuyo derecho a la palabra es lesionado. El pretexto que se da –unas veces ingenuo y otras no tanto– resulta premodernista por comunitarista. Se aduce que esas personas no pueden ser libres ya que no puede haber consentimiento moral alguno para hacer lo que no es ni deseable ni aceptable –desde el propio punto de vista abolicionista, claro está– que hagan (13).
A partir de ahí, todo lo demás resulta una deriva pan-moralizante que conduce a un completo absurdo político. Pues absurdo es que para defender la dignidad de la mujer se cuestione de facto su autonomía (rechazando que pueda mantener relaciones sexuales libres y remuneradas con quienes deseen tenerlas y pagarlas): de esta manera se termina por negarle la dignidad que se pretendía proteger. Y absurdo es que para defender la buena imagen de la mujer se discriminede facto a la persona que ejerce libremente la prostitución (manteniendo así su estigmatización, es decir, su imagen de mujer mala): de este modo se termina por negarle la buena imagen que se pretendía proteger (14).
Hay un problema práctico más: aun siendo la lógica política del abolicionismo más bien ideológica y, por tanto, estratégica, no puede evitar que, como consecuencia, conduzca al prohibicionismo táctico. Sin embargo, esta consecuencia política es silenciada en la mayoría de las ocasiones. Afrontada la abstracta perspectiva abolicionista desde el prohibicionismo jurídico concreto, toda la argumentación que la sostiene se desploma. Prohibir la relación sexual –como servicio solicitado y pagado por una persona, y realizado y cobrado por otra– es penalizar a una de ellas, o a las dos, a la persona usuaria y a la persona prestataria, con coacción y castigo sometidos a ley. Una nueva paradoja aparece así: el abolicionismo no puede evitar el convertirse en un instrumento ideológico más, en un nuevo martillo contra brujas y herejes, con el que justificar las políticas de represión social de los servicios sexuales libres por el solo hecho de ser remunerados.
El problema político de fondo de la perspectiva abolicionista es su confusión conceptual, confusión que la hace autocontradictoria. Confundir el hecho básico de la prostitución (la relación sexual de servicio deseado y remunerado) con los múltiples fenómenos concomitantes (estigmatización y secuelas; maltrato y violencia; abuso y robo; tráfico y consumo de drogas; pobreza y miseria; trata, venta y esclavización; connivencia y corrupción) conduce a una revictimización de las personas implicadas, más allá de la piedad, compasión y caridad que el abolicionismo muestra con las víctimas de todas estas lacras sociales allí donde se den. Si el abolicionismo introdujera claridad conceptual en su discurso, se encontraría encaminado a su abolición. El respeto de la igual libertad política de las personas que demandan y ofertan servicios sexuales y el reconocimiento de su dignidad y autonomía moral llevan ineludiblemente a aceptar que se trata de una perspectiva insostenible por autocontradictoria (15).

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Nos queda la tercera perspectiva. Si de hecho las perspectivas apologista y abolicionista, simétricas en su oposición, niegan la igual libertad de las personas usuarias y prestatarias de servicios sexuales remunerados, y por tanto lesionan su dignidad y autonomía, la perspectiva reglamentarista en su variante liberal-conservadora tampoco garantiza el respeto de estos valores. Porque si se infravalora la igualdad y se degrada la libertad, como lo hace todo pensamiento liberal-conservador, se devalúa de hecho la condición ciudadana y los derechos de ciudadanía. El reglamentarismo de derechas pone más énfasis en el control jurídico-político de quienes ejercen la prostitución que en su reconocimiento. Ahora bien, ¿puede la perspectiva reglamentarista en su variante social-liberal evitar esta devaluación?
A mi juicio, la perspectiva reglamentarista en su variante social-liberal debe seguir abierta en un triple sentido: por una parte, debe continuar su propia evolución, sin estancarse; por otra parte, debe vigilar que la derecha ultraliberal no la absorba desde una perspectiva apologista; y por último, debe proseguir el debate con la perspectiva abolicionista desde una meta-perspectiva de unidad con diferenciación, es decir, desde la defensa de movimientos feministas pluralistas y unitarios.
En este tercer sentido, cabe esperar que el exceso moralista y el déficit político de la perspectiva abolicionista comunitario-progresista, en su actual atrincheramiento ideológico respecto al hecho básico de la prostitución, sean paulatinamente desbordados por los acontecimientos, forzando a una evolución menos dogmática y más pluralista (como es obvio, no podemos ni debemos avanzar nada más en esta dirección). Mientras tanto, sí podemos añadir que cabe realizar una agenda común para la unidad de acción entre el abolicionismo y el reglamentarismo en todo lo relativo a los que he llamado fenómenos concomitantes sobrepuestos al hecho básico: estigmatización y secuelas, maltrato y violencia, abuso y robo, pobreza y enfermedad, trata y esclavización, connivencia y corrupción…
En relación con el primero de los tres sentidos antes señalados, a la evolución de la perspectiva reglamentarista en su variante social-liberal, creo –si recordamos que también habíamos acordado tomar distancias respecto a ella– que se puede añadir lo siguiente. Si ha surgido de la integración de la primaria naturaleza laboral de la prostitución con la necesaria protección jurídica de las personas que la desempeñan, a mi juicio, su evolución quizá debería ir en la dirección de perseverar en esta dimensión integradora jurídico-laboral (16), pero poniendo un mayor énfasis en su auténtico fundamento y expresión ético-política –poli(é)tica–, que no es otro que la defensa de la autonomía de las personas para elegir y decidir entre sus expectativas reales de vida.
Por todo lo dicho, creo que habría que llamar perspectiva autonomista a la perspectiva reglamentarista social-liberal entendida al modo aquí planteado. Desde mi punto de vista, adoptar una postura autonomista es la mejor manera de satisfacer el avance hacia una idea poli(é)tica de sociedad razonable e incluyente. Pues al basarse en la ética del respeto a las personas, se ve impelida a promover una constitución e institución de lo social que incluya a las dos perspectivas rivales y sus variantes, cosa que, por el contrario, no pueden hacer éstas desde sus respectivas y excluyentes éticas, utilitarista (en el caso del apologismo) y fundamentalista (en el del abolicionismo). Y esto es lo que la hace también razonable.
Como han visto, no he respondido ni pretendido responder a la pregunta inicial de qué hacer con la prostitución. Hacerlo habría sido por mi parte un acto de soberbia intelectual. Tan sólo he planteado la conveniencia de una reconceptualización y una reinterpretación argumentada de la amplia problemática de la prostitución, y, a partir de ahí, establecer unos requisitos imprescindibles para, entre todos, abordar nuevas respuestas prácticas a tan importante conjunto de cuestiones. No me cabe duda alguna en que es mucho lo que hay que hacer. Y los movimientos feministas de enfoque pluralista-unitario son, a mi juicio, los que al respecto habrán de seguir marcando la agenda y el camino a las sociedades de hoy y de mañana.

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EL FAMOSO PROCESO DE LOGROÑO: LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

El proceso de las brujas de Logroño ha sido considerado como uno de los más importantes de su época.

Para unos fue objeto de grandes críticas, mientras que otros lo consideran como unas medidas necesarias para reprimir el culto a la brujería. Realmente no se puede enjuiciar con serenidad si no se tiene en cuenta el «clima» existente en aquella época y cuyo conocimiento he señalado anteriormente.

Menéndez y Pelayo, Llorente y Lea y otros investigadores escribieron sobre este proceso.

Como antecedentes del proceso de Logroño, son de tener en cuenta que la intervención de la Inquisición se produjo como consecuencia del terror y pánico que se extendió en la región y especialmente en Zugarramurdi como parte lindante con Labourd, comisionándose al inquisidor don Juan Valle Alvarado para que realizara una información e inspección por tales lugares.

El inquisidor realizó un minucioso trabajo recogiendo comentarios, denuncias y tomando en consideración el contenido de las mismas quedaron inculpadas más de trescientas personas. Cuarenta de ellas, como más sospechosas y culpables, fueron trasladadas a Logroño e internadas en prisión, serían juzgadas en el conocido proceso de Logroño.

Julio Caro Baroja, en su libro de Las brujas y su mundo, señala que, si la brujería vasca es conocida, es debido a la fama del proceso de las brujas de Zugarramurdi, a las que dedica un capítulo, y considera que la Inquisición de Logroño fue arrastrada a actuar por el celo de la justicia secular, y por una ola de pánico de las que periódicamente dominaban al país vasco, y que esta vez se extendió sobre la zona del extremo noroeste de Navarra -y añade- que las autoridades civiles habían realizado ya muchos arrestos e incluso habían ejecutado a varias personas cuando la Suprema dio orden al Tribunal de Logroño para que realizara una inspección en aquella zona.

Vicente Palacio Atard en su obra Razón de la inquisición, justifica la intervención de la Santa Sede en el proceso de Logroño, comenzando por generalizar que no fueron escasos en los siglos XVI y XVII, los casos de hechicería en que la Inquisición estaba llamada a intervenir, dadas las grandes proporciones en que había aumentado en el siglo xv en Europa. y considerando que la zona pirenaica occidental no se vio libre en España de esa infección, y Navarra, las provincias Vascongadas y la Rioja daban buen contingente de brujos. Se decían cosas horribles de ellos: que mataban niños, que chupaban su sangre, que obligaban a ritos macabros. La Inquisición nombró una comisión que emitió dictamen: en él se declaraba que los supuestos asesinatos no estaban probados ni parecían probables; en cambio, era bien clara la ignorancia de las gentes comunes, por lo que se recomendaba el envío de predicadores, ya que sólo la ignorancia puede favorecer el clima de la brujería y la superstición. Se dictaron instrucciones especiales: que se erigiese una capilla allá donde las brujas se reunían para celebrar sus aquelarres; que a las hechiceras se les tratara con indulgencia, reconciliándolas con penas leves y castigos pecuniarios (azotes y destierros fueron los más frecuentes).

Vicente Palacio Atard calificará el proceso de Logroño como «el único auto de fe importante debido a los delitos de brujería, magia y superstición y que fue celebrado en Logroño en 1610, cuando se hubo descubierto en la región guipuzcoana y en Navarra una amplia organización que se entregaba a aquelarres obscenos, blasfemias y sacrilegios».

Moratín acusó duramente a los inquisidores que intervinieron en el proceso de Logroño.

La figura de Leandro Fernández ,Moratín siempre será exponente de un teatro y poesía encuadradas en la retórica de un siglo de ideas nuevas que marcan una línea entre el espíritu empírico y racionalista y las nuevas tendencias iniciadas por los románticos alemanes.

Moratín, envuelto en su mundo racionalista de la anécdota literaria pasará al tema de la brujería en sarcásticos y mordaces comentarios al auto de fe celebrado en Logroño. Sus expresiones acusan una marcada tendencia subjetiva y racionalista cuyo valor primordial residirá en su calidad intrínseca.

Las pinturas negras de Goya son expresión de un mundo obsesivo devorado por el terror y mirada hacia lo irreal. Ese mundo fantástico y misterioso de la brujería lo plasmará en desgarradoras imágenes de fuertes y negros matices que parecen iluminados por una linterna mágica. Contemplando sus pinturas Aquelarre, Dos brujas volando, Cuatro brujas por los aires, Conventículo campestre y Bruja comiendo en familia, acaso nos tengamos que formular una pregunta sobre el significado de esos rostros angustiosos en escenario alucinante. ¿Es que acaso no quiso ridiculizar unas creencias en los motivos que dibujaba?

Parece un hecho acreditado que Goya tuvo una íntima amistad con Moratín, a quien admiraba profundamente e incluso tenía una coincidencia de ideas con las del comediógrafo.

¿Influyeron en la concepción de las pinturas de Goya los hechos que habían motivado el auto de fe dictado en la ciudad de Logroño en 1610? Eminentes tratadistas como Julio Caro Baroja -en su obra Las brujas y su mundo- se inclinan por la respuesta afirmativa, y señala que personalmente cree que la lectura de la relación del auto de fe de Logroño, que criticó Moratín, gran amigo de Goya como es sabido, influyó de modo decisivo en esas pinturas negras, en las que el movimiento juega un papel primordial.
Quizás Goya, al finalizar su trabajo, contempló que sus manos habían reflejado una satírica protesta que expresaba en unos rostros horribles y cuyas arrugas no podían tener otro contenido que pergaminos que pasaban a la historia en un camino en que la pesadilla daba paso a la victoria de la razón.

La relación publicada por Juan de Mongastón del auto de fe contra los inculpados -que se reproduce en el capítulo siguiente- ha sido fuente de estudios y polémicos comentarios. Los actos imputados a la secta brujeril de Zugarramurdi que aparecen reseñados, se pueden considerar como ordenada exposición de unos principios definidores de un delito de herejía basados en creencias propias de la época.

Unos hechos nacidos en ocasiones por la tortura y otros por la imaginación o mentes desequilibradas, no suponían que el juzgador admitiera la realidad del hecho; pero sí, el acto cometido, que evidenciaba haberse incurrido en el delito de herejía.

El proceso. de Logroño tuvo una resonancia que excedió de los límites de nuestras fronteras; historiadores e investigadores los han estudiado, incluso en ambiente de exaltada polémica, como un auténtico suceso histórico.

En los numerosos tratados, estudios e investigaciones el proceso de Logroño será objeto de exhaustivo análisis e interesantes comentarios.

Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo, al hablar de la estructura de la secta brujeril resalta que muy abundante es lo que se ha impreso acerca de los brujos y brujas procesados a la par que De Lancre hacía su represión en el de Labourd, al otro lado de la frontera, por los inquisidores de Logroño; es decir, los que tenían sus juntas en Zugarramurdi.

Los hechos que motivaron el proceso de la secta demoníaca de los brujos de Zugarramurdi, mundialmente más conocido por «el proceso de las brujas de Zugarramurdi», fue el siguiente…

Las actuaciones darán comienzo como consecuencia de la denuncia de una joven… «y es que una bruja (cuyo nombre no se declaró más que era de nacionalidad francesa y se había criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto a Francia con su padre, una mujer francesa, la persuadió a que fuere con ella a un campo donde se holgaría mucho, industriándola en lo demás que había de hacer, y dándole noticias de cómo había de renegar, y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenían rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con ella que renegase de la Virgen María su Madre, aunque renegó de las demás cosas, y recibió por dios y señor al demonio. ..que en año y medio que fue bruja, hizo todas las cosas que hacían los demás brujos, siempre andaba con recelo de parecerle que no podía ser dios aquel demonio…». Cayó enferma y arrepentida «propuso de se confesar luego que pudiese ir a otro lugar que estaba de allí media leguá..Y habiendo cumplido el sacerdote la dio muchos y buenos consejos, y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase el nombre de Jesús…». Arrepentida delatará a los brujos que había conocido…

Y resultarán inculpadas numerosas personas y entre ellas, como figuras principales de la aluminante historia: Miguel de Goyburu, «rey de los Brujos», su esposa Graciana de Barrenechea, «bruja y reina del aquelarre» y sus hijas. Otros personajes importantes del proceso serán Martín Vizcar; Juan de Echalar, brujo y ejecutor de las penas impuestas por el demonio; María de Echaleco, bruja; María de Yurreteguía tendrá una activa intervención en la inquietante historia, con las brujas María Chipia, vieja tullida y maestra de novicios, y de María de Zozoya, que morirá en la hoguera.

Señalan las obras Logroño histórico, de F. G. Gómez y Apuntes históricos de Logroño, editada por el Excmo. Ayuntamiento, Sección Publicaciones, que como resultado de este proceso tuvieron lugar autos de fe los días 7 y 8 de noviembre de 1610, y por su carácter de general y, por ello, esperar afluencia de forasteros, se hicieron aprovisionamientos abundantes de carne, pan y comestibles, se abarató el precio del vino procurando se expendiese el de mejor calidad como previsión de concurrencia de gentes y por coincidir los días con los de ferias.

Moratín, en sus sarcásticos comentarios al auto de fe de Logroño, comentando la concurrencia de religiosos de los distintos monasterios de la comarca, exclamará:

«Asueto y mula y holgura de tres semanas; y engullir sin término y beber sin medida. i Y en Logroño! ».

Los procesados fueron condenados con rigor: «…cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: veintiún hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinturón y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas a la garganta, con lo cual se significa que habían de ser azotados. Luego seguían unas veintiuna personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunas sogas a la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos relajados y otros cinco ataúdes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas. Y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisición…».

Comenzó el Auto por un sermón que predicó el Prior del Monasterio de los Dominicos, que es calificador del Santo Oficio, y aquel primero día se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas a la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan extraordinarias ocuparon todo el día hasta que quería anochecer, que la dicha justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en persona, y las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran brujas y habían cometido grandes maldades. Excepto una que se llamaba María de Zozaya, que fue confidente, y su sentencia de las más notables y espantosas de cuantas allí se leyeron. Y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fue confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora».

¿Cómo eran los juzgadores del Tribunal de la Inquisición de Logroño?

Los que intervinieron en el proceso de Logroño fueron: don Juan del Valle Alvarado, don Alonso Becerra Olguín y don Alonso de Salazar y Frías, el ordinario del obispado y cuatro consultores, como se desprende de las numerosas actuaciones inquisitoriales que concluirían con el famoso auto de fe celebrado en Logroño.

¿Creyeron realmente los inquisidores del proceso de Logroño los hechos relatados en el auto de fe de 1610?

¿Estaban convencidos de que las brujas y brujos habían incurrido en los hechos, que en muchos casos eran confesos los propios condenados sometidos a duros tormentos y castigos?

Entre el criterio de Salazar y los restantes inquisidores desde el momento inicial se produjeron evidentes discrepancias, ya que frente al criterio duro y riguroso de Alonso de Becerra y don Juan del Valle, que creen ciegamente en la existencia de brujas y consideran deben ser castigadas de forma rigurosa, existe una oposición por parte de Salazar y Frías, que no admite su existencia y considera que son necesarias unas mayores pruebas, no aceptando la mayoría de los hechos denunciados o dando escaso valor a las declaraciones testificadas.

Considero que se encontraban en unos momentos en que juzgaban una enfermedad propia de la época. Incluso la Inquisición española ha de calificarse de tolerante en sus actuaciones, y prueba evidente es la libertad de movimiento que gozaban los «iluminados» e incluso los aficionados a la magia o ciencias ocultas.

Conocido es el hecho de que el inquisidor don Juan Valle Alvarado fue comisionado para obtener una información sobre los hechos que se decía se estaban produciendo en las montañas vasco-navarras y que tenían atemorizada a la población. En su cometido recogió infinidad de denuncias que fueron motivo del célebre proceso en Logroño de «las brujas de Zugarramurdi».

Es de admitir que lo que intentaban los inquisidores era la supresión de la herejía; la brujería -fuera o no admitida por el juzgador- era constitutiva de ese delito de herejía. Pretendían imponer unas normas religiosas y morales con represión a conductas individuales o colectivas que pudieran infringir los principios o instituciones establecidas. Intolerancia religiosa en lo que consideraban cruzada de fe.

El ser denunciado de brujería no precisaba unas pruebas latentes; resultaba suficiente que el denunciado tuviera hábitos de jurar, blasfemar, mala fama o incluso una falta de normales facultades físicas, proferir frases aludiendo al diablo. Incluso quien al ser interrogado mantiene obstinadamente los ojos bajados o da muestras de temor: «el rostro y el ojo son el espejo del alma».

En los momentos que intervenían los inquisidores actuantes en el proceso de Logroño, existía un estado de ánimo latente de persecución de la brujería en sus límites máximos. En el rigorismo sancionador se había olvidado el canon episcopi (siglo IX) que precisamente era un mensaje denunciador y de condena para aquellas personas que podrían ser calificadas de paganismo, al admitir las brujas voladoras y nocturnas sometí das a la voluntad del diablo. Recordemos que tres siglos después, el obispo de Chartres afirmaba humanitariamente que era necesario no olvidar que a los que esto les sucede son pobres mujeres o gentes simples y crédulas.

La brujería era un delito contra el poder político y religioso estatuido. Momentos especialmente caracterizados por una intolerancia religiosa -llámese católica o protestante-, extendida más allá de los límites de nuestra frontera.

Julio Caro Baroja señala que el inquisidor Alonso de Salazar y Frías, uno de los tres jueces que intervinieron en el proceso de 1610, después de haber votado contra el criterio de los otros inquisidores, Alonso Becerra Holguín y licenciado Juan Valle Alvarado, fue comisionado por la Suprema y recorrió durante una temporada bastante larga los pueblos de la cuenca del río Ezcurra, los del valle del Baztán, las cinco villas y otros situados en el norte de Navarra, y a medida que fue observando los casos, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuidas a los brujos en aquel caso concreto, y en 31 de agosto de 1614 la Suprema dictará una instrucción acerca de los asuntos de brujería, en que se recogían casi todas las ideas de Salazar. Y en ese cambio de mentalidad nos llevará Caro Baroja hacia su crítica del siglo XVIII del capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, con el acertado título, que ya hemos comentado, de La época de las luces, tan magistral como el de K. Baschwitz, que lo señalará como «victoria de la razón».

La figura y personalidad de Alonso de Salazar y Frías, en su conjunción de ideas y temores -durante la decisión del proceso- contrasta con la de don Juan del Valle Alvárado y Alfonso Becerra Holguín.

Holguín y Juan del Valle Alvarado, eran coincidentes en una idea fija: la herejía es un delito y había que castigarla en su grado máximo; para ellos no existían encrucijadas ni vacilaciones en la decisión que debían adoptar. Lo importante era reprimir un mal. ¿y cuál era este mal? Cualquier movimiento o creencias en contradicción contra conceptos e instituciones religiosas establecidas: eran momentos de intolerancia religiosa.

A esta línea punitiva ceñían sus actos Holguín y del Valle; poseían una inteligencia deductiva: magia, brujería y ciencias ocultas eran peligrosas manifestaciones contra artículos de fe; su única preocupación es servir lo que consideran intereses de la religión contra toda significación de peligro; su temor se traducirá en la inflexibilidad y dureza de sus actos.

  1. Baschwitz, en su obra Proces de Sorcellerie, estudiando los procesos más célebres de la brujería, dedicará un capítulo al de Logroño y señalará.

«Il est impossible d’eváluer le nombre des gens terrorisés qui se réfugierent en Espagne pour échapper a de Lancre. Le chiffre dut en étre assez élevé car une véritable phobie de sorcellerie éclata a Logroño, en Navarra espagnole, aussitót apres leur arrivée ( 1609»>.

Mantiene el criterio que el Organismo Supremo de la Inquisición española, compuesto de diez miembros, no había hasta aquellos momentos prohibido totalmente los procesos de brujería, pero ejercía un control sobre los diferentes casos sometidos a los tribunales. «Elle n’avait pas agréé Le Marteau des maléfices (fanática obra de los inquisidores Sprenger et Kramer, en la que invocaban los plenos poderes que le habían sido otorgados por una bula del Papa Innocent VIII, y medidas que se debían adoptar para desenmascarar y reducir a la nada a la brujería, considerada como miembro de una nueva secta herética en Alemania).

¿Brujas y brujos cometían realmente los crímenes que se confesaban? ¿Era necesario castigarlos?

Baschwitz considera que en la Suprema española no existía una coincidencia plena, por lo que para llegar a resoluciones se precisaba recurrir a la mayoría, y comenta las consideraciones, ya significadas en diversos estudios, que incluso los inquisidores españoles estimaron más recomendable enseñar a la población más capacitada para comprender que heladas e intemperies estropean las cosechas sin intervención de las brujas que formular acusaciones de muerte mágica sin pruebas rigurosas y controladas. En el resto de Europa la confusión entre herejía y brujería constituía la base de los procesos de brujería. La Suprema se sentirá desconcertada ante el súbito brote de brujería surgido en Navarra con la llegada masiva de refugiados de Francia y los jueces seculares de Logroño comenzaron su actuación antes de la decisión de la propia Suprema.

Es indudable que Alonso Salazar y Frías merece una especial atención; no existe duda que fue uno de los inquisidores del proceso de Logroño, con una responsabilidad -moral y legal- de sus consecuencias, pero otra realidad también es evidente: su disparidad de criterio con los otros inquisidores del Tribunal. El hecho se había consumado pero el inquisidor Alonso de Salazar- y Frías se había trazado un camino envuelto en principios cristianos humanitarios que Caro Baroja lo calificará de «acción práctica». Por la Suprema será designado para efectuar esas averiguaciones que hemos aludido, y 420 personas serán minuciosamente interrogadas, y en sus declaraciones testigos e incluso quienes se hallaban conceptuados como; brujos darán las más variadas versiones. Salazar llegará a la conclusión de que no existen pruebas suficientes, claras y concretas, que revelen la realidad de los hechos y que tanto las denuncias como las acusaciones son producto de la imaginación. Las contradicciones resultan evidentes y en muchas ocasiones la realidad de la imposibilidad de realización del acto imputado.

  1. Epat-Echebarne, en su obra Noticias y Viejos Textos de la Lingua Navarrorun (editada en el año 1971 por la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián), al enjuiciar a los juzgadores del Proceso de Logroño dice:

«Entre los crédulos señores, de los procesos inquisitoriales, que tantas calamidades organizaron, sin embargo, justo es destacar la figura del inquisidor cordobés Alonso de Salazar y Frías (hombre de cabeza serena y de corazón recto) que después de tomar declaración a sinfín de desgraciados, de esa misma tierra del Bidasoa ( que dicho sea de paso, no entendían el castellano) escribía con valentía en 1612:

«Que la gente creía en los actos de brujería de que unos a otros se acusaban, pero que se contradecían en todos los detalles que daban sobre metamorfosis, maleficios, etc., de suerte que «no se podía» considerarlos como «reales».

Y añade Epat-Echebarne:

«Este criterio tan sensato no fue compartido por los demás jueces y así se siguieron increíbles sanciones. Pero aún ganó a los nuestros en credulidad el francés Pierre de Lancre, magistrado de Burdeos, que con ocasión de los procesos de brujería del Labort, por el año 1609, mandó abrasar a tantos desgraciados, la mayor parte mujeres».

En cambio Alonso de Salazar escribe serenamente, que fueron examinados: «36 testigos para los nueve lugares de St. Esteban, Iraiços, Çubieta, Sumbilla; Doña María, Arrayoz, Ciga, Vera y AIçate: sin que de todos nueve «aquelarres» contestasen ni conformasen los testigos en cosa «cierta ni concluyente» de las 8 preguntas que para ello se les hacía, si no es en dos lugares». Es decir, que coincidieron sólo por casualidad».

Baschwitz ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías sentando la afirmación de que su informe de más de cinco mil páginas representa un trabajo digno de admiración, que guarda hoy un real valor científico. Considera que la labor de Salazar fue imparcial en amplias averiguaciones ante gentes afectadas por el delirio de la brujería y frecuentemente con el sentimiento de una propia culpabilidad que les había vuelto locos; llevando en su labor al jnterrogatorio de 1.812 brujos y brujas confesas y arrepentidas, y niños de doce a catorce años. Ochenta y dos se vuelven contra sus anteriores declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose de la promesa de impunidad que les había sido concedida durante el período en vigor del decreto de gracia.

También recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores- de cómo Salazar controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos nocturnos, aquelarres y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le hablarán de que deben asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada, enviará Salazar a dos de sus secretarios, que atestiguarán que no se había celebrado. Un grupo de jóvenes confesas de haber tenido relaciones carnales con el diablo, serán objeto de un examen médico que determinará lo contrario. Los ungüentos que las brujas decían ser recetas del diablo, fueron analizados por farmacéuticos y revelándose que eran incapaces de producir el menor efecto y Salazar terminará su trabajo señalando que no encontró ningún dato que pueda deducir que el menor caso de brujería hubiera tenido efectivamente lugar.

En la obra Apuntes históricos de Logroño que Tomás Moreno Garbayo señala que es una refundición actualizada de Logroño Histórico, editada por el Servicio de Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento, se hará una narración de los hechos motivadores del proceso de Logroño, considerando que este proceso, que no fue más importante que la mayoría de los que se tramitaron, tuvo más celebridad por la circunstancia de intervenir en su sustanciación un teólogo tan docto y tan equilibrado de juicio como probó serIo don Pedro de Valencia. Las infamias que confesaron los acusados le escandalizaron sin llegar a perturbar su razón, acertando a distinguir entre lo que debía ser cierto y lo que era inadmisible, por lo que en largo memorial dirigido al Cardenal Inquisidor General, arzobispo de Toledo, don Bernardo Sandoval y Rojas, antes de dictar sentencia analizó las causas de las fantasías, aberraciones y delirios de los unos y la mal. dad de los otros que abrazaban la iniquidad por placer o por afán de dominio y de lucro; recuerda las teorías de Andrés de Laguna, médico del Papa Julio III, y lo que ocurrió con el culto a la diosa griega Rhea; siendo tantas y tan buenas sus razones para probar que en las causas de hechicería necesitaba el Santo oficio de una crítica especial, que aquel Inquisidor General dictó ciertas instrucciones aconsejando a sus inferiores para lo sucesivo proceder con suma cautela contra los llamados brujos.

No existe duda que los trabajos de Pedro de Valencia darán un nuevo enfoque moral y legal a los hechos acaecidos en Logroño y sus discursos constituirán un verdadero estudio en el tema. dándole un enfoque dentro de la realidad. Las juntas de Zugarramurdi no eran una fantasía, sino una evidente realidad. ¿Cuál era la explicación lógica de los hechos figurados en el auto de fe? Simplemente la celebración de gentes cegadas por el vicio y que «con deseo de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías ayan inventado aquellas juntas y misterios de maldad en que alguno, el mayor bellaco, se finxa Sathanas y se componga con aquellos y traxe horrible de obscenidad y suciedad que quentan».

Así lo significará Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo y añadirá: «En consecuencia, los actos carnales no tendrían nada de maravilloso, los viajes al aquelarre hechos «por sus pies», por cada uno de los asistentes, las muertes provocadas por venenos y por la complicidad fueron causa de que todo tome el mismo aspecto que tomaban los misterios de la gentilidad, que se «cubrian con tinieblas y silenzio»». Concluye Caro Baroja, que en este punto Pedro de Valencia recurre a su erudición de helenista y compara el humilde aquelarre vasco con las bacanales, especialmente con las que describe Eurípides, y no desecha tampoco Pedro de Valencia la posibilidad de que alguno de los actos atribuidos a los brujos sean debidos a aberraciones mentales, visiones producidas por la «melancholia» o el «morbum imaginosum», deseo de comer cosas repugnantes, y en cuanto al pacto con el demonio, atribuirá todo a lo que se dice de reuniones, uniones carnales, banquetes, etc., a visiones que les produce en un sueño muy denso que les provoca mediante ungüentos, tóxicos y otras sustancias.

En este estudio de Caro Baroja sobre las consecuencias teóricas y prácticas del proceso de las brujas de Zugarramurdi y la acción teórica del humanista Pedro de Valencia, analizará que dicho humanista también expone en sus discursos, en último término, el modo de sentir común que había hecho condenar a los procesados en Logroño y a tantos otros como reos de delitos que en todos y cada uno de sus detalles eran reales y considera que este punto de vista es tanto más peligroso cuanto que se combina de modo casuístico con la tesis de él, de manera que aplicando unas veces un criterio y otras otro, los culpables pueden acusar a los inocentes, o cabe llegar a otras situaciones extremas.

Florencio Idoate, en su obra La brujería navarra, al comentar el auto de fe del proceso de Logroño admite que el auto resultó cruento, aunque la justicia fue más dura todavía en la parte francesa, en manos de Lancre -y resalta acertadamente Idoate- que Salazar, el inquisidor que da la cara, examina después a 1.384 niños y niñas y 420 personas mayores, que contestaron al cuestionario preparado y sus conclusiones serán desfavorables para su compañeros de tribunal, a los que dejará en evidencia.

Manuel Rivas, en su artículo Brujas en la Rioja y García del Moral en Glosas a un proceso célebre de la Inquisición de Logroño del siglo XVI, también ensalzarán la figura humana y sencilla del inquisidor Salazar.

Indudablemente que el informe de Salazar tuvo unas consecuencias prácticas evidentes en las decisiones de la Suprema a partir de 1614, al declarar que los tribunales locales de la Inquisición no gozarían ninguna autonomía jurídica en materia de brujería, y de someterse en cada caso al control de la Suprema.

  1. Baschwitz, en su obra Procès de Sorcellerie, después de estudiar el delirio de la brujería en el siglo XVI, con un recuerdo hacia el doctor Wier, que tuvo repetidas consultas sobre personas poseídas del demonio, habiéndoles introducido en el cuerpo puntas de hierro, agujas o alfileres, el doctor sentará la siguiente conclusión:

«…des gens inexpérimentés ont attribue jusq’a present beaucoup d’evenements au diable et a sa bande, en pensant qu’il s’agissait de faits effectivement vecus alors que ce n’était qu’illusion, ensorcellement, mensonge, tromperie et besogne diabolique».

Y concluirá su estudio resaltando los combates victoriosos de Christian Thomasius, nacido en Leipzig en 1655, en su lucha contra los procesos por brujería, y finalizando su obra con ese capítulo que denominará La victoria de la razón, que no deja de ser coincidente con la denominación que Julio Caro Baroja señala en el capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, que dirá: «La época de las luces al tratar de la corriente crítica en la primera mitad del siglo XVIII, en la que recogerá en un interesante estudio el pensamiento de Voltaire en su Diccionario filosófico, al escribir: «Es pena grande que hoy no haya ya ni poseídos, ni magos, ni astrólogos, ni genios. No puede concebirse lo que hace cien años suponían todos estos misterios como recursos. Toda la nobleza vivía entonces en sus castillos. Las tardes de invierno son largas y se hubiera muerto de aburrimiento sin estas nobles diversiones. No existía castillo al que en días no determinados no volviese un hada. ..El diablo torcía el cuello al mariscal Fabert. Cada aldea tenía su brujo o su bruja, cada príncipe tenía su astrólogo; todas las damas se hacían decir la buenaventura; los poseídos andaban campo traviesa; la cuestión era saber quién había visto al diablo o quién lo había de ver…», y el Padre Feijoo afirmará:

«Hubo en los tiempos y territorios en que reynó esta plaga, mucha credulidad en los que recibían las informaciones, mucha necedad en los delatores y testigos, mucha fatuidad en los mismos que eran tratados como delinqüentes. Los delatores y los testigos eran, por lo común, gente rústica, entre la cual, como se ve en todas partes, es comunísimo atribuir a la hechicería mil cosas, que en ninguna manera exceden las facultades de la Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los procedimientos y freqüencia de los suplicios trastornaba el seso de muchos miserables, de modo que luego que se veían acusados, buenamente creían que eran brujos o hechiceros y creían y confesaban los hechos que les eran imputados, aunque enteramente falsos. Este es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el cerebro de ánimos muy apocados. Algunos jueces eran poco menos crédulos que los delatores y delatados. y si fuesen del mismo carácter los de hoy, hoy habría tantos hechiceros como en otros tiempos».

Para Caro Baroja estas palabras encierran más verdad histórica que las de Voltaire.

En el proceso de Logroño, se mezcló -como hemos repetido- el ambiente propio de la época, con la rigidez de los inquisidores en el cumplimiento de unas reglas. Se les podrá acusar de inflexibilidad, dureza e intolerancia, pero no de creadores de la norma punitiva. Actuaban en represión de actos que consideraban propulsores de un mal creciente: la herejía. y en esta intervención, en ciertas ocasiones, franquearán unos límites vedados al respeto y libertad humana. Así surgirán las voces de protesta.

Podríamos sintentizar la actuación del Tribunal de la Inquisición de Logroño sentando como base que pretendieron dar un exacto cumplimiento a unas reglas de fe, que aplicaron con un criterio riguroso.

¿Su mal? El propio de los procedimientos de la época; la acusación y los pronunciamientos se basaban en unas declaraciones testificales, de dudosa veracidad. Fue precisamente este extremo uno de los puntos en que fue más combatida la Inquisición, a quien se atribuyó el hecho de haber fomentado ese espíritu tan repudiable como es la delación.

En un código de equilibrios analíticos del proceso de Logroño, las conclusiones resultarían difíciles y complejas, pues en los móviles religiosos de persecución de la herejía, se conjugaban otros factores de índole política conducentes a esa tendencia de unidad estatal iniciada por los Reyes Católicos y simplificación del problema social creado por la diversidad de confesiones en el seno de la comunidad.

Es innegable que los juzgadores del proceso de Logroño, encubiertos en la capa de un puritanismo religioso mantuvieron actitudes inflexibles en sus pronunciamientos; pero tampoco se puede olvidar que se hallaban en momentos de una presión colectiva que les obliga al mantenimiento de unas medidas de represión para evitar que a través de ciertas prácticas -brujería, magia, ciencias ocultas, etc.- se pudieran socavar creencias y tradiciones religiosas con ofensa a los preceptos cristianos.

¿Creyeron ciertamente en la existencia de esas brujas con los fantásticos hechos reflejados en el auto de fe de 1610? La contestación sería dudosa, aun exceptuando a Salazar; la herejía estaba considerada como grave delito contra la Iglesia y la propia comunidad: luego era punible.

La dureza del castigo nunca será excusable, pero el tormento, la muerte en la hoguera, las prisiones perpetuas, la confiscación de bienes, etc., etc., se prodigaban en los siglos XII, XIII y XIV. Recoge Vicente Palacio Atard que el Concilio de 1179 admitía que los príncipes seculares atacaran la herejía como perturbación del orden público, pero prohibía que los clérigos tomaran parte en los castigos sangrientos. El Sínodo de 1184 confirmaba esta tendencia y el Papa Lucio III mantuvo el criterio de que los obispos no solamente debían admitir las denuncias sino que debían investigar los casos de herejía.

El mencionado comentarista cita que uno de los primeros en legislar la pena de muerte contra los herejes fue el Conde Ramón V, de Toulouse, a finales del siglo XII, y Pedro de Aragón, en 1197, que sentían los efectos de las herejías albigenses. Federico II, en 1220, desencadenará en su imperio una ofensiva exterminadora. Es interesante señalar que las partidas de Alfonso X incluirán el máximo castigo en el derecho positivo de Castilla, cuya misma línea seguirá en Francia el monarca Luis IX.

Como se puede deducir el Tribunal de la Inquisición de Logroño seguía un patrón que resultaba universal: la caza de las brujas y hechiceras como defensa de la fe.

No debemos olvidar que en tales momentos, incluso, tal represión contaba con el apoyo de la opinión pública, que en muchas ocasiones recabó de la autoridad civil y eclesiástica la adopción de medidas contra la brujería influenciada sin duda por ese «ambiente» que denunciamos, que se mezclaba con rumores e historias irreales nacidas de la incultura o mentes desequilibradas.

También debe tenerse en cuenta que la popular frase «caza de brujas» obedecía a una persecución que debemos considerar iniciada en el año 1258 y que se extendería posteriormente por distintos países. No olvidemos que en 1275 el obispo Hugo de Banyel no dudaría en condenar a una mujer que se confesó bruja y tener relaciones carnales con el diablo, y los siglos XV y XVI se pueden calificar en la persecución de la brujería como sus «épocas de oro», que tendrán su mejor exponente en la quema de 200 brujas del Cantón de Wallis.

Y resulta curioso resaltar que eminentes escritores e ilustres teólogos -incluso Santo Tomás- se vieron influenciados por esas ideas generalizadas en un ámbito extendido al protestantismo cuyo mejor reflejo se plasmará en las frases de Lutero: «Yo creo que los diablos habitan en los loros y en las cotorras, en los monos y en los macacos, para que ellos puedan así imitar a los hombres».

¿Cómo sustraerse los inquisidores logroñeses a pensamientos generalizados? El espíritu colectivo de represión se definirá en las palabras de Boguet:

«El crimen de la brujería es un crimen excepcional y por lo tanto debe ser juzgado excepcionalmente sin observar las normas del derecho ni los procedimientos ordinarios».

 

Por diferentes motivos el proceso de Logroño tendrá una evidente resonancia; pero sus actuaciones no difieren ni superan a las utilizadas en otros procesos. Delación, tortura y triste final de muchos acusados en la hoguera, no constituyen norma excepcional en la actuación de sus inquisidores. El delirio de persecución definido en Le marteau des malétices tendrá una evidente manifestación en el auto de fe de 1610; sin embargo, con la intervención de Salazar sobre el ambiente polémico se infiltrará una semilla que como suave laxante nos llevará hasta la humanitaria bula «Omnipotentis» -1623- y brujas y hechiceros no serán entregados al brazo secular sino en los supuestos casos de pacto con el diablo seguido de asesinato.

Podemos llegar a la conclusión, de que indudablemente el Tribunal de la Inquisición de Logroño actuó con dureza, pero debe tenerse en cuenta como atenuante que actuaban en el expresado «ambiente de época» en medidas de represión tendentes a evitar que ciertas prácticas -la brujería con sus invocaciones y adoración al diablo- pudieran socavar las tradiciones y creencias religiosas basadas en los preceptos del cristianismo. Fue un olvido de las reglas de derecho frente a los signos y espíritus del mal.

Quedará como uno de tantos misterios sin descifrar, el hecho si verdaderamente se creyó por los juzgadores la existencia de las propias brujas -considero que la contestación no sería afirmativa en la mayoría de los casos, y la actuación del inquisidor Salazar es el mejor exponente-; lo que sí resulta evidente es que castigaban unos hechos contrarios a dogmas y principios religiosos establecidos; en este enjuiciamiento lógicamente resultaban sancionables personas inculpadas de pertenecer a aquel otro mundo diabólico y fantasioso que debía ser reprimido. Y ese mundo era el del sabbat con sus fiestas nocturnas convocadas por el extraño sonido de un cuerno utilizado por el diablo, que lo escucharán en cualquier parte en que se encuentren. Y allí acudirán en sus viajes aéreos sobre el palo de la escoba, emitiendo infernales cantos con voz metálica y estridente.

Esos dos mundos se dibujan en el auto de fe de Logroño; el del puritanismo religioso en actitudes inflexibles contra la brujería, como simbolización y encarnación del mal, con sus poderes maléficos: «La brujería es el culto a satán…». «La brujería provocará tormentas, destruirá cosechas y arrasará los campos». Crímenes y locuras serán imputables a la brujería…

También es de tener en cuenta, que quizás, las verdaderas raíces que motivaban la represión de los juzgadores, habría que buscarlas en una defensa contra corrientes reformistas que encubrían móviles no solamente religiosos, sino igualmente de orden político con el que se hallaba identificada la Iglesia.

La Iglesia y la política se hallaban identificadas en barreras mutuas de defensa: iluminados, magia y ciencias ocultas, brujería, eran manifestación o movimientos reformistas en oposición a las ideologías de la tradición cristiana, católica o protestante imperante en una Europa sumida en guerras y desolaciones.

El proceso de Logroño tuvo, como anteriormente hemos señalado, una evidente resonancia; pero insistimos no fue una excepción, sino uno de tantos casos de una psicosis colectiva de «autodefensa» propia que tuvo su apogeo en los siglos XIlI al XV.

¿Qué nos queda hoy del proceso de Logroño? ¿Acaso un mensaje de reflexión?

En cualquier caso, el hombre se inclina misteriosamente al conocimiento de su pasado, sin el cual no podría existir nuestro presente en cambiante ruta hacia lo desconocido…

Con las víctimas del proceso de Logroño había surgido un mensaje de meditación: la conciencia religiosa de Alonso de Salazar y Frías lo había difundido como semilla de fe proclamando unas verdades en desafío a su propia presencia en aquel auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño, los días 6 y 7 de noviembre de 1610, que comenzó…

http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/zugarramurdi.htm

 

Lucrecia de León, la joven que profetizó el declive del Imperio Español

La joven, de veinte años de edad, decía tener sueños premonitorios y auguró un desastroso final para Felipe II y su reinado

Lucrecia de León, a través de sus sueños, vaticinó la derrota de la Armada Invencible (Wikimedia commons)

Lucrecia de León, a través de sus sueños, vaticinó la derrota de la Armada Invencible (Wikimedia commons)

En la España de Felipe II, en tiempos en el que el Sol no se ponía en todo el imperio, surgió en la Villa de Madrid una joven llamada Lucrecia de León quien, con apenas 20 años de edad, aseguraba poder profetizar cuál sería el desastroso destino y final que le esperaba a la Armada Invencible del entonces glorioso Imperio Español.

Este hecho hubiese pasado desapercibido en una época en la que era común la aparición de este tipo de charlatanas, con su apresamiento y posterior enjuiciamiento por parte del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, de no haber sido una excusa perfecta para los detractores del monarca con el fin de atacar su inmovilismo, la forma de reinar de cara a la burguesía dando la espalda al pueblo y su afán por dejar para la posteridad más obras materiales que políticas.

 

Lo curioso del caso ya no era sólo los sueños premonitorios que decía tener Lucrecia sino que sorprendía ver cómo una joven de procedencia humilde podía dominar el lenguaje a la hora de explicarlos.

Felipe II fue objeto de los sueños premonitorios de Lucrecia de León (Wikimedia commons)Felipe II fue objeto de los sueños premonitorios de Lucrecia de León (Wikimedia commons)Aquellos que se pararon un instante para escucharla podían comprobar por sus palabras que parecía no tratarse de una farsante más de las muchas que proliferaban por aquel entonces. Esto facilitó que sus vaticinios fuesen conocidos por el canónigo de la catedral de Toledo, Alonso de Mendoza, quien mostró interés por las profecías que Lucrecia había hecho y a las que decidió servir de ilustre altavoz al tomar buena nota de ellas por escrito.

Llamó la atención de otros ilustres personajes que, a pesar de su escepticismo en esos temas, decidieron dar un margen de confianza a lo que la joven Lucrecia pronosticaba. Posiblemente era más el deseo que tenían de que aquello que decía se hiciera realidad que la posible fe que tuviesen en ese tipo de supercherías.

Sus vaticinios solían ser algo ambiguos, pero entre los pocos que dio a conocer con datos y nombres concretos estaba una gran derrota de la Armada Invencible, la invasión de España por parte de herejes protestantes procedentes del norte, los ingleses a través de Portugal y turcos y moriscos desde el sur. También presentía un trágico final como rey para Felipe II, a quien veía huyendo hacia Toledo, lugar donde encontraría la muerte y a la Casa de Habsburgo también auguraba su fin en España.

 

Evidentemente la mayoría de las predicciones de Lucrecia, tal y como las había vaticinado, no se llevaron a cabo, tanto en la época como con el transcurrir de los siglos, pero el hecho de que fuese respaldada por algún que otro nombre ilustre del momento inquietó a Felipe II cuando llegó a sus oídos todo aquello que Lucrecia de León había pronosticado, motivo por el que ordenó a su confesor y miembro del Consejo de Estado, Diego de Chaves, que pusiera el tema en conocimiento y manos de la inquisición.

La sospecha de que Antonio Pérez del Hierro, antiguo secretario personal del rey acusado y encarcelado por traición estuviese apoyando a la joven profeta, hizo que el Santo Oficio tomase cartas en el asunto, apresándola y sometiéndola a torturas para que confesase su implicación con los traidores.

Imperio Español de Felipe II, donde nunca se ponía el Sol, en 1598 (Wikimedia commons)Imperio Español de Felipe II, donde nunca se ponía el Sol, en 1598 (Wikimedia commons)Todo fue negado por Lucrecia, quien defendía uno por uno sus vaticinios y argumentaba que éstos eran fruto de visiones a través de sus sueños. El tribunal reconoció que posiblementeAlonso de Mendoza habría añadido o tergiversado algunas de las profecías que la joven aseguraba haber tenido por otras palabras más convenientes para los detractores del rey.

Tras el proceso, la inquisición decidió culpar a Lucrecia de León de sacrilegio, sedición y pacto con el diablo, entre otras cosas y aunque su condena fue mucho más leve que las de otras muchas personas a las que el Santo Oficio había juzgado por asuntos de menor importancia, fue castigada a ser paseada por la villa luciendo un sambenito y una soga alrededor del cuello, mientras portaba en la mano una vela, además de tener que recibir cien latigazos.

 

La casualidad hizo que el verdugo que debía asestar los latigazos a Lucrecia estuviese fuera de Madrid y se pospusiera el castigo para la siguiente semana. Lo que no explican las crónicas de la época es si finalmente se llevó a cabo.

La joven, que había tenido una hija durante el tiempo en que duró el proceso de la inquisición, fue desterrada de la Villa de Madrid y recluida en un convento durante dos años. Tras su salida se perdió la pista de Lucrecia de León y ningún historiador ha podido determinar qué fue de su vida posterior, perdiéndose su rastro en 1595 a la edad de veintiocho años.

http://www.ilustretrujillo.com/eventos/historia/

Las plantas “oyen”, sienten el peligro y reaccionan ante él

Un estudio comprueba la reacción de las plantas ante sonidos - imagen Univ. MissouriUn estudio comprueba la reacción de las plantas ante sonidos – imagen Univ. Missouri

No sé si es una leyenda urbana pero siempre hay alguien que te dice que él le habla a sus plantas y que así crecen más fuertes, verdes y saludables. Yo no sabría decir si esto es falso o tiene algo de verdad y, aunque probablemente esté más relacionado con el aporte extra de oxígeno que esa planta recibe cuando le hablas, lo cierto es que después de leer el artículo publicado hace unos días en la Revista Oecologia sobre plantas que “oyen” ya me asaltan las dudas…

Lo explicaremos de manera sencilla: resulta que a unos investigadores de la División de Ciencias Biológicas de la Universidad de Missouri se les ha ocurrido hacer un curioso experimento. Han cogido unas plantas, concretamente ejemplares de Arabidopsis thaliana, les pusieron unas grabaciones de sonidos de orugas comiendo hojas y a continuación analizaron las reacciones químicas de las plantas ante esas grabaciones…

¿El resultado? Realmente sorprendente.

Recordemos que en los experimentos no hay presente ninguna oruga… tan solo las grabaciones de sus sonidos masticando. Pues bien, las plantas al “oír” esos sonidos modificaban su bioquímica interna enriqueciéndose de compuestos que actúan como repelentes de insectos.

 

Pero esto no es todo… hay más porque también expusieron a estas plantas a otros tipos de sonidos, como el de las mandíbulas de otros herbívoros y también comprobaron que la Arabidopsis thalianareaccionaba preparándose para un inminente ataque…

Las plantas experimentan cambios metabolicos ante sonidos amenazadores - U. MissouriLas plantas experimentan cambios metabolicos ante sonidos amenazadores – U. Missouri

Además hay que hacer hincapié en que las reacciones bioquímicas de las plantas tan solo aparecían cuando los investigadores las exponían a sonidos que podían suponer un ataque a su integridad, mientras que si les ponían otros sonidos (como insectos o el soplido del viento) las plantas no realizaban ninguna acción defensiva.

¿Oyen las plantas? Pues si tenemos en cuenta este estudio (y algunos más que han aparecido en las últimas décadas con resultados igualmente sorprendentes) debemos contestar que sí… Y no solo “oyen”, sino que parecen diferenciar tipos de sonidos, seleccionando y reaccionando entre los que suponen una amenaza y los que son inofensivos para ellas.

Está bastante claro que a las plantas no les gusta que se las coman y son capaces de percibir una amenaza por su sonido e intentar defenderse con los medios que tiene a su alcance…

https://es.noticias.yahoo.com/blogs/cuaderno-de-ciencias/las-plantas-oyen-081140134.html

¿Cómo reaccionarían las religiones ante la existencia de vida extraterrestre?

La evolución amable del Jesucristo colega de la película Dogma

Cómo afectaría el descubrimiento más importante de la Historia a las diferentes creencias y religiones

En la historia, a menudo milenaria, de las grandes religiones, éstas han tenido que enfrentar importantes contratiempos y contradicciones que se han resuelto de las más diversas maneras. Los descubrimientos científicos, el avance del conocimiento del Universo o los continuos cambios sociales y políticos han ido dejando diferente huella en cada uno de los credos religiosos que, a lo largo de los siglos, han respondido a veces negándose en redondo a ellos, adaptándose al nuevo estado en otras ocasiones o ignorándolo en la mayoría de ellas.

 

¿Qué conflictos traería el descubrimiento de vida extraterrestre a las diferentes religiones?¿Qué conflictos traería el descubrimiento de vida extraterrestre a las diferentes religiones?

Las teorías de Copérnico, Galileo, Kepler o el mismo Darwin han hecho titubear los pilares de muchas creencias milenarias que, en un primer momento se enfrentaron a ellas y para posteriormente verse obligadas a aceptar en menor o mayor grado. El papel de la mujer en la sociedad moderna o la llegada de tecnologías hasta hace poco inimaginables también han puesto en un serio brete a unas creencias que, en la mayoría de los casos, llevaban inamovibles durante cientos y cientos de años.

Sin embargo, de entre todos estos elementos perturbadores hay un posible descubrimiento que sí podría poner en serios apuros los dogmas de fe establecidos durante siglos de muchas religiones.

Si en algún momento del futuro los astrónomos, bioastrónomos o radioastrónomos tuvieran evidencia cierta de la existencia de vida fuera de la Tierra… ¿Cómo se tomarían las diferentes religiones ese explosivo añadido a la Creación?

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Hace tan solo unos días la prestigiosa revista Scientific American publicaba una fantástica entrevista titulada “Did Jesus save the Klingons?” en la que el astrónomo de la Universidad de Vanderbilt, David Waintraub, daba cuenta de sus estudios sobre el tema en la presentación de su libro “Religiones y vida extraterrestre”.

En esta obra, el autor analiza qué impacto tendría en una docena de religiones el descubrimiento de vida fuera de nuestro planeta. Al fin y al cabo en tan solo unos años hemos pasado de conocer solamente un puñado de planetas vecinos de nuestro Sistema Solar, a contar literalmente con más de 1500 mundos diferentes… algunos de los cuales ya apuntan la posibilidad de tener ambientes favorables a la vida.

¿Qué ocurrirá si algún día llega la ansiada noticia? ¿La recibirán de igual manera los cristianos, los judíos, los budistas o los musulmanes? ¿Entraban los Klingons en el plan de salvación eterna de Jesucristo? ¿Tienen los extraterrestres alma? ¿Deberían fletar los testigos de Jehová naves espaciales para llamar a la puerta de los extraterrestres a la hora de la siesta y seguir así con su misión evangélica?

Entre las religiones menos problemáticas, el profesor Waintraub, señala a las asiáticas. Los budistas, por ejemplo, aceptan la existencia de otros mundos y para ellos no habría problemas en la incorporación de nuevas formas de vida en otros planetas. Es más, en su idea de la reencarnación incluye la transmigración a cualquier parte del Universo, lo cual no es impedimento para reencarnarse en cualquier otra especie interplanetaria.

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Por supuesto, quienes menos problemas tienen con la existencia de vida extraterrestre son las modernas religiones como la cienciología o el mormonismo que incluso tienen implícita en sus creencias la existencia real de seres extraterrestres. Los mormones por ejemplo sin han llevado una vida correcta aquí en la Tierra son recompensados en la otra vida con un planeta para ellos mismos que estará habitado con seres vivos y sintientes.

 

¿Cómo se adaptará el cristianismo al descubrimiento de vida extraterrestre?

El descubrimiento sería más conflictivo en el caso de la mayoría de formas del cristianismo, y más concretamente en el catolicismo. La doctrina de la Iglesia señala que Jesucristo descendió a la Tierra para redimirnos del pecado original contraído por Adan y Eva durante su breve estancia en el Paraíso.

¿Qué ocurre con los extraterrestres? ¿Deben ser salvados igualmente? ¿Tienen ese mismo pecado original causado por dos humanos en el inicio de los tiempos?

La física y la velocidad de la luz añaden además algunos problemas añadidos para estas hipotéticas civilizaciones alienígenas… Si Jesús llegó a la Tierra hace aproximadamente 2000 años para salvarnos del pecado, ¿qué ocurre con los planetas que se encuentren a miles de años luz de nosotros y por tanto, miles de años antes del descenso del Redentor? ¿Tienen cerrado el paso al cielo eterno simplemente por encontrarse tan lejos o tuvieron su propia versión de Jesucristo en su tiempo y en su planeta?

Son preguntas que a cualquiera de nosotros nos pueden resultar extravagantes pero que suponen en realidad un problema bastante incómodo para los teólogos católicos. De hecho, no son preguntas que hayan surgido ahora… llevan presentes muchos siglos en la mente de personajes como Giordano Bruno o Thomas Paine. La única diferencia es que los actuales avances en la ciencia acercan cada vez más esa posibilidad.

Otra de las preguntas espinosas que conllevaría este importante descubrimiento es… Si Dios es el creador de toda vida ¿Por qué no se cita este relevante dato en las sagradas escrituras? Para algunos expertos católicos esta ausencia en los textos no es relevante, puesto que tampoco se cita la existencia de teléfonos móviles y no parece que la religión tenga ningún problema con ellos. Aun así, el problema de fondo subsiste: Un dato tan fundamental como la creación de formas de vida extraterrestre debería haber sido considerado cuando se redactaron.

Para el autor del libro la existencia de vida extraterrestre es un elemento sobrevenido que podría tener efectos fundamentales en algunas religiones, sobre todo en aquellas que basan su entramado dogmático en la creencia de que el ser humano es algo especial y que ocupa un lugar privilegiado en el Universo. En el momento en que existen nuevas y variadas formas de vida en el Cosmos, la idea de que Dios nos regala una atención especial deja de tener sentido.

Aquel diminuto punto azul pálido en el océano cósmico del que nos hablaba Sagan se enfrenta directamente con la idea preconcebida de que somos una especie elegida, colocada en un lugar específico y vigilada de cerca por un creador todopoderoso. La realidad se ha encargado de desmentir esa selecta visión del ser humano y un futuro descubrimiento de vida fuera de nuestro planeta podría terminar de eliminarla.

Ocurrió cuando Copérnico terminó de un plumazo con la imagen heliocéntrica del Universo o cuando Darwin nos colocó a la misma altura que el resto de formas de vida. Lo que está claro es que el mundo cambió radicalmente con aquellas ideas y cambiará otra vez con las nuevas.

¿Cómo reaccionarían las religiones ante la existencia de vida extraterrestre?