El 12 de abril de 1955, la primera vacuna contra la polio fue administrada con éxito a casi 2 millones de escolares en todo el país. Su descubridor, el investigador médico Jonas Salk, de la Universidad de Pittsburgh, fue entrevistado por la noche en la CBS Radio …
«¿A quién pertenece la patente de esta vacuna?» le inquirió el locutor Edward R. Murrow.
La pregunta era razonable, dado que esta inmunidad hacia una enfermedad mortal que afectaba a 300,000 estadounidenses cada año debía ser algo valioso.
La famosa respuesta de Salk fue, «No hay patente. ¿Podría usted patentar el sol?»
En un mundo donde un medicamento contra el cáncer, el Avastin, patentado por la compañía farmacéutica Genentech/Roche, cuesta a los pacientes alrededor de 80.000 dólares por año, sin que se haya demostrado que alarque su vida, el desinterés de Salk lo convertió en el héroe de muchos investigadores médicos de hoy día.
Uno de los admiradores de Salk es Evangelos Michelakis, investigador del cáncer en la Universidad de Alberta que, hace tres años, descubrió que una común sustancia química, no tóxica, conocida como DCA, siglas de ácido dicloroacético, parecía inhibir el crecimiento de los tumores cancerosos en ratones. El mecanismo por el cual funciona el DCA, es muy simple: mata a la mayoría de tipos de células cancerosas, interrumpiendo la forma en que metabolizan el azúcar, lo que provoca que se autodestruyan sin afectar los tejidos normales.
Después de algunos ensayos con animales, Michelakis y sus colegas, hicieron pruebas de DCA en células cancerosas humanas en una placa de Petri, después realizaron ensayos clínicos en humanos, utilizando 1.5 millones de dólares de fondos privados. Los resultados esperanzadores del tratamiento con el DCA, que pareció prolongar la vida de cuatro de los cinco participantes en el estudio, fueron publicaron el año pasado en Science Translational Medicine.
Igual que Jonas Salk, Michelakis no ha patentado su descubrimiento. No es porque no quiera, sino porque no puede. En lo que respecta a las patentes, el DCA realmente es como el sol: Es un producto químico barato, ampliamente utilizado que nadie puede poseer.
En el mundo actual, estos fármacos no tienen nada fácil el atraer fondos.
Las grandes farmacéuticas no es que estén ignorando el DCA, y tampoco que hayan suprimido la investigación del DCA, simplemente no la apoyan. ¿Por qué? Pues, porque el desarrollo de fármacos es, en última instancia, un negocio, y mientras que las solicitudes de los poderes curativos del DCA han estado circulando por Internet en los últimos días, la inversión en una droga que no es nueva, no es un buen negocio. «Las grandes farmacéuticas no tienen ningún interés en invertir en la investigación DCA, porque no habrá beneficios», señalaba Michelakis.
El largo camino hacia la cura
Omudhome Ogbru, farmacólogo y director de I+D en una empresa farmacéutica de Nueva Jersey, The Medicines Company, observa que, «Las compañías farmacéuticas son como otras empresas, que fabrican productos que deben venderse para obtener un beneficio, con el fin de sobrevivir y crecer como empresa.»
Sólo uno de cada 10.000 compuestos estudiados por los investigadores acaba siendo aprobado como medicamento, explicaba Ogbru en un artículo de opinión en MedicineNet. Para llegar a la fase de aprobación, los fármacos deben pasar entre siete a 10 años de pruebas, con un costo total promedio de unos 500 millones de dólares, lo que pueden resultar vano si el medicamento no recibe la aprobación de la Food and Drug Administration (FDA). Incluso si lo hace, «sólo tres, de cada 20 medicamentos aprobados, generan ingresos suficientes para cubrir sus costos de desarrollo.»
«El beneficio es el incentivo que impulsa a la compañía a asumir el riesgo», escribía Ogbru. «Sin la promesa de un beneficio razonable, hay muy pocos incentivos para que cualquier empresa se plantee desarrollar nuevos fármacos.»
Sería casi imposible obtener un beneficio de un medicamento como dicloroacetato. «Si el DCA demuestra ser eficaz, entonces será un medicamento ridículamente barato», apuntó Michelakis.
Daniel Chang, un oncólogo del Centro de Cáncer de Stanford, que recientemente empezó a estudiar el DCA, estuvo de acuerdo. «Estoy seguro de que la falta de patentabilidad está incidiendo en la falta de investigación.»
Si bien las organizaciones gubernamentales de salud, como el Instituto Nacional del Cáncer, dan becas de investigación para ayudar a financiar los ensayos clínicos, «nunca será suficiente por sí solo, para aprobar el DCA como tratamiento contra el cáncer», indicaba Akban Kahn, oncólogo de Toronto. «Se necesitan cientos de millones de dólares, y esas subvenciones no son tan grandes.»
La investigación del DCA se ha ido haciendo mucho más lentamente que si hubiese sido a cuenta de una empresa farmacéutica. Dicho esto, esta básica financiación ha permitido un sorprendente y constante progreso. «A través de la página web, la radio, las llamadas telefónicas y cosas así, hemos recaudado alrededor de un millón y medio en nueve meses» en el Centro de Investigación de la Universidad de Alberta, contaba Michelakis. Esto fue suficiente para financiar un estudio detallado del tratamiento del DCA en cinco pacientes con cáncer cerebral.
Los resultados fueron prometedores. El estudio, sin embargo, era pequeño y carecía de control con placebo , por lo que es imposible decir, a ciencia cierta, si los pacientes mejoran por las condiciones del tratamiento DCA o por otra cosa. Daniel Chang, investigador de Stanford, describió los resultados del estudio como interesantes, aunque, obviamente, no concluyentes. En su artículo, Michelakis y los demás co-autores, escribieron: «Con el pequeño número de participantes tratados en nuestro estudio, no puede haber conclusiones firmes respecto al DCA como terapia …»
A pesar de la escasez de ensayos clínicos, un doctor especializado en cáncer, Akbar Khan del Medicor Cancer Centre de Toronto, prescribe extraoficialmente el DCA a sus pacientes con cáncer. (Esto se puede hacer, porque en Canadá ya está aprobado el DCA para el tratamiento de ciertos trastornos del metabolismo).
«Estamos viendo cerca del 60 a un 70 por ciento de pacientes que han fracasado con los tratamientos convencionales y que responden favorablemente al DCA», comentaba Khan. El grupo de Khan acaba de publicar su primer documento revisado en el Journal of Palliative Medicine. «Es el caso clínico de un paciente con una rara forma de cáncer que había intentado otros tratamientos que no funcionaron, así que vino a nosotros para intentarlo con el DCA. Fue eficaz, y de hecho, el un resultado bastante espectacular. Tenía múltiples tumores, incluyendo uno en la pierna, especialmente preocupante. El DCA estabilizó el tumor y redujo significativamente su dolor.
«Actualmente tenemos tres pacientes con cáncer, supuestamente incurable, que se encuentran en remisión completa, y en probable cura con el uso del DCA, en combinación con los tratamientos convencionales paliativos (no curativos). Estamos en el proceso de publicación de estos casos», añadió.
Un nuevo modelo de fármaco
No obstante, estos pequeños ensayos y estudios de casos no son suficientes para probar la eficacia del DCA. Las investigaciones adicionales sobre la eficacia del fármaco se hace necesaria, pero sin la ayuda de las grandes farmacéuticas, eso tendrá que transcurrir por otros caminos.
«Esto podría ser tras un experimento social con fondos públicos para estos ensayos», señaló Michelakis. «Después de descubrir el efecto del DCA sobre las células cancerosas, considero que, el segundo logro más grande de nuestro trabajo es la demostración de se que puede probar un medicamento en ensayos en humanos sin ese montón de dinero. Contando con la inspiración de los demás, su grupo está empezando a establecer colaboraciones con algunos prominentes hospitales, «esto podría ser un logro importante. Con el tiempo los órganos federales, como el Instituto Nacional del Cáncer, pueda ver que hay pruebas suficientes y ayude en la financiación.»
«Esto representa una nueva actitud y una nueva manera de pensar», añadió. Tal vez no sea del todo nueva. Buscar la inspiración y el estímulo, como él mismo recuerda de la historia de la vacuna contra la polio: «Tuvo éxito en la erradicación de una enfermedad mortal, sin obtener beneficios.»
Referencia: LiveScience.com,