El control y la manipulación mental son una práctica ancestral que, asumimos, han ido sofisticándose a la par que nuestra racionalidad. A fin de cuentas este ejercicio responde a eso que comúnmente se conoce como relaciones de poder, y que algunos refieren como ingrediente esencial de la propia naturaleza humana –una manera, un tanto sombría, de vincularnos con la otredad–.
Continuando con esta línea, con la conformación de grupos que ostentan el poder político, económico y en buena medida cultural fueron diseñándose, de forma orgánica o premeditada, mecanismos que permiten inducir ciertas conductas a nivel masivo o infundir determinadas creencias que favorecen las agendas e intereses particulares de dichos grupos (generalmente representados por gobiernos, corporaciones o influyentes gremios).
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