La contaminación por mercurio en sangre de los españoles es entre seis y 10 veces superior a la detectada entre la población alemana, americana y canadiense, según los resultados de dos estudios piloto realizados por varios centros del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Estos datos fueron presentados en el marco de la Jornada sobre presencia y vigilancia de contaminantes químicos en el medio ambiente y en los seres humanos que se celebra este jueves en el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
Los dos estudios piloto de investigación fueron encomendados por Medio Ambiente a diversos centros del Ministerio de Ciencia, como el Instituto de Salud Carlos III de Madrid. El objetivo del mismo es analizar la presencia de contaminantes orgánicos persistentes, metales pesados y otras sustancias en el medio ambiente y en los seres humanos.
Según los resultados preliminares de estos informes, los niveles de mercurio en sangre de la población española son hasta 10 veces superiores a los que presentan los ciudadanos de Alemania, Estados Unidos o Canadá, y similares a los de otros países del Mediterráneo o Japón.
Para Argelia Castaño, investigadora del Instituto de Salud Carlos III y responsable del estudio, se trata de concentraciones altas. Aunque la situación «no es como para causar alarma», sí considera que «habría que tomar medidas en mujeres embarazadas».
El mercurio es una sustancia persistente que puede provocar déficits en el desarrollo físico, sensorial y cerebral del feto, así como deformidades en las extremidades.
Su presencia en la población procede fundamentalmente de la ingesta de pescado. De hecho, en España las zonas costeras son las que presentan las concentraciones más altas.
El trabajo se ha desarrollado durante los últimos cuatro años sobre una muestra de población de 1.936 personas de edades comprendidas entre los 18 y los 66 años, a partir de muestras de sangre, orina y pelo durante cuatro periodos distintos de muestreo.
Los investigadores analizaron también la presencia de cadmio en la población, cuya principal fuente de exposición es el humo del tabaco, y que tiene efectos sobre el riñón y la estructura ósea. Los niveles, en este caso, son similares a los de Alemania, ligeramente superiores a los de Estados Unidos e inferiores a los de Canadá.
En cuanto al plomo, se detectaron niveles inferiores a los de la población alemana y «un poco superiores» a los de Canadá y Estados Unidos. Para Castaño, este metal sigue siendo un factor de riesgo en niños.
También se analizaron los bifenilos policlorados, los difeniléteres polibromados y la contaminación por humo de tabaco.
Según indicó esta experta, el ser humano se encuentra actualmente expuesto a este tipo de sustancias «desde las primeras etapas de la vida».
«Vivimos en una sociedad de consumo, rodeados de químicos y de contaminantes que se incorporan por inhalación, contacto o ingestión, y se acumulan en nuestro organismo», añadió.Sin embargo, esta experta hizo hincapié en que «el hecho de que tengamos sustancias en el cuerpo no quiere decir que estemos enfermos o que vayamos a sufrir una enfermedad».
Estados Unidos realiza estudios al respecto desde 1976. En Europa, el país que vigila estas sustancias de forma más sistemática es Alemania, que trabaja en la materia desde 1985.
En agosto de 2010 Canadá presentó su primer informe, y ahora lo hacen Francia y España.
En la inauguración de las jornadas, la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, señaló la intención del Ministerio de «consolidar la presencia periódica de estos informes». «Es un primer paso, y nos debe permitir seguir trabajando», concluyó.