Fuente: “Nietzsche, un siglo después: Filosofía y política para el nuevo milenio” (Ensayo de Hernán Montecinos, III capítulo, Editorial Universidad de Santiago, año 2002)
«La llamada relación de Nietzsche con
el Nacionalsocialismo es un cuento lamentable.
Lamentable, por la bajeza de la gesticulación,
por la mezquindad de los espíritus y por
la absoluta falta de nivel de toda aquella ostentación».
(“Malentendidos de una vida filosófica”, Richard Wisser)
PREPARANDO EL ESCENARIO
Erich Fromm, en su oportunidad, refiriéndose a la doctrina de Carlos Marx, señalaba: “una de las ironías peculiares de la historia intelectual es el que no haya límites para el mal entendimiento de las teorías aún en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes» (“Marx y su concepto del hombre”). Ahora bien, si este juicio lo hiciéramos recaer hoy, sobre todo lo que se ha dicho respecto del pensamiento y obra de Nietzsche, sin duda, tal juicio adquiriría una mayor significación aún.
Lo dicho, porque la crítica filosófica se ha acostumbrado a atribuirle a sus ideas determinados supuestos, lo que llevó en su momento a Erich Podach a decir: «Nietzsche, en su vida y obra, ha sido la figura más falseada y desenfocada de la historia de la filosofía contemporánea» y, más aún -agregaría yo-, de toda la historia filosófica hasta ahora conocida. No obstante, este hecho no tendría por qué haber sorprendido al filósofo, puesto que más de una vez, el mismo anunció que sus ideas no iban a ser comprendidas bien del todo:
« ¿Nos hemos quejado alguna vez de que nos comprendan mal, de que nos ignoren, de que nos confundan con otros, de que nos calumnien, de que nos escuchen o de que apenas lo hagan? ¡Eso es precisamente lo que nos ha tocado en suerte -y lo que nos seguirá tocando mucho tiempo aún!…» (371, GC.).
En efecto, numerosos intérpretes se han encargado de postular y difundir, respecto de su pensamiento y obra, interpretaciones equívocas en tal o cual sentido, dejándose seducir por la atracción que produce su particular estilo literario, fundamentalmente, por los efectos que produce tal o cual aforismo. De ello, Nietzsche siempre tuvo conciencia, lo que queda testimoniado por las advertencias reiteradas que hace a sus lectores respecto del tema:
«Los peores lectores son aquellos que proceden como soldados saqueadores: extraen de su lectura algunas cosas que pueden serles útiles; ensucian y confunden lo restante y lo ultrajan todo» (Cit. por Richard Wisser. “Nietzsche actual e Inactual”, Vol. 2).
Así, de acuerdo al sabor que haya dejado tal o cual idea, o tal o cual aforismo, Nietzsche será utilizado como una especie de carta al gusto para las más dispares interpretaciones, las más de las veces a favor de todo aquello que él expresamente combatió. Por las investigaciones iniciadas por Karl Schlechta, mayormente documentadas después por Colli y Montinari, hemos llegado a saber, por ejemplo, que su hermana Elizabeth, estando aún él en vida, mediante falsificaciones en sus escritos, dio inicio a las innumerables leyendas que se han tejido en torno a su persona y su pensamiento. De otra parte, el libro“Mi hermana y yo”, atribuido a su autoría, ha resultado ser un plagio literario, y “La Voluntad de Poder”, con influencia notable en las investigaciones posteriores, ha resultado ser bro que el filósofo nunca llegó a escribir. Todo esto, sin perjuicio de los acomodos y adulteraciones de que fue objeto, en su primera edición, su último libro “Ecce Horno “.
Sin embargo, de todos los malos manejos que se han hecho sobre su pensamiento y obra, la mayor, y más conocida de todas, ha sido aquella creencia generalizada de que habría sido el inspirador filosófico del nacionalsocialismo alemán. Un supuesto atribuido a partir de las manipulaciones que los nazis hicieron de sus ideas con el fin de proveerse de un fundamento filosófico que diera credibilidad a su nefasta doctrina. Sacando de contexto unos aforismos, los propósitos político-ideológicos promovidos por los nazis lograron ser finalmente socializados al interior del inconsciente de la opinión pública. No obstante, para que esto pudiera ser posible, tuvo que llevarse a cabo toda una trama cuyos antecedentes originarios se remontan a hechos sucedidos 50 años antes del advenimiento del régimen nazi. Entre éstos, cabe mencionar dos hechos significativos: por un lado, la fundación por Bernhard Förster, en Paraguay, de la colonia “Nueva Alemania” (1887), y por otro, la fundación por parte de Elizabeth Nietzsche, del “Archivo Nietzsche” en Weimar (1893).
Encontrándose comprometido en este trabajo la desmitificación de ciertas creencias socializadas en la opinión pública, será de interés dar a conocer entretelones de estos hechos que derivaron posteriormente a desarrollar toda una trama para atribuir supuestos al filósofo favorables al nacionalsocialismo alemán y que, por cierto, éste nunca jamás se planteó como horizonte ni político ni ideológico.
BERNHARD FÖRSTER
«…Un amigo nuestro, el Dr. B. Förster estuvo recientemente aquí: está lleno de un entusiasmo sin límite hacia las aspiraciones wagnerianas. Disfrutamos enormemente ora en comparación, ora en auto negación heroica, cristianismo, heroísmo, vegetarismo, cuestiones arias, colonias en el sur, etc. ¡Me resulta tan agradable todo esto, y me siento tan feliz con todas estas concepciones!…» (Elizabeth Nietzsche a Peter Gast. Hamburgo, 07.01.83).
¿Quién era Bernhard Förster y qué importancia tuvo para lo que habría de ser la mayor impostura del pensamiento de Nietzsche? El que llegaría a ser el marido de la hermana del filósofo ejercía desde el año 1870 como profesor en la escuela de Bellas Artes y en un instituto de Berlín. Obligado a abandonar su puesto docente a causa de sus actividades antisemitas, viajó al Paraguay para estar de regreso en Alemania en la primavera del año 1885. De vuelta fundó una cooperativa de colonización y se dedicó a reclutar emigrantes para regresar al Paraguay y establecer allí una empresa colonizadora.
Es en el año 1876 cuando Elizabeth conoce a Bernhard en Bayreuth, quedando desde un principio influenciada por las ideas germánicas y antisemitas de éste. Y aunque ya abrazaba dichas ideas, fue el fuerte carácter de Bernhard lo que la influyó para que sus posiciones en tal sentido se radicalizaran. Estableciéndose una mutua atracción entre ambos, pronto el romance no se hizo esperar, comprometiéndose el uno al otro el año 1883. En un comienzo, el que iría a ser su cuñado no le resultó del todo antipático a Nietzsche, pues veía en las ideas de éste una visión específicamente alemana, en la cual él mismo se había encontrado comprometido en su juventud. Sin embargo, a poco andar, su distanciamiento de él empezó a hacerse cada vez más notorio, fundamentalmente, por la radical posición antisemita de éste, cuestión que a esas alturas a Nietzsche le llegaba a resultar insoportable.
En efecto, a pesar de no serle desconocido el antisemitismo, aún más, encontrándose familiarizado con tal postura por sus estrechas relaciones con el círculo de Wagner, sin embargo, dicha cercanía no había dejado de ser superficial, en cuanto vinculación dentro de un ámbito puramente intelectual. Con Förster, en cambio, se encontró involuntariamente empujado a una proximidad con la rama práctico-política del antisemitismo, lo que le permitió comprender en su verdadera dimensión los alcances que comportaba tal postura. Se tienen antecedentes de que Förster, siendo wagneriano, habría sido, probablemente, el primero que, en determinadas conferencias, habría hecho referencias hacia Nietzsche como simpatizante antisemita; a lo menos, así se lo cuenta el propio filósofo a Overbeck en marzo de 1882. Nietzsche, al parecer, a partir de ese hecho empieza a tomarle distancia a su cuñado precisamente, por esa licencia que se había tomado de comprometerlo con algo a lo que él ya había empezado a despreciar.
Förster, además de wagneriano era un naturista fanático, que luchó denodadamente en contra de la vivisección y en favor del vegetarianismo. Sin embargo, en su trabajo ideológico y político es donde pone toda su energía, haciendo del nacionalismo alemán y el antisemitismo fuente de todas sus actividades y preocupaciones. Como antisemita lo vemos participando activamente en el grupo de los “Siete alemanes” por cuya iniciativa en Abril de 1881 se le hizo entrega a Bismarck de una solicitud con 267.000 firmas pidiendo la eliminación de los judíos de los cargos públicos y de los sistemas de enseñanza. Con el mismo grupo fundó el “Partido del pueblo alemán“, el cual, explotando la reciente desilusión provocada por la crisis económica en Alemania incentivó el nacionalismo y antisemitismo a través de todo el territorio: «Solamente unidos todos -decía- podremos derrotar la plaga judía».
Para sus propósitos político-ideológicos, el círculo de Wagner resultó a Förster un lugar muy apropiado; siendo Wagner una personalidad cultural influyente en Alemania, no habría de pasar mucho tiempo para que Förster quedara encandilado con la magia que brotaba de sus palabras. Y mientras Bernhard se entusiasmaba con Wagner, Elizabeth, veía en su mujer, Cósima, el símbolo de lo que la mujer alemana podía realizar. Pero, para lo que al caso importa, Förster quedó influenciado por un escrito de Wagner del año 1880, titulado “Religión y arte“. Un escrito en que el músico reivindica la necesidad del establecimiento de una colonia puramente alemana en Sudamérica, en la que ciertamente los judíos se encontrarían proscritos. Tal idea sería el origen de lo que más tarde Förster haría en Paraguay fundando la colonia “Nueva Alemania “. Por cierto, no una colonia cualquiera, en cuanto sus propósitos estaban bien definidos: una colonia que sirviera como Estado de reserva cuando la Alemania del viejo mundo cayera alguna vez en manos de los rusos, los judíos o los romanos.
Alentando esta empresa, Elizabeth dirá: «Encuentro a Fritz cada vez menos comprensivo. Querría que compartiese las ideas de Förster, sus ideales que harán a los hombres mejores y más felices si son promocionados y llevados a la práctica. Algún día Förster será elogiado como un gran alemán benefactor de su pueblo». No obstante, a esas alturas, Nietzsche dejaba oír sus lamentaciones: «Ese maldito antisemitismo es la causa de una profunda brecha entre mi hermana y yo». Efectivamente, un abismo insondable se había abierto entre ambos hermanos y, tanto fue así, que el día que ésta se casó con Bernhard (22.05.85), Nietzsche se negó a asistir a la boda; sus diferencias eran ya insalvables:
«Es doloroso para mí oír la voz de mi hermana. Soy la víctima de su despiadado deseo de venganza. No hay ninguna posibilidad de reconciliación con esa gansa vengativa y antisemita».
Por eso, cuando Förster y Elizabeth partieron en su aventura colonizadora a Paraguay, Nietzsche pareció respirar aliviado, como sacándose un gran peso de encima.
LA NUEVA ALEMANIA
Nos encontramos en el momento en que los planes colonizadores de Bernhard y Elizabeth están en pleno apogeo. Por medio de una difundida propaganda empiezan a reclutar seguidores para su empresa; como principal requisito se exigía que sus participantes fueran de raza aria de cuya pureza no pudieran existir dudas. Al cabo de un año lograron reclutar a un grupo de pioneros pobres. El día de la partida (15.02.87), una gran multitud se apostó en los muelles del puerto de “Hamburgo”; Nietzsche se negó a estar presente el día de la despedida, no obstante, se daba cuenta de que, a pesar de sus diferencias con su hermana, la extrañaría.
«He perdido a mi hermana, estamos irremisiblemente separados, las ideas de mi cuñado por las que está dispuesta a vivir y a morir son mucho más extrañas para mí que el mismo Paraguay».
A bordo del vapor “Uruguay “, el viaje duró más de un mes en un agotador y caluroso viaje. En las “Bayreuther Blatter”, el 02.05.87, se registra un artículo de Förster relatando impresiones sobre las vicisitudes del viaje: «Hemos hecho nuestra entrada solemne en la nueva región». Sin embargo, pese al entusiasmo de Förster, al llegar al lugar elegido, los colonos enmudecieron ante el paisaje inhóspito y desolador que se les presentaba a su vista; sin embargo, era ya demasiado tarde para arrepentirse y regresar.
A los lugareños sólo se les permitió el acceso como sirvientes y trabajadores, quedándoles prohibido establecerse en el campamento y en sus alrededores más inmediatos. Desde un principio, Elizabeth y Bernhard mostraron predilección por toda clase de parafernalia; así lo demuestran crónicas y cartas de la época. Nietzsche, por ejemplo, por cartas de su hermana se entera de que en la ceremonia de inauguración «se habían hecho disparos al aire con armas de fuego, que había habido caballos adornados, que la gente se alineaba a las puertas de sus casas para regalarles flores y cigarros y que le pedían a Elizabeth que bendijera a sus hijos. Se pronunciaron discursos, se recitaron poemas y hubo una procesión que pasó bajo un arco triunfal. A todo esto siguió un desayuno de festejo» (Cit. por Lesley Chamberlain. “Nietzsche en Turín»). En sus notas, Elizabeth escribirá: «Finalmente, puse pie en el suelo de la “Nueva Alemania “, con un discurso de bienvenida un colono alzó su copa y gritó: larga vida a la madre de la colonia, lo que alegró mi corazón».
Desde el momento de su llegada, el matrimonio Förster se asignó privilegios, tanto en lo referente a su alimentación como a la misma residencia que se mandaron a construir. Elizabeth, mostrándose soberbia y altanera, siempre presumió de la gran cantidad de sirvientes y trabajadores que se encontraban a su disposición. Pese a la pesada carga de trabajo, se hacía tiempo para escribir notas tras notas: «Qué oportunidad estamos ofreciendo a los trabajadores alemanes que malgastan sus vidas en pobreza, enfermedades y desesperanza en muchas partes de la vieja Patria. Qué idílico cuadro hemos creado, nada es extranjero aquí, todo es casero y alemán».
A los pocos meses, los colonos empezaron a darse cuenta de lo serio de su situación; contrajeron enfermedades incurables y la nube de insectos de la selva era una constante amenaza a su salud y a sus propias vidas. El suelo arcilloso y seco, imposible de arar, obligaba a los colonos a vivir de una dieta de yuca, lo único cultivable en clima tan duro. Muy pronto el ánimo empezó a declinar. Förster había elegido una posición tan alejada de la civilización que el establecimiento de la colonia se hacía prácticamente inviable; al borde de la hambruna, y cada vez más desesperados por el aislamiento, los colonos empiezan a mostrar su descontento, sobre todo, volviéndose en contra de Elizabeth, quien los trataba con aire superior de ama. Esta, sin parecer darse cuenta de lo serio de la situación, seguía escribiendo una intensa propaganda: «Cuando limpiamos los bosques con el sudor de nuestra frente, preparando el fértil suelo para su cultivo, sentimos en nuestros corazones que es precisamente este tipo de trabajo el que nos hace los herederos espirituales de Ricardo Wagner».
Pese a los esfuerzos de los esposos Förster, los problemas se van haciendo cada vez más insoportables, agravado todo ello por la fuerte deuda contraída por Bernhard para el financiamiento de su empresa colonizadora. Presionado económicamente deja los asuntos coloniales en manos de Elizabeth para regresar a Alemania en una desesperada búsqueda de dinero. Pero ya todo esfuerzo parecía inútil para salvar a la colonia de un desastre; muchos empiezan a desesperarse, lo que obliga a los esposos Förster a poner mano de hierro para que no cundiera la indisciplina. En una situación insostenible, algunos colonos lograron abandonar la colonia, pero, a la vez, otros nuevos lograron ser reclutados. Uno que regresó a Alemania escribió un libro detallando las barbaridades y abusos de la pareja, revelaciones que empujaron a Förster a una fuerte depresión. Un día, abandonando inesperadamente la colonia, se fue a ahogar sus penas al hotel “Del Lago“,cerca de Asunción; la camarera del hotel encontraría su cadáver en su habitación: se había envenenado con una mezcla de estricnina y morfina (03 .06.89).
La noticia de la muerte de Förster fue un segundo gran golpe para Elizabeth que acababa de recibir noticias relacionadas con la pérdida de lucidez de su hermano. Junto a una explosión de energía creativa, el cerebro de Nietzsche había colapsado. Esta nueva situación le vino muy a propósito para desembarazarse de la colonia en el momento de su mayor crisis. Al llegar a la estación de Naumburg, ante sus ojos un patético espectáculo: Nietzsche junto a su madre saludaba a su hermana sin reconocerla.
Atrás había quedado la colonia, la que hasta hoy ha cambiado muy poco. La “Nueva Alemania“, inviolada por la civilización moderna, tiene muy poco contacto con el mundo exterior. Sus calles aún mantienen el nombre de la mujer que la cofundó. La gente que hoy ahí permanece sigue viviendo la misma vida que la de los campesinos alemanes del siglo XIX, y no saben nada de la moderna Alemania. En una zona escogida por su aislamiento, rodeada de una espesa selva y rápidos ríos, la colonia se encuentra sellada para el mundo, fosilizada en el tiempo. Los pocos alemanes que quedan allí se encuentran todos emparentados; para ellos, la lucha no es sólo por la supervivencia, sino también para conservar su identidad racial y cultural. La historia de la “Nueva Alemania” se ha transmitido de generación en generación. Su racismo se ha desplazado desde los judíos, con los que no han tenido contacto desde hace más de cien años, hasta los paraguayos que viven cerca del lugar. El primer proyecto de Elizabeth había concluido, una nueva etapa estaba por comenzar:
«Ahora debo decir adiós a los asuntos coloniales, otra gran tarea vital reclama mi tiempo y mi energía, el cuidado de mi único y querido hermano, al filósofo Nietzsche, la protección de sus obras, y la descripción de su vida y de su pensamiento».
EL ARCHIVO NIETZSCHE
El año 1893, ya sin lucidez el filósofo, su hermana Elizabeth decide que sólo ella podía administrar sus ideas y escritos, para cuyo propósito funda el “Archivo Nietzsche “. Pretendiendo inmortalizarlo de acuerdo a sus propias ideas llegará a decir: «Tengo el deber de defender, de enmendar las faltas y de representar los hechos y experiencias de la vida de mi hermano con la más escrupulosa exactitud, puesto que nadie estuvo tan cerca de él como yo».
Gracias a su perseverancia, poco a poco, logra hacer que sus libros se empiecen a vender y que su nombre sea reconocido, no sólo en Alemania, sino también en el resto de Europa. Como nunca antes, hizo que las ediciones de la obra de su hermano empezaran a conocer el éxito y, como sacerdotisa principal del culto a Nietzsche, su propia fama también empezó a crecer, la que se acrecentó más aún después del fallecimiento de su hermano (1900).
Años más tarde, durante el transcurso de la “1° Guerra Mundial” la fama de Nietzsche era innegable; como vivo testimonio han quedado las imágenes de los jóvenes wandervogel, los que antes de partir a batalla guardan en sus mochilas el libro “Así hablaba Zaratustra“. Durante la guerra, Elizabeth reavivará sus ideas nacionalistas de antaño, comprometida en una exhortación a la nación alemana para que participara en la guerra: «Es un gran reto para los alemanes el levantarse y luchar. En cada alemán hay un luchador sin importar a qué partido pertenezca y este guerrero interior surge cada vez que la patria se siente amenazada». No habiendo considerado la posibilidad de la derrota, cuando ésta se produjo mostró una gran contrariedad: «No pude soportarlo, nuestras tropas en el frente eran invencibles, pero nuestros estúpidos guardias tontos e infantiles, han apuñalado a nuestros valientes soldados por la espalda. Alemania ofrece un espectáculo deplorable. Cada día quisiera morir».
Después de la derrota, los esfuerzos publicitarios de Elizabeth no cesaron, encontrando gran receptividad en importantes figuras políticas que anunciaban ya el advenimiento del nuevo régimen nazi. Y no sólo logró la difusión masiva de los libros de su hermano, sino también, ella misma logró ocupar un puesto destacado en el campo de las letras con sus propios escritos; el año 1923, logra ser nominada, por tercera vez, al Premio Nóbel de Literatura convirtiéndose, de este modo, en la principal letrada de Alemania.
La reivindicación del nombre de su hermano tuvo tal éxito que logró, incluso, que su nombre y fama traspasara las fronteras alemanas, atrayendo la atención del mismísimo Benito Mussolini, a quien Elizabeth consideraba como el Nuevo César de Italia: «Ya no puedo privarme de expresar mi admiración por Mussolini. El no sólo es el gobernante preeminente de Europa, sino del mundo entero. Mi hermano habría sentido gran orgullo de admirar a este hombre maravilloso, un hombre alegre, poderoso y triunfador que le ofrece al hombre la esperanza de la salvación».
Con regularidad supo mantenerse en contacto con el dictador italiano llegando, en febrero de 1932, a montar en Weimar una obra escrita por éste. Impedido Mussolini de asistir, sin embargo, como contrapartida, esa noche logró conocer al hombre que ejercería una gran influencia sobre su vida y sobre la reputación de su hermano: Hitler entraba a su palco privado obsequiándole un enorme ramo de rosas. Cuando Hitler asumió al año siguiente el poder, Elizabeth se encontraba llena de júbilo: «Estamos ebrios de entusiasmo por tener a la cabeza del gobierno a un hombre tan maravilloso, a una persona fenomenal, a nuestro Canciller Adolfo Hitler. Al fin hemos encontrado a esa Alemania que durante siglos nuestros poetas han descrito anhelosamente en sus poemas y a la cual todos hemos estado esperando». Pocos meses después, en un nuevo encuentro con Hitler, dirá: «Fue en el Teatro, en una representación de Tristán e Isolda, en honor al aniversario de la muerte de Wagner, que tuve la gran fortuna de mantener una conversación personal con nuestro maravilloso Canciller».
Hitler, dándose cuenta del valor propagandístico que el Archivo podía brindarle, comienza a visitarlo asiduamente, lo que hace caer a Elizabeth en un gran entusiasmo: “Si mi hermano lo hubiera conocido su más grande deseo se hubiera hecho realidad. El cambiará a Alemania por completo, pero debemos de ser pacientes. Lo que más me agrada de Hitler es su simplicidad y naturalidad. El no quiere nada para sí mismo, sino todo para Alemania. Lo admiro profundamente».
Para los nazis, las ideas de Nietzsche les vienen muy a propósito para el esquema de su programa; Hitler y Goebbels se encontraban empeñados por sacar a luz todo lo que consideraban lo mejor de la cultura alemana y destruir todo aquello que consideraban decadente. Los libros de los autores considerados decadentes fueron incinerados salvándose los libros de Nietzsche de caer en las llamas; por el contrario, fueron colocados junto a las biblias del nazismo. Así, los escritos de Nietzsche, quien había sido el más mordaz exponente contra el antisemitismo, fueron utilizados para respaldar los decretos más abominables en contra de los judíos. Elizabeth llegará a decir: «El lazo que une a Nietzsche con el nacionalsocialismo es el heroísmo que existe en su alma».
A esas alturas, Elizabeth se daba el lujo de contar con dos patrocinadores importantes: Hitler y Mussolini; cuando éstos se reunieron en Venecia, el 14 de junio de 1934, creyó oportuno enviarles el siguiente telegrama: «El espíritu de Nietzsche envuelve este encuentro entre los dos gobernantes más importantes de Europa». Ambos dictadores agradecieron sus elogiosas palabras reconociendo que habían sentido la presencia espiritual del filósofo, confesando su veneración por Nietzsche y el respeto hacia ella como custodio de su filosofía.
A los 88 años, Elizabeth ya era tema frecuente de conversación entre los dos líderes. Hitler, abriendo una vez más espacio en su agenda la visita en el Archivo. De este encuentro, un observador dejó sus impresiones: «Así como en pasados tiempos una abnegada madre le hubiera dado la bienvenida a su hijo, bajo la sagrada llama de una sacerdotisa vigilante, nadie que lo haya presenciado olvidará nunca cómo el hombre a quien el mundo entero ve con el más agudo interés, saluda a la dama mientras ambos permanecían de pie bajo la radiante luz del sol». Elizabeth, para congraciarse con Hitler; obsequia al Führer el bastón de Nietzsche y una copia antisemítica que Förster le había presentado a Bismarck 50 años atrás.
Para 1935 su salud empeoraba. Tras la operación de uno de sus ojos, le escribió al Führer contándole que había releído su libro “Mi lucha” durante su convalecencia: «Esas poderosas y profundas percepciones y consideraciones sobre la nueva creación del carácter alemán se apoderaron de mí. Le aconsejaría a cualquier inválido sumergirse en este maravilloso libro y encontrar la fuerza y el valor para luchar contra las adversidades del destino».
Sin embargo, Elizabeth consideraba que había una persona que no había recibido aún el reconocimiento por sus servicios a la patria; decide influir en el Führer para reparar tamaña injusticia; Förster estaba a punto de ser elevado a una posición importante dentro de la mítica historiografía nazi. Hitler, en reconocimiento de que medio siglo atrás ella y su esposo habían puesto en práctica las ideas del racismo ario, envía emisarios al cementerio de la selva paraguaya donde éste había sido enterrado en 1889. Elizabeth lograba así el reconocimiento hacia su esposo por el trabajo de toda su vida a favor del nacionalismo y antisemitismo.
Al fallecer Elizabeth (09.11.35), Hitler tomó su lugar al pie del ataúd. Uno de sus lugartenientes leyó el discurso ceremonial: «Usted, mi Führer, nos ha infundido un gran respeto y admiración por esta gran mujer alemana, a quien la eterna providencia se ha llevado para reunirla con su incomparable hermano, el buscador de la verdad, el profeta de la lucha, el heroico y eminente Friedrich Nietzsche. La Alemania socialista nacional protegerá con eterno agradecimiento, el importante legado intelectual del gran filósofo Friedrich Nietzsche. El y su hermana han pasado a la inmortalidad».
La inmensa sombra de Elizabeth y la representación fraudulenta de la filosofía de su hermano, llegaron a engañar a los más reputados intelectuales de la época, los que no pudieron dejar de sustraerse a las imposturas y malinterpretaciones hechos sobre su vida y obra por Elizabeth. La influencia de las malinterpretaciones de ésta y las del Archivo Nietzsche fueron de tal alcance y magnitud, que llegaron a afectar hasta los mismos procesos judiciales de Núremberg; tal fue así, que el fiscal francés durante el juicio en su condena llegará a exclamar: «Si es cierto que las razas superiores deben exterminar a la gente subordinada y decadente, entonces, qué métodos de exterminación usaran para intimidarlos; esto era la moralidad de la inmoralidad, el resultado de la más pura enseñanza de Nietzsche».
SUPUESTOS POLÍTICOS
Fue Alfred Baumler quien, el año 1931, descubriendo la filosofía de Nietzsche, concluye desde allí interpretaciones que sirvieran a los fundamentos teóricos de la doctrina nazi. Las dificultades que representaban los juicios anti alemanes del filósofo fueron eliminados bajo el fundamento de que: «Nietzsche lucha contra el Reich, no porque sea alemán, sino porque es alemán y cristiano. Piensa en una forma más audaz y ambiciosa de ser alemán: Alemania debe volver a dominar a Europa». Así, por voluntad de Baumler, Nietzsche ya no pertenecerá más al Occidente, pasando a ser el Sigfrido del Norte Germánico, el espíritu nórdico y pertenecerá al espíritu de la Gran Guerra: «La creadora de una Europa que sea algo más que una colonia romana, sólo puede ser la Alemania nórdica, la Alemania de Holderlin y Nietzsche».
A su vez, Alfred Rosenberg, a cargo de la educación e instrucción intelectual del partido nazi, sin encontrarse del todo convencido de los ajustes de las ideas de Nietzsche con el espíritu alemán, no tendrá reparos en eclipsar sutilmente a Nietzsche en su libro “El mito del siglo XX”, mencionándolo con marcada hostilidad, en los siguientes términos: «Bajo la bandera de Nietzsche se alinean los rojos estandartes y los predicadores nómadas del marxismo. En su nombre tuvo lugar la contaminación de razas, con la intervención de todos los sirios y negros». Sin embargo, a pesar de sus aprehensiones, pudieron más las necesidades políticas del régimen, terminando por acomodar la ideología nazi de modo que ésta apareciera impregnada de una atmósfera nietzscheana.
No obstante, para ajustar las ideas del filósofo a los requerimientos del régimen nazi, necesariamente tenía que existir una gran dosis de ignorancia respecto del significado de sus ideas, lo que queda al descubierto en el momento de revelarse los verdaderos entretelones que originaron tan burda trama. En efecto, Carl August Emge -quien había sido director del Archivo- pone al descubierto esta impostura diciendo que ni a Hitler ni a Rosenberg jamás nunca se les había ocurrido formularle la menor pregunta sobre Nietzsche, expresando al respecto el siguiente juicio: “Estos frutos tan ridículos no son los frutos por los que se puede conocer a Nietzsche». Y no deja de tener razón, si se considera que Hitler en su libro (“Mi lucha”) no menciona ni una sola vez a Nietzsche.
A Benito Mussolini también le cabe cierta responsabilidad en lo que respecta a los supuestos de que fue objeto el pensamiento de Nietzsche, al confesar que sus ideas habían sido influenciadas por éste. Efectivamente, Mussolini se encuentra con la obra del filósofo en 1908, en Suiza, con ocasión de su exilio. Sintiéndose incomodado en la estructura del partido socialista, demasiado burocratizado y poco abierto para pensar, ve en la obra del filósofo la posibilidad de desesquematizar su pensamiento; lo atraía el poderoso lenguaje de Nietzsche, cuando en “Así hablaba Zaratustra “, hace referencia a un “Superhombre “, un hombre que pasa por encima de las instituciones para lograr sus fines. Sin embargo, a diferencia de Hitler, hay que reconocer en Mussolini, que estuvo siempre atento a los problemas filosóficos e intelectuales, los que seguía y estudiaba con gran interés. Imbuido en este espíritu, ve en Nietzsche un pensamiento liberador que se aviene muy bien con su carácter por su resistencia a los planteos esquemáticos y puramente intelectualistas que se encontraban en boga. Para él, la figura del“Superhombre “, fuerte, libre y crítico, transformador de un mundo lleno de tediosa inmovilidad, es lo que permite hacer de la política contingente y corrupta un acto de la “Gran Política “: «No se sorprendan si de cuando en cuando introduzco intersticios literarios en el tratamiento tan árido de esta materia para aligerarles el deber como escuchas, pues porque yo, como discípulo de Federico Nietzsche, polaco-germánico, he aprendido de él que en las cosas difíciles es necesario proceder con paso cauto pero ligero» (discurso en la Cámara de Diputados, 1934).
En este mismo sentido, evocando episodios de la primera guerra mundial, llegará a referir la siguiente relación: «…entonces elegí el mar Mediterráneo y a Nietzsche como mi gran aliado». Y rubricará: «Alemania ha regalado al mundo a los dos más grandes espíritus del siglo: Goethe y Nietzsche». Incluso, llega a elaborar un escrito dedicado al pensamiento del filósofo, bajo el título “La filosofía de la fuerza“.
Hitler, en cambio, a diferencia de Mussolini, desconocía el pensamiento filosófico de Nietzsche eludiendo referirse a él, a menos que fuera para valerse de ciertas frases sueltas que, tomadas fuera de contexto, pudieran ser usadas para propósitos de la ideología nazi. Por las investigaciones hasta ahora conocidas, todo parece indicar que Hitler no conoció la obra de Nietzsche e, incluso, que ni siquiera leyó una palabra de sus libros.
Por fortuna, una vez derrotado el régimen nazi, el armado de este fraude se viene estrepitosamente abajo. Y no podía ser de otro modo, del momento que sabemos que Nietzsche fue enemigo declarado del Estado y de los modernos movimientos de masas; paradójicamente, el fascismo hizo del Estado objeto de su adoración, y de los movimiento de masas el centro de su fuerza.
IMPOSTURAS LITERARIAS
En julio de 1945, cuando el “Ejército Rojo” se hizo cargo de la ciudad de Weimar, ésta se encontraba convertida en un centro de propaganda nazi, cuyo centro lo ocupaba el“Archivo Nietzsche“. Desde 1947, el Archivo pasa a formar parte de los lugares de conmemoración e investigación de la literatura clásica alemana. No obstante, es sólo a partir del año 1954, cuando éste fue reabierto para la investigación de todos sus documentos; desde entonces, se empieza a contar la historia de cómo se habían modificados los escritos de Nietzsche para confundirlo con los propósitos del régimen nazi. El genio que estaba detrás de ello, había sido nada menos que su hermana.
En efecto, el primer objetivo de Elizabeth, estando en vida aún su hermano, era tener acceso a sus escritos para manejarlos a su voluntad y arbitrio. Nietzsche, incapaz de sostener a esas alturas un pensamiento lúcido, se dejó llevar por los deseos de su hermana. Pero, siendo muchas sus diferencias, los propósitos de Elizabeth requerían de un gran esfuerzo, sobre todo, ante el hecho de que sus ideas sobre temas fundamentales, eran aborrecidas por el filósofo (cristianismo, moral, nacionalismo, antisemitismo, etc.). De las diferencias entre ambos, existe bastante documentación que así lo corrobora:
«Mi hermana ha descargado con toda su energía la hostilidad de su naturaleza en contra mía… Se ha desligado formalmente de mí, por el asco que le produce mi filosofía y porque yo amo el mal mientras que ella ama el bien… » (EN a Paul Rée, posiblemente el 15.09.82).
«…Querer a mi hermano, admirar su obra constituía el deber de mi vida y su centro; cierto que el amor ha quedado pero ya no puedo hacer nada por él: he perdido la fe en los efectos positivos de su filosofía…» (Elizabeth a Peter Gast, Naumburg, 07.01.83).
«Personas como ella tienen que ser irreconocibles adversarios de mi manera de pensar y de mi filosofía. Así lo quiere la naturaleza eterna de las cosas…» (F.N. a su madre, Niza, febrero de 1884).
«»¡Cielos! mi antisemitismo fue hasta ahora un pensamiento tan benigno y pacífico que todos mis amigos sentirán un asombro profundo al saber que éste ha podido ser la causa de nuestra separación. .»(Elizabeth a Peter Gast, Naumburg, 26.04.84).
Al tenor de estas notas se evidencia que la separación entre ambos, no fue sólo por el antisemitismo que ésta profesaba, sino, más bien por las profundas diferencias de opinión que ésta tenía respecto del pensamiento filosófico de su hermano. Decidida a borrar esta imagen se afana por aparentar una comunión de ideas con las de su hermano, para cuyo efecto recurre a ardides no muy santos, entre otros, adulterando cartas elogiosas que él había escrito a otras personas; con simples borrones y raspaduras parecía fácil opacar sus diferencias. Mas, Elizabeth ignoraba que algunos destinatarios conservaban algunas copias facilitando así, más tarde, el descubrimiento de sus falsificaciones. Afanada en este mismo propósito, en una popular biografía sobre su hermano, introdujo inexactitudes para demostrar la intimidad de su relación con éste: «Nunca en nuestras vidas nos dijimos una sola palabra ruda». Pero, es el caso que, primero, en la biografía que publicó, y luego, en las cartas seleccionadas, sólo dio a conocer lo que de alguna manera respondía a la leyenda creada por ella. Incluso, el año 1889, su madre, que podía como nadie leer la ilegible caligrafía de su hijo, descifra las modificaciones introducidas a un fragmento de los “Ditirambos a Dionisos”; en dicha modificación, la calma se convierte en voluntad y la soledad pasa a ser un ring de boxeo, en el que el culto enfermizo a la voluntad se reduce en palabrería altisonante (Cit. por Richard Wisser. “Malentendidos de una vida filosófica”).
Así y todo, la mayor impostura literaria conocida es la publicación, bajo las órdenes de Elizabeth, de un libro hasta entonces no conocido, bajo el título «La voluntad de poder». Este libro se tuvo como la obra fundamental del filósofo sirviendo de guía para los investigadores de la época. Pero, contrariando la costumbre de entonces, Karl Schlechta ya no considera dicha obra en la suya, al contrario, nos entrega la prueba según la cual la obra citada no ha existido nunca. La colección de aforismos publicados a instancias de la hermana, no contiene nada de lo que el lector de las obras publicadas por el propio Nietzsche no conozca o pudiera haber ya conocido. En efecto, Nietzsche anunció reiteradas veces su intención de publicar una obra que incluyera la totalidad de su pensamiento filosófico. Pero es el caso que, en su momento, desistió de tal proyecto. Tal es así, que parte de las notas acumuladas para dicha obra, fueron incorporadas en el “Ocaso de los ídolos”, en “El Anticristo” y otros textos. Sólo a Schlechta le tocó la suerte de acabar con la leyenda de la obra fundamental del filósofo, señalando al respecto: «Quien se decida por la hermana de Nietzsche se decide en contra de Nietzsche». La voluntad de poder, no sólo debe su origen a un malentendido, sino a la completa ignorancia de la señora Förster con respecto a la obra y a la filosofía de su hermano. Encontraba la falta de una obra capital y sistemática; la necesitaba, y como no la encontró, la inventó».
Con el libro “Ecce Homo” pasó algo similar. Siendo un libro que efectivamente escribió Nietzsche, su publicación posterior, 20 años después de haber sido escrito (1908), tuvo que pasar por no pocas desventuras. En efecto, Elizabeth, teniendo conocimiento de la existencia de este libro, lo rescató de manos del editor por mediación de Peter Gast. Sin embargo, éste, al leerlo, antes de entregárselo, le recomendó que destruyera el original por lo insolente de su contenido. Elizabeth, no haciendo caso de la recomendación, lo mandó a publicar con las debidas correcciones, eliminándole todo aquello que resultara molesto, en especial, los insultos contra ella y su madre. Y en lo que al caso importa, el título original que ella tenía en su poder, no incluía el título 3 denominado “Por qué soy tan sabio“, ello porque Nietzsche había enviado un nuevo original a su editor, y el que éste entregó, incluía el título que había sido tachado por el filósofo. Así, Elizabeth no tenía en su poder el total del original, y si pensamos que lo que tenía fue acondicionado a sus exigencias, tenemos otro dato de falsificación literaria. Sólo a partir de 1969, se tiene una edición del original tal cual lo escribió el filósofo. Ello, debido a que la reapertura del Archivo permitió hacer una edición de las obras completas de la obra de Nietzsche de acuerdo a las auténticas notas originales dejadas por éste. Una reconstitución que debemos a los esfuerzos de dos investigadores de excepción: G. Colli y M. Montanari.
Sin embargo, el engaño literario no se detiene ahí, porque el libro “Mi hermana y yo“, atribuido a su autoría, no figura en ninguna de las ediciones completas y en ninguna bibliografía que se precie de ser seria. Sin duda, un plagio, porque nadie ha podido ver el original para poder avalarlo; y si bien no hay pruebas, existen antecedentes de que el autor del plagio habría sido un tal George Plotkin, un falsificador profesional; a lo menos, así lo asegura el prestigioso profesor de la Universidad de Princeton, Walter Kaufmann, quien habría conocido a Plotkin y escuchado de su propia boca la confesión de éste antes de morir.
Por cierto, Nietzsche habría quedado asombrado sobre la forma en que sus ideas han sido mal usadas. Convertido en herramienta para uno de los movimientos masivos más abominables de la historia, con la reapertura del “Archivo Nietzsche” tal trama ha quedado al descubierto; sólo desde entonces el filósofo ha podido quedar libre para hablar por sí mismo:
«… Os conmino a que os perdáis y a que os encontréis a vosotros mismos: porque sólo cuando todos me hayáis negado, regresaré a vosotros…» (Prólogo. EH).
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