http://nodejardeleer.blogspot.com.ar/
Aún antes de salir del útero materno, la fecha de nuestra partida de este mundo ya está determinada.En los planos superiores, fuera del tiempo y del espacio, se identifica la tarea para aquella encarnación y se preparan las condiciones para cumplirla: los cuerpos que vamos que vamos a necesitar, los ambientes en que vamos a vivir, los encuentros que tendremos con otras almas y el tiempo requerido para llevar a cabo la tarea.
Considerando ese tiempo, se determina la fecha de la partida.
Sin embargo, a pesar de que existe esa fecha básica, no es inamovible – puede anticiparse o postergarse, según lo que hagamos a lo largo de la vida.
Se sabe que existen por lo menos dos opciones más: una antes y otra después de la fecha básica.
La elección entre las tres la realiza el alma, que para ello se basa en nuestras acciones.
Nuestra vida en la Tierra está inserta en esquemas más amplios de los que podemos imaginar.
Nuestras acciones repercuten en el universo, a veces, hasta en la vida de otras personas y de grupos, y muchos acontecimientos están relacionados con las decisiones que tomamos.
Hay momentos críticos en los cuales debemos usar discernimiento de un modo especial para decidir correctamente cuál camino seguir.
La fecha de nuestra partida recibe la influencia de las opciones escogidas en esos momentos.
Nuestra alma puede optar por desencarnar antes de la fecha prevista cuando observa que la personalidad no sólo se resiste a seguir el camino trazado para ella, sino además actúa negativamente, llegando a comprometer las encarnaciones futuras.
El caso de una joven de 16 años que conocimos, ilustra esta situación. Ella tenía todas las posibilidades para evolucionar: era inteligente, culta, simpática, tenía un cuerpo saludable, recursos materiales y padres que la ayudaban en todo. En fin, estaba en una encarnación muy favorable, bajo una coyuntura excepcional y benéfica.
La joven, no obstante, se acercó a un grupo de drogadictos y se unió al líder de ese grupo. En pocos meses ya era incapaz de usar sus dotes, y sus nuevos hábitos comenzaron a dañarle el cerebro y algunos órganos, así como los centros etéricos de su cuerpo.
Cuando las encarnaciones siguientes estaban a punto de perjudicarse con tal comportamiento, el alma anticipó su partida. La joven, entonces, falleció en un accidente que era opcional a su destino.
El alma también puede optar por partir en una fecha posterior a la básica. Esto sucede cuando la personalidad adhiere con tanta entereza al camino evolutivo, que se vuelve apta para desempeñar tareas más amplias que las programadas para la encarnación en curso.
Un ejemplo de esta postergación de la fecha de partida es el de una persona que debía fallecer a los 38 años, en un accidente automovilístico. A los 24, había decidido donarse enteramente al Plan Evolutivo, costase lo que costase. Cuando llegó el momento previsto para el accidente, conducía un automóvil, de noche, en una ruta angosta, y vio un camión a alta velocidad, de contramano, viniendo en su dirección. Pero, cuando parecía que el camión iba a chocar con su automóvil, sucedió un hecho inexplicable: en fracciones de segundo, éste se corrió a un costado, retomó la mano correcta, como si nada extraño hubiese ocurrido.
La decisión interna de servir a la humanidad, tomada a los 24 años, cambió su destino, permitiendo que continuase su encarnación.
Otro caso en que la vida puede prolongarse, se da cuando una tarea evolutiva no llega a ser cumplida en el tiempo previsto, por circunstancias ajenas a la voluntad de quien la realza. Fue lo que sucedió con Alice A. Bailey, conocida autora de libros esotéricos, que permaneció algunos años más en el mundo, hasta terminar el programa previsto por la Jerarquía Espiritual de la que formaba parte.
La firme decisión de servir puede provocar grandes reajustes en nuestro destino. Los créditos kármicos reservados para futuras encarnaciones pueden ser anticipados y los débitos, atenuados a causa de nuestras acciones positivas, o postergados para un momento en que estemos lo suficientemente fuertes para soportar pagarlos. De esta manera, algunas enfermedades son eventualmente atenuadas o evitadas, se crean circunstancias más favorables y hasta puede postergarse nuestra partida de este mundo.
Había una persona que tenía un karma bastante negativo: había asesinado a alguien en la vida anterior, y por ello, estaba destinada a tener una enfermedad fatal y extremadamente dolorosa. Cuando tomó conciencia de la necesidad de equilibrar sus acciones pasadas, comenzó a practicar el bien de manera muy pura e intensa. Como resultado, la enfermedad, aunque la haya contraído en el momento previsto, no fue dolorosa.
Se destaca, sin embargo, que el reajuste kármico debido a las decisiones positivas, no llega como un favor o un premio. Viene para servirnos más y mejor.