Archivo por días: septiembre 19, 2015

DARSE CUENTA TRES VECES.

Los Budistas tienen un método particular al que llaman «darse cuenta tres veces».

Si surge un problema (por ejemplo, si alguien siente de pronto una emoción tóxica: ambición o enojo), tiene que darse cuenta tres veces de que está ahí.

Si hay enojo, el discípulo tiene que decir interiormente tres veces: «enojo… enojo… enojo», sólo para darse cuenta por completo, de manera que la conciencia tome nota.

Eso es todo; después sigue haciendo lo que estaba haciendo. No hace nada con el enojo, sino que simplemente se da cuenta tres veces de que está ahí.

Es hermosísimo.

En el momento en que tomas conciencia de eso y te das cuenta, desaparece.

No puede atraparte porque sólo puede hacerlo cuando no estás consciente.

Este darte cuenta tres veces te vuelve tan consciente por dentro que quedas separado del enojo.

Puedes verlo objetivamente porque está «ahí» y tú estás «aquí».

Buda les dijo a sus discípulos que hicieran eso con todo.

Comúnmente, todas las culturas y civilizaciones nos han enseñado a reprimir los problemas, de manera que poco a poco uno deja de ser consciente de ellos, incluso tanto que los olvida, cree que no existen.

Lo correcto es justo lo opuesto.

Toma conciencia de ellos por completo, y al tomar conciencia y concentrarte en ellos, se disuelven.

OSHO

http://senderodelmago.blogspot.com.es/2015/09/darse-cuenta-tres-veces.html

Tu crisis tendrá que terminar por Enrique Monterroza

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Al verte fijamente a los ojos podemos notar fácilmente que existe una crisis en tu vida, y es que últimamente la situación que estás viviendo te esta afectando al punto que está mostrándose en tu apariencia.

Ya no sonríes, tus ojos dejaron de brillar, tu cara triste y desconsolada, tu mirada perdida y desconcentrada provocada por los constantes pensamientos que te intranquilizan y que solo te hacen pensar que todo irá de mal en peor.

Quizá esta sea una de la peores crisis que te haya tocado experimentar, quisieras que terminara hoy, sin embargo nada ocurre y lejos de ver un final a esa crisis pareciera que se prolonga.

Yo sé que es sentirse de esa manera, yo sé lo que es perder el brillo de los ojos o la sonrisa de mi rostros, sé lo que es mantener una mirada perdida provocada por los pensamientos continuos de derrota que giran sobre mi cabeza, sé lo que se siente sentirse abandonado en medio de situaciones difíciles, sé lo que es reclamar a Dios y a veces hasta dudar que está conmigo por consecuencia de lo mal que lo estoy pasando, pero aun con todo eso he aprendido algo en medio de mis crisis y es que ESA CRISIS TAMBIÉN TERMINARÁ.

No hay crisis que dure para siempre, no hay problema que tarde toda la vida, simplemente son experiencias que tenemos que enfrentar que a veces traen algo positivo al final o a veces simplemente nos quedamos esperando un propósito y quizá en el momento no lo encontraremos pero que al cabo de un tiempo entenderemos el porque de eso.

Mi estimado amigo o amiga, quizá sea tu caso hoy en día, quizá los últimos días has llorado desconsolado esperando que todo termine y lejos de terminar esto va para largo. Quizá has estado a punto de tirar la toalla pensando que estás solo en esto y que Dios te ha abandonado, pero aun con todo lo que te ha tocado enfrentar hay todavía fe en tu corazón porque muy en el fondo sabes que sin Él no podrás salir adelante.

Hoy quizá tu sonrisa se ha borrado de tu rostro o tus ojos han dejado de brillar, pero te tengo que decir algo con una plena convicción: ESA CRISIS HA DE TERMINAR TAMBIÉN.

Lo que hoy estas viviendo en un futuro próximo solo será un recuerdo o simplemente un testimonio de lo que ocurrió en tu vida y lo que Dios hizo para sacarte de esa situación, por lo que hoy te pido que no reniegues de tu estado, que no te quejes por lo que estas viviendo y no reclames enojadamente, porque hay millones como tú que han pasado o están pasando cosas similares o más difíciles y muchos hoy puede testificar que Dios los ayudo en medio de las crisis más duras de sus vidas y tú no serás la excepción.

No pierdas la fe, no creas que todo termino, no dudes de la presencia de Dios en tu vida, porque cuando más lejos crees que Dios esta de ti, es cuando más cerca está o te lleva cargando en sus brazos.

Dios no te dejará y si hoy esa crisis te hace creer que estás solo, es porque simplemente tu fe está siendo probada, demuéstrale a esa crisis que tu fe no es negociable y que tu confianza en Dios es firme a pesar del panorama y entonces comenzarás a ver la luz que necesitas en estos momentos.

Esa crisis terminara como también terminaron otras que viviste en otros tiempos, esta no será la excepción por lo tanto mantente firme, confiando pero sobre todo alabando a Dios porque Él no te dejará y te sacará adelante de todo lo que ahora te preocupa.

¡Tu crisis terminará!

 

Tu crisis tendrá que terminar

El mundo en que vivimos: ¿la era del vacío?

Escrito por  Nuno Miguel Barata
El mundo en que vivimos: ¿la era del vacío?

La velocidad del mundo es hoy vertiginosa; un mundo en forma de flashes, de barridos de imagen como en una televisión, y donde todo es efímero, neutro e instantáneo. El valor de las cosas, de las relaciones, de los sentimientos, se mide por el tiempo que duran y no por su significado, su simbolismo o por la fuerza que vive en ellos…

En su magistral poema Piedra filosofal, Antonio Gedeão escribió un día: «En tanto que el hombre sueña, el mundo gira y avanza…». Pero hoy, el mundo avanza con un ritmo y con una velocidad muchas veces superior a la de la luz, reduciendo el espacio y el tiempo para que el hombre sueñe y se expanda a otros niveles mentales y de conciencia, y pueda así aumentar su comprensión sobre la vida y lo que le rodea…

Esta urgencia constante nos aísla, nos encierra en una tela de araña llena de un vacío que estupidiza y embriaga al ser humano, que le hace volverse sobre sí, olvidando que forma parte de esta gran obra que es el planeta Tierra.

Vive para trabajar, trabaja para no morir, muere trabajando. Teme a la muerte, teme a lo desconocido, desea la inmortalidad física y no se adapta a las fases naturales del planeta, de sí mismo y del cosmos. Se juzga a sí mismo como el centro del universo y se comporta como si esto fuera cierto, cuando apenas es una parte constitutiva del mismo.

Sabemos que la Humanidad vive hoy un periodo complicado, regida por una mente de deseos y un ego implacable, absorbido en su individualismo; aunque ya se nos había dado una voz de alerta respecto al camino que esta civilización hollaría.

la era del vacio 2 gilles lipovetskyEl filósofo francés Gilles Lipovetsky observó el mundo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, y en el año 1983 publicó un libro llamado La era del vacío, en donde, basándose en estudios efectuados por él mismo, llama la atención sobre el nuevo tipo de sociedad que surgiría.

Lipovetsky presentaba una sociedad caracterizada por el debilitamiento de las costumbres, por la aparición del consumo de masas, por un creciente individualismo señalado por la personalización, en donde el individuo estaría envuelto en información y estímulos de necesidades. Veríamos cómo se flexibilizan las relaciones humanas, transfiriendo a la esfera pública momentos y sentimientos pertenecientes, hasta ese momento, a la esfera íntima del individuo (basta ver y estar atento al torrente de programas de reality-show, a las revistas llamadas «rosas», en que las personas exponen su intimidad sin ningún tipo de pudor).

Esta nueva sociedad fue denominada por el autor «posmodernidad», y estaría fundamentada en un orden nuevo de organización en sociedad en el cual las instituciones y las personas se guiarían más por los deseos, libres de regulaciones y reglas. En vez de un individuo sometido a las reglas sociales, estallaría en un estímulo desenfrenado del llamado «derecho a ser él mismo» en detrimento de las relaciones con el otro y con la sociedad.

La sociedad posmoderna sería aquella en que reinaría la indiferencia masificada, movida por el sentimiento de repetición y estancamiento, en que las personas querrían vivir el momento actual, «aquí y ahora», luchando para conservarse jóvenes y no pensando ni por un segundo en cómo forjar un hombre nuevo.

A nivel cultural, esta posmodernidad conduce al apogeo del individualismo, en una especie de narcisismo colectivo, en donde se crearían nichos específicos sociales en los cuales cada individuo encuentra su par de acuerdo con sus propios intereses, los cuales acaban por fortalecer esta visión personal en detrimento de lo social, todo ello obviamente soportado por una sociedad vuelta hacia el consumo, con una diversificación creciente en las opciones a escoger, generándose una pérdida de visión crítica sobre los objetos y valores que están a nuestro alrededor.

Lipovetsky presenta los tres pilares esenciales con los que podemos caracterizar esta sociedad posmoderna.

1 Seducción continua

Todos los días, el hombre es seducido. Las máquinas afinadas del marketing y la publicidad nos hacen salivar en todo momento, ya sea con anuncios en televisión o con spots de radio apelativos, con las fotografías de familias estereotipadas en que imperan la alegría, la abundancia y la riqueza… Todo en nombre del consumo. El consumismo acelerado coloca al individuo ante múltiples opciones de elección de productos, basado en una comunicación de masas fortísima, que hace que las personas crean que están escogiendo libremente, cuando en realidad están siendo teleguiadas en una dirección u otra.

Seducido por estas elecciones, el individuo se vuelve hacia sí, y es estimulado a cuidar de su salud, responsabilizándole de ella de forma obsesiva. El cuerpo deja de ser visto como vehículo, y comienza a ser amado, cuidado, venerado y dirigido al voyerismo.

En consecuencia, el ser humano es convidado a hacer un viaje sensorial, basado en sensaciones inmediatas, vacías, gracias a la interiorización de la sensación de querer sentir más, y no significando esto necesariamente que la vida sea más abundante, rica y plena de vivencias.

Lipovetsky hablaba ya en la década de los 80 de una realidad que está muy presente en nuestros días: «Hoy en día el barullo y las voces de la vida se han convertido en parásitos, es preciso identificarse con la música y olvidarse de la exterioridad de lo real. Los que hacen footing hacen deporte atados a aparatos de música, los automóviles vienen con sistemas de sonido de 100 w, las discotecas, los conciertos pop, toda esta civilización se halla fabricando, como decía el periódico Le Monde, una generación de sordos, de jóvenes que perderán el 50% de su capacidad auditiva: una total indiferencia por el mundo».

Esta seducción sensorial va a marcar el inicio de una era de banalización sexual, al banalizar la pornografía, el culto a la experimentación con el cuerpo y su exhibición, como dijimos antes, y el voyerismo.

2 La indiferencia pura

la era del vacio 1Absorbido en su obsesión consigo mismo, el ser humano rechazará todas las instituciones que le sean externas, generando una indiferencia social apoyada, una vez más, en el chorro de información que recibe diariamente. Dejarán de creer en la Iglesia, en Gobiernos, y serán vaciados de conciencia crítica, al mismo tiempo que se vacían las estructuras sociales, familiares, jerárquicas y laborales. Todo es descartable, vacío e inflexible. El autor da el ejemplo de la enseñanza:

«La indiferencia crece, por ejemplo, en la enseñanza, en la cual, en algunos años y con una velocidad relámpago, el prestigio y la autoridad de los profesores han desaparecido casi completamente. Hoy en día la palabra maestro ha dejado de ser sagrada, se ha convertido en banal y se sitúa al mismo nivel que la palabra de los medios, y la enseñanza se ha convertido en una máquina neutralizada por la apatía escolar compuesta de atención dispersa y del escepticismo que se ha desarrollado en relación con el saber».

Lipovetsky llama a este vaciado «una onda de desapego que se propaga por todas partes, desnudando a las instituciones de su grandiosidad y, simultáneamente, de su poder de movilización social y emocional».

Lo más curioso es la forma en que esa onda sería creada. Todo este proceso sería generado sin que hubiera conciencia de tal. La absorción individual y colectiva de esta nueva lógica sería realizada de forma pasiva, sin tumultos o rebeliones. El vacío de sentimientos y el desmoronamiento de los ideales nos traería, como sería de esperar, más angustia, más absurdo y más pesimismo. Esta visión refleja el aumento de la apatía en masa.

Hay una ausencia del sentido general en la vida. Es como si fuera posible vivir sin finalidad y sin sentido, en un vértigo informativo y emocional, navegando en un mar de depresión, que se convertirá en la patología de las masas. El individuo quiere ser y estar solo, siempre y cada vez más solo.

Este vaciado del sentido de la vida apagaría el fondo interno del ser humano y su capacidad de sentir verdaderamente el mundo. El sentimentalismo sufriría el mismo destino que la muerte: llega a ser incómodo exhibir las propias emociones, declarar ardientemente una pasión, llorar, manifestar con demasiado énfasis los impulsos interiores. Como con la muerte, el sentimentalismo será embarazoso, se trata de mantener la dignidad en cuestiones de afecto, manteniendo siempre la discreción. Es notable lo incómodo que es, hoy día, la muerte en la mente de las personas. Las personas mueren hoy lejos de casa, de sus familiares, muchas veces en residencias, en hospitales, abandonados a los cuidados de otros que no son sus más próximos. El elemento ceremonial y elevador de la muerte ha sido sustituido por un sentimiento de rechazo y negación, como si la muerte fuese el fin eterno de algo y no un comienzo, manteniendo un apego desmesurado al mundo físico.

3 Narciso y la estrategia del vacío

Como último punto, Lipovetsky sugiere que el ser humano entraría en un narcisismo, que el autor designa como «la aparición de un perfil inédito del individuo en sus relaciones consigo mismo y con su cuerpo, con los otros, con el mundo y con el tiempo, en el momento en que el capitalismo autoritario cede el lugar a un capitalismo hedonista y permisivo».

El narcisismo es un efecto del cruce entre una lógica social individualista hedonista, impulsada por el universo de los objetos y de las señales. Una búsqueda interminable de sí mismo, donde envejecer y morir no estaría permitido ni sería bien aceptado, en una carrera contra el tiempo donde solo interesa divertirse lo máximo posible, aumentar la confianza en el cuerpo y ganar la eternidad terrena.

Este narcisismo hacia donde el ser humano estaría encaminado, debilitaría su vida social, aumentaría las distancias entre las personas y lo espiritual, entre lo público y lo privado y el respeto que merecen las esferas personales de cada uno; y tal vez aun, entre lo que se siente y se expresa.

Hace poco fue estrenado el film Her, de Spike Jonze, en el que el protagonista, que vive aislado, en un mundo individualizado y vacío, se enamora de un sistema operativo que compró, dejándose seducir cada vez más por su voz y amabilidad. Este personaje, curiosamente, trabaja en un despacho con la función de escribir cartas a otras personas, especialmente cartas de amor o entre familiares, mostrando una sociedad y una Humanidad vacía de sentimientos, de emociones, y que no sabe ni consigue expresar lo que su corazón le dice.

En el film citado, son los ordenadores quienes consiguen evolucionar a niveles a los que sería el hombre quien debería llegar, pero que no lo hace, ni quiere.

Y también a nivel laboral, este narcisismo influenciaría las relaciones del hombre con el mundo. El éxito no sería más que un significado psicológico: la búsqueda de la riqueza no tendrá otro objetivo que suscitar la admiración o la envidia. Las relaciones laborales, públicas y particulares se convierten en relaciones de dominio y de conflictos basados en la seducción fría y en la intimidación.

Al leer la teorización de Lipovetsky, verificamos que no está muy lejos de la realidad de nuestros días. Más aún, podemos sin duda afirmar que este libro se revela con una certeza aterradora, porque en él están reflejadas todas las características que dominan esta nueva era tecnológica e informatizada.

Nos compete a nosotros resistir, unir esfuerzos para luchar contra esta apatía e indiferencia, y con el hacha de nuestra voluntad cortar las telas de araña que nos prenden, y caminar así hacia la cima de la Ciudad Alta que todos tenemos, para, con equilibrio interior, ejecutar los elevados ideales que son la viga maestra de nuestras vidas y de las escuelas de filosofía a la manera clásica de todos los tiempos.

Solo subiendo a la cumbre de nuestras conciencias, y más allá de las nubes que nos impiden ver el sol, es como podremos vislumbrar con claridad nuestro camino y el camino que debe seguir la Humanidad.

Traducido del portugués por José Carlos Fernández

http://www.revistaesfinge.com/filosofia/corrientes-de-pensamiento/item/1278-el-mundo-en-que-vivimos-la-era-del-vacio

Sobre la solidez de la razón pura y el fundamento ‘líquido’ de Andrés Ortiz-Osés

Consideraciones del filósofo acerca del conflicto entre materia y forma, supuestamente “solucionado” por la filosofía occidental

El dualismo occidental remite a dos mitologías o a dos categorías psicosociales fundamentales, matriarcalismo y patriarcalismo, entendidas como dos formas de vida contrapuestas. Estas dos formas, en el caso europeo, encuentran su plasmación en dos culturas bien diferenciadas: la cultura aborigen mediterránea (sedentaria-agrícola) y la cultura indoeuropea (nómada y belicosa). En filosofía occidental, según la tesis del filósofo Andrés Ortiz-Osés, se han establecido entre estos términos opuestos una cohesión basada en la concesión de la primacía a uno de ellos a expensas de la devaluación del otro: el conflicto entre materia y forma queda así oficialmente “solucionado”. A pesar de todo, y frente a la presunta solidez del ser clásico y de su razón pura, nos enfrentamos también con un fundamento ‘líquido’. Por Luis Garagalza.

Andrés Ortiz Osés. Fuente: Wikipedia.

Andrés Ortiz Osés. Fuente: Wikipedia.
Han pasado más de cuarenta años desde la publicación en Zaragoza del librito titulado Antropología hermenéutica. Para una filosofía del lenguaje del hombre actual. Con este libro, Andrés Ortiz-Osés inauguraba en una España que se debatía en la transición a la democracia el tema de la razón hermenéutica [1]. Hermenéutica era entonces una palabra casi sin uso en el castellano y casi desconocida hasta en el interior del propio gremio de los filósofos (recordemos que Verdad y método, la obra fundamental de H.G. Gadamer, padre de la actual hermenéutica filosófica, fue traducida a instancia suya en la editorial Sígueme de Salamanca en 1977).

Esa razón hermenéutica resultaba estar indisociablemente vinculada con el lenguaje, el cual dejaba de ser visto desde la perspectiva clásica de la metafísica, ya desde Platón, como un simple instrumento de comunicación de lo pensado de un modo independiente por la razón  en su pureza, para comparecer como el “medio” o la “atmósfera” en la que acontece y se realiza nuestro pensamiento: un pensamiento que ahora se reconoce como interpretación (humana). La hermenéutica filosófica se implicaba así en el “giro lingüístico” característico de la filosofía contemporánea imprimiéndole, además, un matiz antropológico, con lo que resultaba, a pesar de los alegatos antihumanistas del maestro Heidegger, un nuevo humanismo hermenéutico.

Andrés Ortiz-Osés, colaborador habitual de Tendencias21 de las Religiones, ha continuado a lo largo de estos años indagando y elaborando esa antropología hermenéutica que toma al lenguaje como hilo conductor y ha ido radicalizando el “giro antropológico” hasta penetrar en la experiencia psico-social que lo sustenta: ahora el lenguaje comparece como “forma de vida”. Siguiendo en esta dirección nuestro autor va a sacar a la hermenéutica fuera del territorio clásico de la filosofía y la teoría de la interpretación haciendo que se implique en la comprensión de la(s) cultura(s).

En particular se interesó en la cultura vasca y su mitología, que ofrece un carácter matriarcal en marcado contraste con el patriarcalismo predominante tanto en la cultura griega como en la tradición judeo-cristiana y, consecuentemente, en nuestra cultura moderna que resulta de su entrecruzamiento.

Comparece, pues, el ámbito de lo mitológico, y en particular de la mitología olímpica indoeuropea, caracterizada por su patriarcalismo celebrador de la victoria de Zeus- Dyaus, el dios del cielo luminoso, sobre las oscuras potencias ctónicas y matriarcales que perviven, como descubriera Nietzsche siguiendo las huellas de Bachofen, en la figura de Dioniso. La mentalidad trágica en general y la Antígona de Sófocles en particular, son un buen referente para contrastar la existencia de esta tensión básica que atraviesa, de modo más o menos latente, a toda la cultura griega, cosa que no es de extrañar, pues se trata de una tensión universal que articula no sólo a toda cultura sino de un modo mucho más universal a todo lo biológico (salvo, quizás, a sus manifestaciones más elementales).

Tenemos así otra vez, en toda su vivacidad, el tema de la relación entre mito y filosofía, De este modo la reflexión filosófica de Ortiz-Osés se introduce en un territorio “olvidado” o “reprimido” por nuestra tradición oficial, quizás por la influencia de lo que O. Rank llamó “el trauma del nacimiento”, y cuya exploración fue iniciado por los humanistas del Renacimiento, con su interés por una “filología” mucho mas filosófica que la posteriormente consolidada en nuestras academias, por Vico como representante tardío de ese humanismo que con su Ciencia nueva deja preparada la vía seguida por Herder, Schiller, Humboldt, Schelling, Schleiermacher y relanzada por Bachofen, Nietzsche, Cassirer y Heidegger y el Círculo de Eranos en su totalidad.

Una sociedad, una cultura y, en general, toda obra humana puede ser considerada como un sistema complejo en continua tensión, como el resultado de un conflicto fundamental que se prolonga en una situación de polarización en torno a dos factores antagónicos pero cohesionables (o que se han de cohesionar). En concreto, la tesis de Ortiz-Osés dice así: la filosofía occidental  (y con ella también nuestra cultura) ha establecido entre esos términos opuestos una cohesión basada en la concesión de la primacía a uno de ellos a expensas de la devaluación del otro: el conflicto entre materia y forma queda oficialmente “solucionado” mediante la exaltación formal(ista) que domina y somete a la concepción material(ista).

Nos encontramos así con que la contraposición entre materia y forma nos remite a dos mitologías o a dos categorías psico-sociales fundamentales, matriarcalismo y patriarcalismo, entendidas como dos formas de vida contrapuestas, como dos modos antagónicos de experienciar lo real, que en el caso europeo encuentran su plasmación en dos culturas bien diferenciadas: la cultura aborigen mediterránea (sedentaria-agrícola), que llega hasta la Creta minoica, y la cultura indoeuropea (nómada y belicosa). El encuentro o choque entre ambas culturas se saldó con la victoria de la segunda, quedando la primera relegada y acallada, aunque de algún modo incorporada o incluida en el interior de la mitología y la visión del mundo griegas. Quedaría así sucintamente descrita la escena originaria que constituye la base griega sobre la que se edifica la cultura y la filosofía occidentales (siendo posible detectar una tensión similar, aunque más drásticamente resuelta de un modo excluyente por la presión del monoteísmo, en la otra base, la judeo-cristiana; si bien cabe ver en el Nuevo Testamento un intento de recuperación del componente matriarcal excluido desde los inicios veterotestamentarios).

De las numerosas consecuencias que puede derivarse de esta tesis nos limitaremos a destacar dos. Por un lado, la crítica psico-sociológica a nuestra cultura, una crítica que se hace eco del movimiento surrealista y contracultural y lo proyecta sobre nuestra alienada conciencia dominante de signo patriarcal-racionalista en un  intento de abrir fisuras y huecos que posibiliten el surgimiento liberador y la “sublimación no represiva”  (cf. N. Brown y H. Marcuse) del reprimido factor matriarcal-inconsciente. Dichas fisuras serían el lugar fronterizo transitado por Hermes y la hermenéutica, el punto en el que tiene lugar la interpretación en tanto que toma de conciencia de lo inconsciente o de expresión (simbólica) de lo innombrable. Por otro lado, esa crítica filosófica se dirige contra el positivismo-intelectualismo hegemónico, heredero de la supremacía patriarcal, y su propósito es revalorizar el sustrato matriarcal excluido, restableciendo el truncado diálogo con el “otro”, para lo cual es necesario dejarle hablar, cederle la palabra, escuchar y auscultar.

Ortiz-Osés insiste también en la importancia que tiene la mitología para comprender nuestro entorno más próximo, la cultura vasca y su “laberinto de la implicación” [2]. En este sentido el autor defiende, por ejemplo, que se trata de  “llegar a ser nosotros mismos asumiendo el otro que somos”. Cabría hablar pues, de una democracia profunda o radical como remedio: hacia aquí parece apuntar la palabra “ecodemocracia” acuñada por Ortiz-Osés, una ecodemocracia que permitiera armonizar lo transindividual-ecológico y lo urbano-individual, sirviendo de hilo conductor, como hilo de Ariadna, para salir del laberinto a la luz pública y para poder volver también libremente al laberinto de un modo simbólico o cultural.

Pues bien, en opinión del autor el marco adecuado para realizar esta operación de encuentro cultural entre la tradición matriarcal y la mitología patriarcal moderna estaría representado por la posmodernidad, por cuanto que ésta permite acceder a la “intramodernidad”. A pesar de los pesares en el pensamiento posmoderno la noción de “persona” sería capaz de soportar la afirmación del individuo, de su conciencia y de su libertad sin renunciar empero a su arraigo e implicación en un trasfondo comunitario y cosmonaturalista. Se trata, pues, de un interesante y prometedor proyecto al mismo tiempo vital, cultural y político para iniciar el tercer milenio, que podríamos sintetizar con en el siguiente lema que propone el autor: “ganar menos (unilateralmente) para no perder tanto (unidimensionalmente)” [3].

1.- El simbolismo, el alma y el sentido

Podemos decir que el resultado de esta aplicación de la hermenéutica filosófica a la interpretación de una cultura concreta va a ser un redescubrimiento de la eficacia del simbolismo y de su pregnancia como infraestructura sobre la que se levanta nuestro(s) lenguaje(s) y nuestro pensamiento. La filosofía de E. Cassirer juega en este punto un papel decisivo, pues permite concebir el lenguaje como una forma simbólica que hace posible la captación y la configuración de lo real al tiempo que permite la mediación y la comunicación entre las dos modalidades de simbolismo más opuestas, el mito y el logos.

Además, al tomar el simbolismo (filosóficamente) en serio, Ortiz-Osés se lanza en pos de una realidad, la del alma, la realidad psíquica, que, si bien compete desde sus inicios a la filosofía, clásicamente ha sido olvidada, apartada, excluida o cuando menos disimulada, sea por asimilación con el espíritu o por reducción a la materia. El discurso filosófico recupera así el ámbito del alma y de lo anímico reconociéndolo, con la ayuda de la psicología “con alma” elaborada por C.G. Jung, como constitutivo de lo que de humano hay en el ser humano, el cual va a quedar caracterizado ahora como mediación entre lo espiritual, con su universalidad abstracta, y lo material, en su concreción opaca: será, pues, “espíritu encarnado y sentido consentido” [4].

La razón hermenéutico-lingüística resulta ser, según esto, una razón anímica o afectiva, una razón simbólicamente animada: una razón que reconoce e implica al alma como su co-razón [5]. El lenguaje del corazón, entendido como co-razón, se expresa en aforismos que intentan apalabrar simbólicamente la experiencia del sentido (latente) de la existencia, el cual acontece, si acontece, precisamente cuando el alma asume, asimila, anima y humaniza, el sin-sentido (patente): el sentido comparece así como una remediación o “sutura simbólica de la fisura o escisión real” [6].

Pues bien, en esta nueva filosofía que Ortiz-Osés ha elaborado mediante la transformación simbólica de la hermenéutica, nuestro entendimiento y conocimiento son considerados, atendiendo al maestro Gadamer, como actos de interpretación en el lenguaje, pero ahora el lenguaje comparece también como símbolo, como imagen de sentido (Sinnbild) que articula nuestra experiencia viva o vivida, que expresa nuestras impresiones cargadas de humanidad. Así,  la interpretación comparece primariamente como interpretación anímica en tanto que captación de la significación de las cosas del mundo por el alma humana: interpretación simbólica que media y recrea el sentido (de la vida) asumiendo el sinsentido, el mal y la muerte.

Podríamos hablar, pues, no ya de una ruptura o abismo que separara drásticamente los contrarios,  según plantea el principio de no contradicción, sino de una cierta  gradualidad o continuidad entre ellos, mediados de acuerdo con el postulado del “tertio incluso”  (G. Durand), lo cual concuerda, por cierto, con las formulaciones más pregnantes que Ortiz-Osés ha dado del sentido como “la asunción o coimplicación del sinsentido (simbolizado por nuestra finitud y contingencia) y la apertura de dicha finitud a lo infinito/indefinido” [7].

“El juicio final” pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina (y hace unos años ya restaurado, con la consiguiente retirada de las vestiduras púdicamente añadidas a algunos de sus personajes), obra considerada de la máxima relevancia y estudiada en diversas ocasiones por nuestro autor, podría ser una buena ejemplificación de esta problemática de la implicación de los opuestos. Si bien en la lectura tradicional el Cristo, que se encuentra casi en el centro de ese monumental laberinto con su brazo alzado, es presentado como juzgando y, por tanto, separando a los buenos de los malos, hay indicios que permiten ver su gesto como un acto de contención: “Jesús detendría su condena por amor, que es la auténtica revelación del Evangelio cristiano por encima de la justificación por las obras (catolicismo) o por la fe (protestantismo)” [8].

El Cristo que, según la interpretación osesiana mira a san Juan, no sería propiamente un juez, sino un “cómplice con el amor humano, cuya complicidad salva nuestros amores demasiado humanos, entre los que Miguel Ángel sitúa sus amores seculares” [9].  Cristo no está como un pantocrátor sentado por encima (y fuera) del mundo, contemplándolo de un modo estático, sino que tiene un carácter dinámico (aunque obviamente detenido en la escena del cuadro) y se encontraría “ambivalentemente” [10] en medio del movimiento ascendente de los personajes-almas que van hacia el cielo y el descendente de los que caen hacia el infierno.

Este movimiento ascendente-descendente sería un movimiento circular, por lo que la imagen constituiría una especie de círculo de implicación de los opuestos, de lo inmanente y lo trascendente, del bien y el mal, en el que la boca del infierno asemejaría a la boca de la ballena que devoró a Jonás (cuya figura aparece, por cierto, en lo alto de la escena). Estaríamos, pues, ante un círculo de la regeneración por el agua y el fuego: se trataría, según la interpretación de Ortiz-Osés, de la concepción de la apocatástasis, pero marcada por el neoplatonismo, en la que el fin del mundo comparece como revelación o reconversión de lo negativo en positivo: “Esta positivación del negativo es el símbolo miguelangeliano del Amor divino, el cual funge a modo de Fuego sagrado que purifica el mal, el pecado y la muerte a través de su transfiguración: en donde la purificación funciona como superación/supuración de lo negativo” [11].

2.- Sócrates como figura mediadora o hermenéutica

Una tal dualéctica, a la que nos hemos referido un poco más arriba, podría quedar personificada en la figura de Sócrates, ahora medialmente situado entre el relativismo nihilista de los sofistas, que no dudan en manipular el lenguaje en nombre del concreto interés propio (representado en la noción de cuerpo), y el clasicismo, últimamente absolutista, de Platón y Aristóteles, que se eleva hacia lo universal mediante la abstracción del concepto (en nombre del espíritu).

Ateniéndose al imperativo “conócete a ti mismo” [12][[12]]url:#_ftn12 , inscrito, según afirma Pausanias, en la entrada del templo de Delfos dedicado a Apolo (templo que por lo demás había sido previamente un asentamiento de la divinidad femenina Gea-Gaia bajo la figura de una diosa-serpiente), Sócrates se resistió, consciente de sus propios límites y de los límites de sus conocimientos (podríamos decir que era consciente del carácter interpretativo de sus interpretaciones, de que no poseía la Verdad, siendo sólo amante de la sabiduría) a hacer afirmaciones tajantes. Se limitaba a asumir la muerte, concibiendo la filosofía precisamente como una preparación para ese último viaje, y a ejercer el arte de preguntar en el ágora a sus conciudadanos, con una intención irónica y mayéutica [13].

Precisamente en ese saber que no se sabe, sabiamente recogido en el Renacimiento por Nicolás de Cusa con suDocta ignorantia, radicaría lo constitutivo del eros socrático, que se sitúa en el quicio entre el cuerpo y el espíritu. Este quicio representa un lugar de tránsito en el que radicarían el sentido, lo simbólico y el alma, que tienen en común su capacidad de conversar con lo demónico [14]: “El eros socrático -afirma Ortiz-Osés, sería el saber que no se sabe y por eso busca a través de la belleza el sentido: el cual es lo sublime como sublimación de lo subliminal, o sea, el bien que no renuncia a la belleza sino que la asume y trasfigura”. [15] Pero directamente ligada con este saber que no se sabe está la temática de la muerte:

¿Qué es, en efecto, el temer a la muerte sino  atribuirse un saber que no se posee? ¿No es acaso imaginar que se sabe lo que se ignora? Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el ser humano, pero la temen como si fuera el peor de los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, también quizá me diferencio en esto de la mayor parte de los seres humanos, y, por consiguiente, si dijera que soy más sabio que alguien en algo, sería en esto, en que no sabiendo suficientemente sobre las cosas del Hades, también reconozco no saberlo.” [16].

El ámbito de un eros así entendido es el lugar en el que es posible, según la expresión de Hillman, “hacer alma”, habida cuenta de que “el alma es la mansión del sentido humano y, por lo tanto, el baremo de toda axiología o valoración de la virtud como valor anímico” [17].

De este modo Sócrates queda, tal como lo presenta Ortiz-Osés, liberado de la interpretación platónica (patriarcal), que ha sido la que ha imperado en la historia de la filosofía oficial al asociar (y disolver) olímpicamente el alma con el espíritu, con las Ideas y con la Verdad abstracta, olvidando el pragmatismo deldaimon personal socrático, que sólo niega, y que podría ser visto como símbolo del sentido existencial [18]. “Conviene matizar aquí, señala nuestro autor, la opinión de Aristóteles sobre que Sócrates sería el fundador del concepto universal, ya que no se trata del concepto universal-abstracto (general) sino del concepto universal-concreto ganado en diálogo interanímico (y que yo denominaría simbólico)” [19].

Se trata, pues, de reconectar la figura de Sócrates con el trasfondo pregriego de signo matrial del que proviene Dioniso y, con él, la concepción trágica de la vida marcada por su asunción de la génesis y el ocaso. Ortiz-Osés escucha ahora a Jenofonte: “En efecto, el Sócrates jenofontiano ya no es un héroe platónico sino un antihéroe, el cual es acusado de corromper a la juventud por no reconocer a los dioses o ideales oficiales de la ciudad política, introduciendo nuevos demonios, daimones o démones, es decir, númenes ambivalentes, instancias ya no olímpicas o luminosas sino oscuras y ambiguas, figuras intermedias entre lo divino y lo demoníaco cercanas al ámbito intermedio e intermediario de lo humano, precisamente situado entre el mundo celeste y el submundo terrestre, a medio camino entre la luz y la oscuridad de la caverna” [20].

En este sentido podríamos señalar también que Sócrates se distancia de los sofistas aliándose con Sófocles, con quien probablemente habría coincidido en casa de Aspasia, la amiga de Pericles. Como apunta Erich Fromm siguiendo a Bachofen, Sófocles estaría recuperando las viejas tradiciones populares que acentuaban la importancia del amor, la igualdad y la justicia, frente al oportunismo, el egoísmo y el despotismo de las élites “ilustradas” (sean aristocráticas o sofística). No se centra tanto en la religión oficial del Estado sino en un “principio humanista” basado en determinadas “potencias secundarias” que, según Fromm, “se identifican fácilmente a las diosas del mundo matriarcal” [21]. En este sentido afirma que “Sófocles proclamó que el principio de que la dignidad del ser humano y la santidad de los lazos humanos jamás deben subordinarse a las exigencias inhumanas y autoritarias del Estado o a consideraciones oportunistas” [22]. Como ha mostrado Ortiz-Osés, el propio Heidegger, pese a haberse resistido a visitar Grecia hasta 1962, descubre el “brillo” de Cnosos en la Creta matriarcal que funda la “luz o luminosidad” clásica [23].

En cualquier caso, no habría que olvidar, cosa que no hace Ortiz-Osés, que además de este Platón patriarcal-espiritualista y abstraccionista hay también un Platón “erótico”, que recupera a través de la figura de Diótima de Mantinea la visión del amor auténtico como eros creador que “persigue la generación y procreación en la belleza” (206e) y con ella la posibilidad de una mediación entre los opuestos que suaviza la tendencia a dualizar drásticamente y a separar excluyentemente. En este contexto el eros tendría un carácter movilizador del alma y ejercería una función orientadora y también liberadora del sentido contenido o latente en la materialidad inmediata del deseo [24].

3.- La crisis gnóstica

Junto a la figura de Sócrates es preciso tener en cuenta otro aspecto de la cultura greco-romana que ha tenido una gran importancia en el desarrollo de algunas de las posiciones básicas de Ortiz-Osés. Me refiero a lo que podríamos llamar de un modo muy general la “crisis gnóstica” que sacude, quizás con la misma radicalidad que al cristianismo, a la mentalidad helenística poniendo en cuestión su optimismo ontológico de fondo, la identificación lógica de lo real con el bien, para poner en primer plano el problema irresoluble e inexplicable del mal, con lo que se llega a definir el mundo con la expresión, a la que nuestro autor alude con cierta frecuencia, de “caca”: pleroma tes kakias.
El movimiento gnóstico coincidiría en esta visión pesimista con la antigua sabiduría de la época trágica de los griegos anunciada por el viejo Sileno, ese dios de los bosques, feo y deforme que se encargó de criar a Dioniso, cuando al ser preguntado por el rey Midas sobre el bien supremo del ser humano contestó lo siguiente: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti morir pronto” [25]. En esta experiencia del mundo vivido como una “caología” o, más humorísticamente y en lenguaje juvenil, como una “cacalogía” ( pleroma tes kakias), el sujeto gnóstico se siente como un extraño o extranjero, separado del mundo por un abismo insalvable así como separado de Dios, que sería el responsable último de esa totalidad.

El creador de un mundo negativo no puede menos que implicar lo negativo en él mismo: tal sería la drástica conclusión a la que, contra toda teodicea, llega el movimiento gnóstico, quedando enfrentado tanto a la teología oficial griega como a la religión cristiana, que lo presentan como bueno y providencial. Ahora el conocimiento (gnosis) comparece como el factor soteriológico decisivo: tendría un componente iniciático por cuanto que ayuda a romper con engaños, eufemismos e ilusiones, para reconocer el mal como tal e invitar a la insumisión, sólo guiada por el libre albedrío de cada cual, ante el Dios de este mundo que no es en realidad más que un Arconte o Demiurgo que garantiza el presunto “orden”, que hace que esa totalidad lo siga siendo y que se encarga de que los humanos se sometan al destino. “Al cobrar conocimiento de sí mismo, el yo también descubre –según afirma H. Jonas, un importante especialista en gnosticismo-  que éste no le pertenece realmente, y que más bien es el involuntario ejecutor de los designios cósmicos. El conocimiento, la gnosis, puede liberar al ser humano de esta esclavitud, pero… no puede aspirar a la integración en la totalidad cósmica y el acuerdo con sus leyes, como hizo la sabiduría estoica” [26].

Ahora bien, habría que destacar como característica fundamental de lo que H. Jonas denomina “movimiento gnóstico” que esta radicalización del dualismo (ya presente en gran medida, aunque suavizado, tanto en la filosofía griega como en el cristianismo) no implica el abandono de la trascendencia: el Arconte contra el que se preconiza insumisión y desacato no es el auténtico Dios. Por eso, en general se puede decir que la gnosis aspira y apunta, pese a su nihilismo de fondo, a la trascendencia. “Pero esta trascendencia, a diferencia del mundo inteligible del platonismo y del señor del mundo del judaísmo, no guarda con el mundo sensible una relación positiva; no es la esencia o la causa de éste sino su negación y supresión. El auténtico Dios gnóstico, tan diferente del demiurgo o Dios inmanente, es el totalmente diferente, el otro, el desconocido (trascendente) [27]».

Pues bien, baste esta somera caracterización del movimiento gnóstico para comprender ciertas claves de la hermenéutica simbólica de nuestro autor que hunde sus raíces en la problemática existencialista y en sus desarrollos a partir de Heidegger. Pues como estudió H. Jonas, partiendo precisamente de la filosofía de Heidegger, sería posible detectar una cierta “afinidad” entre el gnosticismo y el existencialismo, realizando “una lectura gnóstica del existencialismo” [28]. Es de sobra conocido, por otro lado, el interés que el fenómeno del gnosticismo despertó en Jung, y la importancia que tiene en la formulación de su psicología profunda, por cuanto que plantea las relaciones entre Dios y el mal, relaciones que a Jung le resultan relevantes a nivel psicológico. En 1916 escribió sus “Septem sermones ad mortuos”, firmado con el pseudónimo de Basílides de Alejandría, donde aparece la figura de Abraxas, la divinidad que contiene en sí los opuestos (retomada a su vez por Herman Hesse en su novela Demián) [29].

No pretendo decir, obviamente, que Ortiz-Osés sea un gnóstico, pese a que su atracción por el gnosticismo es así mismo obvia desde muy pronto en él. No se pretende restablecer el dualismo absoluto o “diametral” que caracteriza al gnosticismo, pero sí de escuchar y tomar en serio sus alegatos contra el mundo, contra la historia y contra la imagen tradicional del dios patriarcal [30]. Todo ello se concreta en una propuesta: asumir el mal y tomarlo en serio (cosa que en el caso de nuestro autor quizás podría comprenderse por motivos biográficos), en vez de negarle alcance ontológico, reconocer su alcance en vez de minimizarlo, tomar conciencia plena, no obviamente para celebrarlo, sino para conjurarlo, apalabrarlo, articularlo, suturando simbólicamente la herida real, proponiendo la búsqueda de un sentido simbólico que, a diferencia de la Verdad-Bien que excluye la mentira-mal, se caracterizaría por su capacidad de y su eficacia en la coimplicación asuntora del sinsentido.  Pero veamos más concretamente el vínculo que mantiene Ortiz-Osés con la filosofía de Heidegger.

4.- A. Ortiz-Osés y Heidegger

Cabría decir, pues,  que Ortiz-Osés es un heideggeriano en tanto que ha ido leyendo a Heidegger a lo largo de toda su vida,  ha recorrido todos los senderos por los que  éste anduvo buscando la inspiración y su presencia es constante en casi todas las obras que ha publicado. No es un heideggeriano, empero, porque no se limita a repetir lo que dice el maestro (complicándolo hasta convertirlo en una jerga de poder, como suele ocurrir en el interior de las escuelas), sino que lo interpreta a su modo, aplicándoselo para buscar y probar (catar) lo que quiere decir(le).

El viaje de Heidegger, su peregrinación en búsqueda del ser que la tradición metafísica ha ido olvidando en la misma medida en que el propio ser se iba ocultando o retirando, se inicia preguntando a un ente, el ser humano, cuyo modo de ser consiste en la interpretación de la existencia y que necesita preguntarse por lo que él mismo es y por el mismo Ser. Tras constatar el fracaso de esta vía y los graves peligros que comporta, Heidegger se vuelve de nuevo hacia el ser, dejando al ser humano (ahora interpretado como “pastor del ser”) en un segundo plano, como si acallando la voz de su conciencia (Bewusstsein) fuera posible escuchar mítico-místicamente la voz sin sonido del ser, su “música callada”. Este silencio no es empero terminal, sino que propicia el encuentro con el lenguaje, “el más peligroso de los bienes” (según Heidegger), esa “estación que viaja con nosotros” (según Hugo Lindo evocado por Ortiz-Osés): “se le ha dado al hombre el lenguaje, para que con él se hunda y regrese a/de la Viviente eterna (la tierra Madre Natura), para que aprenda el amor que todo lo alcanza” [31].

A través del lenguaje se realiza el viaje decisivo, el que atraviesa el mar tormentoso, y, como en el Maelstrom de Poe, el viajero se hunde para volver a emerger regenerado por el contacto con el fondo. El lenguaje se convierte así, en la interpretación de Ortiz-Osés, en médium cuasi-alquímico de disolución de lo fijo e instaurado y de resolución o captación de lo volátil (solve et coagula): su operación característica sería la retroprogresión(Pániker).

Ortiz-Osés nos propone, pues, una interpretación personal y original de la filosofía de Heidegger: se trata de llevar a cabo una radicalización simbólica de la crítica de la metafísica como ontoteología que despliega el filósofo alemán. Esta interpretación osesiana se apoya en la sospecha de que en dicha filosofía lo que se dice es menos importante que lo que no se dice o se oculta. Y lo que se oculta en esa dicción filosófica es una mitología, indeterminada por cuanto que no explicitada, que el hermeneuta ha de extraer e identificar. El ser no habrá de ser entendido ni tratado, pues, como si fuera un concepto, racional, puro, abstracto y sólo accesible al pensamiento, sino como un “concepto-totem”, es decir, como un concepto mitológico que encierra una “emoción socializada”, como un símbolo, o mejor, como el símbolo por antonomasia, como el arquetipo mismo del símbolo en tanto que reunión o totalización de los contrarios [32].

El ser dice efectivamente todo y nada al mismo tiempo, consciencia e inconsciente, vida y muerte, bien y mal, lo más alto y lo más bajo.  Evoca tanto el campanario como el tonel, sugiere una visión en la que el cuadrado y el círculo se encuentran reunidos en una figura cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Recuerda, pues, a lo numinoso que se caracteriza, como afirmó R. Otto, por ser fascinante y terrible al mismo tiempo, por reunir lo divino y lo demoníaco [33].

Sería en este sentido un mandala en el que se integran la conciencia y el inconsciente, un símbolo que simboliza la totalización de los contrarios: el todo y la nada, lo simbólico y lo diabólico y que podemos imaginar como la piedra filosofal que trasmuta el plomo en oro y la enfermedad en salud. Mientras que el ser clásico oculta una mitología patriarcal que relata la historia del Héroe en la lucha del Bien-Verdad contra el monstruo de la oscuridad que representa el Mal-Mentira, en el ser heideggeriano encontraríamos un Antihérore, o mejor, un Héroe antiheroico: es el mito del bien o sentido simbólico que transgrede hermenéuticamente el sentido dado, cósico o literal, pero “tratando de asumir y articular el mal y el sinsentido a modo de positivación de lo negativo” [34].

Tanto la metafísica como la filosofía que se formula como crítica de la metafísica encierran en su trasfondo una mitología en la que se escenifica un drama primigenio, la historia del ser, el drama de la tensión que mantiene reunidos a la mater-materia (tierra que alberga en la oscuridad el fuego del hogar) y a la forma-paterna (con su fuego celeste que llena de luz la totalidad del día, reflejándose en la opacidad de los cuerpos, en los que no logra penetrar). En la tradición metafísica se le concede la primacía ontológica a la forma, a lo patricio, y se de(s)precia o devalúa de tal modo la materia que la concibe en su límite (materia prima) como aquello que al carecer de forma no es realmente o es nada, por lo que se va haciendo invisible y va cayendo en el olvido. La forma comparece así como lo que da el ser a la cosa. Es lo que realiza a lo que es, lo determinante: el principio o fundamento de los entes. Al ignorar su conexión originaria con la materia, la metafísica va a acabar concibiendo al Ser como el ente por antonomasia o ente primero, es decir, identificándolo con el ente. Heidegger se estaría inscribiendo, aunque un tanto sibilinamente, en una tradición heterodoxa que revaloriza lo material-matricial y la physis en tanto que poder-ser, posibilidad o potencia [35]. Ahora sería el ser el que tiene un carácter matricial que se retrae en la medida en que se vuelca patricialmente en los entes, dándoles a luz y lanzándolos a nadar en la nada (existencia en el tiempo).

Frente al ser clásicamente concebido por la tradición metafísica, que se apoya inconscientemente sobre una simbología mítica de carácter patriarcal, como ente superior o primero que impone heroicamente su dominio sobre el dragón caótico de la naturaleza (madre-materia) instaurando el orden de la polis (nomos), Heidegger se atiene a la diferencia entre el ser y el ente. El ente queda asociado ahora al dominio patriarcal propio de la conciencia racional (asimilable a lo que Adorno y Horkheimer designaron como “razón instrumental”). El ser, por su parte, alude al ámbito de lo matricial, a la potencia del origen (arché) que había fascinado a los primeros filósofos y mitopoetas como Anaximandro (ápeiron) antes de entrar en la edad de la metafísica (en la que queda reducida a jora) [36]. .

La pregunta filosófica por el ser implica así una destrucción de la metafísica. Se trataría de romper la cáscara conceptual en la que se ha encerrado la tradición occidental para que pueda brotar la sabiduría trágica, y la correspondiente experiencia vital, que había quedado reprimida para que pudiera extenderse universalmente la luz de la conciencia clásica. Tras la metafísica, que sería un mito patriarcal racionalmente dominado, late otro mito, el mito matriarcal que relata el destino trágico del amor-sentido que emerge (Dioniso) como hijo-amante de la diosa.

5.- Humanismo hermenéutico y anarcohumanismo

Como ha apuntado el psicólogo posjungiano J. Hillman, un humanismo posmoderno tendría que evitar la “falacia humanística”, que consiste en creer que el ser humano es el centro y la medida de todas las cosas, para redescubrir, como hiciera en la cima del Mont Ventoux Petrarca por vía agustiniana, no al ser humano sino a lapsique: “lo único admirable es el alma” [37]. El alma sería para Petrarca, aquello que reúne a la razón y a la pasión, a la conciencia y al inconsciente. Por eso el alma no se reduce exclusivamente a lo humano, pues su profundidad es, como sentenció Heráclito, insondable. Por ello, casi 250 años después otro humanista, Montaigne, pudo decir que,  dado su carácter proteico,  “el alma puede beneficiarse de todas las cosas sin distinción: el error y los sueños le prestan un importante servicio”.

Para un tal humanismo psíquico el lado oscuro de la personalidad (donde radica todo aquello que normalmente tendemos a considerar como no propiamente “humano”: lo absurdo, lo grotesco, lo vicioso, lo patológico…) no sería algo a suprimir sino a integrar, con lo que desaparecen las distinciones tajantes, las dualidades intransitivas: “ninguna forma o posición es indisolublemente inferior o superior, moral o inmoral, pues la rueda gira y la ambigüedad del alma significa que el vicio y la virtud no pueden separarse ya el uno de la otra, como tampoco pueden separarse el águila y el cordero” [38]. El alma queda liberada de este modo de la identificación con lo estrictamente “humano” como propio de la conciencia y del Yo y puede ejercer una función mediadora e integradora: “El alma no pierde nunca su posición intermedia. Por ello ha de ser invocada como una función situada entre el sujeto consciente y las profundidades de lo inconsciente, inaccesibles al sujeto” [39].

Desde la perspectiva de la hermenéutica filosófica, que se construye precisamente sobre nociones pertenecientes a la tradición humanista como son las de “sentido común”, “gusto”, “formación”, “capacidad de juicio”, también se detecta y se denuncia esa “falacia humanística”. Así habría que entender, precisamente, la insistencia de Gadamer en la importancia del lenguaje natural o materno, que tiene un “fundamento metafórico”, como “médium” de la interpretación humana del mundo y de sí mismo. En este contexto la interpretación es concebida, en tanto que modo de ser del ser humano, partiendo del modelo del juego y de lafiesta: comparece así como una actividad dialéctica en la que ni el sujeto (intérprete) ni el objeto (texto) obtienen un predominio absoluto, pues ahora lo primario es la relación,  y es en esa relación en donde el sentido va aconteciendo, se va realizando, a través de su acción recíproca (círculo hermenéutico) [40].

Cabría decir, pues, que ya no podemos seguir defendiendo un humanismo que cree literalmente que el ser humano es el centro del mundo y de la historia; mas como no parece haber surgido ninguna alternativa que se pueda contraponer tanto a la barbarie del capital y del mercado como a los fundamentalismos diversos, se podría abogar, como ha hecho entre nosotros Ortiz-Osés, por una humanismo hermenéutico o simbólico [41]. En tanto que hermenéutico es un humanismo descentralizado y descentralizador, ya que el centro está ahora vacío de sustancia, aunque relleno de lenguaje(s) e interpretación(es) más o menos accidentales. En tanto que simbólico ese humanismo es anímico e implicador, pues presenta el alma como la implicación del cuerpo (lo material-concreto) y el espíritu (lo formal-abstracto) cosidos con el hilo del lenguaje que apalabra su sentido en un determinado contexto (inter)personal.

Podríamos caracterizar a una tal posición como anarcohumanista por cuanto que sirve de contrapunto al ideal humanista vigente en la modernidad (y heredero de la tradición ontoteológica) que corta mediante la represión los vínculos del ser humano con el cuerpo, la materia, el eros y la naturaleza y, arrancándolo del ámbito materno-natural en nombre del Padre, la Ley y el Estado, suplanta el cuerpo y su erótica por la idea y su lógica, demonizando la oscuridad de la caverna, y diviniza el esplendor celeste [42]. Para compensar esa unilateralidad ascensional, que se manifiesta en el proyecto de superar-purificar lo humano mediante la razón abstracta y la pura aspiración ético-política al Bien, se trataría ahora de asumir y elaborar conscientemente (y desculpabilizar) lo inconsciente, lo irracional, la Sombra oscura, el mal, de tal modo que se haga posible su transformación e integración [43].

La propuesta del filósofo vasco-aragonés que hemos denominado anarcohumanista  se puede entender como una invitación, frente a la tradición del perfeccionismo, a que cada cual siga su propio camino de la complección y sea fiel a su propia experiencia vivida, de acuerdo con el mensaje radicalmente cristiano que se condensa en la divisa agustiniana “dilige, et quod vis, fac” traducida por Ortiz-Osés como “ama y haz lo que quieres, quiere y haz lo que tu corazón requiere, ama y haz lo que te pide el alma” [44].

Ahora bien, con ello no se renuncia al desarrollo de la conciencia y a la humanización de la humanidad sino que se radicalizan esos procesos abriéndolos también hacia abajo: poniendo a la conciencia individual en comunicación con el inconsciente (en última instancia colectivo o transpersonal, como quería Jung), ese mundo inferior al que no llega la luz de la razón espiritual pero que encierra, al modo de un tesoro oculto, las claves de la creatividad y de la transformación [45]. O, para decirlo, ya para acabar, de un modo menos complejo con la ayuda de S. Toulmin: “tenemos que equilibrar el afán de certeza y claridad en la teoría, con la imposibilidad de evitar la incertidumbre y la ambigüedad en la práctica” [46].

 

6.- El dios implicado y su implicación en el cosmos

Si la figura de Sócrates puede ser vista como inspiradora de la hermenéutica simbólica ortiz-osesiana, podríamos señalar la teoría aristotélica del “motor inmóvil” como el adversario en polémica (no siempre explicitada) con el cual se va construyendo dicha hermenéutica. Dicho “motor inmóvil” es impasible, mueve el mundo no por amarlo, sino dejándose amar por él, y  bastante tiene con pensarse a sí mismo (noesis noeseos) [47].

Un tal ser primero, de acuerdo con Parménides y Platón, no puede menos que ser inmutable, eterno, permanente, pues cualquier cambio implicaría reconocer de algún modo cierta imperfección, y el amor es primariamente deseo de transformación. Apoyándose en esta visión aristotélica, el dios oficial cristiano, tal como queda definido por la decidida teología afirmativa, es forma pura que regiamente impone, por su actividad, el orden a una materia pasiva e indeterminada, “acto puro” o “pura actualidad” en la que nada queda en mera “potencia”. Este dios patriarcal, perfecto, inmutable e impasible no puede amar al mundo, ni por tanto a los humanos que lo pueblan, tan sólo dejarse amar por ellos y exigirles obediencia y sumisión. Es el Pantocrator que con su poder infinito crea, domina y gobierna el mundo [48].

Una tal teología, que resulta difícilmente compatible con la idea cristiana de kenosis o vaciamiento divino, podría ser vista como una consecuencia de la recepción del esfuerzo aristótelico por conjurar un peligro latente en la filosofía de su maestro y que el discípulo vivía como una amenaza inminente: la excesiva separación entre el mundo de las ideas y el mundo sensible [49]. Queriendo negar que la idea exista separada de las cosas que la “imitan” o participan de ellas, Aristóteles afirma que el universal sólo es en la cosa (“nada de lo que es universal es sustancia”, Met. L, VII, 229): la idea separada no puede ser la ousia de la cosa. La ousia es en la cosa y es, además, una de las categorías, a la que todas las demás categorías remiten o presuponen, pero sin dejar de ser una categoría, sin estar separada de ellas (las cuales quedan, empero, reducidas a la condición de meros “accidentes”).

Al renunciar a la teoría del recuerdo (anamnesis), la imitación o mimesis deja de ser vista como una simple copia y comparece como un proceso creador, con todo su mérito y su dignidad universalizadora [50]. El acceso a lo universal no sería el resultado de un recuerdo, sino de una actividad constructiva, que comienza ya en la propia percepción. Esta epistemología, que descarta la anamnesis de un mundo de ideas que sirviera como punto de partida para el conocimiento es  muy importante  a la hora de reconocer y valorar la autonomía del arte. La  mimesis no es para Aristóteles una mera copia que refleja o repite mecánicamente un original,  no es mera re-presentación pasiva. En este sentido cabe decir, como hacen Ricoeur y Gadamer, que para Aristóteles “mimesis es poiesis” (recreación), con lo que nos encontraríamos posiblemente ante una de las raíces de la hermenéutica contemporánea [51].

Pues bien,  inspirándose en un cierto Sócrates frente a Platón y polemizando con Aristóteles, aunque aliándose con su Poética, Ortiz-Osés ofrece una reelaboración posmoderna de la problemática clásica de la metafísica del ser, la cual comparece ahora reconvertida en una hermenéutica de la implicación que no pretende ya alcanzar la Verdad, presuntamente universal e inmutable por trascendente, sino mas bien apalabrar (es decir, traer a nuestros lenguajes) “la trascendencia inmanente del Sentido (con)vivido” [52]. Queda así asumido que todo lo que podemos decir sobre el Ser y sobre Dios somos nosotros los que lo decimos y que lo decimos a nuestro propio modo, al modo humano y en sus múltiples modalidades. Como ya apuntara atinadamente Jenófanes, y posteriormente Feuerbach, nuestras imágenes de lo divino son de entrada nuestras, por lo que no deberíamos descargar nuestra responsabilidad en lo divino: “lo que decimos de Dios nos lo decimos de/a nosotros mismos” [53].

Pero, entonces, ¿de Dios no queda nada? (y si de él nada queda ¿qué quedará de nosotros?). Apenas queda nada del Dios omnipotente e imperante que se ha disuelto con el desarrollo de la conciencia y de la libertad del ser humano: cabría decir que Dios no es propiamente, como creyó la tradición onto-teológica que era; que apenas es nada. En este sentido puede hablarse de un nihilismo en la hermenéutica de Ortiz-Osés, pero al igual que su hermenéutica, ese nihilismo es, como él mismo afirma solidarizándose con E. Cioran, un “nihilismo simbólico”: “De la destrucción del Ser clásico o entitativo (deificado) queda su nombre posclásico: el Sentido como sentido simbólico. De esta guisa, a la muerte del Ser clásico, el ente hiperreal- sucede la resurrección del sentido surreal o subreal, el cual es el ser ya no cósico sino lingüístico o simbólico: paso o tránsito de la naturaleza fija a la cultura desfijadora o abierta” [54].

Ahora bien, como también atinadamente apuntaran, siguiendo toda una tradición, Hegel, Jung y Unamuno, a través de ese nuestro decir, que es proyección nuestra (pero con fundamentum in re, ya que se funda en nuestra coexperiencia y convivencia) el propio Dios se iría descubriendo, reconociendo y humanizando a sí mismo. En este sentido habla Ortiz-Osés del Dios implicado y cómplice, pues se trata de un ser que no es por sí mismo (abstractamente), sino que deviene por nosotros (en el doble sentido del “por”: para nosotros y a nuestro través).

Mas de un tal ser que aun no siendo cósicamente se implica en su creación y se hace cómplice de ella cabría decir que es un ser Anarco, pues aunque hace ser (potencia), ni es propiamente principio o fundamento (cósico) ni ejerce propiamente poder alguno. El anarcoteísmo sería así la contrapartida teológica del planteamiento antropológico-simbólico que hemos denominado anarcohumanismo: ahora nos encontramos con un Dios implicado en el mundo y en el ser humano, lo cual quiere decir tanto en lo bueno como en lo malo. Pero implicarse en el bien no es propiamente implicarse. Si se trata de un Dios implicado, está implicado con el mal: se implica con el mal con la intención de poder redimirlo [55].

Quizás sea posible descubrir un cierto paralelismo entre este nihilismo simbólico del “dios implicado” que se deriva de la hermenéutica de Ortiz-Osés y  lo que Corbin ha llamado, a partir del estudio del platonismo islámico, en particular de Ibn Arabi, “la paradoja del monoteísmo”. Hay que tener en cuenta a este respecto  que H. Corbin (1903-1978) conoció a Heidegger y tradujo al francés su Introducción a la metafísica antes de dedicarse al estudio y la presentación en Occidente de la filosofía mística del platonismo islámico, en especial del de la antigua Persia. Su investigación de la filosofía islámica se integra en un proyecto de mediación o diálogo intercultural generalizado (en este sentido W.R. Corti hablaba de un “ecumenismo intelectual” y A. Ortiz-Osés ha hablado de “ecumenismo simbólico”) que se realiza, en el contexto del Circulo de Eranos, en una atmósfera de libertad y ausencia de imposiciones teóricas o doctrinales [56].

Pues bien, la paradoja del monoteísmo a la que hemos aludido consiste en que la consideración ingenua, dogmática, exotérica o literal del monoteísmo en su afirmación tajante, que pretende evitar toda idolatría, de que no hay más Dios que Dios, de que hay un solo Dios, implica una especie de victoria pírrica: “perece en su triunfo, se destruye a sí misma convirtiéndose en una idolatría metafísica” [57]. Dicha idolatría consiste en hacer de Dios un Ens, un ente, aunque se pretenda “supremo” y se quiera ubicar infinitamente por encima de los demás entes, invistiéndolo con todas las características positivas imaginables. Este ascenso se encuentra, empero, con un límite insalvable. Pues precisamente, si es ente no puede ser supremo: “el ente se remite por esencia más allá de sí mismo, al acto de Ser que le trasciende y le constituye como ente” [58]

Nos encontramos así cerca de la concepción de un “dios patético” como la que ofrece la gnosis ismailí con su etimología del nombre divino Alá (al-Láh) como “derivada de la raíz wlh, que incluye los sentidos de estar triste, abrumado por la tristeza, suspirar por, huir temerosamente hacia… El nombre divino aludiría no al poder, sino a su fondo oscuro, casi melancólico: “expresa, pues, la tristeza, la nostalgia que aspira eternamente a conocer al Principio que eternamente le da origen: nostalgia del Dios revelado, es decir, revelado para el hombre, que aspira a reencontrarse a si mismo más allá de su ser revelado. Inescrutable misterio intradivino al que sólo es posible referirse por alusión” [59]. Pero tras este excurso por la paradoja del monoteísmo veamos cómo se concreta últimamente la concepción ortiz-osesiana del dios implicado en la cosmología, generando una cosmología simbólica [60].

La actual cosmología física que se condensa en la teoría del big-bang nos ofrece un modelo para explicar el origen y la evolución del universo, es decir, de la totalidad de lo real. El universo proviene, según esta teoría, de una singularidad  que sería como punto en el que todo se encuentra superconcentrado y a partir del cual comienza el espacio-tiempo a expandirse. En este sentido el universo no provendría de nada estable, sino de un vacío inestable que por azar se expande espacio-temporalmente de tal modo que se da una disociación de los opuestos, como materia y antimateria, y una oscilación entre ellos que establece un cierto equilibrio también inestable. De este modo, cabe decir que la física actual sobrepasa el marco de la metafísica clásica con su dualismo característico, que ha visto en la nada una especie de monstruo que ha de ser combatido heroicamente, y derrotado, por el ser. Sustituye además la ciencia contemporánea la visión estática y sustancialista por un dinamismo en el que el principio de contradicción apenas rige, pues las partículas son ondas y las ondas vibraciones de cuerdas.

Se trata una visión cuasi surrealista del cosmos en la que el vacío adquiere una relevancia casi desconocida en la tradición sustancialista occidental: podría ocupar el lugar del “alma”: el alma del mundo. Ese vacío inicial que todo lo implica encierra una tensión o pasión, una cierta inestabilidad, un desgarrón: no es ciertamente impasible, sino más bien patético. Habría un drama contenido en esa inestable nada-vacío que por un azar, por nada en realidad (como ocurre con el amor y en el juego, cuando se hacen las cosas “por nada”), se abre expansivamente en el universo (o en una pluralidad de universos paralelos… a saber). “En la metafísica clásica de Aristóteles el orden y concierto del universo está simbolizado dualísticamente por el fondo divino (theion)frente al desorden y desconcierto humano-mundano. Pero en nuestra hipofísica el trasfondo divino es ya una armonía o equilibrio amenazado por la disarmonía y desequilibrio, pues la originaria nada-vacío implica un estado de inestabilidad que acaba desestabilizándose y estallando” [61].

Una inquietud daimónica atraviesa al mismo vacío originario: no podía ser menos si pretendemos comprender la inquietud propia del universo, del propio mundo humano y de los humanos más humanos.

 

Conclusión

Andrés Ortiz-Osés ha elaborado un pensamiento de carácter hermenéutico o interpretativo de la realidad, especialmente de la realidad cultural y de la propia existencia entrevistas tragicómicamente en su sentido y sinsentido.  Pues bien, lo primero que hay que tener en cuenta para poder orientarse en el discurso de Andrés Ortiz-Osés es que, además de ser un gran profesor y de poseer una erudición poco habitual, se trata efectivamente de un escritor original, es decir, que genera desde sí mismo, desde su existencia y experiencia, un lenguaje propio con  el que va enhebrando vivencias e ideas, imágenes y conceptos, articulando una interpretación del sentido y sinsentido de lo real, de la vida, el mundo y la existencia. Se trata efectivamente no sólo de un profesor de filosofía sino de un filósofo, es decir, de un creador, de un pensador mitopoeta. No podemos calibrar bien todavía la magnitud y el alcance de esa su creatividad: el tiempo y sus lecturas lo irán diciendo.

En este sentido, la hermenéutica de nuestro autor tiene un sentido ambivalente de signo simbólico o, como aquí lo traducimos, de sentido acuático, por cuanto concibe lo real no como un conjunto de cosas secas ni tampoco como un conjunto de conceptos puros (ambos modos son extremistas), sino como un entramado coimplicativo de símbolos, los cuales son imágenes de sentido fluido o fluente y, además, influyente en nuestras acciones humanas. De aquí su significación antropológica y psicosocial y la importancia otorgada al lenguaje como “mediador” de toda interpretación del mundo por parte del ser humano.

Así que A. Ortiz-Osés participa de la tesis hermenéutica contemporánea de Gadamer, según la cual el lenguaje es metafórico o, en palabras de Ortiz-Osés, no es puramente racional sino relacional, no es literal sino simbólico, no es cósico sino acuático. De esta guisa, el lenguaje simbólico funda al lenguaje racional, de modo que el concepto remite ahora al símbolo, la razón al sentido, la verdad pura a la interpretación impura y, finalmente, el logos y su lógica al mito y su mitología…

Toda nuestra cultura es, en efecto, “mitología”, en el sentido de que la realidad está articulada simbólicamente por el ser humano, el cual lo capta todo no desde la perspectiva aperspectivística de Dios, sino desde su perspectiva humana, demasiado humana, y no suprahumana, angélica o divina. Frente a la presunta solidez del ser clásico y de su razón pura nos las habemos ahora con un fundamento líquido. Ya el propio Nietzsche se refirió al ser humano como a “un poderoso genio constructor que acierta a levantar sobre cimientos inestables y, por así decirlo, sobre el agua en movimiento, una catedral de conceptos infinitamente complejos” [62].[[62]]url:#_ftn62

Ello no significa pasar del absolutismo clásico al relativismo de ciertos posmodernos. Significa, más bien, que nos movemos en un mundo humano relacional e intersubjetivo, dialógico y simbólico. Como dice Ortiz-Osés:

Por encima y por debajo de nuestras filiaciones reales, intervienen nuestras afiliaciones imaginario-simbólicas a través de imágenes cargadas de sentido: de este modo hay algo wittgensteiniano que se “muestra” detrás de los hechos brutos a los que trasciende, y ese algo no se puede decir en un lenguaje referencial sino simbólico. Y es que fundamentamos nuestras vivencias no en presupuestos dados de hechos brutos, sino en condiciones que los trascienden, así pues en con-dicciones: en un lenguaje simbólico que funge de mediación o afiliación entre el significado dado y el sentido simbólico. El fundamento de lo real es simbólico o imaginario, de modo que el imaginario simbólico es la matriz del sentido: por eso todo lo que tiene nombre es (como dice la mitología vasca) [63].

El fundamento de lo real es lo simbólico o imaginario, y ello dice: lo acuático, pues esa afirmación acarrea un “ablandamiento” de la concepción clásica de lo real, una dilusión de lo fijo o fijado, una reinterpretación acuática del ser como sentido que nada o reflota en un trasfondo oscuro y enigmático, a menudo de sinsentido, como realidad transida de surrealidad. El ser clásico es así liquidado en su cosificación o reificación, y licuado para su interpretación fluida y abierta, fructificadora, renovadora o regeneradora. La interpretación adquiere así un carácter recreador fundado en lo simbólico y lo simbólico queda simbolizado por las aguas, de modo que lo sólido flota insólitamente, es decir, emerge y demerge en lo líquido.

Esta reinterpretación del ser de lo real desde el agua suscita una visión surreal. He aquí que en diversas mitologías estudiadas por el autor el agua es considerada como la mater-materia de generación y regeneración, en donde el mismísimo duro destino se ablanda, humedece y reviene. Lo líquido-simbólico es la matriz, la urdimbre matricial frente a la estructura patricial o patriarcal, posibilitando a su vez su regeneración. Pues es por inmersión en las aguas como las cosas reviven y se recrean:

El agua está al principio, en medio y al final, siendo el médium amniótico de regeneración. Ello pone al agua en comunicación simbólica con el lenguaje, médium hermenéutico por excelencia de disolución y resolución de lo real. El lenguaje pone en flotación las entidades, disolviendo su irrelacionalidad y resolviéndola en relaciones: por eso el lenguaje es la razón acuática que mata y vivifica, disuelve y coagula lo real dado, otorgándole una nueva relacionalidad [64].[[64]]url:#_ftn64

El lenguaje simbólico es así el fundamento acuático de una realidad ahora concebida surrealmente, abiertamente, imaginalmente. A lo largo de toda su obra Ortiz-Osés ofrece una simbología de las aguas y una mitología del agua, así como una dilucidación del sentido acuático de la existencia. Pero lejos de quedarse en la mera teoría hermenéutica, el propio autor la verifica en el constante flujo de aforismos.

Pero tras estas incursiones predominantemente teóricas en la filosofía hermenéutica vamos a pasar a la segunda parte en la que ensayaremos algunas interpretaciones de ámbitos culturales más concretos.

 

Notas:

[1] La Editorial, Zaragoza 1971; Aguilera, Madrid 1973.

[2] Cf. A.Ortiz-Osés,  De lo humano lo divino  y lo vasco. Oria, Alegia, 1988. La investigación sobre lo vasco se inicia ya en Comunicación y experiencia interhumana y se concreta poco después en El matriarcalismo vasco. Universidad Deusto, Bilbao, 1980.
[3] Cf. o.c, p. 165.
[4] A. Ortiz-Osés, Amor y sentido. Anthropos, Barcelona, 2003, p. 154. Sobre la psicología “con alma” frente a las psicologías que se olvidan o pretenden deshacerse de ella cf. C. G. Jung, Los complejos y el inconsciente. Alianza, Madrid, 1986, p. 19.
[5] Este es precisamente el motivo central de otro libro de Ortiz-Osés  con el título Co-razón. El sentido simbólico. MRA, Barcelona, 2003.
[6] A. Ortiz-Osés, Amor y sentido. O.c p. 58.
[7] A. Ortiz-Osés, Heidegger y el ser-sentido. Universidad Deusto, 2009, p. 152.
[8] A. Ortiz-Osés, La razón afectiva. San Esteban, Salamanca, 2000, p.39.
[9] Id. p. 41.
[10] A. Ortiz-Osés, Filosofía de la experiencia. Aforismos, reflexiones y vivencias. Edición de Pilar Moreno. Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2006, p. 176. Esta ambivalencia le permite entrever a nuestro autor, por detrás del Apolo Belvedere, a la figura de Hermes, el mediador de los contrarios, que, al igual que Cristo, descendió al inframundo.
[11] Id. p. 180.
[12]Este imperativo contrasta con el que presidía la entrada a la Academia de Platón: “nadie entre aquí que no sepa geometría” y podría complementarse con la frase atribuida al Primer Imam del chiísmo: “quien se conoce a sí mismo conoce a su señor” (cf. H. Corbin, La paradoja del monoteísmo. Losada, Madrid, 2003, p. 116).
[13] La palabra mayéutica deriva, según el diccionario etimológico de Chantraine, de Maia, que es la diosa de los nacimientos, así como madre de Hermes.
[14] Ese Nicolás de Cusa seguidor del no-saber socrático es identificado por Cassirer como uno de los iniciadores de la filosofía moderna al reconocer que nuestro conocimiento, incluido el científico, se levanta sobre conjeturas (cf. E. Cassirer, El problema del conocimiento. F.C.E., México, 1987).
[15] A. Ortiz-Osés y P. Lanceros, Diccionario de la Existencia. Anthropos, Barcelona, 2006.
[16] Platón, Apología de Sócrates, 29 a-b, citado por P. Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua? FCE, México, 1998, p. 45. Hay otros lugares importantes  como Fedón 67e4, donde se afirma que “los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en el morir”.
[17] A. Ortiz-Osés, Filosofía de la experiencia. o.c., p. 180. Sobre la expresión “hacer alma” cfr. J. Hillman, El mito del análisis. Siruela, Madrid, 2000.
[18] “El Sócrates utilitarista de Jenofonte frente al Sócrates idealista de Platón: por eso su demon personal es un símbolo del sentido existencial (así traducimos frónesis) y no de la verdad platónica abstracta”.  A.Ortiz-Osés, Tragicomedia de la vida. Una filosofía acuática. Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1010. En la misma dirección parece apuntar P. Hadot cuando afirma que: “Lo demónico de Goethe tiene todos los rasgos ambivalentes y ambiguos del Eros socrático. Es, como nos dice en el libro 20 de Poesía y verdad, una fuerza que no es ni humana ni divina, ni diabólica ni angélica, que separa y que une a todos los seres. Al igual que al Eros del Banquete, no cabe definirla más que mediante negaciones simultáneas y opuestas. Pero es una fuerza que da a los que la poseen una potencia increíble sobre los seres y las cosas. Lo demónico representa en el universo la dimensión de lo irracional, de lo inexplicable, una especie de magia natural. Este elemento irracional es la fuerza motriz indispensable en toda realización, es la dinámica ciega, pero inexorable, que hay que saber utilizar y a la que no se puede esquivar” P. Hadot, “La figura de Sócrates” en C. G. Jung, W.F. Otto, H. Zimmer y P. Hadot,   Hombre y sentido: Círculo de Eranos III, Anthropos, Barcelona 2003, p. 130.
[19] VV. AA. Diccionario de la existencia. Anthropos, Barcelona, 2006, p.15
[20] A. Ortiz-Osés, La herida romántica. Anthropos, Barcelona, 2008, p. 20
[21] E. Fromm,  El lenguaje olvidado. Librería Hachette, Buenos Aires, 1972. p. 172. “El principio humanista del mundo matriarcal, con su acento puesto en la grandeza y la dignidad del ser humano, encuentra una bella y vigorosa expresión en la alabanza del coro al poder del ser humano: “Hay muchas maravillas, pero ninguna tan prodigiosa como el hombre”  Id. p. 166.
[22] Id. p. 172.
[23] “En un amplio valle entre montañas, profusamente plegado, el laberíntico palacio da testimonio de una existencia no belicosa, dedicada sólo a la agricultura, al comercio y a la alegría de vivir, pero altamente estilizada, hiper-refinada. Parece que fue una divinidad femenina la que concertó toda la veneración sobre sí misma”. A. Ortiz-Osés, Heidegger y el ser-sentido, o.c p. 159
[24] Últimamente B.-Ch. Han ha relanzado esta temática del eros como factor de apertura a la alteridad y al otro frente a la continuidad de lo mismo que caracteriza al consumismo capitalista y a la sociedad del rendimiento y del éxito (cfr. B.-Ch. Han, La agonía del Eros. Herder, Barcelona, 2014).
[25] F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia. Alianza, Madrid, 1976, p. 52.
[26] H. Jonas, La religión gnóstica. El mensaje del Dios Extraño y los comienzos del cristianismo. Ediciones Siruela, Madrid, 2003, p. 346
[27] Id. p. 349
[28] Id. 339 “El existencialismo…es la filosofía de una situación particular, predestinada históricamente, de la existencia humana: una situación análoga (aunque diferente en otros respecto) había producido una respuesta análoga en el pasado” Id. p. 338. Ya Spengler había señalado en La decadencia de Occidente  la “contemporaneidad” de la época greco-romana de los primeros siglos de nuestra era y de la época contemporánea cfr. Id. p342.
[29] Cf. Para todo ello el artículo de G. Quispel “Jung et la gnose” en Cahiers de l’Herne.
[30] Sobre el “dualismo diametral” característico de la gnosis cf. G. Durand, L’Âme tigrée. Les pluriels de psyché Ed. Denöel/Gonthier, 1980
[31]   Heidegger, “Hölderlin y la esencia de la poesía”, citado en A. Ortiz-Osés, Id., p. 37.
[32] Id., p. 39
[33] R. Otto, Lo santo. Alianza, Madrid, 1980.
[34] A. Ortiz-Oses,  o.c., p. 103.
[35] Cfr. Agamben , “Sobre la potencia” en http://www.scribd.com/doc/22853538/Agamben-G-Sobre-la-potencia
[36] Cfr. infra J. Alonso y L. Garagalza, ”La sentencia de Anaximandro”.
[37] Al llegar a la cumbre Petrarca abrió una página al azar de las Confesiones de san Agustín que llevaba consigo y pudo leer en el libro X lo que sigue: “Van admirando los hombres, los altos montes, las olas del mar, la larga trayectoria de los ríos, la inmensidad del océano, la revolución de los astros, pero no tienen la más mínima preocupación hacia ellos mismos”. Petrarca, Ascensión al Mont-Ventoux. Artium, Vitoria, 2002
[38] J. Hillman, Re-imaginar la psicología. Siruela, Madrid, 1999, p. 395. Cabe evocar a este respecto el Juicio Final de Miguel Angel, en el que Jesucristo no aparece en la posición clásica del juez que separa a los buenos de los malos sino que se sitúa entre ellos posibilitando la circulación entre los opuestos: estaría simbolizando, como apunta Ortiz-Osés, “el misterio de la muerte material y la regeneración espiritual en el médium simbólico del alma: la cual desciende a los ínferos del hades para renacer iniciáticamente a través de la depuración neoplatónica y la transustanciación cristiana” A. Ortiz-Osés, La razón afectiva. San Esteban. Valladolid, 2000, p. 38
[39] C.G. Jung, Tipos psicológicos. Edhasa, Barcelona, 1994, p. 298
[40] H.G. Gadamer, Verdad y método. Sígueme, Salamanca, 1976.
[41] “La compresencia del Hombre entre las cosas significa que la realidad significa o tiene significación, de modo que el Humanismo significa que la última palabra no la tendría el/lo ente, sino lo que denominamos creación. En efecto, la presencia del Hombre entre las cosas añade a estas el estrambote del afecto y la afectividad, la afección y la aferencia, en una palabra el Amor como desfundamentación o antifundamento del Ser. El amor es el estrambote humano del mundo, el amor es lo estrambótico en medio de lo real precisamente porque no es algo dado (mero significado) sino donación de sentido (el cual es un valor añadido al ser por el valor humano)” A. Ortiz-Osés, Amor y sentido. Anthropos, Barcelona, 2003, p. 102. Sobre la posible ubicación de la obra de Ortiz-Osés en esta tradición hermenéutica cf. el trabajo de Astrid Melzer-Titel, Modernität des Südens : humanismus- und Renaissancebezüge als Argumentation-smuster in der Gegenwartsphilosophie Spaniens. Arts et Unitas, Leipzig, 2003, así como “La actualidad de una filosofía humanista del sur en A. Ortiz-Osés, C.Thiebaut y F. J. Martin”. Revista de Hispanismo Filosófico, nº 8 (octubre 2003), pp. 39-60.
[42] El propio Ortiz-Osés ha calificado irónicamente su humanismo como “estrambótico”: “Se trata de un humanismo estrambótico, en el que finalmente el alma comparece como estrambote del universo, así pues como contrapunto del ser-eidético por cuanto realidad medial (demónica) que comunica exterior e interior, ciencia y conciencia, cuerpo y espíritu, inmanencia y trascendencia, logos y eros en diálogo”. A. Ortiz-Osés y P. Lanceros, Diccionario de la Existencia. Anthropos, Barcelona, 2006, p. 13
[43] Hay un comentario jasídico del versículo «ama al otro como a ti mismo (dice Yahvé)» que sustituye la palabra hebrea que significa «a tu prójimo» por otra palabra que, aunque se escribe distinto, suena igual y que significa «a tu propio mal». Cfr. E. Neumann, “Hermenéutica del alma” en A. Ortiz-Osés y P. Lanceros, Diccionario de Hermenéutica, Deusto, Bilbao, 1997.  En este sentido se podría interpretar simbólicamente la propuesta, literalmente inviable, “ama a tu enemigo”, entendiendo que tu principal enemigo es “tu propio mal” a asumir (críticamente).
[44] A. Ortiz-Osés, Amor y sentido. O.c., p. 125.
[45] Cfr. al respecto, E. Neumann, “El hombre creador y la transformación” en VV.AA. Los dioses ocultos. Circulo de Eranos II. Anthropos, Barcelona, 1997 así como L. Garagalza, Introducción a la hermenéutica contemporánea. Anthropos, Barcelona, 2002.
[46] S. Toulmin, o.c p. 245, cfr. así mismo su Regreso a la razón. Península, Barcelona, 2003.
[47] La teoría aristotélica se prolonga en la concepción escolástica de Dios como la perfección del “ser necesario” (“acto puro” o “pura actualidad”) e inmutable, en el que “no hay ninguna relación real de Él a las criaturas, sino solo de razón, en cuanto las creaturas están referidas a él”. Así pues, mientras que hay una relación óntica clara de las creaturas a Dios por la creación, la relación inversa es sólo “de razón”   (Manuel García Doncel, p.48 )
[48] Interesa también la parecida posición de F. K. Mayr al respecto.
[49] Vattimo retomaría con su “pensamiento débil” esta temática de la kenosis desde una perspectiva hermenéutica  (cfr. A. M. Haas, Viento de lo absoluto. ¿Existe una sabiduría mística de la posmodernidad”.Siruela, Madrid, 2009, p.47).
[50] En este sentido la diferencia entre la ciencia y la poesía se podría poner en correlación con la diferencia que señala Ortiz-Osés entre “el concepto universal-abstracto (general), que es unívoco, y el concepto universal-concreto, ganado en diálogo interanímico que se corresponde con la inteligencia afectiva (y que yo denominaría simbólico)” VV. AA. Diccionario de la existencia. Anthropos, Barcelona, 2006, p.15.: “el primero se basa en la dicotomía general del aut-aut (o esto o lo otro), el segundo se basa en policromía dialéctica del sive-sive (ora esto ora lo otro)”. A. Ortiz-Osés. Nietzsche. La disonancia encarnada. Libros del innombrable. Zaragoza, 2010, p.98.
[51] Ricoeur, La metáfora viva, Trotta, Madrid, 2001 p. 60.
[52] A. Ortiz-Osés, Amor y Sentido. O.c., p. 172.Toda esta problemática encuentra su contextualización en La razón afectiva. Arte, religión y cultura. San Esteban, Salamanca, 2000.
[53] Id. p. 172.
[54] A. Ortiz-Osés, Heidegger y el ser-sentido.o.c., p. 102. También interesa al respecto la posición de F.K.Mayr.
[55] Cfr. A. Ortiz-Osés, “Saudade de Dios frente al mal”. Blog Fratría en Religión Digital.
[56] Para Corbin Oriente ofrecería al hombre occidental la posibilidad de buscar lo que en él hay de auténtico, posibilidad que en Occidente estaría casi agotada. El joven Corbin se apoya en la teología de Barth para criticar los pseudo-valores imperantes en su presente y desmarcarse del egoísmo, la impersonalidad, la desintegración y la pérdida de relaciones y amistades auténticas que parecen anunciar la desaparición del ser humano como tal. Cfr. Maria Soster, Le développement de la pensée d’Henry Corbin pendant les années Trent. Université Paris I, 2001/2  disponible en www.amiscorbin.com/textes/francais/SOSTERMaria.pdf
[57] H. Corbin, La paradoja del monoteísmo. Losada, Madrid, 2003, p. 16.
[58] Id. p. 20
[59] H. Corbin, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn Arabi Destino, Barcelona, 1994, cap. I.
[60] Para lo que sigue, cf. A. Ortiz-Osés, “La nada y el ser: metafísica de la física”, en prensa.
[61] Id.
[62] F. Nietzsche, en: A.Ortiz-Osés, Metafísica del sentido, Universidad de Deusto, Bilbao, 1989, VI.
[63] A. Ortiz-Osés, en: W. Ross, Nuestro imaginario cultural, Anthropos, Barcelona 1992, Epílogo.
[64] Ver A. Ortiz-Osés, Las claves simbólicas de nuestra cultura, Anthropos, Barcelona 1993, p.217.

 

Artículo elaborado por Luis Garagalza, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, y colaborador de Tendencias21 de las Religiones.
http://www.tendencias21.net/Sobre-la-solidez-de-la-razon-pura-y-el-fundamento-liquido-de-Andres-Ortiz-Oses_a41085.html

«Los Rasgos de la Cara» Omraam Mikhaël Aïvanhov.

«Todo lo que hoy llevamos inscrito sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra cara, ha sido primero preparado, formado en nuestro psiquismo. Porque existe una ley absoluta, implacable, según la cual cada pensamiento, cada sentimiento desencadena unas corrientes de fuerzas que producen efectos hasta en el plano físico. Evidentemente, esto no es inmediatamente visible. En el transcurso de una jornada somos atravesados por una multitud de emociones, de sensaciones fugitivas y aunque estos estados de conciencia se inscriben inmediatamente en alguna parte en nuestra materia sutil, no se fijan profundamente en nuestro cuerpo físico, ni siquiera en nuestra cara.
En la vida corriente, nuestra cara expresa el capital en acción, es decir aquello que estamos viviendo y que son como ondas en la superficie del agua. Sólo están profundamente inscritos en nosotros los movimientos desencadenados desde hace mucho tiempo y a menudo repetidos. Sabiendo esto, podéis comprender el poder que tenéis de modelar vuestro cuerpo y los rasgos de vuestra cara. »


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«Joe Dispenza» Rueda de Prensa (Barcelona,16.09.2015).


Joe Dispenza se encontrará esta semana en Barcelona para realizar una serie de eventos, estaremos grabando todos ellos para ofrecerlos en nuestros canales habituales, además de esta Rueda de Prensa.

Tras la aparición de su último libro El Placebo Eres Tú (Urano, 2014), Joe Dispenza ha traído de vuelta a la actualidad uno de los mayores tabús en la historia de la ciencia médica. Hace fechas recientes, los científicos se encogían de hombros ante el hecho repetitivo de que determinadas sustancias, aparentemente inocuas, conseguían curar incluso a pacientes graves, mostrando una capacidad de cura similar a la de los medicamentos más evolucionados. Este enigma, denominado Efecto Placebo, denostado por los facultativos y vislumbrado como un problema, ha dado un giro de 180 grados, despertando el interés de numerosos científicos, que se plantean a raíz de nuevos estudios, si el Efecto Placebo es algo más que una anécdota: podría ser un recurso terapéutico de primer orden.

Joe Dispenza es un investigador en neurociencia. Aplica y hace pedagogía de los últimos descubrimientos en los campos de la neurociencia y la física cuántica, no solamente para curar enfermedades, sino también para disfrutar de una vida más plena. El doctor Joe se orienta por la convicción de que cada uno de nosotros tiene un gran potencial e ilimitadas habilidades.

Como profesor y conferenciante, el doctor Joe ha sido invitado a hablar en más de 27 países de los 6 continentes, enseñando a miles de personas a través de su bien conocido estilo, fácil de entender, motivante y detallado, acerca de cómo reconectar con nuestro cerebro y reacondicionar nuestros cuerpos para hacer que los cambios perduren.

El doctor Dispenza ha realizado estudios de postgrado de neurología, neurociencias, funciones cerebrales y química, biología molecular, formación de la memoria, envejecimiento y longevidad. Es miembro facultativo de la Universidad Cuántica Internacional, del instituto Omega para los estudios holísticos en Nueva York y miembro del centro de Yoga y salud Kripalu en Massachusetts. También es investigador invitado del comité de investigación de la Life University en Atlanta, Georgia.


LA CAJA DE PANDORA

«Los asteroides del sistema solar podrían ser realmente naves extraterrestres» Duncan Forgan (astrobiólogo).

Los asteroides del sistema solar podrían ser realmente naves extraterrestres, afirma astrobiólogo

Duncan Forgan, astrobiólogo de la Universidad de St Andrews, dijo que hay una posibilidad de que algunos elementos actualmente detectables en el cinturón de asteroides podrían ser enormes naves espaciales alienígenas.

En su opinión, los alienígenas, que una vez abandonaron sus planetas de origen que ya no era más habitable, podrían estar al acecho en enormes naves espaciales ocultos entre los asteroides.

Naves de gran envergadura con aspecto de asteroide podrían estar rondando nuestro sistema solar

Forgan cree que la búsqueda de vida extraterrestre no debe ser considerada un fracaso, de hecho, los científicos acaban de comenzar a rascar el borde de nuestra galaxia, en busca de señales extraterrestres u otros signos de vida en planetas en la zona habitable.

Sin embargo, hay algunos astrónomos que creen que no hay vida inteligente lo suficientemente cerca de la Tierra y por eso no es posible ponerse en contacto, sólo porque no han sido capaces todavía de encontrar ninguna evidencia concluyente de lo contrario.

Pero para Forgan no es así: «No hemos fallado, porque no hemos hecho toda la investigación necesaria, aunque tenemos todos los medios para verificar la hipótesis.»

Según informó el Daily Express, Forgan señala que sólo una pequeña parte de la galaxia ha sido explorado y sólo en busca de una determinada frecuencia de las ondas de radio. El investigador cree que es necesario observar la galaxia como un todo, en busca de signos de contaminación alienígena, aparentes ruinas desiertas de los planetas y signos de minería en los asteroides.

Con un ejemplo plástico, Forgan mostró una foto de un campo de fútbol, ​​lo que demuestra que hemos comenzado a explorar sólo una pequeña parte de nuestra galaxia. El gráfico muestra un pequeño cuadrado azul, que es el tamaño del espacio explorado hasta ahora en la Vía Láctea.

S​ó​lo usa pequeña fracción de la Vía Láctea ha sido explorad​a​, dice Forgan

«El cuadrado es sólo una fracción de la Vía Láctea que exploramos», dice Forgan. «También no tenemos un estudio completo del Sistema Solar. Es posible que haya vehículos extraterrestres también en el cinturón de asteroides».

Could UFOs be lurking in the asteroid belt?

Según el investigador, no es tan extraño suponer que antiguas civilizaciones extraterrestres pueden haber dejado su planeta cuando éste se ha convertido en inhabitable, encontrando refugio en naves que vagan por el espacio o que pueden estar orbitando una estrella, fuente inagotable de energía.

«Si realmente entendiéramos ser los únicos seres inteligentes en un radio de 10 mil años luz, significa que estaríamos realmente en una situación especial y debemos cambiar la forma en que tratamos a la Tierra», dice el investigador.

Duncan Forgan

Sin embargo, Forgan piensa que no somos tan especiales y que otros seres conscientes pueden estar en un corto rango: «Debemos continuar la búsqueda, incluso si no podemos encontrar a nadie más.»


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«La Enfermedad es una Ilusión de la Mente»

Tal parece que nos vamos a morir o dejaremos de Ser si nos desprendemos de los vicios y de los apegos, entretenimientos de esta ilusión Matrix. Por ejemplo, un cuerpo y por tanto mente enfermiza le resulta casi «imposible» el abandonar la IDEA e identidad con su enfermedad, decimos:
-«Yo estoy enfermo».
Lo cual es un absurdo, si lo analizamos desde el punto de vista cuántico y a niveles más ínfimos un tumor como tal no existe, el 99,999% del átomo es vacío, por lo que nuestro cuerpo está proporcionalmente tan vacío como el espacio intergaláctico. Aunque nuestros sentidos, nos digan lo contrario. Somos vacío y energía vibrando armónicamente. Energía es información inteligente o vibración, sonido. Nuestro cuerpo también es como un delicado instrumento musical que puede desafinarse, cualquier perturbación en él lo puede afectar.

Muchísimas veces la enfermedad es el resultado de nuestra forma de pensar y de sentir y sobre todo de nuestra actitud frente a los sucesos y circunstancias de nuestra vida que modifican nuestra energía. Porque muchas veces no es lo que nos pasa en la vida, sino cómo nosotros reaccionamos frente a los acontecimientos.
Nuestra forma de ver la vida, es lo que determina como nos va en la vida.

Síntomas y enfermedades, manifestaciones físicas de conflictos psicológicos y emocionales. No son otra cosa que la punta del iceberg. Lo que se ve a simple vista, es una pequeñísima parte. La verdad permanece oculta en nuestro subconsciente. El que busca verdaderamente una solución a su enfermedad tiene que ir hacia su interior para poder sanar. Sobre todo si padece una enfermedad incurable, porque enfermedad incurable en realidad quiere decir curable desde el interior, desde nuestra conciencia.

Cuando una persona sufre un desequilibrio en su interior más profundo a nivel psicológico o mental, se manifestará en su cuerpo como un síntoma o una enfermedad física o psíquica. Un síntoma o una enfermedad es un toque de atención, nos están avisando de que prestemos atención porque algo erróneo está pasando. Es un mensaje del alma, un aviso del universo, es hora de hacer un cambio en nuestra vida. Muchas veces es cuestión de cambiar nuestra forma de pensar, de sentir y de ver la realidad. Ya que nuestra forma de ver la realidad, determina nuestra realidad. ¿Con que ojos sueles mirar la realidad?
El síntoma o la enfermedad son procesos físicos visibles de un proceso nuestro psicológico invisible. El síntoma no es un monstruo al que debamos eliminar, es sólo un sistema de alarma que se ha puesto en funcionamiento, es una lucecita roja que se ha encendido, avisándonos de que algo en nuestro interior no anda del todo bien. De la misma forma que tampoco hay que eliminar la fiebre, sólo controlarla, que no sobrepase de los 40º. La fiebre en realidad nos cura, hace que el metabolismo de todo nuestro cuerpo se intensifique de tal forma que quema todas las toxinas, virus, bacterias o todo tipo de desechos metabólicos que ensucian nuestro medio interno. La fiebre en realidad, no sólo está acelerando el proceso de curación, sino que nos está sanando.
Para curarnos lo que hay que hacer es investigar en nuestro interior más profundo y buscar la causa de la enfermedad. Hay que apartar la mirada del síntoma o de la enfermedad y buscar más allá. Ir al origen, ir a la raíz del problema.

La enfermedad sólo tiene un fin, ayudarnos a reparar nuestras faltas, errores o carencias. La enfermedad en realidad es el camino hacia la curación. De hecho saca al exterior lo que estaba escondido y oculto. La enfermedad es el camino hacia la perfección, porque nos mejora como personas (sino a la corta, a la larga) y nos aporta una serie de valores que quizás antes no teníamos. Si hacemos examen de conciencia, finalmente descubriremos la parte positiva que nos aporta la enfermedad. Si realmente queremos curarnos, deberemos sincerarnos con nosotros mismos y llevar estas faltas o carencias a nuestra conciencia, reconocerlas como tal.
Muchas veces el problema no es tener faltas, defectos o carencias, sino no darse cuenta de ellos. Reconociéndolos, tenemos hecho la mitad del camino.
Todo el mundo ve los defectos de los demás, pero ¡que difícil es ver nuestros propios defectos! Muchas veces las personas con las que interactuamos, son espejos de nosotros mismos. Aunque nosotros nos veamos muy diferentes a ellas, en el fondo no lo somos.
La sinceridad para con uno mismo es una de las más difíciles peticiones que nos podemos hacer. El síntoma y la enfermedad ponen en evidencia cuestiones reprimidas y mantenidas ocultas y por tanto nos hacen sinceros.
El ser humano tiene que aprender a comprender lo que la enfermedad viene a decirle. Cada trastorno, molestia o síntoma que ocurre en nuestra vida significa que hay una necesidad no cubierta. Debemos descubrir cuales son esas necesidades.


Publicado por María Angélica Sassone
sincrodestino2012.ning.com

El ‘Triángulo de las Bermudas’ de Oriente: un lago chino se traga a más de 1.600 personas

Todo el mundo conoce el Triángulo de las Bermudas, una zona de misteriosas desapariciones ubicada en el Atlántico entre las islas Bermudas, Puerto Rico y Florida. Pero en el mundo existen otros lugares semejantes, y uno de ellos en China.

Se trata del lago Poyang, situado en la provincia de Jiangxi, en el sureste del país, y apodado ‘aguas de la muerte’ por los lugareños.

Más de 200 embarcaciones han naufragado en sus aguas desde los años 60, dejando más de 1.600 personas desaparecidas y 30 supervivientes que se han vuelto locos, escribe ‘Epoch Times‘.

Entre los barcos engullidos por las aguas se encuentra uno de 2.000 toneladas de desplazamiento. Según registros, el 3 de agosto de 1985 se accidentaron 13 barcos en el lago, sin que fueran recuperados sus restos.

No existe una explicación clara y convincente para estos naufragios. Las desapariciones se atribuyen a tormentas provocadas por anomalías magnéticas, inhabituales patrones de vientos, remolinos de agua o fuerzas sobrenaturales que violan las leyes físicas.

Según el portal Ancient Code, existe también una versión mitológica que se remonta al siglo XIV, cuando el fundador de la dinastía Ming, el emperador Zhu Yuanzhang, se enfrentó a su enemigo de los Han, Chen Youliang, en las aguas del lago.

Aquella fue una de las mayores batallas navales de la historia, y los fantasmas de los miles de ahogados siguen atacando las embarcaciones hasta el día de hoy, reza la leyenda.

http://actualidad.rt.com/actualidad/186266-triangulo-bermudas-oriente-lago-chino-tragar-personas

Washington y Seúl anuncian nuevas maniobras militares conjuntas

Soldados surcoreanos y estadounidenses durante un ejercicio militar conjunto.

Mientras Corea del Norte prepara una prueba de un misil balístico, Washington y Seúl anuncian que efectuarán este viernes una maniobra conjunta con fuego real.

Las fuerzas castrenses conjuntas de EE.UU. y Corea del Sur han dado a conocer este jueves que la maniobra se enmarca en el Programa de Ejercicios de los Marines de Corea, acciones de tres semanas arrancadas el pasado 7 de septiembre en áreas fronterizas de Pocheon, Paju y Gimpo.

Según se desprende del comunicado emitido por las fuerzas conjuntas, el objetivo detrás de las maniobras es fortalecer el potencial de las fuerzas aliadas para efectuar operativos combinados de combate.

En los ejercicios se movilizarán un total de 1100 infantes de marina, incluidos 600 efectivos de la Tercera División de los Marines de EE.UU., ha agregado la nota.

El ensayo contará de igual modo con la participación de seis bases móviles de artillería de la Infantería de Marina del país norteamericano, unidades surcoreanas de cañones autopropulsados K-55, así como siete helicópteros de transporte CH-47.

Las maniobras de mañana tienen lugar en respuesta al anuncio realizado el pasado día 15 de septiembre por las autoridades de Pyongyang, que adelantaron sus próximos planes de poner en órbita un satélite espacial a bordo de un misil balístico.

Corea del Norte además informó el pasado martes que las instalaciones nucleares de Yongbyon, al noreste de la capital Pyongyang, están totalmente operativas, y que sus técnicos mejoran constantemente la “calidad y cantidad” de su armamento nuclear.

EE.UU. y Corea del Sur tacharon por su parte de “provocaciones” las medidas norcoreanas, al tiempo que urgieron a Pyongyang a abstenerse de llevar a cabo la prueba de misil balístico.

Corea del Norte y Corea del Sur permanecen técnicamente enfrentadas desde la Guerra de Corea (1950-1953), que finalizó con un armisticio nunca reemplazado por un tratado de paz definitivo, razón por la que más de 2 millones de militares, entre ellos 28.500 soldados estadounidenses, están desplegados en la fuertemente militarizada frontera entre ambos países.

Pyongyang ha criticado en repetidas ocasiones las maniobras conjuntas de su vecino con EE.UU. y tacha dichas prácticas de “aventurismo” y una muestra de la política hostil de Washington contra el pueblo norcoreano.

Corea del Norte insiste en que desarrolla armamento nuclear como medida de autodefensa ante el belicismo estadounidense, y ha advertido de su disposición a responder a las hostilidades con un ataque atómico.

PressTV

http://www.librered.net/?p=40557

El siglo de las personas centenarias

Muchos adultos mayores indios dependen de familiares debido a la ausencia de un adecuado sistema de seguridad social. Crédito: K.S. Hari Krishnan/IPS

Muchos adultos mayores indios dependen de familiares debido a la ausencia de un adecuado sistema de seguridad social. Crédito: K.S. Hari Krishnan/IPS

NUEVA YORK, 18 sep 2015 (IPS) – Al mejorar la calidad de vida, los avances en la tecnología y la medicina y disminuir la mortalidad entre adultos mayores, el siglo XXI es testigo del aumento del número de personas centenarias.

Se estima que en el mundo hay cerca de medio millón de personas que tienen más de 100 años, casi el triple de las que había a principios de siglo, pese a que la población mundial aumentó 20 por ciento.

Si bien se pronostica que la población mundial aumentará 80 por ciento para fines de este siglo, se estima que el número de personas centenarias se multiplicará por 60, llegando a más de 26 millones para 2100 (Figura 1.).

El siglo de las personas centenarias

Las personas de más de 100 años representan una pequeña proporción de los 7.300 millones de habitantes del planeta, unas seis cada 100.000 habitantes o una cada 16.000.

Pero se prevé que en las próximas décadas, la proporción aumente con rapidez y, según las proyecciones, a fines de este siglo habrán 236 personas de más de 100 años cada 100.000 habitantes o una cada 425.

En la actualidad, los países con mayor número de personas centenarias son Estados Unidos (72.000), Japón (61.000), China (48.000), India (27.000) e Italia (25.000), que concentran alrededor de la mitad de los habitantes de más de 100 años.

A mediados de siglo, esos países seguirán ocupando los primeros cinco lugares, pero con números mayores: China (882.000), Japón (441.000), Estados Unidos (378.000), Italia (216.000) e India (207.000).

En lo que respecta al número de personas de más de 100 años cada 100.000 habitantes, los primeros cinco países son Japón (48), Italia (41), Uruguay (34), Chile y Francia (31).

Con 22 personas centenarias cada 100.000 habitantes, Estados Unidos está en el lugar 15, detrás de muchos países europeos como Francia, Alemania, España y Gran Bretaña.

Para mediados de este siglo, se pronostica que Japón e Italia tendrán la mayor proporción de personas centenarias con un número más elevado, aproximadamente 400 cada 100.000 habitantes o una cada 250.

La gran proporción de personas longevas en algunos países obedece en gran medida a su baja mortalidad y a estructuras etarias con muchos adultos mayores.

Japón e Italia, por ejemplo, tienen la mayor esperanza de vida del mundo (83 años), la mayor proporción de adultos de mediana edad (46 años) y grandes sectores mayores de 65 (26 y 22 por ciento, respectivamente).

En términos de longevidad, las mujeres tienen una clara ventaja.

En general, la población femenina tiende a vivir más que los hombres, con un número desproporcionadamente superior de mujeres en las edades más avanzadas. Ellas constituyen 80 por ciento de las personas centenarias; y 96 por ciento de las 46 documentadas como supercentenarias, de más de 110 años.

Por lo tanto, no debe sorprender que la persona documentada que vivió más años sea una mujer. La francesa Jeanne Calment nació en 1875 y murió en 1997, habiendo vivido 122 años y 164 días. El hombre en haber vivido más años fue el japonés Jiroemon Kimura, quien murió a los 116 años y 54 días.

Calment y Kimura llegaron a ser personas que vivieron por lo menos un millón de horas o 114 años y 57 días. Las probabilidades de que una centenaria logre ese hito son muy bajas, menos de una cada 1.000.

Unas 30 personas documentadas vivieron más de 114 años.

Hasta hace poco, la persona viva más anciana fue Misao Okawa, de Japón, quien vivió 117 años y 26 días.

En la actualidad, la persona viva más anciana es Susannah Mushatt Jones, en Estados Unidos, quien nació el 6 de julio de 1899. La sigue de cerca Emma Morano, en Italia, quien nació el 29 de noviembre de 1899.

El hombre vivo más anciano es el supercentenario Yasutaro Koide, de Japón, quien nació el 13 de marzo de 1903.

Estudiar a las personas centenarias es beneficioso, pues permite comprender mejor el proceso de envejecimiento. Las investigaciones contribuyen a identificar formas de aumentar la esperanza de vida y mejorar la calidad de vida de las personas mayores que siguen envejeciendo.

Entre los factores clave de la longevidad excepcional están los “súper” genes heredados. La mayoría de quienes llegan a los 100 años tienen un abuelo, un padre (madre) o hermano (hermana) que vivió 90 años o más.

Algunos estudios también señalan que los hermanos de los centenarios tienen una posibilidad significativamente mayor (17 veces más para los hombres y nueve veces más para las mujeres) de cumplir 100 años que otros nacidos en la misma época.

Además de la importancia de la genética, en especial en edades avanzadas, algunos de los factores más notables relacionados con la longevidad son: (a) buena salud y hábitos personales, como la dieta, el ejercicio, el peso normal, el poco estrés y no fumar ni abusar de substancias; (b) la educación y el elevado conocimiento; (c) un sistema de apoyo social fuerte y comprometido; (d) una perspectiva optimista y emociones positivas con capacidad de adaptación al cambio y a la planificación de alternativas.

Muchas personas centenarias señalan que no sienten su edad cronológica, sino que se piensan y se sienten muchos años más jóvenes.

Las probabilidades de que una persona viva 100 años actualmente son bajas, pero ciertamente son mayores que las de sus padres o sus abuelos.

Un estudio en Gran Bretaña calculó que las probabilidades de que un recién nacido británico viviera 100 años eran una en cuatro para un varón y una en tres para una niña.

Otros estudios resultan más optimistas sobre las posibilidades de ser una persona centenaria, con estimaciones que indican que más de la mitad de los bebés en las naciones más industrializadas tienen una esperanza de vida de 100 años.

La mayor longevidad de alrededor de 100 años es, por cierto, una bendición que la mayoría de las personas quisieran lograr.

Pero el creciente número y la proporción de centenarios y de adultos mayores generan cuestionamientos a los programas y las políticas, como la edad de retiro, la atención médica, las pensiones, las inversiones económicas, los impuestos, los servicios sociales, el mantenimiento de la salud, la rehabilitación, el cuidado y la vida asistida.

No prestar atención o demorar la atención de las profundas consecuencias del envejecimiento poblacional y de la mayor longevidad no solo es una visión de corto alcance, sino que dificulta la situación de personas, familias y comunidades, así como eleva el costo económico para los gobiernos.

Pese a que los dirigentes políticos traten de hacer otra cosa, las realidades demográficas del envejecimiento poblacional y de la creciente longevidad humana no puede negarse con sinceridad ni con ingenio político ni evitarse con leyes.

Al final, se pagará el pato demográfico de una u otra forma.

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