5 de abril de 2024
Al igual que el sol de la mañana disipa la neblina lenta pero inexorablemente, el paso del tiempo termina dibujando con claridad las líneas que separan la verdad de la mentira.
Hace casi un año, el mismo día en que comenzó, predije el fracaso de la contraofensiva ucraniana, tan jaleada por la voluntarista prensa occidental, y añadí que terminaría en el peor de los casos «como la suicida Carga de la Brigada Ligera»[1]. El desastre ha sido clamoroso, y probablemente pase a los anales de la historia militar como una de las mayores y más inútiles pérdidas de vida humana de los conflictos bélicos modernos. Las fuerzas ucranianas, armadas y entrenadas por la OTAN, fueron lanzadas a la muerte por cortoplacistas intereses geopolíticos sin que lograran en muchos casos llegar siquiera a la primera línea de defensa rusa, cuya eficaz estrategia de defensa estática diezmó a los atacantes, que podrían haber sufrido del orden de 160.000 bajas. En vez de construir con realismo defensas sostenibles, Zelensky, animado por Occidente y desde la seguridad de su búnker en Kiev, ordenó una ofensiva absurda en la que perdió su ejército y su moral de victoria. Estas son las consecuencias de dedicarse a ganar la guerra de la propaganda en vez de dedicarse simplemente a ganar la guerra, como ha hecho Rusia. Pronto la única línea defensiva viable será el río Dniéper.