«No hay separación entre la mente y las emociones. Las emociones, los pensamientos y el aprendizaje están directamente relacionados». (Eric Jensen, profesor y miembro de la Sociedad para la Neurociencia y de la Academia de Ciencias de Nueva York).
El hecho de ser un «esclavo» de las emociones -especialmente, si son emociones destructivas-, sin que la persona muestre la intención de ponerse a trabajar sobre ellas, se convierte en una verdadera bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento, lugar o situación, con graves consecuencias.
En cambio, el hecho de preocuparse por desarrollar la Inteligencia Emocional (IE) con la finalidad de poder enfrentar de manera exitosa los conflictos a los cuales nos enfrentamos regularmente, puede transformarse en la mejor receta y decisión, con el fin de estar bien con uno mismo, así como también con el entorno social que nos rodea.
Uno de los psicólogos que se ha preocupado del tema -junto a Daniel Goleman, Howard Gardner, Hendrie Weisinger y otros- es Roberto Rosenzvaig, un terapeuta que pone mucho énfasis en el gran nivel de influencia que ejercen las emociones sobre nuestras acciones y reacciones. Las relaciones interpersonales de todo tipo -en el trabajo, con la pareja, con los hijos, con los colegas, con los amigos, etc.- pueden verse muy dañadas y afectadas, si ante los conflictos que surgen, las personas actúan por «instinto» y por impulso, más que meditando o reflexionando acerca de aquello que dicen y hacen.
Las emociones, son conexiones cerebrales muy complejas que impulsan a las personas a la acción y pueden tener efectos muy negativos cuando se manejan mal. Emociones como la ira, la rabia, la furia, los celos, etc., pueden ser, incluso, mortales, cuando la persona está presa de algunos de estos circuitos de violencia. De ahí que se hable del «circuito de la ira o de la furia», y cómo hacer para desactivar y/o controlar dicho circuito. Las constantes peleas que vemos, el uso de la violencia y los femicidios son un triste ejemplo de lo anterior.
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