En la era soviética, en Rusia y otras repúblicas de la antigua URSS, los agentes de la KGB estaban en comunicación permanente con los profesores universitarios, funcionarios de las instituciones y servidores públicos que estaban en contacto con estudiantes, trabajadores de sectores críticos, intelectuales, artistas, periodistas, etc.
Cuando yo estudiaba en Moscú, durante los 80 y 90, no era inhabitual ver a los agentes del ‘servicio’ en la residencia de estudiantes, “entrevistando” a alguna persona que les hubiera llamado la atención por su perfil personal o por alguna cosa que hubiera dicho en público. Se te acercaban bajo la tapadera de un aspirante a doctor, o cualquier otra cosa, interesado por “tu país” y “tu cultura”, pero el caso es que durante la entrevista comprobabas que el “licenciado” sabía más de las personas con las que te relacionabas diariamente que tú mismo. Su disfraz de ‘aspirante a doctor’ quedaba al descubierto fácilmente, lo cual estaba dentro del orden, pues el objetivo siempre era que la gente fuera claramente consciente de que sus movimientos se vigilaban y observaban muy de cerca, permanentemente.
Esto puede parecer novelesco para alguien que no estuviera nunca por alguno de estos países ‘comunistas’, pero os aseguro que uno se topaba con ellos en todas partes.
En los hoteles internacionales, los únicos lugares donde entonces se podía tomar un viernes por la tarde una cerveza, ya que no existían los bares, las discotecas, ni los pubs (estoy hablando de finales de los años 80), ellos eran los que controlaban el acceso a los hoteles, acceso prohibido a los nacionales y ciudadanos de la URSS que no estuvieran en sus “negocios”. Uno de sus negocios, por cierto, era el control de las prostitutas que allí paraban y el cobro de un suculento porcentaje por los servicios ofrecidos por ellas a los extranjeros. Otro de sus negocios en los hoteles internacionales era vender insignias soviéticas a los extranjeros, que entonces se volvían locos por ellas, ya para entonces sospechando que aquella estructura estatal pronto sería parte de la historia.
Una tarde, cuando estaba con algunos estudiantes extranjeros tomando unas cervezas en un bar de uno de estos hoteles internacionales, se produjo un altercado, cuando la señora que atendía la barra, de una forma típicamente soviética, (no existía el concepto “atención al cliente”, ni siquiera remotamente) decidió que no servía una bebida a uno de nosotros.
Era bastante típico allí observar esa tiranía ejercida por los funcionarios públicos y el personal contratado por las empresas públicas, como era el caso de hotel. Sabiendo su puesto de trabajo prácticamente un derecho de por vida, actuaban a menudo caprichosamente, en base a filias y fobias personales, cuando no en base a intereses de lucro para conseguir regalos a cambio de su firma o su colaboración para cualquier menester.
¡Niet! y ¡Nilzhiá! (‘no’ y ‘no se puede’ ) eran entonces las palabras que cualquier extranjero aprendía antes en la Rusia soviética a base de escucharlas sin descanso).
Cuando fuimos a preguntarle a la empleada de la barra por qué había decidido no atender a mi amigo, que no le había hecho nada malo, ella llamó, sin decirnos una palabra, al “servicio de seguridad” del hotel y dos agentes de la KGB que trabajaban allí aparecieron de inmediato para echar a mi amigo de allí a la fuerza. Este estaba tan impresionado que ni siquiera se resistía y lo levantaban en volandas sujetándole de los brazos. Los clientes del bar, incluídos los del grupo al que pertenecíamos, observaban la escena boquiabiertos. Entonces, me adelanté hacia uno de estos “hombres-armario” y le espeté : “¿Y a esto le llamáis vosotros ‘perestroika’ y ‘glasnost’?. ¡No tenéis ningún derecho a actuar así!.
Estábamos en medio del bar. En las mesas había grupos de suizos, finlandeses y austríacos que iban de turismo a conocer el mausoleo de Lénin o la catedral de San Basilio. Los turistas paraban en el hotel por las tardes porque anochecía temprano y había muy poco que hacer en la ciudad.
Entonces, uno de los agentes de la KGB sacó su arma y me apuntó a la frente, más o menos a la altura del “tercer ojo”. Esa fue su contestación a mi ‘insolencia’.
-¡Ya es suficiente, ‘debushka’!
(debushka=chica)
Lo que ocurrió a continuación fué que le miré a los ojos sin inmutarme y le dije que sentía verguenza de lo que estaba ocurriendo en aquel país. Seguí hablando con él como si tal cosa, con la visión de esa pistola sobre mi frente y finalmente el agente bajó el arma y ambos se retiraron. Seguramente, pensaron que sería algo más prudente retirarse que volarme la cabeza delante de los clientes del bar, pero el caso es que nos dejaron en paz, aunque muy poco después nos sentimos incómodos de estar allí y nos fuimos para no volver jamás al hotel de marras.
Tengo una buena colección de estas vivencias fruto de mis años estudiantiles, y como sabéis los lectores no suelo desempolvarlas, aunque tal vez escriba algún librito más adelante, nunca se sabe; pero ahora me llegan algunas de estas historias con mucha fuerza a la memoria cuando leo noticias como la que viene a continuación.
Hace poco posteé sobre un ex-marines norteamericano que había sido detenido en Estados Unidos por postear artículos críticos con el sistema y sobre el 11S, y llevado a un siquiátrico. Brandon Raub ha sido posteriormente liberado y ha contado la experiencia de su detención.
El FBI interroga a un chico de 16 por un vídeo presentado en la escuela
Ahora toca escribir sobre lo ocurrido a Justin Hallman, otro caso que evidencia la ‘sovietización’ de los Estados Unidos y la pérdida absoluta de las libertades individuales que se está produciendo a pasos agigantados en aquel país. Justin Hallman, de 16 años, realizó un vídeo como trabajo para su escuela, en el que tocaba algunos asuntos calientes de la política norteamericana como el Acta De Autorización para La Defensa Nacional, el grupo activista ‘Anonymous’, las escavaciones que tienen lugar en ciudades americanas y la restricción de la libertad de expresión.
El vídeo en cuestión de Hallman como apoyo a la campaña de Ron Paul:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=CsxkLkv1Ckw[/youtube]
Un mes después de presentar y publicar este trabajo, Hallman recibió una llamada en su puerta de su casa familiar de dos agentes del FBI , siendo uno de ellos un agente ‘especial’ llamado Matthew Bowman.
Hallman mostró al equipo de Alex Jones , que recibió su correo denunciando todo este caso, una tarjeta del FBI con el nombre de Bowman porque éste la dejó en su domicilio cuando nadie les abrió la puerta. Más tarde, la madre de Hallman llamó a ese número de teléfono y el agente especial les dijo que tenían que hablar con su hijo.
Arriba un agente del FBI tocando la puerta de una casa cualquiera de los Estados Unidos
Cuando los agentes fueron de nuevo al domicilio de Hallman, comenzaron a hablar al principio de sus hobbies e intereses (típico de los interrogatorios para intentar crear un clima de confianza) y más tarde trataron aparentemente de reclutar a Hallman para espiar a ‘Anonymous’.
Segun Hallman:
“Querían que yo les espiara y me convirtiera en un informador, poniendo mi vida en peligro, seguramente, y ayudarles así a arrestarles y ganar terreno de información sobre los protestantes y hackers”, escribe.
(Nota Trinity; en mi opinión esta parte forma parte del test que realizaban los agentes al chico, para ver si su ánimo era colaborador o se mantenía en una actitud de desconfianza hacia ellos. Dudo mucho de que ‘recluten’ en serio de esa manera tan estúpida a nadie.)
Más tarde, los agentes comenzaron a cuestionar a Hallman acerca de su apoyo a la campaña presidencial de Ron Paul, así como la conversación que había mantenido el estudiante con su profesor acerca de la sociedad secreta illuminati.
Hallman escribió más tarde al equipo de Alex Jones:
“También me preguntaron por qué había hablado con mi profesor sobre los illuminati”, escribe Hallman. “Les dije que era una charla sin malicia sobre la organización creada en el 1776, en la época de la Ilustración. Les dije que mi profesor me había dicho de los illuminati que éstos eran/son terroristas y que no hablara de ellos nunca. Esto pareció causar en los agentes del FBI cierta confusión y éstos cambiaron de tema muy rápidamente al asunto de “Anonymous”. Al final, se fueron a una reunión “muy importante”.
Arriba, Anderson en Matrix I siendo interrogado por el Sr. Smith
El hecho de que los hombres del FBI conocieran las conversación de Hallman con su profesor claramente sugiere que fue su profesor, u otro funcionario de la escuela, el que reportó sobre Hallman al FBI.
Hallman concluía su historia sobre lo sucedido hablando de su preocupación por sus posibilidades de prosperar profesionalmente a partir de ese día.
“Así que esta es mi historia; soy un adolescente de los suburbios que fue cuestionado por el FBI acerca de un vídeo que hice para la escuela. Mi carrera siempre estará marcada por el hecho de que haya sido cuestionado por el FBI. Cuando busque un empleo ellos verán esto, cuando me den un pasaporte esto se verá reflejado, cuando vaya al instituto, se sabrá esto”, escribe.
La realidad que vive ahora Hallman, como Anderson a comienzo de su historia, es invisible para cualquiera que no haya tratado de ejercer verdaderamente su libertad individual y su derecho a la libertad de expresión. Pero es una realidad absolutamente tangible aquí en Matrix.
Me pregunto si Hallman seguirá haciendo buenos vídeos y conversando sobre los temas que le interesan o será de los que deciden que necesitan un sicólogo y le cuentan todos los lunes: “mi vida se vino abajo cuando me equivoqué una vez siendo estudiante. Lamentaré ese momento toda mi vida”.
Psss, Hallman, sigue al conejito blanco…
http://www.trinityatierra.com/