Jiddu Krishnamurti fue uno de los maestros espirituales más importantes del siglo XX. Habiendo nacido en la India británica, tempranamente fue acogido por la teosofía y fue educado por Charles Leadbeter y Annie Besant como el nuevo maestro espiritual de la humanidad, el nuevo mesías o el Maitreya que anunció el Buda según algunos sutras budistas. La interpretación ocultista de su nacimiento -basada en aspectos psíquicos- fue rechazada por Krishnamurti, quien decidió abandonar esta imposición y formó su propio camino. Cuando tenía poco más de 20 años sufrió una serie de inquietantes experiencias místicas, que luego han sido interpretadas por otras personas como signos del llamado «síndrome kundalini» pero que él mismo llamó «el proceso» y que fueron acompañadas de malestares dolores y delirios, seguidos por una sensación de «unión mística» e «inmensa paz». Estas experiencias, en mayor o menor medida, duraron hasta su muerte. De su ruptura con la teosofía y la Orden de la Estrella en 1929 surge la frase «La verdad es una tierra sin caminos», la cual aparecerá como el subtítulo de un texto escrito a petición de su biógrafa Mary Lutyens, publicado 1980 como The Core of the Teaching. En 1929 Krishnamurti había renunciado a las organizaciones religiosas y al prospecto de tener seguidores, diciendo:
Mantengo que la verdad es una tierra sin caminos, no puedes acercarte a ella por ningún camino, religión o secta. Este es mi punto de vista y me adhiero a él de manera absoluta e incondicional. La verdad, siendo ilimitada, incondicional e inaccesible para cualquier camino, no puede ser organizada; ni deben formarse organizaciones que guíen u obliguen a las personas a seguir un camino personal.