La narración de la catástrofe que a punto estuvo de borrar toda huella de vida sobre la tierra tiene orígenes remotos y se ha conservado en muchas versiones diferentes.
n un libro escrito recientemente, Noah´s Flood, dos geofísicos estadounidenses, William Ryan y Walter Pitman, explican sus investigaciones acerca del «diluvio universal». Sobre este diluvio hablan literaturas de todo el mundo, y se han escrito al menos 80.000 obras en unas setenta lenguas pertenecientes a zonas muy distantes.
Algunas de estas versiones proceden de la narración bíblica, la cual, al menos en Occidente, es la más conocida: podría haber sido introducida en otros pueblos por los misioneros cristianos y, tiempo después, habría sido explicada, después de haberla adaptado a sus propias tradiciones, por estos mismos pueblos a nuevos exploradores. Otras versiones pueden haber sido influenciadas por narraciones más antiguas, como las mesopotámicas, cuyos ecos estarían presentes en las narraciones bíblicas, indias o griegas.
Existen versiones del todo autónomas y justamente es la existencia de éstas lo que suscita legítimas dudas sobre la solución propuesta por los dos estudiosos americanos, a no ser que queramos considerar el evento por ellos descrito como un diluvio no «universal», sino simplemente un suceso de gran magnitud, pero limitado, que dio origen a las narraciones mesopotámicas y bíblicas a las que Ryan y Pitman se refieren.
EL DILUVIO SEGÚN LA BIBLIA
1Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación. 2De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra. 3También de las aves de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra. 4Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice. 5E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová.
6Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra. 7Y por causa de las aguas del diluvio entró Noé al arca, y con él sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos. 8De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, 9de dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé. 10Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
11El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, 12y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. 13En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; 14ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie. 15Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. 16Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta.
17Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra. 18Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas. 19Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. 20Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes. 21Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre. 22Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió. 23Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca. 24Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días. |
Según su teoría, hace cinco millones de años, cuando el hombre todavía no existía, el desierto mediterráneo desapareció para siempre bajo el agua salada que había penetrado desde el estrecho de Gibraltar. El descubrimiento de este lejano suceso impulsó sus investigaciones en el mar Negro para intentar dar una explicación al mito del diluvio. En ese mar se produjo un hecho similar, que tuvo lugar en época muy reciente, aproximadamente hacia el VI milenio a.C., fecha en la que el hombre ya estaba presente desde hacia tiempo en la Tierra.
Para Ryan y Pitman la explicación del diluvio reside aquí: el suceso fue transmitido oralmente por los supervivientes y dio lugar a las narraciones mesopotámicas, que lo adaptaron a sus tradiciones. Además, según su planteamiento, de la diáspora de los habitantes de la llanura donde ahora se halla el mar Negro nacieron las diferentes civilizaciones antiguas, desde los sumerios hasta los egipcios, desde las poblaciones semíticas de Mesopotamia a los primeros indoeuropeos. Sin embargo, tal afirmación no va acompañada de pruebas que puedan confirmar una teoría tan arriesgada, que pretende explicar de forma muy esquemática el nacimiento de pueblos y civilizaciones tan diversos entre sí.
La teoría de los dos estudiosos americanos y el interés que suscita nuevamente el tema del diluvio, a través de muestras y libros, obligan a estudiar la cuestión desde el punto de vista arqueológico. Poseemos dos tipos de datos arqueológicos: por una parte, los restos arqueológicos propiamente dichos; por otra, los textos de las narraciones mesopotámicas contenidas en las tablillas cuneiformes y textos paralelos de otras fuentes (Biblia, Beroso, etc.)
La arqueología, tras un periodo de euforia en el que se creyó haber encontrado pruebas del diluvio, no ha podido proporcionar nueva información. Durante las excavaciones de 1929 en Ur, Leonard Woolley halló un estrato de arcilla (de un espesor entre los 3 y 4m) debajo del cual había restos de una civilización primitiva. No dudó en considerarlo una prueba del diluvio, que fechó hacia el IV milenio a.C.
Poco después, sin embargo, Stephen Herbert Langdon descubrió en la ciudad de Kish un estrato similar de 0,30 m de espesor, aunque posterior, aproximadamente de 2800 a.C., al estudiado por Woolley. Otros estratos del tipo se encontraron también en Shuruppak, en Uruk, en Lagash y en Nínive.
No se trataba, empero, de casos unívocos y contemporáneos, sino de estratos que demostraban inundaciones ciertamente terribles pero que tuvieron lugar en épocas distintas. Tampoco se han hallado en estos estratos restos de elementos marinos.
A pesar de que la arqueología sobre el terreno no nos proporciona pruebas indiscutibles del diluvio, en cambio, los textos de terracota nos conducen a un terreno mitológico en el que el diluvio está bien atestiguado.
A pesar de unas interpretaciones a menudo controvertidas, la gran parte de su contenido ha sido aceptada por la mayoría. Se trata de documentos de gran importancia, que podríamos definir de «primera mano», aunque sean copias de narraciones precedentes. Por este motivo, resulta indispensable conocerlos en su totalidad y acompañamos el presente artículo con la traducción de los pasajes esenciales. Las lagunas han sido indicadas con corchetes, mientras que las partes incomprensibles o no tan importantes no han sido traducidas y están marcadas con puntos entre paréntesis.
El texto más antiguo fue escrito en sumerio hacia el siglo XVIII a.C., cuando esta lengua ya estaba extinguida y era considerada «clásica», o sea, no era hablada pero sí se utilizaba en la escritura. El texto, que se conserva en el Museo de Pennsylvania, fue encontrado en 1895 en las excavaciones de Nippur.
El tema del diluvio también está presente en narraciones de pueblos semíticos que utilizaban el acadio o asirio – babilonio. Durante el reinado del rey babilonio Ammi-saduca (1646 – 1626 a.C.) fue escrito el texto de un extenso poema de 1245 líneas. Actualmente se halla en el British Museum. Lo escribió un joven escriba, de nombre Ku-Aja, encargado de copiar el poema.
Según este poema, los dioses se habían repartido la creación: el reino de ultratumba fue para Ereshkigal; a Anu (el An sumerio) se le concedió el cielo; Ea (Enki en sumerio) obtuvo el mundo de las aguas subterráneas (el «abismo»), y, por último, a Enlil, el dios del viento, se le confió la tierra. Además, los dioses crearon al hombre, quien trabajaría y les honraría mediante sacrificios.
El castigo de Enlil
Llegando a ser muy numerosos, los hombres comenzaron a molestar al dios Enlil con su ruido. Cualquiera que fuera el significado de este «ruido» (¿una rebelión? ¿el eco literario de un exceso de población?), Enlil convenció a los otros dioses para unirse a su propósito de destruir la humanidad. Lo intentó con varios medios (epidemias, carestía), hasta que ocurrió al diluvio. Esta descripción es la narración más antigua del diluvio escrita en asirio-babilonio. En ésta el protagonista no se llama Ziusudra, sino que tiene el sobrenombre de Atra-khasis, que significa «el gran sabio». En cambio, el dios que le ayuda a salvarse es Ea.
Ciertamente, tras la lectura del extenso pasaje del Atra-khasis se plantean numerosas cuestiones que todavía no pueden ser resueltas satisfactoriamente. Sin embargo, en muchos aspectos nos puede ayudar la narración del diluvio presente en el poema de Ghilgamesh: de hecho, se podrá comprobar que los dos pasajes, a pesar de pertenecer a épocas muy distantes en el tiempo, están relacionados y, en consecuencia, la versión más completa ayudará a entender mejor los lados más oscuros de la otra. Antes de pasar a comentar el Ghilgamesh, es conveniente decir que el poema de Atra-khasis gozó de gran fortuna durante siglos, hecho que también comportó que el texto sufriera modificaciones, como nos lo demuestran algunos fragmentos posteriores.
Por ejemplo, hay un fragmento de época neoasiria, conservado también en el British Museum, que fue hallado en la biblioteca del rey Assurbanipal (siglo VIII a.C.), en Nínive: el mismo lugar y la misma época de las tablillas del poema de Ghilgamesh. Mas, como en el caso de este poema, la composición de este fragmento se remonta a una época anterior. De hecho, el escriba escribió en algunas ocasiones que el texto que copiaba estaba incompleto en algún punto y no podía leerlo.
Hay además un fragmento medio-babilonio, que se remonta al siglo XIV – XIII a.C. Fue encontrado durante las excavaciones de Nippur y se conserva en el Museo de Filadelfia. Poco es lo que contiene, pero nos revela el nombre del arca, la cual como toda nave que se precie, debía ser bautizada: «Guardia de la vida».
La versión más completa
Veamos a continuación la historia del diluvio mesopotámica más conocida, a veces considerada la más antigua e incluso la única. Es la narración presente en la tablilla XI delPoema de Ghilgamesh. No constituye un pasaje fundamental, como en el Atra-Khasis, pero es narrada por un superviviente del diluvio al protagonista del poema.
EL DILUVIO EN EL «GHILGAMESH»
Um-napishtim dijo a Ghilgamesh:
«Quiero revelarte algo que no se ha explicado, un secreto de los dioses. En la antigua ciudad de Shuruppak, que tú conoces y que está situada en la ribera del Éufrates, los grandes dioses decidieron desatar el diluvio. El dios Ea juró con ellos, pero contó la decisión a una choza de caña: ´¡Choza, choza! ¡Pared, pared! ¡Choza, escucha! ¡Muro, atiende! ¡Morador de Shuruppak, hijo de Ubara-Tutu, destruye tu casa, construye una nave, abandona la riqueza y busca la vida! ¡Desprecia los bienes materiales y conserva la vida! Reúne en la nave todas las semillas de la vida (…)`.
«La cargué (la nave) con todo aquello que poseía, con toda la plata y el oro que tenía. La cargué con todas las semillas de la vida que tenía. Subieron a bordo toda mi familia y parientes. También ordené cargar los animales del campo, las bestias salvajes del campo, y que subieran todos los artesanos. ´ El dios Sol ha fijado una hora. Por la mañana hará llover pan y por la tarde habrá una lluvia de grano. ¡Entra en la nave y cierra la puerta!`. Llegado el momento, por la mañana llovió pan, por la tarde grano. Miré el aspecto del cielo y tuve miedo (…)».
«Con las primeras luces de la mañana, una negra nube apareció por la base del cielo. El dios Adad tronaba en su interior continuamente. Los dioses Shullat y Khan le precedían, corriendo como heraldos por montes y pueblos. El dios Errakal destruye los palos de (¿amarre?) y el dios Ninurta abate los diques. Los dioses Annunaki llevan antorchas y con su fuego incendian el país. El mortal silencio del dios Adad avanzó por el cielo, sumiendo en tinieblas todo lo resplandeciente. (…) Durante un día la tempestad sopló velozmente y avanzó como una batalla […]. El hermano no vio a su propio hermano, y no fueron reconocibles las personas. En el cielo los dioses sintieron miedo del diluvio, se acobardaron, subieron hasta el cielo de Anu. Los dioses se arremolinaron como perros, acurrucados afuera. La diosa Ishtar gritaba como una parturienta (…). durante seis días y seis noches continuó soplando el viento. (…) Cuando llegó el séptimo día se aplacaron la tormenta y el diluvio, que había combatido en la batalla como una mujer en el parto. Se calmó el mar, el viento maligno cesó, el diluvió terminó. Observé el día. Reinaba la calma, toda la humanidad se había convertido en barro. El paisaje aparecía liso como un techo. Abrí la escotilla. La luz cayó sobre mi nariz. Bajé, me senté, lloré. Corrían por mis mejillas las lágrimas. Miré las regiones más allá del mar. A una distancia de doce vueltas aparecía un lugar aislado. La nave se detuvo en el monte Nisir. El monte Nisir aferró la nave y no le permitió moverse. Pasaron seis días. Cuando llegó el séptimo día hice salir una paloma, la liberé. La paloma marchó y volvió. Volvió porque no le era visible un lugar en el que posarse. Liberé entonces a una golondrina. La golondrina marchó y volvió. Volvió porque no le era visible un lugar en el que posarse. Saqué a un cuervo, lo liberé. El cuerpo marchó, vio la bajada de las aguas, comió y no regresó. Entonces hice salir a todos a los cuatro vientos, y realicé un sacrificio. Dispuse la ofrenda sobre la cima del monte. Coloqué siete recipientes en los que vertí caña, cedro y mirto. Los dioses olieron el perfume. Los dioses se reunieron como moscas en torno al sacrificio(…)
«Los dioses tomaron una decisión junto a él. Enlil subió a la nave, tomó mi mano, me hizo subir, e hizo arrodillar a mi mujer junto a mí. Tocó nuestra frente y nos bendijo:
´ Antes Um-napishtim era un hombre, ahora que él y su mujer sean como nosotros los dioses. Viva Um-napishtim lejos, en la desembocadura de los ríos`. Así me tomaron y me hicieron vivir lejos, en la desembocadura de los ríos». |
Aunque no posea en el conjunto de la obra la función primordial que tenía precedente, sin embargo, esta versión es la más completa, la más viva y la más poética entre todas las que han llegado hasta nosotros. También fue hallada en la biblioteca del rey Assurbanipal, pero es de una época precedente, más concretamente a la que se remonta también el fragmento de Nippur del Atra-khasis. El escriba Sinleqe-unnini reelaboró toda la historia de Ghilgamesh en aquel periodo.
Esquematizando mucho, podemos recordar que Ghilgamesh aparece en el poema que lleva convencionalmente su nombre como el rey postdiluviano de Uruk, la bíblica Erek.
Los habitantes de la ciudad, oprimidos por su tiranía, pidieron ayuda a los dioses, quienes crearon a un ser feroz, Enkidu, para que se enfrentara a Ghilgamesh. Sin embargo, ambos trabaron gran amistad y llevaron a cabo hazañas heroicas hasta que, por haber ofendido a una diosa, Enkidu fue muerto. Impresionado Ghilgamesh inicia su búsqueda desesperada de un remedio contra la muerte y encuentra a su abuelo, quien había conseguido sobrevivir al diluvio. En este punto se añade la historia del diluvio, explicada por Um-napishtim (o Ut-napish-tim).
Reuniendo los datos de todas las versiones, según su estado de conservación, podemos hacer una síntesis de las diferentes etapas de la narración mesopotámica del diluvio:
- El dios Enlil está decidido a acabar con la humanidad.
- Los dioses acuerdan provocar el diluvio y juran no revelar a nadie tal decisión.
- El dios Enki (Ea) rompe el juramento al revelar al héroe las intenciones de los dioses a través de un sueño y usando la estratagema de hablar a la pared de la habitación, de forma que su protegido pueda oír desde el interior.
- Enki/Ea ordena a su protegido construir un arca, meter dentro las «semillas de la vida» (las diferentes especies de animales) y llevar consigo a sus familiares y a otras personas. Le aconseja decir a sus conciudadanos una mentira: se ve obligado, por discordia entre los dioses, a irse a vivir al «abismo» (el lugar de las aguas subterráneas, donde evidentemente necesitará un barco).
- Construida la nave, se desata el diluvio durante siete días y siete noches (el «siete» en la literatura del antiguo Oriente Medio es un número simbólico que significa el cumplimiento de una acción o el final de un acontecimiento). Los dioses se arrepienten y la diosa madre se lamenta.
- La nave llega hasta un monte (en el Ghilgamesh, Nisir o Nimush, según sea la lectura del segundo signo cuneiforme). El protagonista libera los pájaros hasta que no retorna; entonces comprende que el nivel de las aguas comienza a descender. Sale del arca y realiza un sacrificio.
- Los dioses se complacen con el sacrificio. La diosa madre reprocha a Enlil su acción. Éste se irrita porque ha habido supervivientes y descubre que el culpable de esta ha sido Ea.
- Ea se justifica y acusa Enlil de haber llevado a cabo una acción desmesurada. Enlil acepta la situación. En consecuencia, el protagonista del diluvio es llevado a un lugar lejano, a oriente, cerca de la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates, a un lugar llamado Dilmun (probablemente Bahrein), donde es hecho inmortal.
Muchas reelaboraciones
Es evidente que estas narraciones derivan de un arquetipo cuya composición sería mucho más antigua que la primera versión que poseemos. Las relaciones entre los diferentes textos es algo que todavía es objeto de discusión. Por ejemplo, la correspondencia de ciertas presentes tanto en el Atrakhasis (antes del siglo XVII a.C.) como en el Ghilgamesh(siglo XIV a.C.) puede hacernos pensar que la segunda narración deriva de la primera. Sin embargo, no se puede rechazar la hipótesis de que ambas provengan de una fuente común y hayan tenido una evolución independiente. Además, esta narración aparece de nuevo en algunas versiones que podríamos definir como «lejanas», tanto en el espacio como en el tiempo. Alejadas especialmente son la versión de Ugarit (ciudad de la costa mediterránea) y la bíblica. Muy posterior, en cambio, es la versión de Beroso, que la escribió cuando los macedonios se habían adueñado de Mesopotamia.
Son numerosas las dudas que plantean las relaciones entre estas versiones. Por ejemplo, ¿acaso la narración de la Biblia fue influida directamente por las mesopotámicas, o, en cambio, es el fruto de una elaboración independiente, aunque derivada de un arquetipo común y desconocido?
La narración de Ugarit procede de una excavación arqueológica. Se trata de un breve fragmento que formaba parte de una tablilla mayor del siglo XIII a.C. Era una tablilla a cuatro columnas donde se narraba la historia del diluvio como narración independiente, no como parte de una historia más larga. Además, está narrada en primera persona, como en elPoema de Ghilgamesh, mas el nombre del protagonista es Atra-khasis.
Pasemos ahora a la versión bíblica del Génesis, la que ha inspirado miles de presentaciones algunas de ellas verdaderas obras de arte. En este caso, es mejor hablar de narraciones, puesto que desde hace tiempo la mayoría de estudiosos está de acuerdo con la teoría de que en la Biblia existen dos versiones diferentes, unificadas y mezcladas sin que ninguna de ellas prevalezca sobre la otra. Esto provoca, no obstante, numerosas contradicciones: por ejemplo, en un pasaje se explica que Noé llevó al arca siete pares de animales puros y de pájaros, y un único par de impuros, mas poco después se menciona un par de animales de cada especie. Otro ejemplo: en un pasaje se lee que el diluvio duró cuarenta días, mientras que en otro, tras hacer un cálculo, resulta que duró un año y once días. Se ha intentado diferenciar las dos versiones basándose en el modo de nombrar a Dios, puesto que en la más antigua se utiliza el término Yahvé (escrito Yhwh), y en la más reciente el de Elohim. También se discute sobre las fechas: la tradición más antigua se remontaría a los siglos IX – VIII a.C. y la más reciente sería del siglo VI a.C.
Origen común
A pesar de las evidentes diferencias (la principal de ellas, el monoteísmo), parece indudable la existencia de un estrecho vínculo entre la narración bíblica y las mesopotámicas: el arca, los animales que allí encuentran refugio, los pájaros enviados tras el diluvio, etc. También los pasajes sobre el diluvio de las Biblias apócrifas están relacionados con los anteriores textos, a pesar de las variantes. Un ejemplo destacado es el llamado Libro de los Jubileos, conocido por manuscritos de los siglos XV – XIX d.C. escritos en etíope clásico, donde se explica que «el arca fue vagando y se detuvo en la cima del Lubar, una de las montañas de Ararat» (el mismo monte donde Noé planta una viña y es sepultado, citado también en los manuscritos de Qumran).
El texto sobre el diluvio más «alejado» en el tiempo fue escrito por Beroso, un sacerdote babilonio que vivió entre el siglo IV y el III a.C., que quiso dar a conocer entre los griegos la historia de su país. La narración de Beroso fue resumida por Polístor (siglo I a.C.), cuya obra conocemos por pasajes incorporados a la Crónica de Eusebio de Cesarea (siglo IV d.C.), algunos conservados en griego y otros en la traducción Armenia.
En los pasajes sobre el diluvio de Beroso, en parte modificados por sus compiladores, junta a evidentes añadidos se leen detalles ya conocidos, que sitúan a Beroso en la lejana tradición mesopotámica. Aparecen también aquí el aviso divino a través de un sueño, la salvación en el arca de los animales, el envío de pájaros, etc. Pero encontramos también otros particulares que faltaban en la Biblia. El primero es la respuesta que había que dar a quien preguntara sobre el arca y los preparativos; el segundo es la inmortalidad concedida al protagonista, a quien se le permite habitar junto a los dioses.
Una atroz tromba de agua
EL RELATO MÁS ANTIGUO
«Éstos son los pasajes del texto, escrito en sumerio, hallado en Nippur en 1895: «En aquel tiempo el rey Ziusudra, el ungido […], construyó un refugio redondo […]. Cada día tenía un sueño, y pedía al cielo y a la tierra que le fuera interpretado […]. Ziusudra, estando a un lado de un muro, escuchó: ´¡Sitúate a la izquierda, junto al muro!`, (le dijo el dios). ´[…] Debo hablarte a través del muro. Escucha bien mis instrucciones. Tendrá lugar un diluvio en los lugares santos causado por vosotros […] y de este modo la semilla de la humanidad será destruida […]. La sentencia es definitiva y es una decisión de la asamblea[…]`
«Se cernieron los vientos malignos y la tempestad. El diluvio durante siete días y siete noches inundó los lugares santos. El viento maligno zarandeó el arca en la gran extensión de agua, posteriormente salió el dios Sol llevando la luz al cielo y la tierra. Entonces Ziusudra hizo una abertura en el arca y el dios Sol entró con su luz. El rey Ziusudra se presentó ante el dios Sol, besó la tierra, sacrificó bueyes y muchas ovejas […] .
´ Invocad la vida del cielo y de la tierra […]. Invocad los dioses An y Enlil […]`. La ruina se alzó de la tierra y desapareció. El rey Ziusudra se presentó ante An y Enlil, besó la tierra. An y Enlil dieron a Ziusudra y su mujer la vida semejante a un dios. Le concedieron la vida perpetua como a un dios. En aquel tiempo el rey Ziusudra, quien en el año de la destrucción había conservado la semilla de la humanidad, marchó a vivir a un país extranjero, al país de Dilmun, donde nace el Sol». |
Todas estas narraciones, emparentadas entre sí por un origen común, no sirven para corroborar la hipótesis defendida por los estudiosos americanos sobre el diluvio. Tampoco es cierto que la narración del diluvio llegara a Mesopotamia desde el extranjero y allí fuera adaptada, puesto que esta «adaptación» habría sido del todo diversa. Las supuestas poblaciones que emigran de una llanura que rápidamente se llenaba de agua, convirtiéndose en el mar Negro, habrían llevado consigo el recuerdo de una atroz tromba de agua que había inundado su espacio vital.
Nada, en consecuencia, que pudiera inspirar el «diluvio mesopotámico», que es completamente diverso: agua que surge del suelo, lluvia acompañada de rayos y truenos, falta de sol. Además, se habla de una bajada del nivel de las que permitió repoblar la tierra: lo contrario de cuanto sucedió en el mar Negro, donde las aguas nunca volvieron a bajar.
Los estudios geológicos aún no ofrecen explicaciones convincentes, y hay que resignarse a pensar que fueron varios fenómenos separados, aunque terribles y excepcionales, los que dejaron recuerdos tan funestos en los diferentes lugares en los que se produjeron. Entre ellos destaca el que dio origen a las narraciones mesopotámicas, estrechamente relacionadas tanto con las más alejadas en el espacio (las de la costa mediterránea) como en el tiempo (bajo la dominación macedonia). Hay que suponer un arquetipo común, aunque poco después se separara en diversas tradiciones: los pasajes fundamentales son muy parecidos en todos los textos y esto demuestra su origen común. El paso del tiempo y la propia idiosincrasia de cada pueblo fueron aportando modificaciones: monoteísmo en la Biblia, escrituras enterradas en Beroso… Más se trata de modificaciones que no plantean dudas sobre su origen.
Por las descripciones, podrían parecer que el diluvio mesopotámico fue causado por una catástrofe que se produjo en el golfo Pérsico, o incluso más al sur. De hecho, la narración cuenta que el arca fue construida en Shuruppak, en el sur de Mesopotamia, y que su periplo la condujo hasta el norte, como si hubiera sido transportada por una gran marea hasta un valle de los Zagros.
El mito del arca
Es obvio que nunca se ha dicho que el arca haya existido; ni puede ser verdad, si tuvo lugar algo que dio origen a este mito, que hubiera habido una masa de agua tan grande como para trasportar un navío tan lejos. Pero la idea principal resta: de la narración podría deducirse que el diluvio «mesopotámico» fue una catástrofe que llevó una gran masa de agua del sur al norte procedente del mar. Pero los datos arqueológicos no confirman semejante hipótesis: los estratos en los que se han podido identificar importantes inundaciones revelan que los ríos fueron causantes de ellas, no el mar.
EL DILUVIO EN EL «ATRA-KHASIS»
«Atra-khasis pidió a su señor:´ Permíteme entender el sueño, dame su explicación`. Y Ea respondió a su siervo: ´¡Me pides la explicación! ¡Mas este mensaje que te digo debes guardarlo! ¡Muro, escúchame! ¡Choza, recuerda cuanto te digo! ¡Destruye la casa! ¡Construye una nave! ¡No te preocupes por los bienes materiales, conserva la vida! (…)`. Le predijo que el diluvio tendría lugar tras siete noches. Atra-khasis obedeció. Reunió a los ancianos de la ciudad ante su puerta y les dijo: ´ Mi dios (Ea) no está de acuerdo con vuestro dios (Enlil). Ea y Enlil están furiosos. Por esto debo marchar de mi casa: debido a que soy un asiduo venerador de Ea, he tomado esta decisión. No residiré más en vuestra ciudad, no pondré el pie en la tierra de Enlil`. (…)
«Atra-khasis cargó la nave con toda la plata que tenía y con todo el oro que tenía. Capturó y subió a bordo animales puros, animales grandes. Hizo entrar a los alados pájaros del cielo, el ganado, los animales del campo. Terminando el mes […] invitó a su pueblo a un banquete […] e hizo entrar en el arca a su familia. La gente comió y bebió, mientras que él entraba y salía, sin detenerse, sin sentarse nunca. Su corazón estaba dolido y vómito bilis. El día cambió su aspecto. El dios Abad rugió entre las nubes […] escucharon su rumor. Fue llevado el betún y él cerró la puerta. Tras ser atrancada la puerta, Adad rugió entre las nubes y los vientos se volvieron furiosos. (Entonces Atra-khasis) cortó la cuerda y liberó la nave (…). El diluvio se produjo. Su poder avanzó contra los hombres como una batalla. No vio más el hermano a su hermano, no se reconocieron en aquel desastre. El diluvio rugió como un toro (…). Hizo salir a los cuatro vientos. Puso la ofrenda […], preparó la comida (a los dioses) […]. Los dioses olieron el perfume, se reunieron en torno al sacrificio como moscas». |
Si queremos situar el diluvio en Mesopotamia, debemos excluir un acontecimiento marítimo y pensar en una gran inundación fluvial, causada por lluvias tanto en las cabeceras de los ríos y sus afluentes como en la misma Mesopotamia: inundación que de los datos recogidos podría haberse producido en el IV milenio o a principios de III a.C. En torno a la última fecha se han encontrado huellas de una gran inundación producida en una extensa zona de Sumeria. Además, esta fecha podría justificar también la narración de Beroso, cuando refiere el enterramiento de las escrituras en Sippar: la escritura, por aquella fecha, ya había sido inventada por los sumerios. Por otro lado, el rey Assurbanipal, el soberano que ordenó reunir en Nínive copias de las obras literarias de culturas anteriores, se enorgullecía de saber leer «la misteriosa escritura anterior al diluvio».
Inspirado o no en un hecho preciso, sea falsa o verdadera la historia del arca, en cualquier caso el diluvio fue entendido por aquellos pueblos como una importante línea de corte en la historia de la humanidad, tras la cual surgió un nuevo mundo. En un texto, el diluvio marca incluso la separación entre el «antes y el después de la agricultura», como si separara la barbarie de la civilización, la prehistoria de la historia. En consecuencia, su significado va más allá de lo que hubiera comportado una determinada catástrofe. Igualmente, la Biblia ha utilizado la tradición del diluvio.
Entre las cuestiones que surgen tras la lectura de las diferentes, hay varias que quizás sean las más polémicas suscitan: ¿existió verdaderamente el arca? ¿Estaba hecha de juncos, como leemos en el fragmento medio-babilónico de Atra-khasis? ¿O era de madera, como sugiere el determinante «madera» que precede al nombre en los documentos cuneiformes y como dice Beroso? ¿Esta madera es el intraducible gofer de la Biblia? ¿Y si existió, dónde atracó? La última pregunta es la única que estamos en condiciones de responder, siempre que la modifiquemos: no «dónde atracó», sino «dónde pensaron los antiguos que atracó». Las indicaciones que poseemos provienen de tres fuentes: 1) Beroso, que habla de Armenia y de las montañas «de los kurdos». 2) La Biblia, que habla de «montes del Ararat» o de «Lubar, uno de los montes de Ararat». 3) El Poema de Ghilgamesh, que habla de un monte llamado Nisir o Nimush.
Es necesario comentar que el término «Ararat» tiene un significado diferente del que habitualmente se cree, es decir, que se trate del monte Ararat. La razón es doble: por una parte se de «montes del Ararat», e incluso en la Biblia apócrifa se especifica cuál es este monte, de aquí viene la sospecha de que este nombre sea muy genérico, debido a que el Ararat es un volcán aislado, que cuenta con dos elevaciones; por la otra, en algunos pasajes de la Biblia el término «Ararat» no indica una montaña, sino una región, o incluso un antiguo estado: Urartu, que se extendía desde Armenia hasta zonas habitadas por los kurdos. La Biblia indica una región más extensa, la misma indicada posteriormente por Beroso, no un lugar preciso, aparte de la indicación del monte Lubar. Desgraciadamente, no sabemos qué monte es el Lubar, simplemente tenemos la sospecha de que indicara una zona habitada en un tiempo por los lulubeos.
Las decenas de expediciones que han intentado encontrar el arca en el Ararat han logrado bien poco: algunos maderos de incierta procedencia cuyo análisis mediante el carbono 14 proporciona fechas divergentes según cada laboratorio; fotografías perdidas o inaceptables, cuando no se trata de burdas falsificaciones; testimonios orales aislados sin ninguna base… No es que el arca no haya sido encontrada, se han hallado dos: una en el mismo Ararat, todavía envuelta en misterio y de la que no existen fotografías; la otra mucho más alejada del monte, pero de la que existen abundantes análisis y fotografías (se trata de un conglomerado rocoso con forma de arca).
EL DILUVIO SEGÚN BEROSO
«Tras el final de Otiarte, su hijo Xisuthros reinó durante dieciocho sari (sistema de medida sumerio) y bajo su reinado se produjo el diluvio… Cronos le manifestó en un sueño (…) que el día quince del mes de Daisio la humanidad sería destruida por el diluvio. Él ordenó enterrar y depositar en la ciudad del sol Sippar todos los escritos (…); construir una nave y embarcarse con sus parientes y amigos más cercanos; acumular dentro provisiones y bebida; llevar consigo animales salvajes y pájaros y cuadrúpedos, y estar preparado para partir con todo. Xisuthros preguntó hacia dónde debía guiar la nave. Y esto se le respondió: hacia los dioses, con el propósito de rezar, así los hombres se salvarán. (…) Se produjo el diluvio y después de poco cesó. Entonces Xisuthros dejó partir algunos pájaros y no encontraron ni alimento ni lugar donde posarse. (…) Los envió una tercera vez y no volvieron más a la nave. Xisuthros comprendió que la tierra había aparecido y era accesible. Abrió una parte de la cubierta de la nave y vio que ésta descansaba sobre un monte. Marchó de allí acompañado de una mujer y de una hija junto con el capitán de la nave y oró sobre la tierra, levantó un altar y sacrificó a los dioses. Y entonces desapareció de la vista junto a aquellos que con él habían bajado de la nave (…). El lugar donde habían desembarcado y se hallaban era el país de Armenia. (…) Hasta ahora, una pequeña parte de la nave, en el punto en el que se posó en Armenia, queda como recuerdo sobre la cadena montañosa de los cordiei (kurdos) en Armenia (…). |
Evidentemente, ninguna de las dos es la verdadera: de la primera faltan pruebas y la segunda, si acaso alguna vez esa roca contuvo una nave, está más relacionada con la leyenda de un antiguo sátrapa, que tenía en un lago de esa región una gran embarcación. Peor aún: quien sostiene haber entrado en la primera afirma que encontró hierro, con el que se cerraban las jaulas de los animales; quien, en cambio, ha delimitado las partes de la segunda, afirma que esto ha sido posible gracias a la presencia de subdivisiones internas de hierro. Sin embargo, en cualquiera de las épocas que hubiera podido ocurrir el diluvio, el hierro aún no era utilizado. En consecuencia, parece que la búsqueda del arca en el Ararat, más bien producto de una ciega fe en la Biblia, no va a sufrir grandes avances.
En el Ghilgamesh, la mención del nombre en el poema (Nisir o Nimus, por convención usaremos siempre Nisir) es ciertamente la más interesante, ya sea porque es la más antigua, ya sea porque, aparte de la de Beroso, está contenida en una narración mesopotámica.
El texto que poseemos es del siglo VII a.C., pero sabemos que se compuso al menos seis siglos antes; en cambio, la tradición bíblica que cita el monte Ararat es la más moderna de las dos (siglo VI a.C.), sin referirnos ya a Beroso, muy posterior. Además de ser una narración mucho más antigua, en el Ghilgamesh se menciona una montaña concreta, no una región tan extensa como Ararat/Urartu.
Es aquí donde hay que dirigirse si queremos responder la pregunta «hasta dónde pensaron los antiguos que llegó el arca». El problema reside en la ubicación del monte Nisir, del que se habla en otras fuentes, aunque tampoco especificación dónde se halla.
Resta el hecho histórico de que, en el siglo IX a.C., el rey asirio Assurnasirpal realizó una serie de expediciones contra poblaciones lulubeas, y en una de ellas conquistó el monte Nisir: «He entrado en el Paso Babitu y me he acercado al monte Nisir, que los lulubeos llaman Kinipa… Las gentes del lugar, atemorizadas, han subido al monte Nisir, pero yo les he seguido detrás como un pájaro…»
Siendo conocida la ubicación del Paso Babitu y la de al tierra de los lulubeos, que hemos situado en los Zagros, más allá de As Sulaymaniyah, es fácil comprobar que nos hallamos en otra zona diferente a la del Ararat: una zona que en épocas pasadas podía efectivamente coincidir con el extremo sur del Urartu y que fue habitada por población Armenia y, como ahora, kurda.
http://www.gbasesores.com/reflexiones/biblia/diluvio.htm