A los padres les suele resultar muy difícil encontrar un nombre para su bebé. Sin duda, es una decisión importante ya que será el nombre que lleve durante toda su vida. Y ese nombre tendrá consecuencias. De hecho, existen numerosos estudios que demuestran que el nombre ejerce un poderoso efecto a nivel inconsciente en las personas con las que nos relacionamos. Sin embargo, el apellido también es importante, ¡y mucho!
Curiosamente, se conoce que muchas parejas comparten la primera letra de su apellido, una cifra tan grande que no se debe simplemente al azar. E incluso es posible que los apellidos influyan en nuestra decisión de voto. En este sentido, una investigación realizada para la campaña electoral del año 2000 en Estados Unidos desveló que las personas cuyo apellido comenzaba con la letra “B” eran más propensas a votar a Bush y aquellas cuyo apellido empezaba con “G” preferían a Gore.
La sorprendente teoría de la discriminación alfabética
En el año 2006 un economista estadounidense analizó los apellidos de las personas que habían realizado investigaciones en el área económica de las diferentes universidades del país y descubrió que aquellos cuyo apellido comenzaba con las primeras letras del alfabeto no solo formaban parte de departamentos más prestigiosos sino que estaban más representados en la Sociedad Económica y habían ganado más Premios Nobel.
Este investigador postuló que existe una “discriminación alfabética”, que probablemente es el resultado del hábito de colocar los nombres por orden alfabético, lo cual significa que aquellos cuyos apellidos comienzan con las primeras letras del alfabeto, suelen tener prioridad, o al menos parten con una ligera ventaja.
De hecho, ¿sabías que 12 de los 20 primeros ministros del Reino Unido tenían apellidos que comenzaban con las primeras cinco letras del abecedario? Sin duda, es un número demasiado alto como para deberse a la simple casualidad.
Hace poco otro psicólogo se preguntó si ese mismo efecto se podría aplicar fuera del ámbito económico. Después de todo, las listas alfabéticas también se aplican en los exámenes escolares o las entrevistas de trabajo, por ejemplo. ¿Esa pequeña diferencia obra del destino podría tener un efecto importante en sus vidas?
Las 15.000 personas que participaron en el experimento simplemente debían indicar su género, edad y apellido, explicando además cuán exitosas habían sido en diferentes esferas de su vida. Los resultados desvelaron que las personas cuyos apellidos comenzaban con las primeras letras del alfabeto tendían a verse como más exitosas. Este efecto era aún más evidente cuando se trataba de sus carreras profesionales y el éxito laboral.
Además, en el experimento se apreció un detalle importante: el “efecto del apellido” era aún más fuerte a medida que pasaban los años, lo cual indica que no es el simple resultado de las experiencias infantiles sino de un fenómeno cuyos efectos se incrementan a medida que pasa el tiempo.
Por eso, los psicólogos concluyeron que la exposición constante a la discriminación alfabética termina marcando pequeñas diferencias a lo largo de la vida que, a la postre, pueden terminar teniendo un efecto decisivo.
Mejor con «A» que con «Z»
En realidad, solo podemos perfilar hipótesis que intenten explicar este efecto. Pero es probable que además del hecho de que los apellidos con las primeras letras del alfabeto pueden conferirles cierta ventaja a estas personas, también puede influir las asociaciones arbitrarias que solemos hacer.
Por ejemplo, hemos asociado los “primeros” con los “mejores” y los “últimos” con los “peores”. Esa forma de pensamiento puede hacernos creer que, de alguna manera, las primeras letras del alfabeto son más positivas que las últimas.
Obviamente, todo esto ocurre a nivel inconsciente. De hecho, un curioso estudio realizado en la Universidad de California desveló que cuando las iniciales de nuestro nombre y apellidos forman una palabra positiva, la esperanza de vida de las personas aumenta en tres años. Para llegar a estas conclusiones se analizaron los certificados de defunción de California en un periodo de 26 años, una muestra de tamaño considerable.
Por tanto, es probable que los símbolos y los significados compartidos tengan más peso en nuestras vidas de lo que estaríamos dispuestos a reconocer o aceptar.
Fuentes:
Einav, L. & Yariv, L. (2006) What’s in a surname? The effects of surname initials on academic success. Journal of Economic Perspectives; 20(1): 175–188.
Pelham, B. W.; Mirenberg, M. C., & Jones, J. K. (2002) Why Susie sells seashells by the seashore: Implicit egotism and major life decisions. Journal of Personality and Social Psychology; 82: 469–487.
Christenfeld, N.; Phillips, D. P. & Glynn, L. M. (1999) What’s in a name: Mortality and the power of symbols. Journal of Psychosomatic Research; 47(3): 241–254.
http://www.rinconpsicologia.com/2016/01/la-teoria-de-la-discriminacion.html