¿Se acuerdan de la famosa carrera que Forrest Gump emprendió cuando Jenny rechazó su oferta de matrimonio? Se lanzó a correr y no paró durante tres años, que le dieron para cruzar al trote Estados Unidos de costa a costa. Es de suponer que con ello quería olvidar lo que para él fue una dolorosa experiencia. Pues tal vez su larguísimo maratón cinematográfico le ayudara en su empeño, según una investigación que se publica hoy en la revista “Science”.
El trabajo sostiene que las nuevas neuronas que nacen en el hipocampo, donde se consolida la memoria, están implicadas no sólo en la formación de recuerdos, sino también en el olvido. Se sabe que el ejercicio promueve el nacimiento de nuevas neuronas en esta zona del cerebro. Y tres años de carrera seguro que consiguieron “apadrinar” muchas neuronas nuevas en el cerebro de Forrest, que de acuerdo con esta nueva investigación, haría más fácil olvidar la negativa de Jenny, aunque requeriría su tiempo.
Bromas aparte, la investigación, en la que han participado científicos de la Universidad de Toronto (Canada) y Toyoake (Japón) demuestra quelas neuronas nuevas que nacen en el hipocampo a lo largo de toda la vida, al remodelar continuamente las redes neuronales que hacen posible el recuerdo, destruyen conexiones antiguas y por eso algunos recuerdos previamente adquiridos se pierden.
Este especie de cinta sin fin de producción de recuerdos explicaría por qué no alcanzamos a recordar cosas ocurridas en la primera infancia, una etapa de la vida en la que la tasa de formación de nuevas neuronas es muy elevada. Las nuevas neuronas compiten entre sí para formar redes de memoria y estas tendrían un equilibrio muy precario, lo que favorecería esa “amnesia” que acompaña a los primeros años de vida, que es común a muchas especies, incluyendo la nuestra.
Memoria estable
“Afortunadamente”, la velocidad con que se producen nuevas neuronas va declinando con la edad, lo que hace que nuestros recuerdos puedan consolidarse y estabilizarse. Se trata de un equilibrio muy preciso entre la capacidad del hipocampo para incorporar nueva información (plasticidad inducida por la neurogénesis) y el mantenimiento de recuerdos ya almacenados (estabilidad para que la información no se degrade).
“Las neurogénesis adulta es un tipo de plasticidad necesaria para el aprendizaje asociado al hipocampo y también para el recuerdo”, explican Lucas A Mongiar y Alejandro Schinder, del Laboratorio de Plasticidad Neuronal del Instiuto Leloir de Buenos Aires (Argentina), en un comentario que acompaña a la investigación.
“Pero el trabajo que firman Akers y sus colegas en Science demuestra que la neurogénesis adulta también puede promover el olvido”, resaltan. La formación de nuevas memorias tienen lugar solo con la tasa justa de neurogénesis en el giro dentado del hipocampo: ni muchas ni muy pocas, explican estos investigadores. Un exceso de neurogénesis podría poner en peligro la formación de recuerdos, aseguran.
Las pruebas
Sirviéndose de ratones adultos los investigadores han comprobado que el aumento de la neurogénesis que sigue al ejercicio es suficiente para debilitar su recuerdos. Para ello utilizaron leves descargas eléctricas que enseñaban a los roedores a temer un lugar concreto. Después formaron dos grupos con esos ratones que habían tenido una “mala experiencia”. A unos les permitieron acceder a ruedas donde podrían correr, ya que el ejercicio ha demostrado aumentar de forma importante los niveles de neurogénesis. Mientras, los otros permanecieron en sus jaulas sin hacer ejercicio.
Cuando Akers y sus colegas devolvieron a los ratones al lugar donde recibieron las descargas eléctricas seis semanas más tarde, descubrieron que los que habían hecho ejercicio no daban apenas muestras de miedo, mientras que los que no tuvieron acceso a la rueda de ejercicios parecía recordar los choques eléctricos bastante bien, y lo demostraban quedándose rígidos e inmóviles (congelados) cuando los colocaban en el lugar donde recibieron las descargas.
Para asegurarse de que sus conclusiones eran buenas, los investigadores hicieron más comprobaciones. Utilizaron fármacos para reducir la tasa de neurogénesis en ratones lactantes, que tienen niveles más altos de producción de neuronas que los adultos y por eso su capacidad para recordar es menor.
Una semana después comprobaron que los ratones bebés tratados para reducir la neurogénesis recordaban muy bien el calambrey se quedaban congelados de miedo. Mucho mejor que los ratones no tratados, en los que la neurogénesis dificultaba la conservación de los recuerdos y demostraban menos miedo.
Animales resistentes al olvido
Finalmente probaron los efectos de la neurogénesis sobre el olvido encobayas y degus (este último también conocido como ratón cola de trompeta). Ambos son especies precoces, que nacen después de un periodo de gestación mayor que los roedores. Como resultado el desarrollo neurológico de las crías es mayor y son bastante “autónomas” en el momento de nacer: se pueden mover sin problemas, ven y oyen y realizan otras funciones propias de los adultos.
Estas especies “precoces” nacen también con neuronas maduras yapenas tienen neurogénesis en la infancia. Debido a ello, los pequeños cobayas y degus no olvidan su temor tan rápidamentecomo los ratones pequeños, en los que la incorporación de neuronas nuevas inestabiliza los recuerdos. Sin embargo, cuando los investigadores dieron a estas especies precoces “resistentes al olvido” un compuesto para estimular la neurogénesis, igual que ocurría con los roedores, comenzaron a olvidar sus temores.
Así que ya sabe, el ejercicio, que potencia la neurogénesis, es bueno en su justa medida para mantener la memoria. Ni mucho ni poco. Pero si lo que quiere es olvidar, corra y estimule su neurogénesis. Sus recuerdos, pasado un tiempo, tendrán más probabilidad de desvanecerse. Al menos eso es lo que les pasa a los roedores…
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