Las personas somos algo más que células, músculos, huesos y una piel que nos envuelve. Tenemos consciencia y conciencia, dos dimensiones que nos dotan de humanidad. Saber diferenciarlas nos ayudará a comprendernos mucho mejor.
Aunque suenen casi igual, consciencia y conciencia no tienen el mismo significado. No es lo mismo decir «tengo la conciencia tranquila» que «estar consciente tras recibir un golpe o ser consciente de todos y cada uno de los estímulos que me rodean». El primer término tiene un gran interés para el campo de la filosofía, el segundo es todavía un desafío para la neurociencia.
El biólogo molecular y premio Nobel Francis Crick, solía decir que, aunque sea necesario saber diferenciar una dimensión de la otra, en realidad siempre nos quedaremos cortos a la hora de intentar definir cada una de ellas. Son entidades tremendamente complejas, y en particular la segunda, la consciencia.
Asimismo, tal y como nos indica la Real Academia Española la Lengua (RAE), en ocasiones, podemos encontrarnos con situaciones algo ambiguas que nos pueden llevar a equívocos. De hecho, y aunque nos parezca llamativo, es muy común caer en errores y ver incluso en muchas publicaciones a algún autor confundiendo términos.
Por tanto, veamos qué matices y particularidades definen a cada una de estas dimensiones.
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