Tenían el agua por el cuello y subía rápidamente. Cuando el tsunami azotó Banda Aceh en Indonesia del que este viernes harán 10 años, la familia Basyariah quedó atrapada en la planta superior de una casa.
Pero pudieron escapar de forma increíble cuando un barco aterrizó en el techo.
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Entre los techos rojos de las casas recientemente construidas en la aldea de Lampulo hay un espectáculo extraordinario: un enorme barco de pesca en la parte superior de dos casas.
La embarcación de madera de 25 metros de largo se ha convertido en una atracción popular en el circuito turístico sobre el tsunami.
Hay carteles que avisan «Kapal di atas rumah», que significa «el barco encima de la casa», y una placa da detalles de cómo el arca improvisada salvó a 59 personas.
Una de ellas es la empresaria local de Fauziah Basyariah. «Si no hubiera sido por ese barco, todos nos habríamos ahogado porque ninguno de nosotros sabía nadar», cuenta.
«La gente empezó a gritar»
Basyariah llora cuando recuerda ese día. «No mucho tiempo después del terremoto, la gente empezó a gritar que el agua del mar se avecinaba. Estábamos confundidos, pero luego vimos que el agua brotaba».
Su marido se había ido de compras en la moto, así que tomó a sus cinco hijos y comenzó a correr. No podían correr más rápido que el agua que avanzaba con velocidad, por lo que comenzó a buscar refugio en las alturas.
El terremoto había destruido una gran cantidad de edificios en su calle, pero se encontraron con una casa que estaba todavía en pie y los seis corrieron dentro y llegaron a la segunda planta.
Pero pronto se dieron cuenta que no era lo suficientemente alta. «Pasó menos de un minuto antes de que nos alcanzara el agua», recuerda Basyariah. «La primera ola era muy negra, no sabíamos si era gasolina o agua».
Luego llegó una segunda ola, aún más grande. Para entonces la familia estaba atrapada. «Flotábamos con la frente tocando el techo, el agua nos llegaba al cuello. Pensé que nos íbamos a ahogar».
A través de la ventana vieron algo extraño: un gran barco de pesca venía hacia ellos. «La gente gritaba, pero luego se quedó atorado en la parte superior de la casa y se detuvo».
Su hijo de 14 años logró hacer un pequeño agujero en el techo y salió. Sacó a su familia, uno a uno, y todos se subieron al barco. Otras personas se sumaron.
«Cuando llegué al barco, sólo recé y recé», señala Basyariah. «Dimos gracias a Dios que el barco nos había salvado, pero incluso el barco no era tan estable porque estaba lleno de agua».
Observaban impotentes cómo colapsaban todos los edificios a su alrededor con la gente todavía en el interior. «No había nada que pudiéramos hacer», explica enjugándose una lágrima.
«Aunque han pasaron 10 años desde el tsunami, cuando hablo de ello me siento como si hubiera ocurrido ayer. Me siento tan triste, nunca lo olvidaré».
Cuando las aguas retrocedieron, Basyariah y sus hijos se fueron a vivir a Beurawe pero volvían a Lampulo a buscar a sus seres queridos desaparecidos.
«No sabía dónde estaba mi marido. Ni mis padres, habían corrido, pero eran ancianos y sabía que les iba a resultar difícil escapar».
Ella nunca los encontró.
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La empresaria
Basyariah de repente se encontró teniendo que mantener a cinco hijos por su cuenta.
Durante su estancia en un refugio temporal, las agencias de ayuda humanitaria le enseñaron nuevas habilidades: cómo cultivar peces, a coser y cómo hacer pasteles. Así se le ocurrió la idea de vender bocadillos de atún seco.
Un año después del tsunami, Basyariah puso en marcha un negocio de pescado con un préstamo de 500.000 rupias (US$40).
Ahora ha vuelto a Lampulo donde apoya a su familia y emplea a un puñado de mujeres en el pueblo.
Fuera de su casa, a pocas puertas de la embarcación, las mujeres empaquetan el pescado seco frito en ajo y cebolla.
El producto se llama «Atún seco Tsunami» y tiene una imagen de la embarcación en la etiqueta. «Nos salvamos en el barco. Nos gustaría recordar esto», explica.
Turismo y educación
Unos 15 barcos de pesca quedaron varados en los techos de Lampulo tras el tsunami, pero los demás han sido retirados.
Zulfikar, el dueño de este barco, accedió a dejarlo sobre la casa como un homenaje.
El barco es venerado como una especie de arca de Noé, pero también es un recordatorio de lo que sucedió.
«Todo el mundo está tratando de aprovechar el hecho de que el barco está aquí», indica Basyariah. «Todo el mundo tiene una historia diferente acerca de cómo el barco los salvó. La gente incluso inventa historias».
Todo el mundo está tratando de aprovechar el hecho de que el barco está aquí. Todo el mundo tiene una historia diferente acerca de cómo el barco los salvó. La gente incluso inventa historias
Además de atraer a turistas, los memoriales de Banda Aceh tienen un papel educativo. Antes de 2004, pocos sabían lo que era un tsunami, así que cuando el mar se retiró antes de que llegara la ola, la gente corrió para recoger los peces de la arena en lugar de escapar a tierras más altas.
Ahora los escolares visitan los monumentos sobre el tsunami y se les enseña a identificar las señales de uno.
El tsunami mató a un número desproporcionadamente alto de mujeres y niños porque no sabían nadar. Alrededor de 45.000 mujeres más que hombres murieron. Y en algunas comunidades generaciones enteras de niños y ancianos desaparecieron.
El conocimiento de los signos de advertencia salvó muchas vidas en Simeulue, una isla frente a la costa occidental de Aceh. Sólo siete personas murieron allí por el tsunami en comparación con las 167.000 de Aceh.
La geografía montañosa de la isla ayudó, pero los isleños también sabían qué hacer gracias a una tradición narrativa local llamada «smong».
De acuerdo con un informe de la Unesco, estas historias contadas a los niños a menudo terminaban con una advertencia: «Si ocurre un fuerte temblor, y si el mar se retira poco después, corre a las colinas porque el mar pronto llegará a la orilla».
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/12/141224_tsunami_aniversario_indonesia_barco_jp