Algunas escrituras como la latina, griega antigua, incluso la escritura egipcia y sus jeroglíficos son bien conocidas. Pero la escritura fenicio-púnica, centrada en los siglos V al III a. C, es bastante desconocida. Apenas se han encontrado textos en dos lápidas que se conservan en el Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera. Una escritura con muchos misterios, como ocurre con los algoritmos, con la diferencia de que estos últimos están en todos los sitios.
A finales de marzo de este año Instagram volvió al orden cronológico. Youtube cambió sus preferencias para la promoción de un video u otro. Google con más de dos millones de páginas en su web funciona con ecuaciones más complejas, aunque con consecuencias muy visibles, por ejemplo, mientras escribo este artículo y hago un par de consultas, me aparece un banner con los cuatro libros que he referenciado esta semana.
A diferencia de los algoritmos convencionales, trazados en fórmulas matemáticas elementales, los que utilizan Google, Facebook y Amazon, resuelven tareas mientras procesan datos
Los algoritmos son básicamente una serie de reglas abstractas para transformar los datos. O sea, lo que siempre se han llamado fórmulas. Cuando no se conocen esas reglas, hablamos de “caja negra”, porque no sabemos cómo funcionan, ni los criterios de su diseño, ni los fines con los que se construyeron. A diferencia de los algoritmos convencionales, trazados en fórmulas matemáticas elementales, los que utilizan Google, Facebook y Amazon, resuelven tareas mientras procesan datos, así se convierten en plataformas que ofrecen información personalizada, de interés para cada usuario.
Estos trozos de código, son instrucciones comprensibles para la máquina, son precisos e inequívocos. Instrucciones contenidas en el código de programación que son finitas, y garantizan los mismos resultados en diferentes condiciones. Cuando Netflix decidió producir sus propias series, analizó los hábitos de consumo de sus millones de abonados. Rápidamente, el algoritmo respondió con tres componentes: Kevin Spacey, David Fincher y los dramas políticos de la BBC. Parece que la cosa (House of Cards) funcionó, su algoritmo de aprendizaje revisa y recalcula el perfil de recomendaciones de más de 250 millones de usuarios cada 24 horas.