Ofir es un puerto o región mencionada en la Biblia que fue famosa por su riqueza. Se cree que el rey Salomón recibía cada tres años un cargamento de oro, plata, sándalo, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales de Ofir. De allí que ofi es la gema preciosa sin tallar. En la Biblia se habla en diversas ocasiones del “oro de Ofir”. Una de ellas se encuentra en el libro de Job, donde se lo equipara con el “oro puro”. Unos seiscientos años después del tiempo de Job, el rey David reunió una importante cantidad de “oro de Ofir” para la construcción del templo de Jehová en Jerusalén. Su hijo Salomón también importó oro de Ofir. Según la Biblia, Salomón mandó construir una flota de barcos en Ezión-guéber, a orillas del mar Rojo, y en ellos le trajeron oro de Ofir. Los expertos sitúan Ezión-guéber en el extremo superior del golfo de Aqaba, en el área de las actuales Elat y Aqaba. Desde allí los barcos podían llegar a cualquier punto del mar Rojo o a colonias comerciales más lejanas en las costas de África y de la India. Es posible que Ofir se encontrase en cualquiera de estas ubicaciones. Otros piensan que estaba en Arabia, donde se han hallado antiguas minas de oro e incluso se han explotado algunos yacimientos en épocas recientes. Hay quienes creen que las minas de las que Salomón obtenía oro no son más que una leyenda. No obstante, el egiptólogo Kenneth A. Kitchen afirma: “Ofir no es un mito. Existe un óstracon, fragmento cerámico con una inscripción, que probablemente data del siglo VIII antes de nuestra era, donde se puede leer la siguiente anotación contable en hebreo: ‘Oro de Ofir para Bet Horón: 30 siclos’. Esta inscripción demuestra que Ofir era un lugar donde realmente había oro. Lo mismo sucede con las expresiones ‘Oro de ‛Amau’, ‘Oro de Punt’ y ‘Oro de Cus’ de los textos egipcios, ya que hacen referencia al lugar de donde provenía el oro o a un oro del mismo tipo y calidad”. Estudiosos de la Biblia, arqueólogos y otras muchas personas han intentado determinar la localización exacta de Ofir. Muchos estudiosos modernos sostienen que podía haber estado en el suroeste de Arabia, en la región del actual Yemen. Ésta es también la posible localización de Sheba. Otra posibilidad es la costa africana del Mar Rojo, ya que el nombre puede ser derivado de la etnia Afar de Etiopía. Otros posibles localizaciones varían enormemente. El Easton’s Bible Dictionary(1897) menciona la conexión a «Sofir», el nombre copto para la India, y también una posible conexión a Abhira, en la desembocadura del río Indo. Flavio Josefo lo conectó con Cophen, un río indio, a veces asociado a una parte de Afganistán. Algunos estudiosos proponen conexiones con América antes de la llegada de Colón, especialmente con Bolivia y Perú.La historia marítima de los fenicios empieza hacia el siglo XXIV a.C. y según Reyes, en el Antiguo Testamento, llegaron a gozar de una fama tal que Salomón pidió al rey Irma, de Tiro, que le mandara carpinteros para construir una flota para el Mar Rojo, así como marinos para llevar esta flota hasta el país del Ofir. La localización geográfica de Ofir parece estar en la misma situación que la misteriosa Tierra de Punt. Ambos países se hallan “lejos, en el sudeste”.
Punt es un antiguo territorio descrito por los textos en jeroglíficos del Antiguo Egipto. No ha podido ser localizado con certeza, aunque posiblemente pudiera haber estado situado en la costa africana del océano Índico. La primera narración de una expedición a estas tierras se remonta al 2500 a. C. Fue enviada por el faraón Sahura, de la dinastía V de Egipto, para traer maderas preciosas, mirra, electrum, una aleación de oro y plata, monos y enanos. También Pepi II, faraón de la dinastía VI, decidió enviar un barco alpaís de Punt, «un lugar situado en la costa de Somalia. El punto de embarque debía encontrarse sobre la costa asiática del mar Rojo». Mentuhotep III, de la dinastía XI, envió otra expedición, que quedó registrada en inscripciones grabadas en las rocas del valle de Uadi Hammamat. Se explica que el canciller Henu mandó una expedición de tres mil hombres. Su inscripción relata: “Fui enviado a conducir barcos al país de Punt para traer al faraón especias fragantes que los príncipes del país Rojo recolectan profusamente puesto que entusiasman a todas las naciones. Y partí de la ciudad de Coptos pues Su Santidad ordenó que los hombres armados que debían acompañarme debían ser del sureño país de los Tebanos“. La expedición más célebre fue la enviada por la reina Hatshepsut, de la dinastía XVIII, acontecimiento que está grabado en su templo en Deir el-Bahari: “Exploraré las rutas hacia Punt, descubriré los caminos hacia las terrazas de mirra, tras guiar a la tropa por mar y tierra para traer maravillas de la Tierra de dios para este dios que ha creado sus perfecciones. Traen muchas maravillas y toda clase de productos típicos de la Tierra de dios a por los que tu majestad les envió: montones de terrones de mirra y árboles de mirra fresca con cepellón, plantados en el patio de ceremonias para ser vistos por todos los dioses. El jefe de Punt, Palhu, su esposa Aty, sus dos hijos, de su hija y del asno que carga con su esposa. Cargando pesadamente los barcos con las maravillas del país del Punt: todas las buenas maderas aromáticas de la Tierra del dios, montones de resina de mirra, jóvenes árboles de mirra, ébano, marfil puro, oro verde de Amu, madera de cinamomo, madera-hesyt, incienso-ibemut, incienso, pintura de ojos, monos, babuinos, perros, pieles de pantera del sur, y siervos y sus hijos“.El viaje empieza de un puerto en el Mar Rojo y dura tres años, entre ida y vuelta, para ambos destinos, tanto Punt como Ofir. Los productos de Ofir coinciden en general con los que los egipcios traían de Punt y de sus escalas: oro, maderas preciosas, especias, incienso, esclavos, etc. Siguiendo a los fenicios, tenemos que Paul Gallez, en su obra La Cola del Dragón, nos dice que: “Siendo Salomón yerno del faraón, es muy natural que a través de su esposa haya obtenido de su suegro las informaciones necesarias para organizar una expedición a la Tierra de Punt o a un país vecino. Los fenicios ya formaban las tripulaciones de las flotas egipcias y asumían su dirección técnica antes de tomar el mismo papel en la flota de Salomón. Enterados de los problemas y de los beneficios de la navegación al Extremo Oriente, era muy natural que los fenicios intentaran también sus expediciones por cuenta propia. Se puede preguntar cómo sus flotas tenían acceso al Mar Rojo y al Océano Índico, cuando su país sólo ocupaba una pequeña franja del litoral mediterráneo“. Las respuestas son varias, dice Gallez. Los fenicios eran originarios del Golfo Pérsico, de donde llegaron al actual Líbano. Sus primeras expediciones pueden haber tenido lugar antes de esta migración, a partir del Golfo Pérsico.
El libro de Job es un libro bíblico del Antiguo Testamento. En la Biblia figura como el primero de los Libros Sapienciales, ubicado entre II Macabeos y el libro de los Salmos; mientras que en el Tanaj hebreo, aparece entre los Proverbios y Cantar de los Cantares. En las versiones cristianas del Antiguo Testamento también se dan variantes: las versiones siríacas lo ponen entre el Pentateuco y el libro de Josué, indicando con ello su supuesto carácter histórico, y la Vulgata, al inicio de los libros llamados “didácticos”. Su autor es desconocido, aunque la tradición lo atribuye a Moisés, el cual posiblemente conociera a Job durante su huida del Bajo Egipto. Si este fuera el caso, Job era un habitante de la península arábiga, situada al este del imperio. Aunque algunos de estos especialistas datan el libro entre el año 500 a. C. y el año 250 a. C., su cita en antiguos manuscritos judíos descartan tal opción. Popularmente se considera que fue escrito alrededor del año 3500 a. C. Dada la perfección formal del escrito se piensa normalmente en la época de oro de la literatura judía, es decir, entre los siglos X y VIII antes de Cristo. Charles Pfeiffer, tomando en cuenta los arameísmos presentes en el texto, lo data con posterioridad, es decir, hacia el final de la monarquía judía. Por otro lado, la problemática tratada habla de una datación incluso posterior, por lo menos tras las deportaciones y en tiempos del profeta Malaquías: entre el 538 y el 330 a. C. El autor es anónimo pero de gran finura religiosa y con grandes conocimientos. El apéndice afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia. Aun cuando la temática del libro es unitaria, hay diversos indicios de una composición más compleja, como por ejemplo, la variación en el uso de los nombres divinos, tales como Yahvé, Saddai, Eloah, Elohím. Se trata, evidentemente, del sufrimiento del inocente. Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores han hablado del problema del hombre bueno que sufre y del malo que es feliz. Incluso Platón se preocupó del asunto. Varios mitos griegos se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, pero la enormidad de su castigo produce que se rebele; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado del que él no era consciente. Hércules no ha pecado, pero los dioses terminan por aplastarlo. Es este, precisamente, el tema que trata el libro de Job. El protagonista es un hombre religioso, bueno y justo, a quien Dios permite que Satán someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo las acechanzas del Mal, tres buenos amigos intentan consolarlo, tratando de convencerlo de que si sufre es por culpa de sus propios pecados.
Job se enoja y se defiende, pues él sabe que eso es un infundio y rechaza ese argumento con energía. Cuando aparece un cuarto amigo que explica que el sufrimiento templa el alma y el espíritu, Job continúa quejándose. Por último, Yahvé en persona se hace presente y reprende a Job por no haber aceptado Su voluntad, así como por sus quejas. Pero devuelve a Job su antigua felicidad. «Hubo un hombre en la tierra de Hus cuyo nombre era Job; y ese hombre era perfecto y recto, y temía a Dios y evitaba el mal». Se le bendijo con una gran familia y miles de ovejas y bueyes. Era «el hombre más grande de Oriente». «Entonces, un día, los hijos de los dioses fueron a presentarse ante Yahvé, y Satán estaba entre ellos. Y Yahveh le preguntó a Satán dónde había estado; y Satán respondió: Recorriendo la Tierra, paseándome por ella». Así comienza el relato bíblico de Job, el hombre justo al que Satán puso a prueba para ver los límites de la fe del hombre en Dios. Cuando las calamidades comenzaron a caer sobre Job, y éste empezó a cuestionarse los caminos del Señor, tres de sus amigos acudieron a él desde tierras distantes para llevarle su simpatía y su cariño. Mientras Job expresaba en voz alta sus quejas y sus dudas acerca de la sabiduría divina, sus amigos le hablaban de las muchas maravillas de los cielos y la tierra que sólo Dios conocía. Entre ellas estaban las maravillas de los metales y sus veneros, y el ingenio para encontrarlos y extraerlos de las profundidades de la tierra: “Sin duda, hay para la plata un venero y un lugar donde se refina el oro; donde se obtiene hierro de los minerales y de las piedras fundidas sale el cobre“. Y lo detallan de esta forma: “Él pone fin a la oscuridad, explora lo que hay de valor de las piedras en las profundidades y en la oscuridad. Abre el arroyo lejos del poblado, donde se mueven los hombres olvidados y extraños. Hay una tierra de la que vienen los lingotes, cuyas entrañas están agitadas como con fuego; un lugar donde las piedras son verde azuladas, que tiene las vetas de oro. Ni siquiera el buitre conoce el camino, ni el ojo del halcón lo discierne. Allí pone Su mano sobre el granito, derrumba de raíz las montañas. Abre galerías a través de las rocas, y todo lo que es precioso Sus ojos han visto, represa las fuentes de los ríos, y saca a la luz lo que estaba escondido“.
Job pregunta de dónde proviene este conocimiento de minerales y metales: “¿Y dónde se encontrará el Conocimiento? ¿De dónde vendrá la Comprensión? Ningún hombre conoce su camino; su origen no está donde moran los mortales. Con oro sólido no se puede comprar, ni se paga a precio de plata. No se valora con el oro rojo de Ofir, ni con la preciosa cornarina ni con el lapislázuli. No se le compara el oro ni el cristal, ni su valor en vasijas de oro. El coral negro y el alabastro no merecen ni mención; el Conocimiento vale más que las perlas”. Job reconoce que todo este Conocimiento proviene de Dios, el que lo había enriquecido y empobrecido, y el que podía restablecerle: “Sólo Dios conoce su camino y sabe cómo se establece. Pues Él puede explorar los confines de la Tierra y ver todo lo que está bajo los cielos“. Es posible que la incorporación de las maravillas de la minería en el discurso de Job con sus tres amigos no fuera accidental. Aunque nada se sabe de la identidad de Job o de la tierra en donde vivió, los nombres de los tres amigos nos proporcionan algunas pistas. El primero era Elifaz, de Teman, del sur de Arabia; su nombre significa «Dios es mi oro puro». El segundo era Bildad, de Súaj, un país que se cree que estuvo situado en el sur de Karkemish, la mítica ciudad hitita; el nombre de la tierra significa «lugar de los fosos profundos». El tercero era Sofar, de Naamá, lugar así llamado por la hermana de Túbal Caín «señor de todos los herreros», según la Biblia. Así pues, los tres provenían de tierras relacionadas con la minería. Karkemish, Carchemish o Carquemís fue una importante ciudad de los imperios mitanno, hitita y asirio, situada en lo que hoy es la frontera turco-siria, conocida por los romanos como Europus. Es famosa por ser el lugar de la importante batalla de Karkemish entre babilonios y egipcios, mencionada en la Biblia, donde la ciudad es llamada Jerablus, probablemente una corrupción de un posible nombre en lengua local para la ciudad, Jarablos. La antigua Karkemish estaba situada 100 kilómetros al noreste de la actual Alepo, en Siria, y 60 kilómetros al sureste de la actual Gaziantep, en Turquía, en la orilla occidental del Éufrates, lo que le permitía controlar el principal vado de este río. Esta posición estratégica explica buena parte de su importancia para los imperios de la antigüedad. Desgraciadamente, Turquía ha construido una base militar sobre las ruinas de Karkemish, lo que impide el acceso libre a la zona.Karkemish estuvo poblada desde el neolítico, convirtiéndose pronto en un importante centro mercantil, mencionado ya en el tercer milenio antes de Cristo. Tuvo tratos comerciales con Ugarit, Mitani y Ebla, entre otros. Sin embargo, con el creciente poder de Mitani, parece que la ciudad pudo convertirse en vasalla de este imperio. Así, cuando Egipto invade Mitani, el faraón Thutmose I erige una estela cerca de Karkemish para celebrar sus victorias (1500 a. C.).
El control egipcio de la zona no dura mucho, y pronto Mitani recupera su antigua posición de potencia dominante en Siria, hasta el momento en que el rey hitita Suppiluliuma I (mediados de siglo XIV a. C.) logra destruir el poder de Mitani en la Primera Guerra Siria, dejando al reino reducido a unas pocas fortalezas, entre las cuales Karkemish es la más importante. En la Segunda Guerra Siria,Suppiluliuma conquistó Karkemish, e instaló a uno de sus hijos, Sarri-Kusuh, como virrey hitita en la ciudad. A partir de este momento, Karkemish se convierte en la principal fortaleza hitita en Siria, y en el núcleo de su administración en la zona. Los virreyes de Karkemish, siempre miembros de la familia real hitita, estuvieron encargados de defender la frontera oriental del reino contra los avances enemigos, primero de Egipto y luego de Asiria. Esta posición se mantuvo hasta la repentina desaparición del imperio hitita a causa de la invasión de los misteriosos pueblos del mar (1200 a. C.). Karkemish logró sobrevivir a dicha invasión y los virreyes de la ciudad, ante la ausencia de un monarca en Hattusa, capital hitita, adoptaron para sí mismos el título de Gran Rey y conservaron un extenso reino de cultura hitita durante algún tiempo. Sin embargo, el creciente poder asirio no pudo ser combatido, y pronto, a comienzos del siglo X a.C., Karkemish pierde casi todo su reino, siendo reducida a tributaria asiria en el siglo IX a. C. En el año 717 a. C., Karkemish es finalmente conquistada por los asirios, que también usaran la ciudad como importante centro administrativo. Durante la época de Nabopolasar de Babilonia y de su hijo, Nabucodonosor II a finales del siglo VII a. C., los asirios sufrieron una serie de derrotas y perdieron su capital Nínive, por lo que intentaron retirarse, primero a Harrán y posteriormente a Karkemish. Desde ahí, los asirios se prepararon para una última batalla (605 a. C.) contra los babilonios, donde contaron con ayuda egipcia. La victoria de los babilonios implicó la desaparición del imperio asirio y la conquista de Karkemish por parte de Babilonia, momento a partir del cual la ciudad languideció, sin que se registren más sucesos de importancia. A pesar de que Karkemish era conocida por referencias en la Biblia y en documentos egipcios y asirios, su localización correcta no fue descubierta hasta 1876 por George Smith, ya que anteriormente se barajaron otros emplazamientos, como la confluencia del Chebar y el Éufrates, o la Hierápolis griega. La investigación arqueológica de Karkemish estuvo en manos del Museo Británico hasta la primera guerra mundial. En estas investigaciones participó Thomas Edward Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia.
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