Una colaboración de Francisco Guanipa
LA NUTRICIÓN ORTOMOLECULAR: EQUILIBRIO BIOQUÍMICO / UN NUEVO PARADIGMA DE LA SALUD
Por: Miguel Leopoldo Alvarado Saldaña, N.D., Ph.D.
INTRODUCCIÓN
La vida por sí misma, produce y alienta impulsos y fuerzas reparadoras, mecanismos defensivos, tendencia al equilibrio, y a la conservación de las constantes fisiológicas, a lo que en conjunto, los que los griegos denominaron “homeostasia”. Con esa capacidad de regeneración y conservación, la vida se enfrenta a los peligros y a los agentes nocivos que la acosan. El resultado, depende de que esos agentes nocivos, no sean más poderosos y persistentes que los propios recursos defensivos y reparadores.
Sin embargo, el hombre es acosado por diversos factores presentes en el mundo moderno, que como un subproducto de la civilización industrial, funcionan como poderosas fuerzas destructivas, y que desbordan toda capacidad defensiva y reparadora, desencadenando los que los expertos han llamado “enfermedades de la civilización”.
En efecto, el hombre moderno es ininterrumpidamente impactado por una avalancha de diversas radiaciones anormales (radiaciones electromagnéticas de intensidad variable), de numerosos químicos sintéticos tóxicos, y de diversos nutrientes con estructuras artificiales distintas a las naturales, los cuales se incorporan a los alimentos industrializados en cantidades anormalmente elevadas, y en proporciones desequilibradas.
Todo esto sucede de manera tal, que la homeostasia del cuerpo humano es excedida por el impacto que los agentes agresivos procedentes del agua, del aire, presentes en el hogar y en los centros de trabajo y sobre todo en los alimentos industrializados, ejerciendo una acción destructiva sobre las células del cuerpo humano; agentes que además funcionan como antinutrientes, ya sea depletando a los nutrientes naturales, destruyéndolos en el interior del cuerpo, o incrementado artificiosamente su necesidad, o también bloqueando a las enzimas encargadas de metabolizarlos, impidiendo con ello la reparación celular.
Algunos ejemplos de lo anterior son:
1. El estrés físico, químico, mental o emocional, aumenta la necesidad de las vitaminas del complejo B, vitamina C, vitamina E, magnesio, etcétera.
2. El tabaco destruye la vitamina C y aumenta su necesidad.
3. El Alcohol depleta y aumenta la necesidad de: vitamina B 1 (tiamina), de vitamina B 5 (ácido pantoténico), de vitamina C, de magnesio, e incrementa su necesidad.
4. El café aumenta la necesidad de vitamina B 1.
Las grasas artificiales (las trans y las hidrogenadas), sustituyen a los ácidos grasos esenciales de configuración cis-cis, e incrementan artificialmente su necesidad.
En suma, la alimentación y el medio ambiente del hombre moderno, son molecularmente incorrectos, incapaces de sostener la homeostasia y de sustentar eficazmente la salud y la vida, y crean las condiciones propicias para la incubación de un sinnúmero de enfermedades, junto a un progresivo deterioro de la calidad de vida, de la longevidad, y una pesada carga para las sociedades y los sistemas sanitarios, de morbilidad y mortalidad.
Para enfrentar este fenómeno característico de la “civilización industrial” eminentes científicos crearon un paradigma que propone una alimentación y un medio ambiente molecularmente correctos. Surge así el “Paradigma Ortomolecular”.
CREACIÓN DEL PARADIGMA ORTOMOLECULAR
Cimentado en las tesis que sostienen, primero, que la salud es el estado natural del hombre (Pauling, Linus), y segundo, que la salud y la vida dependen de un ambiente molecularmente correcto, surge un nuevo enfoque de la salud, científicamente fundamentado denominado Paradigma Ortomolecular, creado por algunos de los más prominentes hombres de ciencia del siglo XX. Método que se propone conservar, o restaurar el equilibrio químico, necesario para que las células obtengan la materia prima que les permitiría activar los procesos naturales de reparación molecular, mantenerse saludables, y replicarse adecuadamente produciendo descendientes sanas.
Etimológicamente hablando, ortomolecular es un vocablo híbrido, que nace de una combinación de raíces del griego y el latín. Orto, quiere decir correcto, recto o certero, molecular se refiere a nutriente. El término se acuñó con el propósito de indicar la idea principal que fundamenta el Paradigma Ortomolecular, y que consiste en proporcionar al organismo humano las moléculas correctas: en formas, cantidades y proporciones correctas, para lograr con ello un estado anatómico y fisiológico óptimo, para los billones de células que conforman los tejidos, órganos y aparatos del cuerpo humano.
La palabra ortomolecular surge creada por Linus Pauling en 1968, previamente a la aparición de su primer ensayo de nutriología publicando en 1970, titulado Vitamina C y Catarro Común. El termino ortomolecular denota la idea principal de una nueva ciencia y arte de curar (Pauling, Linus), cuyo propósito es lograr por medio de un medio ambiente molecularmente correcto y una nutrición óptima, el entorno molecular apropiado para todas las células, tejidos, órganos y aparatos, del cuerpo humano.
Este revolucionario método profiláctico y terapéutico, fue creado con el propósito de fortalecer el estado de salud, prevenir las enfermedades y contrarrestar la decadencia física y mental a que el hombre moderno ha sido sometido por los factores nocivos de la civilización industrial. Su estrategia se dirige a proporcionar a las células del organismo humano una provisión óptima de las sustancias nutritivas naturales, necesarias para la vida, a manera de lograr un aprovisionamiento óptimo de nutrientes, suministrados con sus estructuras químicas originales y correctas, en cantidades, combinaciones y proporciones correctas, de acuerdo a las necesidades individuales de cada persona.
La provisión óptima de elementos nutritivos es necesaria para el sano desarrollo y replicación celular, así como para que las células puedan eliminar con eficiencia las sustancias tóxicas, radicales libres y desechos metabólicos, así como reparar los daños causados y regenerase satisfactoriamente. El suministro óptimo de nutrientes es también necesario para que las células puedan realizar eficazmente el trabajo especializado que les corresponde según el tejido u órgano al que pertenecen.
La eficacia del método ortomolecular fue corroborada por primera vez en 1950 por los doctores Abraham Hoffer, Morton Walker y Humphrey Osmond, discípulos de Pauling, con el exitoso tratamiento de algunas enfermedades mentales como la esquizofrenia y ciertas adicciones como al alcohol y a otras drogas. Administrando a enfermos mentales una dieta saludable compuesta de alimentos naturales e integrales, acompañada de megadosis de vitamina B 3 (niacina y/o nicotinamida) y de vitamina C (acido ascórbico), logrando resultados sorprendentes, dando así origen a la Psiquiatría Ortomolecular. (Hoffer y Walker: 1998).
El desarrollo de los postulados científicos en que se fundamenta el paradigma ortomolecular produjo una nueva visión para comprender la etiología de la enfermedad, su prevención y su curación.
Para comprender bien el método ortomolecular, es conveniente recurrir a explicaciones metafóricas, imaginando a las células del cuerpo humano como una compleja y armoniosa ciudad industrial, compuesta por innumerables factorías repletas de maquinarias bioquímicas, cuya finalidad además de producir energía, consiste principalmente en la construcción de los importantes y fundamentales bloques anatómicos, fisiológicos y metabólicos denominados proteínas y enzimas, mediante una cadena secuencial y concatenada de trabajos metabólicos muy complejos, altamente especializados y sofisticados.
Teniendo en cuanta que las células han sido dotadas por la naturaleza de la capacidad homeostática para mantenerse sanas, reparándose a sí mismas del desgaste de su incesante y eficiente productivo trabajo metabólico, y de replicarse manteniendo intactas sus características originales. Las proteínas que producen, sirven para subsanar los daños producidos tanto por el desgaste normal, como por la agresión que infringen las sustancias extrañas y tóxicas del medio ambiente.
Las células han sido diseñadas para trabajar, producir, auto-reparase y reproducirse ininterrumpidamente, siempre y cuando sean abastecidas de las materias primas necesarias para ese fin, elementos entre los cuales se encuentran, los nutrientes energéticos (carbohidratos, lípidos y proteínas), los nutrientes plásticos y estructurales (agua, aminoácidos y lípidos especializados), y los nutrientes con propiedades catalíticas, o auxiliares (vitaminas, vitaminoides, minerales, oligoelementos, coenzimas, enzimas y otros fitoquímicos y nutrientes accesorios), además de otros materiales útiles como las fibras dietarias, prebióticos y prebióticos.
Cuando una persona es alimentada con la “típica dieta moderna” compuesta de “productos comestibles sintéticos” confeccionados con ingredientes refinados y aditivos químicos artificiales, su cuerpo deja de recibir los nutrientes en formas, cantidades y proporciones correctas. Cuando por esta u otras razones, se produce un desabastecimiento de una o de varias sustancias nutritivas esenciales, cuya presencia es requerida con carácter de indispensable en su configuración química natural, biológicamente activa; o en cantidades, combinaciones y proporciones incorrectas, aunque las células continúen trabajando, lo harán ineficientemente, produciendo proteínas y enzimas defectuosas, lo que originará una progresiva degradación y degeneración de la estructura y la función celular. Al reproducirse en esas condiciones, las células descendientes serán defectuosas y deficientes, por lo que tarde o temprano los tejidos y los órganos de los que forman parte, se enfermaran, y con ello el cuerpo entero.
Las células de nuestro cuerpo y su maquinaria bioquímica, tienen por naturaleza, como ya mencionamos, la capacidad de autorregenerarse a sí mismas y de corregir la producción defectuosa de proteínas, siempre y cuando sea restablecido un correcto suministro de materias primas, mediante una alimentación saludable y nutritiva, auxiliada con un suministro extra de nutrientes mediante complementos nutritivos.
Mientras más tiempo transcurra sin un abastecimiento óptimo de materias primas, la maquinaria celular seguirá funcionando, pero con un déficit de nutrientes que tendrá efectos acumulativos, dando origen a lo que se conoce como deuda de nutrientes. Deuda que irá incrementándose en la medida que pase el tiempo, de manera que mientras más tiempo transcurra sin el suministro adecuado de materiales nutritivos, los efectos patogénicos del déficit nutrimental, serán acumulativos, y harán que la cantidad de nutrientes necesarios para restaurar la salud sea cada vez mayor. Tal como ocurriría con un conjunto de factorías a las que por no habérseles dado el mantenimiento apropiado durante mucho tiempo, finalmente, requerirán una cantidad mayor de materiales de reparación, en comparación con otras, a las que se les estuviera dando un mantenimiento óptimo y oportuno.
El daño infringido a escala molecular, junto a la generación artificial y acumulativa de una deuda de nutrientes, viene siendo en suma y sin duda, la causa principal de las enfermedades modernas. Las “enfermedades de la civilización industrial” son entonces, el resultado de la “típica dieta moderna” compuesta como ya se mencionó de “alimentos artificiales”, excesivos en sustratos energéticos (grasas, azucares y harinas refinadas), y ricos en aditivos químicos tóxicos como (conservadores, emulsificantes, espesantes, texturizantes, saborizantes, colorantes, edulcorantes, etcétera), al mismo tiempo, pobres en micronutrientes, nutrientes accesorios, enzimas y fitoquímicos.
Para restablecer el equilibrio bioquímico y la vitalidad, bases necesarias para la salud, es indispensable solucionar la deuda atrasada de elementos nutritivos, y satisfacer las necesidades artificialmente acrecentadas de nutrientes, (para lo cual, generalmente es necesario prescribir junto con una dieta saludable, complementos nutritivos). Como paso siguiente es importante asegurar un abastecimiento constante y correcto de nutrientes, capaz de satisfacer las necesidades individuales de acuerdo al principio de individualidad bioquímica formulado por Roger Williams, prestigiado investigador de la Universidad de Tejas, expuesto en su extraordinaria obra científica: La Individualidad Bioquímica. Según este principio la necesidad de nutrientes en cada individuo, puede variar en un rengo muy amplio, lo cual puede dar origen en algunas personas a requerimientos considerablemente superiores a los de la mayoría de las personas.
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