Análisis de Luis del Pino: Lo primero que hay que aclarar es que el Rey no ha abdicado. Lo que ha hecho es comunicar a Rajoy (y a todos los españoles) su decisión de abdicar, no suabdicación. Y esa distinción es importante, como luego veremos. Así pues, a fecha de hoy, DonJuan Carlos I sigue siendo Rey de España, y no sabemos con exactitud hasta cuándo.
¿Por qué el Rey anuncia precisamente ahora su decisión de abdicar? ¿Y por qué no ha puesto fecha a esa abdicación?
Para responder a esas preguntas, y entender qué está pasando, les invito a fijarse en dos detalles ciertamente llamativos de lo que ha sucedido hoy:
1) La extremada precipitación con la que se han desarrollado los acontecimientos. El anuncio ha sido realizado por sorpresa. Tanto es así, que ha habido que adelantar el regreso del Príncipe (que estaba fuera de España); ha habido que cancelar la comida que el Rey tenía hoy en Barcelona; ha habido que convocar de urgencia un consejo de ministros extraordinario para mañana martes; ha habido que cancelar actos que los miembros del gobierno tenían preparados… ¿Por qué tanta improvisación? Aparentemente, no tiene ningún sentido. Y menos si, como nos dicen, el Rey tenía tomada la decisión desde enero, y Rajoy y Rubalcaba la conocían desde marzo. ¿Qué es lo que ha pasado, que ha obligado a acelerar las cosas tan chapuceramente?
2) La anormalidad protocolaria del anuncio. De la misma manera que no tendría ningún sentido que la dimisión de Rajoy la anunciara la vicepresidenta Sáenz de Santamaría (sino que tendría que ser el propio Rajoy quien la comunicara a los ciudadanos), tampoco tiene ningún sentido que la abdicación del Jefe del Estado sea anunciada por alguien distinto del Jefe del Estado. El que haya sido Rajoy el que comparezca en primer lugar es algo completamente anormal, desde el punto de vista protocolario: lo normal hubiera sido que el propio Rey comunicara a los españoles su decisión de abdicar, y que después Rajoy hubiera comparecido para hacer las declaraciones que quisiera. Así se hizo en Holanda: la reina Beatriz hizo una comparecencia televisiva anunciando su decisión de abdicar, y a continuación hizo su declaración el primer ministro holandés. Y así se hizo también en Bélgica: primero habló el rey Alberto y luego el primer ministro. ¿Por qué, entonces, se invierte el protocolo normal y sale Rajoy a comparecer primero?
La respuesta a todas estas preguntas es, como vamos a ver, muy simple.
El Rey no ha puesto fecha a su abdicación por la sencilla razón de que no puede abdicar mientras no se le garantice, mediante Ley Orgánica, que va seguir gozando de la misma inviolabilidad de la que goza ahora. Si no se le garantizara esa inviolabilidad, el Rey correría el riesgo de que algún partido (por ejemplo ERC, o Bildu, o Podemos) o algún particular presentara una denuncia contra él por cualquier presunto caso de corrupción (por ejemplo, el caso Urdangarín). Y si un juez decidiera admitir una denuncia contra el ciudadano Juan Carlos de Borbón, nos podríamos encontrar con el espectáculo de un ex-Rey sentado en el banquillo.
Ni el Rey, ni Rajoy, ni Rubalcaba, van a consentir esa eventualidad. Por tanto, el Rey comunica su decisión de abdicar, pero no la materializará hasta que se apruebe, como Rajoy ha anunciado, la correspondiente Ley Orgánica.
Hasta aquí, todo normal. Pero ese procedimiento (elaboración de la necesaria Ley Orgánica que proteja al Rey, y posterior abdicación) podría haberse realizado con tranquilidad en los próximos meses. ¿Por qué, entonces, se aceleran los acontecimientos y se anuncia por sorpresa la abdicación esta mañana? Aquí es donde entran en juego las elecciones europeas del pasado 25-M.
Para elaborar esa Ley Orgánica que blinde judicialmente al ex-Rey, PP y PSOE tienen que apoyarla sin fisuras, tanto en el Parlamento como ante la opinión pública. Y si el resultado hubiera sido el que todas las encuestas preveían (descenso del bipartidismo, pero sin hundimiento), ese proceso podría haberse desarrollado tranquilamente y sin sobresaltos, en los plazos previstos: de aquí al otoño.
Pero hete aquí que el 25-M ha traído un hundimiento por sorpresa de los dos partidos mayoritarios, y que ese resultado ha provocado el anuncio de dimisión de Rubalcaba. En principio, eso no hubiera debido representar un problema, si la sucesión de Rubalcaba hubiera sido convenientemente controlada. Pero de repente, el PSOE ha estallado en pedazos, y lo que parecía una sucesión controlada se ha convertido en un proceso bastante imprevisible, en el que puede salir elegido secretario general cualquiera, y en el que el PSOE podría caer en la tentación de escorarse a la izquierda y hacia el populismo, para contrarrestar el ascenso de Podemos.
Lo cual quiere decir, claro está, que podría darse el caso de que la nueva dirección del PSOE no estuviera dispuesta a apoyar la Ley Orgánica que el Rey necesita para blindarse. Y esa es la causa de tanta precipitación: alguien se ha molestado en echar las cuentas de los días que hacen falta para tramitar una Ley Orgánica, y se ha dado cuenta de que, o se empieza a tramitar ya, o se corre el riesgo de que la ley no esté aprobada antes de que Rubalcaba pierda definitivamente el control del partido.
De ahí el anuncio sorpresa, de ahí la convocatoria de un consejo de ministros extraordinario para mañana y de ahí la premura en tramitar la Ley.
¿Y por qué esa anormalidad protocolaria, consistente en que Rajoy comparezca antes que el propio Jefe del Estado? Pues porque no estamos ante una abdicación normal. ¿Qué fue lo que hizo la Reina Beatriz de Holanda? Anunciar que iba abdicar y poner fecha a esa abdicación. Pero Don Juan Carlos I no podía hacer lo mismo, porque la suya es una abdicacióncondicionada: condicionada a que se apruebe la Ley Orgánica prometida. Una abdicación que, por tanto, no tiene fecha todavía.
Y, como el Rey no podía anunciar fecha concreta, ni tampoco hubiera quedado bien que fuera él quien enunciara la condición de abdicación, por eso ha tenido que salir Rajoy en primer lugar y encargarse él de enunciar esa condición: «… será necesario aprobar una ley orgánica específica…». Una vez dejado eso claro por Rajoy, el Rey podía salir a la palestra y hacer una declaración en la que se obviara ese espinoso asunto, y se obviara también el poner fecha a la abdicación.
Si alguien nos hubiera dicho hace dos semanas que las elecciones europeas no solo iban a provocar la dimisión de Rubalcaba, sino que también iban a precipitar la abdicación del Rey, creo que nadie lo habría creído.
Fuente: Por Andalucía Libre