Emilio Carrillo, un Espíritu Vividor. Entrevistado por Emma – Regreso al Hogar
Emma, yo siempre que comparto cualquier cosa, me gusta comenzar comentando que yo me limito a compartir con los demás lo que siento, lo que percibo y lo que es resultado de las experiencias que he vivido. Por tanto, no pretendo convencerte a ti ni a nadie absolutamente de nada. No estoy “en posesión de la verdad”. Yo estoy convencido de que cada uno tiene su verdad en cuanto a que cada uno ve el mundo y las cosas en función de sus experiencias. Y esas experiencias han forjado el estado de consciencia que tenemos en cada momento: la forma de ver la vida, la muerte, la divinidad, la vida tuya, la vida de los demás, el mundo, todo lo que te rodea… Eso es el estado de consciencia. Cada uno tiene el suyo y eso está en evolución. Y se evoluciona en función de las experiencias.
LA MENTE RESPONDE
♥ ¿Podemos sentir Paz pero a la vez no sentirnos felices, porque nos sigue faltando “algo”? ¿Qué es lo que nos falta (o nos sobra…) cuando llegamos a ese estado? ♥
Una parte de mi vida y de mi proceso consciencial la he desarrollado con ese sentimiento, con esa sensación que tú compartes. Hubo un momento determinado en que empecé a desinquietarme, a vivir en una mayor armonía, a sentir la Paz a la que tú haces referencia y, no obstante, había algo en mí que me indicaba, o así yo lo entendía, que faltaba algo.
Ha pasado un tiempo desde entonces. Como el tiempo realmente no existe, lo que ha pasado desde entonces es un momento continuo en el que se han ido desplegando experiencias que me han ido permitiendo ir descubriendo, desvelando, que esa sensación de ‘falta de algo’ no era realmente mía. No era yo quien la tenía sino la mente, un sistema operativo, el yo físico, mental y emocional, la que me estaba diciendo que a ella era a la que le faltaba algo, no a mí. Porque en función de los sistemas de creencias que la sociedad, la familia, el colegio, los institutos, los medios de comunicación, han ido metiendo en esa mente, en función de los hábitos, en función de los paradigmas, de las normas morales, religiosas, sociales etc, como secuencia de todo eso, en la medida en la que yo me iba desinquietando, iba viviendo en mayor armonía y mayor paz, la mente reaccionaba que a ella le faltaba algo.
Le faltaban sistemas de referencias porque yo estaba soltando sistemas de referencia que hasta entonces estaban anclados en mi vida. Le faltaba la práctica de la lucha de perseguir cosas, de intentar alcanzar cosas, cuando yo ya desde mi estado de consciencia estaba soltando esa necesidad de luchar contra nada y ese requerimiento de llegar a algún sitio. Yo empecé a sentir que desde mi paz, desde la armonía que sentía no tenía que llegar a ningún sitio, que lo único que tenía que hacer es vivir.
Pero el hecho de que solamente tuviera que vivir, eso a la mente no le aportaba el sosiego que ella quería o no le respondía a todo ese mundo de creencias, paradigmas, normas a los que he hecho referencia. Y por tanto, en un momento de mi proceso consciencial y evolutivo, sentía esa especie de ‘falta de algo’, y pude percibir que no era realmente mía sino de la mente que estaba reaccionando de una forma lógica. Llegado a ese punto, lo único que hice fue decirle a la mente algo que hago con frecuencia por muchos motivos: ‘Mente, cállate. Tranquilízate, vuelve a tu sitio. Tú no sirves para comprender, ver y entender la vida’.
La vida, lo único que hay que hacer es vivirla.
En paralelo, me di cuenta también de que en los sistemas de creencias de la sociedad, del sistema que nosotros mismos hemos introducido en la cabeza, hay una creencia que tenemos grabada muy, muy dentro en la mente y en el subconsciente de la mente. Esa creencia que repercute mucho en lo que tú me has comentado es el que entendemos, nos han hecho creer que este mundo, este plano, esta vida humana es una especie de plano inferior, un plano imperfecto dentro de la existencia, del cosmos, de la creación.
En terminología de la religión católica, esto es una especie de valle de lágrimas. Hemos sido expulsados del paraíso y ahora vivimos fuera del paraíso. Y ese sistema de creencias nos lleva a pensar que hay que salir de aquí y que ese salir de aquí conlleva hacer algo para salir de aquí. ‘Tenemos que ascender, hay que ir a otro sitio’.
En el ámbito religioso se habla de la gloria, del cielo, que estamos aquí pero para ir a un sitio mejor. En el ámbito consciencial, de una espiritualidad no religiosa, de lo que hoy se llama el Despertar de la Consciencia se habla mucho también de lo mismo. La gente no se da cuenta pero estamos trayendo, a veces, al ámbito de la consciencia lo que son paradigmas puramente religiosos. Estamos trayendo a la nueva consciencia elementos, sistemas de creencias de la antigua consciencia. Y ya no se habla del cielo pero la gente sí habla de ascender. Por ejemplo, de ascender de dimensión. ‘Hay que pasar de la tercera dimensión a la cuarta, a la quinta, a la sexta’. Y en pro de ese ascenso dimensional ponemos todo.
A mí me resulta francamente divertido ahora, porque durante un tiempo creía en eso y ahora me río de mí mismo por haber creído en eso, que incluso la sexualidad desde la nueva consciencia se entiende que es un procedimiento a través de toda la práctica sexual, del tantra, de la célebre kundalini etc, para ascender, para elevarte, para ir a una dimensión, a un estado que no es el tuyo, que no es el que vives ahora.
Todo eso, de corazón a corazón y según lo que yo percibo, que no tengo por qué estar en posesión de ninguna verdad, creo que simplemente es el resultado de un sistema de creencias que nos han metido aquí y que nos hace que no veamos lo que para mí ahora es absolutamente evidente: el más perfecto plano que hay en la creación es éste. El lugar más inefable, más sensacional y más divino de la creación es éste. Y que lo único que tenemos que hacer es darnos cuenta viviéndolo. No intelectualizándolo. No generando todo un mundo de la mente, pensando ‘acerca de’, que es en lo que perdemos el tiempo, sino vivir, Vivir.
Cuando alguna vez, todavía, por algún resquicio aparece la mente y me señala que habría que hacer algo más, que qué significa eso de vivir, que tiene que haber alguna otra cosa, yo lo que hago es que me río con amor de mi mente, con cariño de mi mente y le digo: ¡Anda mente, vuelve a tu sitio, tranquilízate!.
Porque yo ahora sé que, realmente, tenemos que hacer una cosa muy importante: Vivir. Y todas las cosas que nos empeñamos en hacer, curiosamente nos dificulta el vivir, que es lo único que nos corresponde hacer. Vivir, existir.
La gente me pide algún tipo de definición: ‘Bueno, pero tú ¿qué eres?’. Yo no tengo creencias ni religiones. Hay figuras, como la de Cristo Jesús, que son importante en mi vida. Pero yo no soy cristiano ni mahometano ni budista ni nada. No tengo ningún sistema de creencias ni pertenezco a ningún grupo. Entonces, cuando me insisten, me limito a decir: ‘Venga, te lo voy a decir, a desvelar. Yo lo que soy es un Vividor. Un vividor intrínseco’.
La palabra vividor, en su contenido es espectacular, muy potente. Sin embargo, en los sistemas de creencias, eso de ser un vividor tiene un carácter peyorativo. Pues yo le elimino todos esos elementos peyorativos y planteo que yo soy un vividor, en cuanto a que me dedico a vivir, con confianza plena y completa en la vida.
La vida me ha mostrado, suficientemente ya, con los años que tengo, que merece la pena confiar en ella. Me ha mostrado que más allá de lo que mi mente pueda computar, esa vida la estoy generando yo. Esas experiencias las estoy creando yo para que finalmente consiga algo tan sencillo como recordar lo que soy. Y ese recuerdo me aporta esa paz, esa armonía, esa confianza en la vida, la aceptación plena de la misma, que no tiene nada que ver con la resignación ni con la impotencia de: ‘¿Qué voy a hacer?’.
♥ ¿Existe el Ego o sólo es una creencia más que nuestra mente ha creado para separarnos de nosotros, para distraernos de nuestro presente, de nuestra vida, de nuestro día a día, de nuestro sentir? Es como estar educando, conociendo, abrazando, amando, gastando energía en un amigo invisible que sabemos que no es real. ¿Qué sentido tiene aprender a andar en bicicleta si no tenemos ninguna? ¿No es otra de las trampas “espirituales” en las que hemos caído? ¿Se puede “eliminar” el ego únicamente dejando de creer en él? ♥
Tal como lo percibo, el ego es algo que en principio no existe y que crea la mente. Cuando tú y yo hemos encarnado en este plano no hay ego por medio. Cuando tú y yo salimos del vientre de nuestra madre ahí no hay ego.
A mí me gusta utilizar un símil para conocernos a nosotros mismos. Somos conductores y coches. Somos algo que vive fuera del tiempo y del espacio, que existe más allá del tiempo y del espacio. Algo que es divino, infinito, eterno, y que encarna en este plano que está regido precisamente por el tiempo y el espacio. Y cuando encarnamos en este plano es para vivir la experiencia humana. Y claro, tú y yo que no tenemos cuerpo, que somos intangibles, que no tenemos materialidad, para vivir la experiencia humana necesitamos de un yo físico, mental y emocional, de un cuerpo. Y ese cuerpo tiene una mente, y esa mente genera no solo pensamientos sino que genera emociones. Ese coche, yo físico, mental y emocional, es el vehículo, instrumento, que requerimos para poder vivenciar la experiencia humana.
Cuando salimos del vientre de nuestra madre somos eso: conductor encarnado en un coche. Ahí no hay ego. El ego lo crea posteriormente la mente y tiene una lógica. La mente no crea al ego porque lo decida por su cuenta sino que la mente, que tiene prestaciones sensacionales, que sirve para muchas cosas, se ve obligada, forzada, a crear el ego. Y esa mente que crea el ego, lo crea ante algo muy sencillo: la falta de un mando consciente en nuestra vida.
Cuando empezamos a desarrollar nuestra vida, hay un momento determinado (normalmente ocurre cuando somos muy, muy, muy pequeñitos) en el que el conductor que somos no lleva el mando consciente de la vida. Es como si ese conductor que somos, por las razones que sean, se olvidara de si mismo, se durmiera, quedara aletargado. Y para conducir un coche, hace falta un conductor. Pero si ese conductor se duerme, ¿quién conduce el coche? El coche necesita ser conducido por algo, necesita que alguien se haga cargo del volante del coche. Y es entonces cuando la mente activa eso que se denomina ego.
A mi me gusta definir al ego como un piloto automático que la mente activa ante la ausencia de un mando consciente. En los aviones, hace tiempo que funcionan los pilotos automáticos. El piloto automático lo activa el comandante cuando se ha adquirido la velocidad y altura de crucero, y puede relajarse. El piloto y el copiloto no llegan a dormirse pero se relajan. Aplicando este símil a nuestra vida real sucede que el piloto se duerme y la mente, de manera automática, activa y crea ese piloto automático que permite que la vida, por lo menos, tenga un conductor, aunque ese conductor no tenga la consciencia del conductor verdadero. Eso es el ego.
Cuando la vida la lleva el conductor verdadero, que es lo que somos, o cuando la vida la lleva el ego, hay unas enormes diferencias. La principal es que el conductor divino, infinito y eterno, no tiene miedo. Ahí no existe el miedo. Sin embargo el ego, en todas sus actuaciones, siempre, siempre, siempre, está el miedo presente. La razón es muy simple. El conductor, en su infinitud, eternidad, no tiene principio ni fin y desconoce la muerte. No necesita cuidarse, protegerse, si somos infinitos y eternos, irrompibles. Estamos aquí para vivir la vida. El conductor es libertad pura y la libertad es ausencia de miedo. El conductor es el que tiene permanentemente la coherencia de vivir en consonancia con lo que el corazón le indica porque no hay miedo, hay libertad.
El ego, en cambio, tiene miedo porque él sí es finito, tiene fecha de caducidad. Hay un momento determinado en el que el yo físico, mental y emocional va a dejar de funcionar y el ego tiene miedo de su finitud. Ante ese miedo, él sí lanza mensajes cuando conduce el coche: ¡Cuidado, protégete! El ego, como tiene miedo, quiere programar, quiere controlar, tiene complejo de inferioridad que se manifiesta para fuera, por ejemplo, en el dominio de la gente. Los que quieren dominar a los demás lo hacer porque realmente tienen miedo, porque tienen complejo de inferioridad. Y no solamente quieren controlar a la gente, dominarla, sino que, como necesitan protegerse, se empeñan en acumular. Acumular bienes, riqueza, cosas que de alguna forma le protejan. ¿De qué se están protegiendo? De su miedo, que es una sensación, una emoción propia del ego.
Cuando tú vives desde el conductor que eres, la vida es una cosa y cuando te olvidas de lo que eres, cuando estás aletargado y dormido y la mente activa el piloto automático, tu vida se convierte en una cosa muy distinta. En el primer caso, el componente es libertad. Y te mueves. Y vas a un sitio y a otro. Y no estás pendiente de qué te va a pasar, de qué te va a dejar de pasar. Tiras para adelante. ‘Vamos a vivir la vida’. En cambio, el ego te lleva a todo lo contrario: a que te olvides de “los sueños” y a que intentes vivir en un contexto en el que el ego entiende que es de protección, de control. Esto enlaza con todos los sistemas de creencias que nos han metido en la cabeza como consecuencia de que estamos en una sociedad que ha sido construida por seres humanos cuyo estado de consciencia era egoico.
Tú y yo, en esta vida o encarnaciones anteriores, hemos tenido un estado de consciencia egoico, como la inmensa mayoría de los seres humanos. Y hemos construido una sociedad que tiene esos parámetros egoicos y que genera, ella misma, unos sistemas de creencias, unos paradigmas, que retroalimentan esa consciencia egoica. Y lo único que hay que hacer es darse cuenta.
Cuando te das cuenta, entiendes muy bien a la persona que todavía vive en esa consciencia egoica. Comprendes perfectamente a la persona que todavía anda dormida, con relación a lo que realmente es, y vive sus días desde el miedo con todo lo que conlleva del ego. Lo entiendes perfectamente pero a la vez, en tu vida, el ego se diluye. Y no se diluye luchando contra él. No hay que pelear contra él. En cuanto que tú coges el volante de tu vida, en cuanto que el conductor que tú y yo somos tomamos el mando consciente, inmediatamente se desactiva el ego de la misma forma que la mente lo activó ante la ausencia de un mando consciente.
Hay gente que al ego lo quiere matar. El ego te está haciendo un favor con ese piloto automático si tú estás dormido. Lo único que tienes que hacer para que tu vida no siga por los derroteros del miedo, la inseguridad etc, es darte cuenta de lo que eres y tomar el mando de tu vida.
El ego no es nuestro. No venimos a este mundo con ego.
♥ ¿Es imprescindible, inevitable, sufrir para aprender a dejar de sufrir? ♥
Vivir no tiene por qué conllevar sufrimiento, bajo ningún concepto. Si eso fuera así, supondría lo que los astrofísicos denominan una anomalía. Sería francamente absurdo que en la Creación (que es tuya y mía, somos parte intrínseca de ella y, a su vez, cocreadores con ella), como mecanismo de la expansión de la consciencia, del recuerdo de lo que somos y es, estuviera el sufrimiento.
La Creación, porque es nuestra Esencia, es amor, puro amor. El amor es goce, es gracia, es felicidad incausada. No necesita motivos para que esa felicidad esté presente. Eso es lo real. Sin embargo, es verdad que en nuestra experiencia cotidiana y en la de tanta gente el sufrimiento tiene o ha tenido un protagonismo en el recuerdo del proceso de lo que somos. Para que ese conductor que somos recuerde lo que realmente es utiliza el sufrimiento. Pero el quid de la cuestión está en darnos cuenta que ese sufrimiento no es por si necesario, no es imprescindible, sino que se puede seguir evolucionando sin necesidad del sufrimiento. Y a partir de ahí, aparece tu pregunta: ¿Por qué sufrimos?.
La responsabilidad de que necesitemos el sufrimiento para evolucionar en consciencia y recordar lo que somos está en la mente. Sólo en la mente, que no sirve para ver ni vivir la vida y que en un momento concreto de nuestra existencia, de nuestro desarrollo, pone por delante el sufrimiento o aparece en nuestra vida el sufrimiento ante la incapacidad de la mente de ver la vida.
La gente vive la vida con unas gafas, que son las gafas de la mente. La gente se empeña y se sigue empeñando en ver la vida con las gafas de la mente puestas. Hay un problema y es que esas gafas no se ven. Parece que no tienen gafas pero sí llevan puestas las gafas de la mente. Nos hemos acostumbrado tanto a ver la vida a través de la mente que aparece la pregunta: ‘Bueno, y si no veo la vida a través de la mente, ¿a través de qué la voy a ver?’. Pues a través del corazón. Deja a la mente a un lado.
Por ejemplo, la confianza en la vida nunca la vas a ver, a adquirir, a través de la mente porque la mente tiene un sistema operativo, unas formas de funcionamiento que son las que son y que ven a la vida torcida. La mente todo lo ve torcido. Nuestra propia experiencia nos pone de manifiesto esto muy bien porque la mente es la que siempre está diciendo que ‘esto es así pero tendría que ser de otra forma’, ‘a esto le falta no se qué’ …. Pero la vida, la vida de verdad, la vida real no está torcida. Es simplemente un efecto óptico, visual.
El ejemplo que me gusta poner es el ejercicio, el experimento, que se hace en el colegio cuando somos muy jovencitos y es cuando el profe coge un vaso lleno de agua, de cristal, transparente, lleno de agua limpia e introduce en el vaso un lápiz. El lápiz, antes de ser introducido en el vaso, está derecho. Sin embargo, cuando el lápiz se introduce en el vaso, a través del cristal del vaso podemos ver que se ha torcido. A partir de ahí, el profe vuelve a sacar el lápiz del vaso y el lápiz vuelve a estar derecho. Y en cuanto vuelve a introducirlo en el vaso con agua, volvemos a ver que el lápiz se tuerce, se dobla. La realidad es que el lápiz nunca se tuerce. Ni está torcido fuera del agua ni dentro del agua. El lápiz está siempre derecho. Es simplemente un efecto óptico, visual, que provoca esa distorsión que hace que veamos lo que no es.
Pues bien, mucha gente, muchísima gente se empeña en vivir continuamente con las gafas de la mente puesta, sin darse cuenta que, de esa manera, se está produciendo en su vida un efecto visual, una distorsión óptica viendo las cosas torcidas. Pero no están torcidas. Ésa es una característica de la mente que nos lleva a vivir en sufrimiento cuando el sufrimiento, en absoluto, es necesario.
La mente no solamente todo lo ve torcido sino que, en paralelo, provoca otra falacia porque lo necesita ella en su sistema operativo, en su modo de funcionar, que es el contraste y la dualidad. La mente es la que crea los polos: lo positivo y lo negativo, lo malo y lo bueno, porque lo necesita como sistema de referencia. Lo que denominamos opuestos son ritmos distintos de una misma energía. Por ejemplo: el amor y el odio. La gente cree que el amor es una cosa y el odio es otra. Para la mente son extremos opuestos. Sin embargo, forman parte de un mismo fenómeno que si tuviéramos consciencia denominaríamos amor-odio. Debido a que el amor y el odio forman parte del mismo fenómeno, es por lo que amigos míos que son abogados de familia, me dicen: ‘Emilio, es curioso que donde yo encuentro más odio es en los procesos de divorcio de personas que se han amado mucho’. Y hay un momento determinado en el que se tiran los trastos a la cabeza y se hace un montón de cosas tremendas. Y se han querido mucho y ahora, sin embargo, se odian extremadamente porque forman parte del mismo fenómeno.
Me gusta poner el ejemplo de la temperatura. La mente ve el calor y el frío. Pero el calor y el frío no son opuestos. Cuando hablamos de calor y cuando hablamos de frío no es sino la misma energía a un ritmo distinto, que es la energía cinética. Cuando se mueve con rapidez, produce calor. Cuando va más lenta, genera frío. Pero es exactamente la misma energía. No son cosas distintas.
La mente crea la falacia de los opuestos, y esto es francamente divertido. Cuando crea esa falacia, ella, las gafas de la mente, ponen la atención en lo que ella considera negativo y se diluye, no ve, se hace invisible, aquello que considera positivo. Por ejemplo, con la salud y la enfermedad. La mente habla de salud como opuesto de la enfermedad y la enfermedad como opuesto a la salud. A partir de ahí, ¿qué hace la mente? Su atención la coloca en la enfermedad, en lo que ella considera negativo, no en la salud. Eso hace que cuando la gente está sana, no se de cuenta. Las personas sanas se levantan por la mañana y no se dan cuenta de que están sanas. No se levantan agradeciéndose a si mismos y a la vida tener un día por delante como vividor, para vivirlo con salud. No lo computan, utilizando un lenguaje informático.
¿Cuándo se acuerda la gente de la salud? Cuando enferman. ¿Cuánto tiempo te dura ese recuerdo y esa valoración de la salud? El tiempo que estés enfermo. En cuanto que sanas, te vuelves a olvidar otra vez de la salud, porque la salud no es computada por la mente. Así funciona la mente. Esto es para reírse a carcajadas de nosotros mismos. Es francamente divertido.
Y te preguntarás, ¿qué tiene que ver esto con el sufrimiento? Bien. Los procesos conscienciales, el estado de consciencia, no evoluciona por los libros, por los vídeos, por ir a charlas ni a talleres, ni siquiera a mis propias charlas. Evolucionamos por las experiencias, que son las que impulsan el proceso evolutivo. Con eso no quiero decir que el compartir, que los libros, los vídeos, las charlas, no tengan su sitio porque, a veces, algo que tú ya tienes aquí, parece que necesitas que alguien lo diga para que tú te des cuenta que ya lo sabes. Y eso le pasa a mucha gente. Por tanto, tienen su utilidad.
Evolucionamos en consciencia a través de las experiencias. Pero tú vives la vida a través de la mente. La mente funciona en el contraste y para la mente, la salud y las experiencias de gozo es como si no existieran. Sólo computan las experiencias de sufrimiento. Las de gozo no las ves. Tú mismo te ves obligado a crear experiencias de sufrimiento porque si no es a través de ellas no vas a vivir experiencias que nutran tu proceso consciencial, de desarrollo consciente.
Por seguir con símiles, para la mente hay experiencias de zumo de naranja y experiencias de zumo de limón. Tanto el zumo de naranja (zumo dulce) como el zumo de limón (ácido) nos aportan las vitaminas para que evolucionemos en consciencia. Aquí tenemos los dos vasos: el de naranja y el de limón, el dulce y el amargo. Beba de uno o beba de otro, ambos me proporcionan los nutrientes que impulsan mi proceso consciencial, del recuerdo de lo que soy, el proceso para que tome el volante y sea el conductor de mi vida. Pero como estoy viendo la vida a través de la mente, las experiencias de gozo, de zumo de naranja, no las veo. Y como necesito vitaminas, nutrientes para evolucionar solamente veo el zumo de limón, el zumo ácido, el sufrimiento, la tristeza, la soledad, la ruptura, la enfermedad etc etc. Pero aquí tienes el zumo de naranja. La gente me dice: ‘es que estoy ya cansada de sufrir’. Pues bebe zumo de naranja. ‘¿Pero dónde está el zumo de naranja?’. Quítate las gafas de la mente y verás al zumo de naranja.
Mientras tú no te quites las gafas de la mente, no vas a evolucionar en salud. Se puede evolucionar en salud. Te levantas por la mañana, tomas consciencia de la salud, miras por la ventana, agradeces a la vida, te agradeces a ti mismo el vivir ese día de una forma sana, con energía, y eso te mete un montón de nutrientes en tu proceso consciencial. Pero eso la gente no lo hace. Es incapaz de hacerlo porque no ve la salud, no la valora.
Termino compartiendo que, a lo largo de la historia de la humanidad, hay gente que se ha dado cuenta de esto perfectamente. Por ejemplo, me gusta siempre hablar de San Juan de la Cruz, siglo XVI, y Silvio Rodriguez, en el siglo XX.
San Juan de la Cruz, Juan de Yepes, en el siglo XVI dijo algo extremadamente potente que resuena absolutamente en mi corazón: ‘El más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede llegar es la transformación en Dios’. Fíjate que él dice ‘a que en esta vida se puede llegar’. No tienes que ascender. Y esa transformación en Dios es simplemente que vivas tu vida desde el conductor que eres, tomando el mando consciente desde tu divinidad. Él eso en un poema lo llamó: ‘el subido sentir de tu divinidad esencia’. El conductor que coge el mando consciente del coche.
Pero curiosamente, cuando esto de la transformación en Dios lo vierte en un poema, él metafóricamente habla de ‘la amada en el amado transformada’. ¿En qué poema mete San Juan de la Cruz esta transformación en Dios, este ‘amada en amado transformada’? San Juan de la Cruz escribió, por ejemplo, ‘El Cántico Espiritual’, que es un poema lleno de gozo, de alegría, de sensualidad, parecido a ‘El cantar de los cantares’, y no es ahí donde lo mete. Y escribió otros muchos poemas que nos hablan de ‘llama de amor viva’ y cosas muy sublimes. Lo mete en un poema que se llama ‘Noche Oscura’ porque él se dio cuenta de que como la experiencia de día luminoso no lo vemos, no nos aporta nutrientes en el proceso de recuerdo de lo que somos, es por lo que necesitamos “la noche”.
No es un requerimiento de la Creación, del cosmos. Es una necesidad nuestra como consecuencia de que vivimos la vida a través de la mente y la mente no ve el día luminoso, no lo computa. Y eso es lo que hace que Juan de Yepes, en ese poema de ‘La Noche oscura’ diga eso de que:
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste amado con amada,
amada en el amado transformada!
Posteriormente, ya en el siglo XX, Silvio Rodríguez escribió una canción que es una preciosidad: ‘El Elegido’. En esa canción habla de ti, de mí y de todos los seres humanos porque habla de un ser de otro mundo. Lo que tú y yo somos. Nosotros no somos de este mundo. Nadie es de este mundo. Somos de todos los mundos habidos y por haber y ahora estamos aquí, tenemos consciencia de estar aquí encarnados. Somos de este mundo pero de todos los demás mundos. Y él habla de un animal de galaxia que va de planeta en planeta, que es lo que nosotros hacemos: de plano en plano, viviendo experiencias. Hay un momento determinado, dice la letra de la canción, que ese ser de otro mundo ‘decide bajar a la guerra. Perdón, quise decir a la Tierra’. Es decir, se encarna en el plano humano como hemos hecho tú y yo. Y en la canción, cuando ese Ser de otro mundo encarna en la Tierra se da cuenta de algo inmediatamente, pero a nosotros nos ha costado mucho trabajo. Se da cuenta de cómo funciona esto y lo resume de la siguiente forma:
‘Aquí, lo terrible se aprende enseguida y lo hermoso cuesta la vida’
Y esa es la realidad de la experiencia humana. Parece que cuando estamos en salud, en armonía desde el punto de vista de nuestras relaciones personales, que si tenemos trabajo y estamos bien económicamente, y estamos en pareja, y no estamos en soledad, y estamos contentos, y sentimos bienestar, pues ahí es como si eso estuviera completamente aletargado. Eso sí, en cuanto que en la vida sucede algo que rompe eso, te empiezas a preguntar cosas, te empiezas a acercar a gente que antes no te acercabas, empiezas a interesarte por libros, por vídeos que antes no te importaban. Una ruptura de pareja, problemas económicos, la pérdida de seres queridos, hace que la gente reaccione. Esas experiencias las estamos creando nosotros, tú, curiosamente, porque es la única forma de que te empieces a plantear cosas que si no, no te plantearías. La enfermedad, igualmente, la generamos nosotros. La enfermedad es un proceso de sanación interior que tiene un síntoma exterior que denominamos enfermedad. Y la estás creando tú porque cuando aparece en tu vida entonces sí te empiezas a plantear cosas que mientras que estabas sano nunca te planteabas. Es radicalmente absurdo, pero es consecuencia de vivir la vida a través de la mente, que todo lo ve torcido, en dualidad y funciona en el contraste, pone su atención en lo negativo y nunca en lo positivo.
♥ Si “sólo sé que no sé nada” y cuanto más Consciente me hago menos “me sé”, ¿el dudar de todo y de todos (yo incluida…) es lo más sabio que puedo hacer o lo más cobarde? ¿Por qué? ♥
Dudar, tal como lo siento, lleva a una experiencia que es a quitarte de la cabeza todos los sistemas de creencias. Percatarte de que desde que naciste hasta tu momento actual, la familia, la sociedad, el instituto, el colegio, los amigos, los medios de comunicación, permanentemente te están metiendo programas informáticos. Todos esos programas, todos los sistemas de creencias son mentiras. Completamente mentiras. Nos han acostumbrado a pensar acerca de lo que no estamos viviendo. Y eso es ridículo. Eso es absurdo. Pensar sobre lo que no estás viviendo es una ficción. Es vivir un mundo absolutamente irreal. Pero nos hemos acostumbrado a eso.
Los sistemas de creencias son francamente divertidos. Hacen que sepas lo que tienes que hacer cuando no estás viviendo eso. Es absurdo. La mente dice: ‘No, no. Eso no es absurdo. Es estupendo’. No es estupendo. Eso es precisamente lo que te impide vivir. La vida significa que tú hagas en cada momento lo que en ese momento salga de ti, de tu corazón. Eso es vivir. Pero claro, eso sale de tu corazón en el momento en el que lo estás viviendo, ni antes ni después. Cuando lo estás viviendo, confía en ti y actúa. Acciona y reacciona en ese momento en el que lo estás viviendo sin permitir que haya nada en la mente que antes de que lo estés viviendo ya sepas lo que tienes que hacer.
Cuando sabemos qué hacer, no como consecuencia de qué emana de nosotros cuando lo estamos viviendo, sino que ya antes lo tienes aquí, eso es un sistema de creencias. Y, tenemos que reconocernos, que la gente vive en sistemas de creencias. No vive el momento en consonancia con lo que en ese momento está sintiendo, sino como reacciones de los programas informáticos que ya tenías tú metidos en la cabeza y que te dicen cómo tienes que vivir ese momento. Eso es absurdo y provoca multitud de disfunciones en la vida. Tú te encuentras con la gente y te das cuenta que la gente no está viviendo sino que está comportándose como un robot. Le han metido aquí unos programas informáticos y, ante las cosas que van apareciendo en su vida, no se permiten el espacio sagrado de libertad que es el Aquí y Ahora, tu momento presente. Yo actúo. Mi acción y mi reacción dependen de mí y yo voy a hacer lo que siento en ese momento. No le voy a hacer ningún caso a lo que me han dicho o dejado de decir de lo que tengo que hacer en ese momento. Hay que vivir el momento.
Me gusta compartir una experiencia de una charla que seguí en un momento determinado, hace ya de esto tiempo, en un vídeo. Es una charla del Dalai Lama en Nueva York. Él está hablando de cosas parecidas a lo que estamos tú y yo compartiendo. Al final de la charla hay un coloquio y hay una persona al final de la sala que se levanta, hace una síntesis interpretativa (que es como siempre hacemos) de lo que el Lama había dicho y le pregunta:
‘Usted va por un puente, por un puente muy alto, y hay una persona en la barandilla que se va a tirar. Usted, ¿qué haría? ¿Deja que se tire? Como hay que confiar en la vida… ¿O usted haría algo? Porque claro, no va a permitir que alguien se suicide. Usted, ¿qué haría ante esa situación?’
Cuando termina de formular la pregunta, el Dalai Lama guarda silencio. No habla. El silencio es nuestro lenguaje, nuestro auténtico verbo: nacemos en silencio y desencarnamos en silencio. El lenguaje es algo que nos enseñan aquí, artificialmente, para relacionarnos, lo cual está muy bien. Pero nuestro verdadero lenguaje es el silencio y lo hemos olvidado. Y eso hace que el silencio se vuelva muy pesado. En ese gran auditorio, 20 segundos, 30 segundos de silencio… Ya se notaba el peso del silencio. La gente empezó a sentirse incómoda pero el Dalai Lama no abría la boca. Imagínate a ese señor esperando la respuesta pero no hay respuesta. Y pasa 1 minuto. Y pasan 2 minutos. Y ahí aquel hombre no abre su boca. Entonces, ante esa no respuesta del Lama, la tensión se mascaba en el ambiente y eso tenía que romperse por algún lado. El mismo que había hecho la pregunta ya estaba agobiado porque la gente lo estaba mirando a él como diciendo: ‘Idiota, que te has cargado la charla ésta. Igual este hombre ya no habla más.’ Así que él mismo se ve forzado a volver a hablar y le dice coloquialmente: ‘¿Qué pasa, que no sabe usted qué decirme¿’. Y entonces, sí toma la palabra el Dalai Lama y le dice: ‘Efectivamente. No tengo ni idea de lo que decirle. Lo sabré cuando me ocurra’.
Ya está. Ahí no hay ningún sistema de creencias. Ante una persona que tú veas que se va a suicidar, ¿tú qué harías? Pues yo qué sé. Cuando me suceda, ya veré lo que siento. Porque esa es la clave: el vivirlo. El corazón es la clave, no la mente. Sin embargo, lo hemos olvidado y vamos por la vida siempre con la mente perfectamente preparada para cualquier cosa que ocurra ya tenemos perfectamente la respuesta. Todo aquí muy organizado. Es una quimera. Es una imbecilidad. Pero es así como vamos por la vida y no nos permitimos disfrutar de ese espacio sagrado de libertad que es el Aquí y Ahora.
Yo ya sí me lo permito. Yo ya no consiento tener nada aquí que me diga cómo tengo que hacer lo que no estoy viviendo. Cuando lo viva ya sentiré lo que tengo que hacer, ya percibiré desde mí lo que tengo que hacer, ya me movilizaré de la forma que tenga que moverme en función de lo que sienta, pero no en función del parámetro que tenga aquí metido como programas informáticos.
Esto viene al hilo de la duda. Yo podría decir que mi vida es una especia de gran duda porque no tengo ninguna referencia, ningún sistema de creencias, no creo absolutamente en nada. Podríamos decir que es una especie de duda elevado al infinito. Todo el mundo que se acerca a mí y me cuenta sus cosas… ¿quién soy yo para decir si eso es verdad, si eso es mentira? Esa persona lo está viviendo así, pues ya está. Asunto solucionado. Muchas veces lo que percibo es que esa persona realmente no lo está viviendo, que lo que me está contando es simplemente lo que su programa informático ‘no sé qué’ le está ahí descargando en ese momento con relación a ese asunto. Pero yo lo respeto profundamente y yo lo que he hecho en mi vida, que en definitiva es lo que me importa y me interesa, es borrar todo. Y aquí dentro, lo que hay es un enorme interrogante, por decirlo de alguna forma, en plan de broma. No hay creencias y lo que hay es “duda”, pero no hay duda en el sentido de que yo sé que hago lo que salga de mí en ese momento. Y se acabó. Y no soy capaz de darle a la gente consejos, de darle a la gente criterios ni opiniones porque todo eso para mí son simplemente falacias.
Vivir viviendo y darte cuenta que el aquí y ahora, el momento presente, es un espacio sagrado de libertad, por más que haya gente en el mundo “que nos manipula, que nos quiera manipular”. La realidad es que el momento presente es tuyo. En el Aquí y Ahora tú eres, o puedes serlo. Es tu espacio de libertad. Cosa distinta es que renuncies a él y lo conviertas en una reproducción sistemática de los sistemas de creencias que ya tenías en la cabeza.
♥ Si para Recordar quién soy es necesaria la dualidad y para Olvidarme es necesario estar en Unidad, en ese AMOR INCONDICIONAL, ¿es una utopía el Regreso al Hogar de manera eterna ya que todo es un proceso cíclico de experimentación (recuerdo-olvido-recuerdo-olvido)? Entonces, si somos impermanentes, si nuestro principio es a la vez nuestro final, si nunca nos quedamos “en casa”, ¿cuál es nuestro verdadero Hogar? ♥
Nuestro verdadero Hogar es el Aquí y Ahora. El Hogar no es un espacio físico, no es un sitio donde tengamos que estar, no es ni siquiera una especie de sentimiento o emoción. El Hogar es el momento presente. ¿Por qué? Porque el momento presente es la vida. El pasado no es la vida. Lo fue cuando fue presente pero ya no lo es. El futuro… ni siquiera alguna vez ha sido real. La Vida es nuestro Hogar. Es elemental, pero desde la mente esto te tambalea. La vida esté en vivir viviendo el momento presente.
La gente empieza a hablar contigo y mantienes una conversación con ella pero te das cuenta que esa persona se ha ido. Hay un momento de la conversación que ya no está ahí. Sí, está ahí pero no está ahí porque alguna cosa que has compartido con ella le ha llevado a un recuerdo de “no sé qué” que le ha llevado a otro espacio con otra persona. Tú te has convertido en invisible.
La gente va por la calle y sí, están en la calle pero es sencillo darte cuenta que no están en la calle. Las personas cuando pasean, por cualquier plaza, por cualquier calle de cualquier ciudad, están ausentes. Nada más que hay que mirarlas a los ojos. Esas personas no están ahí. Vete a saber dónde están: en el trabajo, peleándose con la pareja… No están ahí.
Eso es totalmente absurdo. Y ese mundo de absurdez lo consideramos normal cuando no es normal. Es frecuente pero no es normal. Hay cosas frecuentes que son profundamente anormales y hay cosas normales que son muy infrecuentes. Vivir en ese mundo absurdo de la mente, de estos vaivenes que acabo de comentar, es frecuente pero profundamente anormal. El Aquí y Ahora es la vida.
Entonces, cuando la gente me habla del Hogar, del Amor, de “no sé qué”, de “no sé cuantos”… ¡Vive, vive! Es la vida. ¿Qué es lo que somos? ¿Tú qué eres? ¿Yo qué soy? Ese conductor al que hago referencia lo podemos llamar de muchas formas: consciencia, espíritu, alma, amor, energía. Pero, realmente, ¿qué es, más allá de los nombres que le queramos dar? Es Vida. Es existencia.
El Aquí y Ahora, el momento presente, tiene dos dimensiones: la dimensión que podemos denominar superficial y la dimensión que podemos denominar subyacente. La dimensión superficial del momento presente es aquella parte del momento presente que va cambiando de momento en momento. Tú y yo llevamos ya una hora aproximadamente hablando y de momento en momento han ido cambiando las cosas: mi postura, la mano, el movimiento de cabeza, las palabras que he utilizado, tu movimiento… Pero sin embargo, el momento presente tiene una dimensión subyacente: aquello que de momento en momento no cambia, aquello que es inmutable, aquello que no varía, aquello que era, es y sigue siendo igual de momento en momento. Aquello que cuando tú y yo nos sentamos a iniciar la conversación estaba ahí y de momento en momento sigue estando sin cambio. Y cuando terminemos esta conversación y cerremos skype, seguirá estando.
Y la pregunta que hace la mente es: ‘¿Y qué es eso que no cambia? ¿Qué es eso que permanece inmutable? ¿Cuál es el contenido de la dimensión subyacente del momento presente?’. Muy sencillo. El hecho de que yo vivo. Yo vivía y existía cuando comenzamos esta conversación. Yo vivo y existo en cada momento que se ha ido desplegando durante nuestra conversación. Ahora, en este momento presente, vivo y existo. Y cuando terminemos, vivo y existo. Y, además, como la muerte es un imposible porque es el coche “el que muere” pero el conductor nunca muere, eso significa que por los siglos de los siglos Yo Soy, yo existo, yo vivo, fuera del tiempo y del espacio. En cada momento, eso no cambia. La dimensión superficial sí, cambia mucho. Pero Yo no.
Cuando nos damos cuenta de esto, podemos percatarnos de lo siguiente también. Cuando tú percibes que Tú Eres, que Yo Soy y sigo siendo de momento en momento, te das cuenta de un hecho que a la mente la distorsiona tremendamente. Y es que la vida existe porque yo existo. Si yo no existiera, tú no existirías. Si yo no existiera, los demás no existirían. Si yo no existiera, la vida no existiría. Ante esto, ¿qué es lo que nos dice la mente?: ‘No Emilio, no. Estás equivocado. Si tú no existes, yo sigo existiendo. Si tú no existes, la vida sigue existiendo’. Pues no. Eso es una falacia mental. Si yo no existo, tú has dejado de existir. Te has diluido. Tu presunta existencia es un juego mental. Si yo dejara de existir, la vida entera dejaría de existir conmigo. Mi existencia es infinita y eterna.
En los textos antiguos, por ejemplo aparece en la Biblia Cristiana, a la divinidad se le asocia el Yo Soy. Y muchas corrientes conscienciales, espirituales, más recientes (Saint Germain, por ejemplo) insistieron mucho en el Yo Soy. Esto es el Yo Soy. El Yo Soy es percatarte de lo que tú eres, de que existes, de que vives, de que tú eres la vida. Y la vida está en el momento presente, en el Aquí y Ahora. No está en el antes ni en el después. Éste es tu Hogar. Y tú y yo, Aquí y Ahora, estamos aquí, compartiendo esta charla por skype encarnados en seres humanos. Éste es el Hogar nuestro. No hay otro Hogar. No hay un sitio donde ir ni donde venir. Esto es la vida.
Por supuesto que de momento en momento, tú y yo, que no cambiaremos nunca, estaremos en muchos sitios. Y hemos estado en muchísimos sitios. Y en otros mundos, en otros planos incluso. Pero ahora, la vida es ésta. Puede ser incluso que seamos multidimensionales pero tú y yo ahora la consciencia que tenemos es de este momento. Y éste es nuestro Hogar. Este espacio sagrado de libertad. Este sitio que está siempre lleno de amor, que es el aquí y ahora donde yo puedo moverme en libertad y donde yo puedo accionar y reaccionar conforme yo sienta (salvo que los sistemas de creencias me tengan ahí aturdido).
Una persona que ha profundizado mucho en la práctica del Aquí y Ahora es Eckhart Tolle. Voy a utilizar dos palabras que, a modo de mantra, se pueden tomar de la obra de Tolle para no olvidar lo que estamos compartiendo, para que esté presente en tu vida. Y son dos palabras muy sencillas traducidas al castellano: alerta y espacio.
¿Qué es eso de alerta? No olvidar lo que eres. No olvidar que existes. No olvidar el Yo Soy. Eso es estar alerta. En tu vida pasan cosas. Unas, tu mente las califica de placenteras. Otras, de turbulencias. Vale, ahí están. Incluso en tu cuerpo físico puede aparecer la enfermedad, el dolor o el placer. Eso va a ir mutando. Eso va a ir cambiando. De momento en momento va a haber cambios. ¿Qué es lo que no cambia? Tu Yo Soy. Eso hace que tú te conviertas en observador. Esa alerta, te lleva a que veas que tu Yo Soy es una cosa y lo que va cambiando es otra. Y no te identifiques con lo que va cambiando, con tu yo físico, mental y emocional, que va cambiando de momento en momento. Tú eres otra cosa. No te identifiques con lo que cambia. Date cuenta que lo que realmente eres es lo inmutable. Y cuando en tu vida ocurran cosas, tranquilo. No pierdas nunca la quietud, la calma de tu Yo Soy. Forma parte de la lógica de la vida. Tú mantente alerta. No te confundas. Vive la experiencia pero no te identifiques con ella. Tú estás en el hecho de que existo, en el hecho de que vivo y de que esa existencia no tiene tiempo y se va desplegando en un momento presente continuo que es lo Eterno.
La segunda palabra es espacio. ¿Qué significa esto de espacio? El darte cuenta de que Yo Soy el espacio en el que la Vida se produce, en el que la vida acontece. La vida sin mí no existiría. Y a partir de ahí, yo interacciono con la vida y empiezo a adquirir una percepción de la vida muy distinta porque la vida ya no es distinta a mí. Yo Soy y la vida, a su vez, soy yo porque la vida se está desplegando en mi existencia.
La gente habla de que somos co-creadores, de que podemos crear la realidad… No es que seamos co-creadores, es que la vida soy yo. Es algo mucho más que co-crear. Es algo mucho más íntimo, muchísimo más directo. Y lo más espectacular de esto es que este Yo Soy alerta y este Yo Soy espacio, que hace que la vida exista porque yo exista y que la vida sea porque yo soy, lo digo yo legítimamente. Pero es que lo dices tú legítimamente. Es que cada ser vivo lo puede decir.
Esto es espectacular porque cuando yo me di cuenta de esto, del Yo Soy y del espacio en cuanto a que yo soy la propia vida, tuve un tiempo donde me sentí solo, muy solo en el sentido emocional. Hay una parte consciencial de la soledad que es magnífica que es la Edad del Sol, que yo llamo. Son las dos palabras que forman la soledad: Sol Edad, la edad del sol. Pero yo estoy refiriéndome aquí ahora al mundo emocional: la soledad tal y como entendemos desde el mundo de las emociones. Me sentí solo porque digo, vamos a ver: Yo Soy. Yo existo. Siempre (entendiendo por siempre esa eternidad de un momento presente continuo). Y la vida es mi propia existencia. Yo soy el contenedor de la vida y la vida soy yo. No hay más. ¿Dónde está la gente? ¿Con quién me relaciono? ¿Con quién interacciono? Emma está ahí porque yo te estoy creando a ti. Tú eres yo. Entonces, emocionalmente tuve una serie de turbulencias, de sentirme solo. Hasta que me di cuenta de que no, de que Emma está viviendo lo mismo que tú. Entonces es como si el Yo Soy de cada uno y la vida que cada uno estamos haciendo posible por el hecho de que existimos, se empezara a relacionar con eso mismo que están viviendo los otros. Tú estás en mi vida porque yo te he creado pero yo estoy en tu vida porque tú también me has creado. Y estoy en la vida de mucha gente como tú estás en la vida de mucha gente.
Esto es francamente divertido porque yo me he dado cuenta de que yo estoy en la vida de mucha gente pero en la vida de cada uno soy distinto porque cada uno me ve de una manera determinada que es distinta. Mis seres queridos me ven, sí, pero cada uno me ve a su manera. En función de su estado de consciencia, en función de cómo son, ven de mí cosas distintas. No me ven exactamente igual. Por expresarlo matemáticamente sería como una especie de esfera donde cada punto es la esfera entera. Yo puedo verme como punto pero no soy un punto, soy la esfera entera. Y lo más maravilloso es que tú eres un punto pero también eres la esfera entera.
Y ahora, en lugar de sentirme solo, lo que me veo es absolutamente acompañado y en una vida que es francamente divertida porque es una vida que yo estoy viviendo, que depende enteramente de mí y que yo percibo y sé que la que están viviendo los otros depende enteramente de ellos, aunque no se den cuenta ni por asomo alguno.
♥Dicen… que el opuesto del Amor es el miedo. En ese caso, ¿cualquier emoción que etiquetamos como negativa también lo es, ya que cuando sentimos ira, tristeza, rabia, odio, cobardía, culpa, frustración o soledad… no estamos sintiendo en ese momento Amor? ¿No es el miedo fruto de la ignorancia y ésta del olvido? ¿Puede el Amor tener un opuesto si el amor lo ama todo? ♥
Tal como lo percibo, lo opuesto del Amor no es el miedo. No lo percibo así. El miedo tiene que ser definido en íntima relación con la libertad porque la libertad es la ausencia de miedos. Por tanto, una persona libre es una persona que no tiene miedo. Por cierto, como por la vía de las experiencias viene la evolución en consciencia, los miedos también juegan un papel en la vida. Son como ese dolor, como esos sufrimientos que hemos compartido que tú traes a tu vida y se convierten en un trampolín, aunque a la mente le parezca increíble.
Una persona libre es una persona que no tiene miedo y una persona que tenga miedo no es libre. Así de sencillo. En idiomas como el español, esto se ha perdido: la íntima conexión que hay entre miedo y libertad. Pero hay otros idiomas que tienen su origen también en lenguas indoeuropeas, como le ocurre al castellano que procede del latín, que sí lo han mantenido. Por ejemplo, el idioma que ahora a todo el mundo le ha dado por aprender, el inglés, que yo diría que es un idioma muy simplón, sin embargo, sí ha mantenido esa conexión. En las lenguas, como el inglés, como el castellano, por razón de su origen, utilizamos muchas veces prefijos para frente a una cosa decir lo opuesto, para señalar lo contrario que es la palabra. Por ejemplo: concierto. le ponemos por delante un prefijo ‘des’, desconcierto; armonía- desarmonía.
En inglés, la palabra libre, la palabra libertad es freedom. Y libre y demás se construye a través de ‘free’. Ésa es la raíz etimológica de libertad. Pues bien, el tener miedo, el vivir temerosamente, el estar con miedo, es una palabra que se llama ‘afree’. Freedom y afree tienen la misma raíz y es ‘free’. Lo contrario del miedo no es el amor, es la libertad.
A partir de ahí, ¿qué es lo contrario del Amor? Pues simplemente, la ausencia de amor. Ya está. Es así de sencillo. No hay ni siquiera palabra. ¿El desamor? No es ni siquiera el desamor. Aquí no valen los prefijos. Yo diría que la vida se puede vivir con amor o con menos amor o con menos amor o con menos amor… Al final, si te das cuenta, la vida de la gente, en función de su momento consciencial y evolutivo, del recuerdo de lo que es y de lo que somos, se despliega en una especie de termómetro que es la temperatura del amor. Y, ojo, todo es absolutamente respetable. Con esto no estoy hablando ni de tontos ni de listos, ni de superiores ni de inferiores. Porque como consecuencia del amor, en la creación rige el libre albedrío. El libre albedrío es fruto del amor. Yo respeto absolutamente a las personas que, en su vida, tienen una temperatura de amor baja, una frecuencia vibracional de amor baja. Las respeto totalmente. Están en su proceso. Pero me doy cuenta de que en la intensidad del amor “andan bajos”. Y ellos son los principales afectados y también son afectados su entorno. Pero los principales afectados son ellos.
Entonces, tú puedes vivir la vida en alto amor o en bajo amor, en una amor calor o en un amor frío, siendo todo absolutamente respetable. Eso sí, cuando te vas liberando de los sistemas de creencias, cuando te vas quitando las gafas de la mente y vas viviendo la vida y la vas viendo desde el corazón, cuando poco a poco te vas liberando de esa creencia que es el tiempo y vas viviendo el Aquí y Ahora, eso hace que tu vida sea una vida llena de amor, plena de amor. Pero no el amor como sentimiento sino el amor viviendo. No es el amor como un pensamiento: ‘Yo amo’. No, no… Ahí ya ha dejado de haber ‘yo amo’ porque tú ya estás unificado con la vida. La vida entera eres tú. Ya no hay nadie a quien amar. Eres tú Amor y ese amor se hace presente en cada momento presente.
Y no es que yo te ame a ti, es que inevitablemente te estoy inundando del amor que soy. Y en ese amor no te estoy separando de mí porque la vida entera soy yo. Ese amor ya no tiene verbo, ya no se puede conjugar: ‘yo amo’, ‘yo te amo’… Eso es para mí, como yo lo siento, el Amor Incondicional. Soy amor, vivo en el amor que soy. No es que ame o deje de amar.
Hubo una persona que esto lo tuvo que vivir, que fue San Agustín, porque escribió una cosa, hace muchísimos siglos, que si ahora es revolucionario en aquella época tenía que ser más que revolucionario porque él dijo: ‘Ama y haz lo que te de la gana’. Es la traducción que ha llegado a nosotros. Ese ama no es un tiempo de verbo. Vive en el amor y haz lo que te de la gana. Permite que lo que realmente eres, que es amor, salga, que se plasme en tu cotidianidad de momento en momento. Y, a partir de ahí, no te preocupes de qué haces, qué dejo de hacer. Olvídate por ejemplo de la moral. Olvídate de las normas morales. Olvídate de las normas religiosas. Esto a la mente… parece que la estoy insultando. Muchas personas pensarían: ‘¿Pero qué está diciendo este hombre?’. Yo estoy diciendo lo mismo que dijo Nietzsche. Hay que vivir más allá de la moral. Hay que dar un salto ya en consciencia. Eso han sido los mecanismos, instrumentos que nos han servido, pero hay un momento determinado, que en conciencia, decimos: ‘Ya está, se acabó. Yo Soy la existencia, la vida, y lo plasmo en mi cotidianidad desde el amor que soy’. Y, a partir de ahí, hago lo que me da la gana porque además, inevitablemente, lo que haga va a estar lleno de amor. Todo, todo, todo. Y te despreocupas por completo. Y vives en absoluta libertad. Y consciente de tu infinitud y tu eternidad ya dejas de ocuparte y de preocuparte por ti. Vives. Vives en el amor que eres haciendo lo que te da la realísima gana, sin ninguna norma, sin ningún credo, sin ningún precepto. Nada. Vives.
Esa poesía que comentaba anteriormente de San Juan de la Cruz, donde mete lo de la ‘amada en el amado transformada’, una vez que en el desarrollo de la poesía esto se produce, ya se produce la transformación en Dios, el darte cuenta que tú eres la vida y la vida es el Aquí y Ahora, la poesía termina diciendo:
Quedéme y olvidéme,
el rostro recriné sobre el amado (sobre tu divinidad),
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Se acabó. ¿Cuidarte? La gente me dice cuando se despide: ‘cuídate mucho’. En fin, yo lo acepto porque sé que es un tema protocolario, que es una despedida protocolaria. Pero yo, mi cuidado (y no lo digo desde la mente, lo comparto desde el corazón) lo he dejado entre las ‘azucenas olvidado’. Eso de las azucenas es una expresión de que incluso el cuidado lo dejas desde el amor. Yo he dejado de cuidarme amorosamente. Comprendo además la parte de mi vida en la que me he cuidado. La comprendo. Tuvo su sentido en mi proceso consciencial y evolutivo. Pero ahora, ahora que he percibido lo que realmente soy, ahora que soy consciente de mi divinidad, ahora que sé que soy irrompible, ahora que sé que yo existo y existo y existo más allá de que en el momento presente en su dimensión superficial vaya cambiando continuamente, y pueda estar aquí, y pueda estar allí pero yo existo, yo soy, y esa vida soy yo y yo soy la vida…, ¿de qué me voy a preocupar? ¿de qué me voy a cuidar de mí mismo? Y el cuidado se queda entre las azucenas olvidado…
Entonces, tal y como lo percibo, el miedo no es lo contrario al amor. El Amor está en todas las vidas. Lo que pasa que está con intensidad o con muy bajita intensidad. Y cuando ya se plasma en tu vida con intensidad se produce, lo que podríamos llamar, el Milagro. Se acabó el cuidado, se acabaron las normas, se acabaron las morales. Ya lo que haces es vivir y ese vivir es puramente amor. Y ama y haz lo que te de absolutamente la gana.
♥ ¿Qué es para ti la Iluminación? ¿Es una creencia más para no aceptarnos tal y como ya somos y seguir “buscando”, huyendo del Aquí y Ahora, para encontrar un “estado de ser” mejor al que ya tenemos? ¿Es compatible vivir el Presente, sentir su perfección, con el “llegar a” (futuro) esa Iluminación, con Regresar al Hogar? ♥
¿Quién quiere iluminarse? Ésa es la pregunta. Es el ego el que quiere iluminarse. Es el ego, ese piloto automático que hemos activado ante la ausencia de un mando consciente, el que aspira a iluminarse. Tú y yo, lo que realmente somos, no necesitamos iluminarnos. ¿Por qué? Porque ya lo somos. Ya está. Es así de sencillo.
Yo doy clases de ‘espiritualidad en la vida cotidiana’ en la Universidad de Barcelona. Y en el ámbito universitario la gente es muy dada a definiciones. Piden definiciones de las cosas y cuando le toca el turno, en las clases, a la iluminación, ahí hay que darle una definición. Y la definición que yo doy es: la iluminación consiste en darse cuenta, precisamente, de la innecesariedad de la iluminación. En eso consiste la iluminación. Una persona “iluminada” es la que se ha dado cuenta que no tiene que iluminarse. Ya está. Es decir, mientas que intentes iluminarte, no estás iluminado. Cuando te das cuenta de que ya lo estás y que, por tanto, no tienes que buscarlo, ya está. Eso es la iluminación. Es así de sencillo.
Krishnamurti hablaba de ser una luz para ti mismo. Ya lo eres. Tú eres ya la luz. Es la mente la que se lanza fuera. Es muy divertido y hay que tomárselo con mucho sentido del humor cuando hay gente que me pregunta: ‘Emilio, ¿qué puedo hacer para conectar con mi interior, para encontrarme conmigo mismo?’. Vamos a ver, ¿quién está haciendo esa pregunta? Si tú eres tú, no tienes que encontrarte contigo. Ya lo eres. Que estás, ¿hablando con el espejo? Es una esquizofrenia. ¿Que tú quieres encontrarte con lo que eres? Eso es ridículo. Eso es absurdo. Eso es un juego de la mente. Tú no puedes nunca encontrarte con lo que eres porque es que lo eres. Simplemente eso. No tienes que conectar con lo que eres. ¿Desde dónde quieres conectar? ¿Quién es ése que quiere conectar contigo? ¿Quién me está hablando a mí?
Realmente, en el símil del conductor y el coche, es el coche, el mundo de la mente, el yo físico, mental y emocional, el que quiere conectar con el conductor. Pero el coche jamás va a conectar con el conductor. Es imposible. Cuando la gente se mete en su vehículo, en su utilitario de todos los días, a nadie se le ha pasado por la cabeza que se sientan en el sillón y esperan que el coche conecte con ellos. No, tú eres el que tiene que arrancar el coche, el que tiene que meter las marchas, el que tiene que llevar el volante… Eres tú el que tiene que llevar el mando de tu vida. Eres tú el que conecta con el coche y pones el coche a tu servicio.
Bueno, pues es espectacular porque algo tan obvio, la gente, el mundo de la mente, le da la vuelta. Ésta es la paradoja de la consciencia que se da con la iluminación. ‘Quiero conectar con lo que soy’. Pues no lo vas a conseguir nunca porque lo estás diciendo desde un plano que jamás va a conectar con lo que eres. Lo que tienes que hacer es simplemente recordar lo que eres. Tú no necesitas una brújula para encontrar lo que eres. Tienes un problema de amnesia. Yo te puedo dar a ti una pastilla contra la amnesia, no una brújula. Recuerda lo que eres y vive en coherencia con lo que eres. Por supuesto, dicho desde el mayor respeto y compresión y compasión con la gente que quiere iluminarse.
Y además, con esto se da una paradoja que es francamente divertida. A esa gente que me dice: ‘Emilio, ¿cómo puedo conectar conmigo?’, la contestación de corazón sería: ‘Mira, tengo dos opciones. La primera, decirte la verdad, lo real y no me vas a creer. Lo segundo, mentirte y me vas a creer. Elige. Lo pongo en tus manos’.
Porque es así, Emma. Si tú a una persona le dices ‘no tienes que hacer nada para iluminarte porque ya lo estás’, no te cree. Le estás diciendo la realidad pero no se lo cree. Y entonces puedes decirle la mentira, a la mente, que es la que está preguntando, el coche, que le va la marcha y es: ‘ponle por delante una tarea muy farragosa, muchos deberes’. Y a la mente le satisface porque el esfuerzo, el trabajo, el ir subiendo montañas, eso le encanta. Entonces, tú le puedes decir: Mira, tú quieres iluminarte. Pues estos 10 libros, son imprescindible que los leas. Pero tienes que leértelos además tomando notas, reflexionando bien acerca de ellos. Y le das una lista de 10 libros. Le dices después: cuando hayas leído estos 10 libros y los hayas interiorizado, hay cinco lugares en el mundo que son lugares de energía, lugares mágicos, que tienes que visitar. Tienes que ir allí. ¡Ojo, después de haber leído los 10 libros! Y le das un relación de los 10 libros y de los cinco lugares en el mundo (el Himalaya, el Monte ‘no sé qué’ de California…). Y hay que ir. A esos sitios tienes que ir para iluminarte. Y una vez que te hayas leído los 10 libros, y una vez que hayas ido a esos cinco lugares tienes que irte a un monasterio que está entre Marruecos y Argelia. Y en ese monasterio hay unos maestros sufís que te van a enseñar unas técnicas claves, imprescindibles, en tu proceso de iluminación. Y tienes que estar 1 año o año y medio en ese monasterio. Y cuando salgas de ese monasterio tienes que irte finalmente al Tibet. Tienes que estar en contacto con los monjes budistas que hay allí y con la vida que ellos practican. Y por lo menos, por lo menos, dos años. Y esto es imprescindible, ¡eh!: los 10 libros, la visita a los cinco lugares, el monasterio sufí y después el contacto con los monjes tibetanos. Y entonces, en función por supuesto de cómo tú hayas experienciado todo eso, entonces… puede ser que te ilumines.
Bueno, pues le estás contando una trola inmensa a esa persona. Pero entonces te dice: ‘Ah, gracias, Emilio, muchas gracias’. Se va muy agradecido. Bueno, pues ya está. Le he dado lo que quería. Pero yo sé que no le he dicho lo real, y por tanto no lo hago. Yo comparto lo que siento no me dedico a engañar a la gente. Cuando alguien me dice que se quiere iluminar, la respuesta es la risa. Y a ver si con la risa, esa persona se da cuenta.
Hay por internet una persona que da charlas (se localiza en youtube como ‘El Buda de la risa’) que se ríe de las preguntas que le hacen. Y efectivamente, eso de ‘cómo iluminarse’, la respuesta que merece la pena es una enorme carcajada. A ver si de esa manera la persona se da cuenta de lo absurdo de lo que está diciendo.
EL CORAZÓN RESPONDE
¿A qué suena el Silencio?
¿A qué huele el Amor?
A Amor. El Amor es una fragancia que no se confunde con ninguna otra. Cuando se ha respirado, cuando se ha sentido, es una fragancia única que no puede ser comparada con ninguna otra fragancia. El amor, ineludiblemente, huele a Amor.
¿A qué saben los abrazos?
A Amor. Los abrazos son una manifestación, o pueden ser una manifestación, de muchas cosas. A mí me encanta dar abrazos. Cuando concluyo lo que comparto, las charlas y demás, me gusta siempre decir que nos comuniquemos, no a través de los aplausos, que normalmente lo único que contribuyen es a originar una especie de disintonías en la armonía que se ha generado, sino a través del abrazo. Entonces, que la gente se de abrazos entre ellos. A mí me gusta abrazarme a la gente y, en ese abrazo, ahí está el amor. Para mí es una manifestación del amor.
¿Qué nos cuentan las lágrimas?
El origen de las lágrimas puede ser muy distinto: la alegría, una emoción muy intensa de paz, de armonía, de felicidad, de éxtasis y también el sufrimiento, el dolor, la tristeza. Pero en última instancia, detrás de las lágrimas hay vida. Una vida que se manifiesta de muchas maneras.
La sociedad en la que estamos se ha empeñado en no vivir el Aquí y Ahora. No por casualidad, esa misma sociedad nos ha enseñado a no llorar, más a los hombres que a las mujeres. Llorar “está como mal visto”. Si tú vas por la calle llorando, la gente te mira como extrañada. Si tú estás en medio de un bar y te pones a llorar, la gente se inquieta porque tú estás llorando.
La realidad es que el llanto, la lágrima, es una expresión muy genuina de la vida que estamos viviendo y, como hacen los niños, llorar debería formar parte de nuestra vida cotidiana. Reírnos y llorar, las lágrimas y la risa, deberían estar muy presentes en la vida cotidiana. Son manifestaciones del entusiasmo, del entusiasmo con la vida, que puede ser de éxtasis pero también de sufrimiento.
No nos podemos olvidar que entusiasmo es una palabra castellana de origen griego que en su etimología significa ‘Dios en mí, Dios en ti’. Ese entusiasmo es la divinidad que se está haciendo presente en tu vida cotidiana, en lo que estás desarrollando y viviendo, y provoca eso.
Para mí, las lágrimas son algo muy serio y deberían estar mucho más presentes en nuestra vida, lo mismo que la risa.
¿Con qué sueña tu Alma?
Hace ya tiempo que no me identifico con el Alma. Aprendí, por mi proceso experiencial, que el Alma no deja de ser otro coche. Lo que realmente somos, ese Yo Soy, ese Espíritu, como queramos denominarlo, el conductor, utiliza un Alma para experienciar multidimensionalmente. Y ese Alma, cuando llega a un plano concreto, tiene que encarnarse en otro vehículo que le permite vivir esa experiencia. Es decir, lo que Yo Soy está conduciendo un Alma. Ese Alma está viviendo experiencias fuera del tiempo y del espacio, multidimensionalmente, y ahora está aquí, en el plano humano. El Alma, que es mi coche, el que yo utilizo multidimensionalmente, al llegar al plano humano necesita a su vez otro coche, otro vehículo, porque si no, no puede experienciar la experiencia humana. Con lo que somos dos coches y un conductor.
Las corrientes espirituales han hablado de cuerpo, alma y espíritu. En la antigua grecia, al alma se le llamaba psique y al espíritu no recuerdo cómo se le llamaba. En la Merkaba: Mer (cuerpo), Ka (Alma), Ba (espíritu). Esa trinidad está muy presente en todas las corrientes espirituales. El conductor es el Espíritu, que es Uno, que está en ti y está en mí, pero es Uno. Lo que los cristianos llaman el Espíritu Santo es el Espíritu que es Uno en cada uno. Y ese Espíritu utiliza un Alma para vivir multidimensionalmente en experiencia. Ese Alma es un coche cuyo conductor es el Espíritu. Y ese Alma encarna en otro coche, que es el yo físico, mental y emocional, para poder desplegar la vivencia humana de la misma forma que encarna en otro coche de otra tipología cuando encarna en otro mundo para vivir las experiencias de ese mundo.
Yo hace ya tiempo que le estoy muy agradecido a mi coche físico, mental y emocional, que le estoy muy agradecido a mi coche álmico, pero sé que no soy mi coche físico, mental y emocional ni mi coche álmico. Soy mi Espíritu.
Cuando la gente se me queda confundida con esta definición, es muy sencillo: En una habitación estamos mucha gente. El aire que estamos respirando no tiene nombre. No hay un trozo de aire que ponga Emma, otro Emilio. El aire es Uno. Sin embargo, cuando yo lo inspiro, el aire que entra en mis pulmones yo puedo decir que es mío, porque está en mí. No estoy tan loco como para pensar que el aire está roto en trozos con nombre. Ése aire es el Espíritu que es Uno, que está en cada uno. Es el conductor que realmente soy.
LA CURIOSIDAD RESPONDE
Si fueras…, ¿qué serías?
Un color ⇒ Todos.
Un libro ⇒ Todos. Todos los libros son míos.
Una película ⇒ El mundo del cine me parece extremadamente importante. Hoy día, en la sociedad actual, la gente ve mucho más películas que lee libros. El mundo del cine está mucho más presente en la vida de la gente que el tema de libros. Por supuesto que hay personas que leen libros, pero hay muchas que no leen libros. Y, sin embargo, casi todo el mundo ve películas.
La humanidad está evolucionando en consciencia. La expansión de la consciencia es personal pero, a su vez, es colectiva porque en la medida en la que cualquiera expande su consciencia, esa expansión de consciencia la está incorporando a la red consciencial de la humanidad. Y la consciencia que evoluciona colectiva también repercute en mí. Esto tiene multitud de manifestaciones, y una de sus manifestaciones más sublime es el mundo del cine.
Desde hace 20 años a esta parte, fundamentalmente, el mundo del cine ha empezado a incorporar de una forma tremenda la manifestación de la expansión de la consciencia de la humanidad. El mundo del cine nos muestra en imágenes y en argumentos cosas que en libro es casi imposible de transmitir, e incluso en charlas es muy difícil de transmitir. Sin embargo, hay películas que lo hacen a través de esas imágenes, como por ejemplo ‘Mátrix’. El mundo de la creación de redes virtuales, el hecho de que por el sistema de creencias estamos enganchados a una realidad que creemos realidad pero que no es real y que verdaderamente la vida va por otros derroteros, eso ha llegado a muchísima gente, de un modo y manera que la ciencia, que también ha evolucionado en el mismo sentido, no puede llegar.
La teoría del principio holográfico es una teoría científica que tiene vasos comunicantes con la película ‘Mátrix’. Sus guionistas y directores no tenían por qué conocer la teoría del principio holográfico, pero lo cierto es que uno de los pioneros de la teoría del principio holográfico, Gerard ’t Hooft, un astrofísico holandés, recibió el Premio Novel de Física el mismo año que se estrenó la película ‘Mátrix’. Es coincidente en el tiempo. Es la manifestación en consciencia de la humanidad, que se está poniendo en manifiesto en un descubrimiento científico y en una película.
Sin embargo, de ese descubrimiento científico, si tú vas por la calle y le hablas a la gente de la teoría del principio holográfico te miran como un bicho raro. En cambio, para mucha gente, si le hablas de la película ‘Mátrix’ sabe de lo que le estás hablando.
Mi película favorita es ‘El cielo sobre Berlin’.
Un cita/frase ⇒ Me imagino que, en función del momento sería frases distintas. Ahora, la que se me ha venido al corazón es una frase que utilizo bastante últimamente en lo que comparto, que es ‘Tu corazón es libre. Ten el valor de hacerle caso’. Tú eres libre. Yo soy libre. Tenemos que educar al coche, a nuestro yo físico, mental y emocional, para que tenga el valor de hacernos caso. Ese coche que tiene miedo, ese ego que tiene miedo, esa mente… No, venga. Hazme caso. Tira ‘palante’.
Esa frase está al principio de una película: ‘Braveheart’, donde Mel Gibson, que es el que protagoniza a Braveheart, una persona que en la época medieval quiere liberar a Escocia del dominio de los ingleses, vive en una familia que ya se estaba peleando con los ingleses y cuando es un niño su padre muere. Al padre lo traen muerto y llevan a cabo el rito funerario de aquella época, en aquel lugar. Al padre, lo tienen sobre una piedra, desnudo y dorado para, al día siguiente, ser enterrado. El niño, que es pequeñito y ha visto eso, durante la noche tiene una pesadilla. Y en la pesadilla, lo que ve es al padre tumbado sobre la piedra, desnudo y él se ve en otra piedra al lado del padre, también desnudo y boca arriba. Y en medio de la pesadilla, él mira al padre. En ese momento, el padre que está muerto vuelve la cabeza hacia él, abre los ojos y le dice esto: ‘Tu corazón es libre. Ten el valor de hacerle caso’. Ése es el eje de la película. Todo lo que hace Mel Gibson en la película es precisamente hacerle caso a lo que su padre le dice en ese sueño. Y en la última escena, cuando lo están martirizando, sacándole las tripas, y da ese enorme grito de libertad, es la expresión más sublime de ‘Tu corazón es libre. Ten el valor de hacerle caso’.
Una canción ⇒ Sin duda ninguna, el tercer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven.
Un súperpoder ⇒ La Compasión.
Un lugar ⇒ A lo largo de mi vida, he tenido oportunidad y ocasión de vivir en muchos sitios, por mi actividad profesional, por una serie de razones. Pero vivo donde nací, no por chauvinismo sino porque en el sentir de mi vida es el sitio idóneo. Por lo tanto, el lugar, sin ningún tipo de dudas, es Sevilla.
Un animal ⇒ Siempre, siempre, siempre, el León. Hay que tener en cuenta que soy Leo…
Un personaje ⇒ Marco Aurelio, emperador romano del siglo II.
Un pensamiento ⇒ Sería un pensamiento lo más liviano posible.
Un sentimiento o emoción ⇒ Si fuera un sentimiento o emoción, lo transcendería, me diluiría.
LA HONESTIDAD RESPONDE
¿Cuál es tu asignatura pendiente?
No hay asignaturas pendientes. Es la mente la que tiene asignaturas pendientes y la mía está ya muy calmada.
♥ MUCHAS GRACIAS ♥
(Esta entrevista se realizó por Skype con su posterior transcripción)
Para saber más sobre Emilio:
Blog → El Cielo en la Tierra
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