Una comparación entre el minimalismo de Marie Kondo y la idea de moderación de la filosofía estoica permite entender de otra manera la posibilidad de ser felices en la vida.
En una de sus Cartas morales, Séneca cita a Epicuro para decir que una persona no es pobre por tener poco, sino por ambicionar desmesuradamente. En el marco de la filosofía estoica esta afirmación da cuenta de la estima elevada en que sus pensadores y practicantes tenían a la austeridad, como cualidad en sí pero también porque se le consideraba el resultado del ejercicio de otras virtudes más elevadas: la justicia, la templanza, la fortaleza y la moderación. Según los estoicos, si una persona es capaz de conducir su existencia de acuerdo con estos valores, la vida austera viene por añadidura, casi inevitablemente.
Si los estoicos aconsejaban la moderación fue porque una reflexión atenta les hizo entender que el ser humano, como ser vivo, necesita encontrar esa «dorada medianía» que le permita al mismo tiempo salvaguardar su vida y conducir su existencia, dos acciones amplias que poseen diferencias sutiles y exclusivas de nuestra condición. A lo largo de su vida, el ser humano se enfrenta al dilema de conciliar las demandas de la vida en sí (la alimentación, la actividad física, la sexualidad, la compañía, etc.) y aquellas derivadas de nuestra evolución cultural como especie, que aunque nacen del sustento natural y material que compartimos con otros animales, toman una forma distinta. Alimentarse, por ejemplo, es para nosotros una actividad compleja que lo mismo involucra un sistema económico que un marco social, una historia afectiva, un desarrollo cultural, etc., y paralelamente es la acción sencilla y necesaria de alimentar nuestro cuerpo. No está de más decir que en otras necesidades como el amor o el sexo las posibilidades de satisfacción se vuelven un tanto más complejas.
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