La contaminación del aire es la causa principal de mortalidad de los seres vivos por causas ambientales y el 92 por ciento de la población mundial vive en lugares contaminados, lo que hace que la polución sea uno de los problemas más serios del mundo.
Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire causa alrededor de 6,5 millones de muertes al año, una cifra que contribuye al 11,6 % de las muertes en el mundo.
Además, en un informe, titulado ‘¡No contamines mi futuro! El impacto de los factores medioambientales en la salud infantil’, la OMS precisa que la contaminación ambiental provoca la muerte de 570 000 niños menores de 5 años.
Los peligrosos gases como SO2, NO2, O3, CO, PM10 y PM2.5 tienen también otros efectos: bronquitis, traqueítis, neumonía, asma, mareos, dolor de cabeza, inconsciencia, lluvia ácida, diabetes, leucemia, etc.
Por lo tanto, se aconseja a los grupos más vulnerables — niños, ancianos, personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares y mujeres embarazadas— que tengan en cuenta diariamente la situación ambiental y eviten salidas innecesarias los días con polución.
El lunes, coincidiendo con el estreno de Jerome Powell al frente de la Reserva Federal (Fed), el Dow Jones estadounidense sufrió su mayor caída desde 2011 al caer un 4,6%. Es el noveno mayor retroceso porcentual de la centenaria historia de este índice, que, medido en puntos, registró su mayor desplome al perder 1.175 enteros en una sola sesión. Por su parte, el S&P500 cedió un 4,1% y el tecnológico Nasdaq, un 3,78%. Cabe recordar que ya el viernes pasado la bolsa estadounidense ya había retrocedido cerca de un 4%.
¿Se ha producido un contagio a otras bolsas?
La caída en EEUU se ha propagado rápidamente a Asia, donde el Nikkei nipón se ha dejado un 4,73%. En la apertura, las bolsas europeas también han registrado fuertes desplomes que en el caso del Ibex 35 han sido superiores al 3%, aunque el bacatazo se ha suavizado a media mañana, al apuntar los futuros de Wall Street ligeras subidas.
Pasado el mediodía, el Ibex retrocede un 2,1%, el Eurostoxx se deja un 1,89% y se registran descensos del 1,82% para París, del 1,74% para Fráncfort y del 1,71% para Londres. Milán, por su parte cedía un 1,69%. Con la prima de riesgo estable en España, en Grecia, el Gobierno heleno ha decidido aplazar su primera subasta de deuda desde el verano a la vista de las turbulencias en los mercados, según Financial Times. En España, la tormenta bursátil ha complicado el regreso de Metrovacesa a la Bolsa. Las acciones de la inmobiliaria han iniciado la cotización con una caída superior al 7%.
¿A qué se debe este crack?
Como resume al Financial Times Torsten Slok, economista jefe internacional de Deutsche Bank, «los mercados están llegando a la conclusión de que la economía estadounidense puede estar cerca de un sobrecalentamiento y por tanto los riesgos de inflación sean mayores a la amenaza de recesión».
Uno de los indicadores que apuntalan esa teoría es la subida salarial por hora registrada en enero en EEUU y conocida la semana pasada, que fue del 2,9%, la mayor desde 2009. Esos indicios de sobrecalentamiento podrían propiciar que el nuevo responsable de la Fed tenga que subir los tipos de interés a una velocidad mayor de la esperada, con el consiguiente efecto negativo en los mercados y en el apetito de los inversores por los activos de mayor riesgo.
¿Es una caída puntual o irá a más?
De momento, es pronto para saberlo, aunque algunos análisis no son halagüeños. El analista bursátil John Authers compara la situación actual con la del verano de 2007, en vísperas de la gran crisis financiera de la última década, mientras otros expertos se remiten al antecedente del ‘lunes negro’ de 1987, año del famoso crac de la Bolsa de Nueva York, que consistió en un súbito desplome sin grandes consecuencias a la postre para la economía real.
En este caso, hay factores análogos a los de 1987 como un entorno de depreciación del dólar, rápida mejora de los beneficios empresariales en EEUU tras un par de años de retrocesos; tensiones comerciales crecientes entre ese país y otros como China, Alemania o Japón; precios del petróleo al alza y la expectativa de una subida de tipos.
«Los cracs súbitos en los mercados son acontecimientos muy improbables pero la reciente exuberancia de las Bolsas de EE.UU. y su subida imparable en 2017 y en el inicio de 2018 hacen que un evento improbable se vuelva algo más verosímil», escribía el experto bursátil Juan Ignacio Crespo en su newsletter el pasado día 1. «Las similitudes económicas y políticas entre entonces y ahora son tan llamativas que hacen que no parezca descabellado el pensar que algo parecido a lo de entonces pudiera terminar sucediendo en el futuro», apuntaba.
La capa de ozono, la zona de la estratosfera terrestre que contiene una alta cantidad de la molécula que protege a los seres vivos de la peligrosa radiación ultravioleta, esconde una desagradable sorpresa. A pesar de los esfuerzos realizados durante los últimos años para lograr el cierre del famoso agujero de la capa de ozono, un equipo de científicos ha determinado que los niveles de ozono se están reduciendo peligrosamente en la parte más baja de la estratosfera, la región de la atmósfera situada entre 15 y 24 kilómetros de altura, aunque el uso de clorofluorocarbonos(CFC) está prohibido desde la aprobación del Protocolo de Montreal de 1985.
Este acuerdo internacional impidió que los niveles de ozono continuaran cayendo drásticamente, una situación que podría poner en peligro la vida en la Tierra. Desde entonces, diversos equipos de investigadores habían encontrado que el agujero de la capa de ozono, que alcanza su máximo en septiembre sobre la Antártida, se había ido cerrando progresivamente. Sin embargo, los resultados presentados hoy en la revista Atmospheric Chemistry and Physics muestran que los niveles de ozono han seguido cayendo en latitudes más bajas, donde la densidad de población es mucho mayor que en los polos y, por tanto, donde los problemas podrían ser mayores.
«El ozono ha estado disminuyendo de forma importante a nivel mundial desde la década de 1980, pero mientras que la prohibición de CFC ha llevado a una recuperación en los polos, no parece ocurrir lo mismo en las latitudes más bajas», comenta Joanna Haigh, catedrática de Física de la atmósfera en el Imperial College de Londres. «El potencial daño en las latitudes más bajas podría ser en realidad peor que en los polos. Las reducciones de ozono son menores que las que vimos en las regiones polares antes de la aprobación del Protocolo de Montreal, pero la radiación ultravioleta es más intensa en estas zonas, donde además vive más gente«, advierte la investigadora y firmante del trabajo.
Por el momento los científicos desconocen por qué los niveles de ozono parecen no recuperarse en las latitudes más bajas. Este gas, compuesto por tres moléculas de oxígeno, se forma en las latitudes más tropicales y se distribuye por todo el globo terráqueo después, protegiendo a los seres vivos de la radiación ultravioleta procedente del Sol. El estudio publicado hoy plantea algunas hipótesis, aún no confirmadas. Una posible explicación sugiere que el cambio climático podría haber alterado la circulación atmosférica; mientras que otra idea es que sustancias que contienen cloro y bromo —algunas de origen natural y otras de tipo industrial— estarían detrás de la destrucción del ozono en la parte baja de la estratosfera.
«La reducción ahora observada es mucho menos pronunciada que antes de la aprobación del Protocolo de Montreal. El impacto de este acuerdo es indiscutible, como ha demostrado la tendencia de cierre en la estratosfera superior y en los polos. Pero tenemos que prestar atención a la capa de ozono y su función como filtro de la radiación ultravioleta en regiones de latitudes medias y tropicales que están densamente pobladas», afirma Thomas Peter, catedrático de la ETH de Zurich y autor del estudio. Los investigadores concluyen que sus resultados son «preocupantes», no alarmantes de momento, pero destacan la necesidad de continuar analizando esta región de la atmósfera y aunar esfuerzos para evitar su adelgazamiento.
En la primera parte del libro Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, Lemuel Gulliver naufraga y va a parar al país de Liliput, una isla cuyos pobladores no superan los 15 centímetros de altura.
Pero mientras que la Lilipit de Swift es una fantasía, un lugar más o menos comparable todavía existe en el extremo oriental de Irán.
Hasta hace más o menos un siglo, algunos de los residentes de Majunik —una aldea de 1.500 años ubicada a unos 75 kilómetros de la frontera con Afganistán— medían nada más un metro , aproximadamente 50 centímetros menos que la estatura promedio de la época.
Y, en 2005, un cuerpo momificado que medía 25 centímetros fue encontrado en la región.
El descubrimiento alimentó la creencia de que en este remoto rincón de Irán, conformado por 13 aldeas, incluida Majunik, alguna vez estuvo ubicada la «Ciudad de los enanos».
Eventualmente los expertos determinaron que la momia en realidad pertenecía a un bebé prematuro muerto hace unos 400 años.
Pero también sostienen que las generaciones anteriores de residentes de Makhunik sí eran mucho más bajo que lo normal.
Desnutrición
La desnutrición contribuyó significativamente a la escasa altura de los habitantes de la zona: criar animales siempre ha sido difícil en esta región seca y desierta , y la única agricultura posible era la de nabos, trigo, cebada y una fruta parecida al dátil llamada jujube.
Los habitantes de Majunik subsistían a base de simples platos vegetarianos como kashk-beneh (hecho con suero y un tipo de pistacho que crece en las montañas) y pokhteek (una mezcla de suero seco y nabos).
Aunque la anomalía dietética más sorprendente tal vez era la forma en la que desdeñaban el té, uno de los símbolos de la cocina y hospitalidad iraní.
» Cuando era niño,nadie bebía té «, recuerda Ahmad Rahnama, un habitante de Majunik de 61 años que dirige un museo dedicado a las tradiciones y arquitectura histórica de su villa natal.
«Si alguien tomaba té, se burlaban y le decían adicto», cuenta, haciendo referencia al estereotipo de que los adictos al opio beben mucho té.
Según Rahnama, a mediados del siglo XX la construcción de carreteras y la proliferación de vehículos permitió que los habitantes de la zona pudieran acceder a ingredientes llegados de otras partes de Irán , como arroz y pollo.
«Cuando llegaron los vehículos la gente pudo empezar a traer comida de los pueblos vecinos, así que pronto hubo para comer algo más que pan y kashk-beneh «, explica Rahnama.
“Estoy muerto… Ya es tarde”, deliraba Andréi Anúfriyev mientras los rescatadores lo llevaban hacia el coche.
Andréi Anúfriyev, de 31 años, sobrevivió milagrosamente durante cinco días en un bosque de la región de Cheliábinsk a temperaturas de hasta 30 grados bajo cero.
El hombre se perdió en su tercer día de trabajo en la tala de árboles. “Vi huellas humanas, pero no encontré el camino”, relata Anúfriyev al periódico Komsomolskaya Pravda. “El bosque es como un hormiguero, hay muchos caminos. Pero cualquiera que tomes conduce solo al siguiente cruce de caminos, es un laberinto sin fin”, explica.
“Un día interminable”
Al encontrar un pequeño mechero en el bolsillo, el hombre recordó cómo iba de acampada cuando era niño. Entonces, encendió un fuego que mantuvo vivo agregando rama a rama.
Para sobrevivir, masticaba agujas de pícea y comía nieve. Asimismo, la derretía en una lata de metal para beber. Trataba de no dormir para no congelarse: solo alrededor de media hora, junto al fuego.
El tiempo transcurrido entre el tercer y el quinto día se le antojó “un día interminable”. Además de debilitarse y ser presa del hambre y la deshidratación, relata que empezó a perder la cabeza y “no entendía nada”.
“Estoy muerto”
Finalmente, Anúfriyev fue hallado por rescatadores voluntarios cuando su fallecimiento parecía inminente.
Cuando lo encontraron, estaba acurrucado sobre la nieve, sin chaqueta y sin gorro. Según explicó uno de los rescatadores, “en la agonía de la muerte” la persona que se congela a menudo siente “una falsa sensación de calor”.
“Si una persona se quita la ropa, entonces, le queda una hora o dos hasta el final“, aseguró.
“Estoy muerto… Ya es tarde”, deliraba Andréi mientras los rescatadores lo llevaban al coche para trasladarlo a un hospital, donde pasó seis días.
Sorprendentemente, al hombre solo se le congelaron los dedos de una mano, mientras que la propia mano presentaba quemaduras después de que intentara calentarla junto al fuego sin darse cuenta de que se quemaba. Por otro lado, ni siquiera se resfrió, ni tampoco sufrió neumonía.
UNA FÁBULA CONTADA POR ALAN WATTS SOBRE LA FALSA DUALIDAD ENTRE PÉRDIDA Y GANANCIA, BUENA Y MALA SUERTE.
Parte de nuestra cultura nos inclina con frecuencia e intensidad al pensamiento dual, esto es, a pensar y experimentar la realidad desde premisas que implican dos términos opuestos y excedentes entre sí: lo bueno y lo malo, el éxito y el fracaso, la vida y la muerte, etc. En Occidente estamos especialmente habituados a codificar así la realidad, y mucho del sistema y la cultura en la que vivimos lo fomenta.
Ciertas escuelas de pensamiento, sin embargo, nos invitan a vivir y entender la vida con mucha menos rigidez y, a cambio, darnos cuenta de que es propio de la existencia presentarse con matices. De hecho, esa es la esencia de la vida: es tan amplia, tan llena de circunstancias, tan impredecible, que difícilmente puede ajustarse a los límites estrechos de una noción absoluta.
El video es una preciosa muestra de por qué la vida desborda fácilmente el pensamiento dual. Se trata de una historia tradicional china contada por Alan Watts, el filósofo de origen británico que sobre todo en la segunda mitad siglo XX difundió las enseñanzas del budismo zen.
Grosso modo, la parábola nos recuerda lo difícil que es hablar de ganancias o pérdidas cuando se intenta hacer un balance de la vida, pues el cambio propio de ésta puede tornar un suceso afortunado en uno desafortunado y viceversa.
La mente dual nos dirá que esto es un contrasentido o que vivir de ese modo es caer en cierta forma del relativismo o del nihilismo en donde nada importa, pues todo es impredecible. No se trata de eso, sin embargo, sino de intentar entender que la única forma de navegar el flujo de la vida es en la atención de las circunstancias presentes, experimentando a cabalidad el instante y actuando en función de eso, sin temor a la pérdida ni ansiedad por la ganancia.
Sólo aquí y ahora, con las manos abiertas para aceptar los dones de la vida pero también para dejar ir lo que nos pide a cambio.
Un sindicato quiere que se prohiban los disfraces sexys de enfermera. El sindicato mayoritario de la Enfermería ha pedido que se retiren de los centros comerciales. Una incautación masiva de batas desbocadas, faldas prietas y uniformes reventones. Una razia en busca de cualquier disfraz sanitario que pueda provocar calores morbosos en las frías noches de las carnestolendas. Atentan a la dignidad del colectivo, dicen, y oigo levantarse desasosegados a todos los colectivos que pueblan las fantasías lúdicas y eróticas de la humanidad entera. Los guerreros romanos, saliendo de sus tumbas. Las brujas volviendo de sus cenizas para exigir respeto y disfraces adecuados que no muestren una imagen erotizada de su exterminio. Los piratas. La pobre Caperucita, niña devorada por el lascivo lobo, exigiendo que la largura de las capas sea la adecuada a una tragedia de este tenor. Policías y militares en pie de guerra para requisar todo pantalón ceñido, guerrera entreabierta y esposa mal usada por la población en general. Vaqueros e indios, para los que hubiera sido imposible montar caballos desbocados con la piel rozando en la silla con esas faldas imposibles y esos calzones abiertos en demanda de pasión. Bomberos indignados, ante esos hombretones semidesnudos y con la piel brillante cuyos disfraces incitan a lanzarse a fuegos que sólo la saciedad extingue. Veo brigadas de inspectores de fantasías y deseos. Veo a la Santa Inquisición en busca de monjas desvestidas y provocadoras y de curas que apenas lucen alzacuellos.
Veo que nos hemos vuelto locos y que la espiral de represión y puritanismo, de estupidez y de sinsentido nos está alcanzando como una ola a la que no sólo no nos resistimos sino que amplificamos en una voluntaria ordalía de buenos ciudadanos contra nuestras propias libertades. Ya no estamos contentos con no preocuparnos de que nos las cercenen sino que les entregamos nuestra propia censura en bandeja de colectivo sensible. Lo machista, lo infumable, es que el capital obligue a trabajadoras de la sanidad o de cualquier otro colectivo a adoptar vestimentas determinadas que sexualicen la actividad para rentabilizarla. Eso es inaceptable. Que a la gente le ponga cachonda una cosa u otra eso, me van a perdonar, es libre. Se pongan como se pongan los de SATSE.
El Carnaval es transgresión. Una fiesta religiosa también. Un desenfreno previo a la penitencia muy propio del catolicismo en el que no pesa tanto lo que hagas sino los trabajos necesarios para obtener el perdón de lo hecho. En eso se basa el Carnaval justo antes de entrar en la Cuaresma que todo lo borrará con la penitencia, el ayuno y la abstinencia. Sobrarse antes de reprimirse. Y la transgresión permitía lo no imaginable. Y tan libre y desmadrada y crítica con el poder era que el 13 de enero de 1940, el BOE de Franco publicaba su absoluta prohibición.
Prohibir. Un verbo que quizá se conjugue en más tiempos y personas en español que en ningún otro idioma. El tiempo de la permisividad y el descontrol por antonomasia no podía escaparse de este retroceso generalizado de las libertades al que asistimos. Hemos visto cuestionar algo tan incuestionable como las letrillas del carnaval de Cádiz. Irreverentes, provocadoras, soeces o directamente faltonas. Es su naturaleza, independientemente de a quién rebanen la cabeza o a quién pongan en la picota y de si son machistas o blasfemas o impertinentes. Son.
En este país, el gremio de los panaderos le ha pedido, nada más y nada menos que a la Real Academia de la Lengua, que “suprima” un refrán. Nadie sabe cómo los insignes académicos hubieran podido acometer tal represión si rebanando lenguas o inspeccionando hogares y tabernas para interceptar cualquier atisbo de recurrir a un acervo cultural que nos pertenece a todos y que se ha considerado siempre un compendio de sabiduría popular.
Prohibir. Menos aquello que merme derechos y libertades. Eso que lo cercenen con alegría porque será para nuestro provecho y mejor vivir. Hace como un año, un nuevo partido como Ciudadanos se unió a la fiesta pidiendo que se suspendiera en Santander un concierto homenaje a La Polla Records, Kortatu y Eskorbuto. De este último y mítico grupo he tomado mi titular hoy. Letras que corrían como adrenalina en los ochenta y que escuchaban jóvenes de toda suerte y condición, se convierten ahora en sospechosas de delitos inaceptables.
“Estamos en una época histórica especial en la que la libertad masiva da lugar a coacciones”, ha escrito mi también mítico Han. El mismo que explica que sin negatividad, sin esa negatividad intrínseca a lo humano, la vida se atrofia. Aprendan pues sindicatos y gentes de orden a convivir con ese fragmento de negatividad y de incomodidad que les volverá inmensamente humanos y dejen a las gentes que se disfracen y gocen y fantaseen con lo que deseen. Así estaremos seguros de que no han sido destruidos aún los cerebros. Al menos, no todos.
Los animales que sirven de alimento en España, se crían cada vez más en un modelo industrial, al estilo estadounidense, que favorece las explotaciones de gran tamaño y producción intensiva.
La proliferación de proyectos de megagranjas de cerdos o vacas ha levantado sospechas en las comarcas donde se planean ya sea Castilla-La Mancha, Castilla y León o Aragón. Se enumeran motivos de protección de un modelo productivo de cercanía y escala más reducida y argumentos medioambientales como el de la gestión de grandes cantidades de residuos ganaderos: hasta el 65% de los vertidos a aguas provienen de deshechos de granjas, según el Sistema Español de Información sobre el Agua. Grupos ecologistas y animalistas añaden que esta manera producir es la que luego se asocia a instalaciones donde se descubre maltrato animal.
Aunque no existen unos baremos oficiales que expliquen a partir de que punto se considera técnicamente una megagranja, la concentración y crecimiento de explotaciones es una pauta reflejada por los datos de control del Ministerio de Agricultura en el sector porcino, el vacuno o el de las aves.
España es una potencia en el sector del cerdo. Segundo país de la Unión Europea con 47 millones de cabezas sacrificadas. La gran mayoría de explotaciones utilizan el modelo intensivo que implica el alojamiento en instalaciones donde se confina y alimenta al animal. Suponen el 84% de las 86.641 granjas censadas en España por el Ministerio de Agricultura. Además, a pesar de que ha caído en número total de explotaciones, ha crecido el de las de mayor capacidad de producción (mayor número de cerdos en sus instalaciones). España ha perdido 12.900 granjas porcinas desde 2007. Pero ha ganado 504 en el grupo de gran producción, un 32% más.
En Guadalajara han tratado de frenar un par de proyectos de estas características. Sendas explotaciones intensivas de 1.500 y 6.000 cerdos en Riofrío del Llano y Brihuega. Otra granja por encima de las 2.000 cabezas se avecina en Cuenca. La Junta explica que «son una oportunidad para que la gente se incorpore a la actividad agraria».
Una de las organizaciones más beligerantes sobre el sistema de producción alimentario, Igualdad Animal, subraya que, aunque la ley prohíbe infligir lesiones, sí permite que ciertas prácticas [realizadas en granjas intensivas] se realicen sin anestesia como la reducción de los dientes o el acortamiento del rabo. La normativa exige un tamaño mínimo para albergar ejemplares, según el tamaño del animal «pero la privación de movimiento les crea frustración», insisten. IA no defiende ningún tipo de producción.
La asociación profesional Interporc sostiene que «a día de hoy, todas las granjas de porcino en España cumplen con la normativa comunitaria aprobada en 2001 que determina las normas mínimas para la protección de cerdos para contribuir a la mejora y mantenimiento de la competitividad de las exportaciones ganaderas».
Pocas ‘gallinas felices’
Aunque en grandes superficies comerciales puedan encontrarse con más facilidad huevos que provienen de gallinas no enjauladas (códigos 0,1,2), la real idad es que del censo total de gallinas ponedoras en España -que llega a 43 millones-, solo el 7,1% están en «cría alternativa». Y de estas, las camperas o ecológicas son todavía menos: un 4,6%. El resto viven en jaulas. En Europa, la media de cría alternativa está situada en el 44%. Alemania se dispara al 90% de sus gallinas. Holanda el 80%, Reino Unido el 60%, Italia el 34% y Francia el 30%. España es el cuarto producto de huevos de la UE con 828.000 toneladas, superada por, precisamente, Francia, Alemania e Italia. La demanda de huevos de gallinas felices en España ronda el 13%, según el Ministerio.
La normativa sobre granjas avícolas fue revisada a nivel europeo en 2012. Los empresarios calcularon que las nuevas reglas de bienestar animal, que les daba más espacio a los animales, encarecían hasta un 7% sus costes de producción.
Con todo, la Comisión Europea acaba de publicar un informe sobre el impacto de la aplicación de las normas de bienestar animal en la industria y ha concluido que «los costes generales para cumplir con los estándares se mantienen muy bajos comparado con otros costes de producción que afectan a la competitividad».
Los productores españoles de ASEPRHU, que pidieron un IVA reducido para su producto con la idea de amortiguar la inversión para llegar a esos estándares, recogían en una guía que «es prioritario contribuir a la implantación de la normativa sobre bienestar de las ponedoras» este modelo «se basa en promover la sostenibilidad de la producción, la protección del medio ambiente, del bienestar y la sanidad animal».
En Soria, en el municipio de Noviercas, se proyecta la mayor lechería de Europa. 20.000 vacas para producir 180 millones de litros al año. Es una dimensión descomunal pero ilustra hacia donde está virando el sector: enormes granjas lecheras.
La media de una explotación en EEUU es de 180 vacas lecheras. En España, sin llegar a estas cifras, la media no ha parado de crecer. En 2006 se contaban 26 reses por unidad y en 2015 ya eran cuarenta (el último dato publicado por el Ministerio). Las explotaciones más densas están en la Comunidad Valenciana con una media de 222 vacas por granja.
La destrucción de la Tierra y las amenazas para la Humanidad es una idea que ha inspirado numerosas profecías, predicciones y relatos de ciencia ficción. No obstante, diversos expertos mundiales en los campos de la astronomía y la astrofísica muestran una serie de amenazas que pueden destruir la vida en la Tierra. La lucha por la supervivencia es algo que nuestro planeta está continuamente llevando a cabo en un universo en que existen muchas fuerzas que podrían habernos destruido, como las explosiones de rayos gamma de galaxias lejanas. Pero hay otras amenazas que no logran superar el campo magnético de la Tierra o la capa de ozono que filtra la radiación ultravioleta. Algunos científicos proponen diversas amenazas naturales que podrían destruir la vida terrestre, como las eyecciones solares, el choque de un asteroide, el cambio climático, los terremotos, el vulcanismo, etc… Pero recientemente ha surgido una nueva amenaza propiciada por los propios seres humanos, tal como el uso maligno de la cibernética. Esto se añadiría a amenazas tales como las armas nucleares, las armas bacteriológicas o las armas químicas, entre otras. El concepto de guerra informática, guerra digital o ciberguerra, en inglés cyberwar, hace referencia a un conflicto que implica al ciberespacio y a las tecnologías de la información como campo de operaciones. Richard Clarke, especialista en seguridad del gobierno estadounidense, define la guerra cibernética como el conjunto de acciones llevadas a cabo por un Estado o grupo terrorista para infiltrarse en los ordenadores o en las redes de otro país, con la finalidad de causar algún tipo de perjuicio. Bruce Schneier, criptógrafo, experto en seguridad informática y escritor norteamericano, afirma que muchas veces la definición de guerra cibernética no está bien aplicada, pues aún no se sabe cómo es una guerra en el espacio cibernético, cuándo estalla una guerra cibernética y cómo queda el espacio cibernético después de que termine esta guerra.
El investigador Maurice Cotterell ha hecho un largo y detallado estudio sobre la actividad de las manchas solares y de las erupciones solares cuando el Sol está proyectando energía magnética enormemente poderosa. Esto ha sido fotografiado como gigantescos bucles de fuego, algunos de 160.000 km de alto. Esta energía viaja a la tierra en el viento solar y puede afectar sistemas de computadoras y causar cortes de energía. De no ser por los cinturones de Van Allen, las zonas de radiación que rodean el planeta y que se conectan con el campo magnético de la Tierra, la energía del Sol literalmente nos freiría. Maurice Cotterell estudió los ciclos de las manchas solares y estableció ciclos breves, largos y grandes de actividad solar. Una potente tormenta solar es capaz de paralizar por completo la red eléctrica de las grandes ciudades, una situación que podría durar semanas, meses o incluso años. Las tormentas solares pueden causar interferencias en las señales de radio, afectar a los sistemas de navegación aéreos, dañar las señales telefónicas e inutilizar satélites por completo. Como ejemplo de ello, podemos indicar que el 13 de marzo de 1989, la ciudad de Québec, en Canadá, fue azotada por una fuerte tormenta solar. Seis millones de personas se vieron afectadas por un gran apagón que duró 90 segundos y la red eléctrica de Montreal estuvo paralizada durante más de nueve horas. Los daños que provocó el apagón, junto con las pérdidas originadas por la falta de energía, alcanzaron los cientos de millones de dólares. También, entre los días 1 y 2 de septiembre de 1859, una intensa tormenta solar afectó a la mayor parte del planeta. Las líneas telegráficas de los Estados Unidos y el Reino Unido quedaron inutilizadas y se provocaron varios incendios. Además, una impresionante aurora boreal, fenómeno que normalmente sólo puede observarse en las regiones árticas, pudo verse en lugares tan alejados entre sí como Roma o Hawái. Pues bien, una ciberguerra podría causar efectos similares en las instalaciones eléctricas, de comunicaciones, etc…
Debo reconocer que cada vez que leo el capítulo 13 del Apocalipsis, especialmente la parte marcada en negrita, creo ver un relato profético de la actualidad y del próximo futuro. El capitulo 13 dice: “Y YO me paré sobre la arena del mar, y vi una bestia subir del mar, que tenía siete cabezas y diez cuernos; y sobre sus cuernos diez diademas; y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia. Y la bestia que vi, era semejante á un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder, y su trono, y grande potestad. Y vi una de sus cabezas como herida de muerte, y la llaga de su muerte fue curada: y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia. Y adoraron al dragón que había dado la potestad á la bestia, y adoraron á la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante á la bestia, y quién podrá lidiar con ella? Y le fue dada boca que hablaba grandes cosas y blasfemias: y le fue dada potencia de obrar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y á los que moran en el cielo. Y le fue dado hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También le fue dada potencia sobre toda tribu y pueblo y lengua y gente. Y todos los que moran en la tierra le adoraron, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga. El que lleva en cautividad, va en cautividad: el que á cuchillo matare, es necesario que á cuchillo sea muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos. Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes á los de un cordero, mas hablaba como un dragón. Y ejerce todo el poder de la primera bestia en presencia de ella; y hace á la tierra y á los moradores de ella adorar la primera bestia, cuya llaga de muerte fue curada. Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo á la tierra delante de los hombres. Y engaña á los moradores de la tierra por las señales que le ha sido dado hacer en presencia de la bestia, mandando á los moradores de la tierra que hagan la imagen de la bestia que tiene la herida de cuchillo, y vivió. Y le fue dado que diese espíritu á la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hable; y hará que cualesquiera que no adoraren la imagen de la bestia sean muertos. Y hacía que á todos, á los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano derecha, ó en sus frentes. Y que ninguno pudiese comprar ó vender, sino el que tuviera la señal, ó el nombre de la bestia, ó el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el número de hombre: y el número de ella, seiscientos sesenta y seis“.
Los principales canales de Venecia (Italia) se encuentran sin agua después de que la marea bajara hasta niveles que dificultan la navegación. Las góndolas y los botes, típicos del paisaje veneciano, se han quedado encallados entre el barro y el agua. Los medios locales atribuyen la sequía a fenómenos astronómicos, aunque también lo achacan a «la negligencia con la que se ha mantenido el centro histórico durante al menos un siglo».
Según los pronósticos del servicio de mareas del Ayuntamiento, en estos días, los niveles de agua llegan a niveles mínimos y en promedio solo alcanzan los 60 centímetros. Muchos canales del centro histórico se encuentran completamente sin agua.
Además de ser un problema para el sector turístico -especialmente para los gondoleros-, la baja marea dificulta el tránsito por los canales y, en consecuencia, las labores de los servicios de emergencia. Un portal local, La Nuova Venezia, aclara: «Hay que pensar que todos los vehículos de emergencia y rescate [las hidroambulancia o las lanchas de bombero] deben moverse rápidamente a lo largo de los canales de la ciudad». El periódico también apunta a los malos olores que se generan por el agua estancada y el barro.
Aunque estos fenómenos son poco frecuentes, las alertas en Venecia normalmente se activan por la altas mareas, sobre todo en el invierno, y no por las bajas. En 2008, la ciudad italiana sufrió las peores inundaciones en 22 años cuando el nivel del agua subió hasta los 1,56 metros, anegó la plaza de San Marcos, las tiendas y muchas calles peatonales, y fueron suspendidos los taxis acuáticos y el servicio público del vaporetto (el popular autobús acuático municipal).
«Si no fuéramos conscientes, nada en nuestras vidas tendría sentido o valor».
Así de radical es el filósofo australiano David Chalmers al abordar un problema que incomoda a los científicos y divide a los filósofos: la conciencia.
«La conciencia es una de las verdades fundamentales de la existencia del ser humano. Cada uno de nosotros es consciente», dijo en el marco de una charla TED, el codirector del Centro para la Mente, el Cerebro y la Conciencia de la Universidad de Nueva York.
«No hay nada que conozcamos más directamente (…), pero al mismo tiempo es el fenómeno más misterioso del Universo «, agregó.
El primer inconveniente surge por lo ambiguo que es el término.
Por ello, en 1995 Chalmers acuñó la idea de que existe un problema «fácil» y uno «difícil» vinculados a la conciencia .
El «fácil» es aquel que puede ser explicado científicamente con las nociones y herramientas que disponemos.
En este sentido, la conciencia es la «habilidad de discriminar, categorizar y reaccionar a estímulos ambientales (…), de fijar la atención, de controlar el comportamiento de forma deliberada, de diferenciar entre estar despierto y dormido», enumeró Chalmers en aquel famoso ensayo.
El problema «difícil» es la experiencia: «Cuando pensamos y percibimos, hay un ejercicio de procesamiento de información, pero también hay un aspecto subjetivo».
La ciencia puede explicar cómo el ojo ve o mapear qué zona del cerebro procesa el dolor, pero no puede detectar la experiencia en sí misma : cómo alguien en concreto percibe el color rojo o qué siente al darse un golpe fuerte en la rodilla.
Para buscar soluciones a este problema se necesitan ideas radicales que, aunque parezcan un contrasentido (o directamente un sin sentido), puedan explicar este misterio.
Es allí donde entra el panpsiquismo.
Una conciencia de piedra
En el sentido literal del término, el panpsiquismo es la idea de que todo («pan» en griego) tiene conciencia o alma («psyche«) , desde una roca hasta una casa.
La conciencia, por ende, no sería un rasgo exclusivo del ser humano.
Esto no quiere decir que la piedra sienta cuando uno la patea o la casa abandonada piensa en aquellos tiempos en que estuvo habitada.
Según el panspsiquismo, cada partícula posee una forma de conciencia mínima , una que es infinitamente simple .
Cuando se combinan en sistemas, estas partículas pueden llegar a crear formas más complejas de conciencia, como la experiencia subjetiva del ser humano.
En palabras del neurocientífico estadounidense Christof Koch, uno de los investigadores actuales que le está dando credibilidad a la materia en el ámbito de las ciencias duras: «La creencia de que solo los seres humanos son capaces de experimentar cualquier cosa de forma consciente es absurda» .
«Una suposición mucho más razonable es que, hasta que se demuestre lo contrario, muchos, si no todos, los organismos multicelulares experimentan dolor y placer, y pueden ver y oír las imágenes y los sonidos de la vida», escribió Koch en un influyente artículo sobre panpsiquismo publicado en 2014 por la revista científica Scientific American.
«Incluso un gusano quizás tenga una sensación muy vaga de lo que es estar vivo» , continuó el presidente y director científico del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro de Seattle, EE.UU.
«Para los cerebros que son más pequeños y menos complejos, es muy probable que la experiencia consciente tenga menos matices y diferencias, y sea más elemental (…) No todas las criaturas tienen oídos para oír y ojos para ver. Sin embargo, todos son capaces de tener al menos algunos sentimientos subjetivos», escribió.