En las últimas décadas, la literatura, el cine y la televisión han popularizado el símbolo del pentagrama hasta convertirlo en un signo perfectamente reconocible por el público.
Hoy, la simple visión de una estrella de cinco puntas (especialmente se encuentra «invertida») ofrece al observador un mensaje que asociamos de forma inevitable con el mal y el mismísimo Diablo.
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Sin embargo, el pentagrama, pentáculo o estrella de cinco puntas es un emblema con más de 5.000 años de antigüedad, cuyo mensaje ha ido evolucionando a lo largo de la Historia y que, por extraño que nos resulte, ha sido considerado generalmente como positivo.
Las representaciones más antiguas que se conocen datan del 3.500 a.C., y han aparecido en tablillas con escritura cuneiforme halladas en yacimientos babilónicos. En estos casos, el pentagrama parece haber sido usado como emblema de alguna ciudad o región.
La siguiente aparición del pentagrama la encontramos entre el pueblo hebreo, para cuyos miembros la estrella de cinco puntas se identificaba con el Pentateuco (cinco libros del Antiguo Testamento), y también con la Verdad.
Pese a estos usos primitivos, el primer lugar donde la estrella de cinco puntas gozó de gran importancia fue en la Grecia clásica. En aquella época, el pentagrama gozó de una importancia capital para una sociedad secreta esotérica —la de los pitagóricos—, que influiría notablemente en el devenir filosófico de la cultura occidental.
Para los seguidores del sabio de Samos, los números poseían un profundo sentido y valor místico. Entre los números sagrados para los pitagóricos destacaba la ‘Década’ (10) y también su mitad, la ‘Péntada’ (5), que simbolizaba el número del hombre, la armonía natural y el movimiento del alma.
Estos números tenían también su representación gráfica que, en el caso de la ‘Péntada’, era precisamente el pentagrama. Los iniciados en esta secta, que estaban sometidos a una inquebrantable «ley del secreto», interpretaban la estrella de cinco puntas —además de los significados atribuidos a la ‘Péntada’— como símbolo de la salud (‘egeia’ en griego).
Además, tal y como recogió el historiador Luciano de Samósata, el pentagrama también tuvo otro uso entre los pitagóricos, pues fue utilizado entre los iniciados como una contraseña o símbolo de reconocimiento entre ellos.
Entre otras peculiares características, el pentagrama contiene en sus proporciones el número áureo (‘phi’) o «divina proporción».
Esta «fascinación» de los pitagóricos por el pentagrama fue heredada por los constructores medievales y, de este modo, podemos encontrar este símbolo en numerosos edificios levantados por ellos.
Un estudioso como el historiador del arte Santiago Sebastián, especialista en iconografía y simbología, señala en uno de sus libros, al referirse a la importancia de la geometría en los templos románicos, que la «más importante como figura clave fue el pentágono, que poseía la llave de la geometría y de la sección áurea e incluso poseyó poderes mágicos».
Por otro lado, el pentagrama también posee una lectura puramente cristiana. En algunos casos, por ejemplo, puede simbolizar las cinco llagas de Cristo.
En un célebre texto artúrico, el romance ‘Sir Gawain y el Caballero Verde‘, el héroe porta en su escudo el símbolo del pentagrama, y se le relaciona con las heridas de Jesús crucificado, los cinco dedos de la mano y las cinco virtudes: generosidad, compañerismo, pureza, cortesía y misericordia.
Tiempo después, en el Renacimiento, se empleó también con un significado mágico, como ejemplifica la célebre obra ‘De occulta philosophia’ (1531), de Cornelius Agrippa von Nettesheim, en cuyos grabados encontramos bellas representaciones de un hombre con las extremidades extendidas y enmarcado dentro de un círculo, generando con su cuerpo un pentagrama.
Para Agrippa este símbolo era un emblema del hombre como microcosmos, del ser humano como reflejo y correspondencia de la estructura del Universo.
Además de este simbolismo hermético, el pentagrama tuvo también un uso práctico como talismán. Los distintos autores que han estudiado su utilización, han encontrado ejemplos en los muros de algunas viviendas, en las murallas y puertas de castillos e incluso en los accesos a las iglesias.
Su uso como protector ante fuerzas maléficas debió ser especialmente notable para hacer frente a los espíritus y demonios nocturnos, pues se han descubierto piezas de camas y cunas de bebés que tenían grabados pentagramas en su superficie, incluso en fechas relativamente recientes (siglo XIX).
Como vemos, lejos de ser un símbolo del mal, el pentáculo se entendía por encima de todo como un signo positivo y benéfico, capaz de mantener a raya a las fuerzas malignas.
Un significado benéfico que contrasta con el que tenemos en la actualidad, relacionado con el satanismo, sobre todo si aparece representado con dos «puntas» hacia arriba.
Parece ser que el responsable de esta identificación es el ocultista francés del siglo XIX Éliphas Lévi, quien lo mencionó de este modo en varios de sus textos.
Las obras de Lévi gozaron de tal popularidad que su influencia fue imparable. Desde entonces, otros ocultistas —como el «mago negro» Aleister Crowley— repitieron afirmaciones semejantes, hasta que ya en pleno siglo XX Anton Lavey, fundador de la Iglesia de Satán, lo convirtió en su principal seña de identidad.
Para entonces, la cultura popular ya había asumido sin problemas un nuevo significado para este símbolo milenario que, como hemos visto, fue considerado portador de conocimiento y protector contra el mal durante más de 5.000 años.
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/el-significado-oculto-del-pentagrama-104149486.html