¿Qué aportan los modelos cosmológicos recientes a la posibilidad de encontrar un “propósito cósmico”?
Desde siempre, los seres humanos se han planteado el sentido y el propósito del universo y de la propia vida. Se trata de preguntas cuyas respuestas siempre han parecido fuera del alcance y capacidad del método científico. ¿Qué aportan los modelos cosmológicos recientes a la posibilidad o no de encontrar un “propósito cósmico”, a partir de los datos de las ciencias? Por Enrique Iáñez.
Universum, Grabado Flammarion, xilografía, publicada en París en 1888. Fuente: Wikipedia.
En el presente artículo pretendo revisar brevemente los modelos cosmológicos recientes, sobre todo por lo que hace al debate sobre la justificación del ajuste fino de los parámetros básicos del universo (y del principio antrópico). El objetivo es contribuir al diálogo sobre la posibilidad o no de encontrar un “propósito cósmico” a partir de los datos de las ciencias, y mostrar cómo se crean y se usan ciertos modelos de base científica para apoyar o socavar visiones filosóficas y teológicas contrapuestas.La idea teológica de creación es compatible (pero no se identifica) con la visión científica sobre el origen físico y evolución del universo, aunque esta última puede ser relevante para la acotación de aquella y para la idea que los creyentes puedan tener sobre la relación y acción de Dios con el mundo material.
Introducción
Introducción
El único dios verdaderamente bien muerto es el dios tapa-agujeros. Y nadie llora su muerte. Tenemos todas las razones para creer que las cuestiones científicamente estables llegarán a recibir respuestas científicamente estables, por difícil que sea a veces encontrarlas. Pero tenemos también todas las razones para creer que hay muchas cuestiones llenas de sentido y dignas de preguntarse, que van más allá del poder interpelador auto-limitado de las ciencias. Se trata de meta-cuestiones, para las que el Dios de la explicación total puede resultar la respuesta adecuada.
John Polkinghorne (2000)
Desde siempre, los seres humanos se han planteado una serie de cuestiones relacionadas con el sentido y el propósito (del universo y de la propia vida personal). Se trata de preguntas en las que, aunque la ciencia puede esclarecer y purificar la búsqueda, las respuestas finales parecen quedar fuera del alcance y capacidad del método científico.
En primer lugar, tenemos todo ese mundo de intenciones, deseos, pensamientos, afectos, relaciones, etc. que impulsan la búsqueda de sentido y significado a la vida humana. Las neurociencias pueden estudiar el cerebro, soporte de la actividad mental, pero a lo más que llegan es a ver los correlatos neuronales o cerebrales de la consciencia, sin dar cuenta completa del mundo de la intencionalidad tal como se vive en primera persona (ese es el núcleo del viejo debate mente-cerebro, antes conocido como alma-cuerpo).
Ningún experimento, ninguna tomografía o resonancia cerebral nos va a mostrar el mundo interior, afectivo y espiritual del ser humano concreto, incluyendo el sentido de finalidad y motivación tan característico de los individuos de nuestra especie. Es muy improbable que la ciencia llene nunca el hiato entre la descripción física del mundo y la experiencia subjetiva, en primera persona, que todos tenemos de él. Ahí, aparte de los aspectos “inefables”, quien quiera dar cuenta y razón de tales experiencias, tendrá que recurrir a otros tipos de racionalidades (filosóficas, estéticas, éticas, etc.).
Por otro lado, tenemos el mundo de los fines. Incluso para productos tecnológicos es imposible probar científicamente su razón de ser, que solo puede venir de la expresión de un agente consciente. Ahora bien, podemos inferir alguna finalidad a partir del estudio de sus propiedades. Es importante no caer en los errores de la vieja teología natural del diseño al estilo de William Paley, ya que una cosa es atribuir diseño consciente y fines impuestos a un producto tecnológico y otra distinta es deducir fines externos a los organismos o a seres concretos de la naturaleza, por el hecho de que tengan diseños “adaptados” a su mantenimiento, supervivencia y reproducción.
Finalmente, tenemos la pregunta de por qué hay algo en vez de nada, que nos introduce en la cuestión de la creación. “Si ha de darse una realidad material allí donde se comienza con nada, es preciso admitir la actividad de un infinito no material, un Creador de potencia trascendente que no encaja en la descripción de realidades físicas, por no estar siquiera en el marco espacio-temporal en que actúa la materia” (Manuel Carreira) [1].
Así pues, no podemos remitirnos a otra causa de esa causa (cadena de causas materiales) ni caer en una regresión matemática infinita, sino a algo totalmente nuevo, no constreñido por mecanismos ni leyes. Incluso un universo infinito y eterno, por el hecho de ser material, tendría que tener un Creador que le diera el ser para comenzar a existir y lo mantuviera en su existencia, como ya vio Tomás de Aquino. La idea de Creación no alude a un proceso material, sino que se refiere a la razón explicativa de la existencia del universo.
Por lo tanto, la idea teológica de creación es compatible (pero no se identifica) con la visión científica sobre el origen físico y evolución del universo, aunque esta última puede ser relevante para la acotación de aquella y para la idea que los creyentes puedan tener sobre la relación y acción de Dios con el mundo material.
En el presente artículo pretendo revisar brevemente los modelos cosmológicos recientes, sobre todo por lo que hace al debate sobre la justificación del ajuste fino de los parámetros básicos del universo (y del principio antrópico). El objetivo es contribuir al diálogo sobre la posibilidad o no de encontrar un “propósito cósmico” a partir de los datos de las ciencias, y mostrar cómo se crean y se usan ciertos modelos de base científica para apoyar o socavar visiones filosóficas y teológicas contrapuestas.
La revista Studies in History and Philosophy of Modern Physics, en un recomendable número monográfico reciente (2014) ha abordado las relaciones entre filosofía y cosmología. Su coordinador, Henrik Zinkernagel, en el artículo introductorio [2] reconoce que “la cosmología es una de las pocas disciplinas científicas en las que los científicos debaten abiertamente sobre cuestiones filosóficas”. En el mismo número, el cosmólogo y matemático George Ellis, afirma que “la filosofía subyace a nuestros acercamientos a la cosmología, y ésta se beneficiará al hacer explícitos tales temas filosóficos […] En lugar de negar la relevancia de la filosofía, deberíamos considerar con cuidado la relación filosofía-cosmología y desarrollar una filosofía de la cosmología adecuadamente profunda” [3].
Una moraleja que se puede sacar del debate sobre el significado profundo de los actuales modelos cosmológicos, es una llamada a evitar usarlos como garantes de ideas filosóficas que caen fuera de la competencia de tales modelos (nos referimos a los grandes temas que podríamos etiquetar como cuestiones limítrofes, donde la física confluye con la meta-física, y que incluyen cuestiones de significado).
Origen y evolución del Universo