NAIROBI, 29 feb (IPS) – Cada día después de la escuela, la keniata Nelly Wangui, de nueve años, se apresura a regresar a casa con un atado de leña en la cabeza. El bolso de papel en el que lleva sus libros va encima de todo, y ella está siempre atenta a que no se le caiga.
Aunque la historia de Wangui suena típica de las niñas y niños pobres que viven en áreas rurales, ella reside en la capital, Nairobi. Y su vida se parece mucho a las de miles de menores del tugurio de Korogocho y de otros similares de esta nación de África oriental.
Aunque los niños de áreas urbanas tienen más probabilidades de sobrevivir a su primera infancia y de cumplir cinco años porque acceden a mejor nutrición, salud y educación que sus pares de las zonas rurales, esto no se aplica a quienes viven en barrios hacinados de las ciudades.
Solamente en Korogocho, las estadísticas del gobierno estiman que 200.000 personas viven en hacinamiento y pobreza extrema, y sin servicios básicos. Aquí, las existencias infantiles son una continua lucha por la supervivencia.
«A medida que las experiencias de la infancia se vuelven más urbanas, lo mismo ocurre con las experiencias de privación extrema y con una continua lucha por la supervivencia para los niños que viven en tugurios urbanos», dijo Ken Onyango, un pediatra de Nairobi que trabaja voluntariamente en áreas tugurizadas aledañas a la ciudad.
Según el informe «Estado Mundial de la Infancia 2012: Niñas y niños en un mundo urbano», divulgado el martes 28 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una cantidad en aumento de menores de barrios hacinados se sitúan entre los más vulnerables del planeta.
Mientras el mundo se urbaniza cada vez más, con casi la mitad de su población viviendo en ciudades, la experiencia urbana implica pobreza y exclusión para muchos.
«Cuando pensamos en la pobreza, la imagen que viene a nuestras mentes suele ser la de un niño en una aldea rural», dijo el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake.
«Pero hoy en día, un número cada vez mayor de niños y niñas que viven en tugurios y barrios marginales se cuentan entre los más vulnerables y desfavorecidos del mundo; en efecto, no tienen acceso a los servicios más básicos ni gozan del derecho a prosperar», planteó.
Según el informe, aunque las ciudades ofrecen las ventajas de las escuelas, clínicas y parques urbanos, las mismas urbes son también escenarios de las mayores desigualdades en la salud, la educación y las oportunidades para la infancia.
El informe señala que alrededor de la mitad de los niños y niñas de áreas urbanas de África subsahariana no son registrados al nacer y que la mayoría no son inmunizados.
También muestra que en las áreas con alta población, la cobertura de vacunación suele ser baja.
«Como los tugurios son considerados ilegales, el gobierno no siente ninguna obligación de garantizar que sus habitantes tengan acceso al agua y a un saneamiento adecuado», explicó John Otieno, promotor inmobiliario urbano.
«En Kenia faltan iniciativas amigables con los niños en la conceptualización de la infraestructura urbana. A menudo, los constructores privados se apoderan del espacio disponible para que los niños jueguen», agregó.
Uno de cada tres habitantes de las ciudades vive en barrios marginales, y en África la proporción es de seis por cada 10.
El informe de Unicef plantea que la población urbana experimenta el crecimiento más rápido en África, seguida de Asia. Y aunque cada vez más niños africanos crecen en áreas urbanas, la proporción de aquellos que residen en tugurios en países como Ghana, Nigeria, Sudáfrica y Kenia también va en aumento.
Según el estudio, alrededor de dos tercios de quienes viven en Nairobi lo hacen en asentamientos informales hacinados. Se estima que la ciudad tiene 3,1 millones de habitantes.
Wangui es parte de estos números. Pero penurias como la suya quedan ocultas en las estadísticas nacionales, que solo reportan promedios generales.
«Las carencias de algunos quedan disimuladas por los excesos de otros. En educación, por ejemplo, en los países de África oriental ahora se imparte enseñanza primaria gratuita. Las estadísticas muestran mejores niveles de matriculación, pero a menudo quedan ocultas las bajas inscripciones en los tugurios urbanos», dijo Dave Ndonga, maestro de escuela en Mukuru kwa Njenga, un barrio hacinado de la capital.
Según el informe, en muchos países africanos como Ghana, Zambia, Zimbabwe y Tanzania, los niños de barrios informales tienen menos probabilidades de ir a la escuela. Sin embargo, las estadísticas nacionales Tanzania muestran que la matriculación escolar se duplicó, llegando a alrededor de 97 por ciento.
«Los niños de áreas tugurizadas abandonan la escuela por los costos adicionales de compra de uniformes e incluso de materiales para escribir. Pero realmente se presta muy poca atención a la naturaleza de la educación disponible para los niños de esas zonas. Algunas clases tienen hasta 100 estudiantes por maestro», explicó Muigai Ngugi, activista por los derechos infantiles en Nairobi.
Ngugi agregó que estos niños tienen más probabilidades de caer en abuso de drogas y alcohol, así como de participar en actividades delictivas al inicio de la adolescencia, a causa del ínfimo control que sobre ellos ejercen los adultos.
Y aunque muchos países africanos han reducido drásticamente las muertes de menores de cinco años, la proporción es más alta en los tugurios.
Esto se debe a que, según Unicef, las mujeres de esos asentamientos carenciados son más proclives a cesar el amamantamiento de sus bebés que las residentes en zonas rurales, exponiéndolos a riesgos de salud e incluso a la muerte antes de su quinto cumpleaños.
En Kenia se registran 77 muertes por cada 1.000 nacimientos de bebés vivos. Sin embargo, pero en las zonas urbanas marginales de este país la relación es de 151 a 1.000. Las principales causas de estas muertes son la neumonía y la diarrea. Ambas enfermedades se pueden prevenir.
«Unicef insta a los gobiernos a otorgar a los niños un lugar central en los procesos de planificación urbana, y a ampliar y mejorar los servicios para todos», señala la agencia. El entorno en el que vive la infancia determina en buena medida su bienestar. Urge incorporar sus necesidades y prioridades a los esfuerzos para mejorar viviendas, infraestructura, seguridad y gobernanza, agrega.
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