Los japoneses valoran mucho la capacidad que tienen algunas personas de cultivar, ya sea una flor, el intelecto, la amistad o cualquier otro aspecto y valor. El solo hecho de empeñar dedicación y paciencia a este noble arte es fuente de respeto para ellos. Por eso, esta historia japonesa nos habla precisamente de eso, del arte de cultivar.
Cuentan que en un remoto poblado del país de oriente, vivía una pareja de ancianos que eran más viejos que el tiempo mismo. Los dos eran casi centenarios y todo el mundo los admiraba porque tenían, según se comentaba, el jardín más hermoso de la Tierra. Allí crecían flores que nadie más era capaz de cultivar y el aroma de las plantas embriagaba el aire varios kilómetros a la redonda.
Dice la historia japonesa que los ancianos sabían que ya no les quedaba mucho tiempo de vida. Lo que más lamentaban era despedirse de su jardín. No querían que el trabajo de toda una vida tuviera un destino incierto. Por eso, acordaron que se lo entregarían al jardinero que más lo mereciera. Pero, ¿cuál era ese?
“Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee”.
-Marguerite Yourcenar-
Un concurso maravilloso
Después de pensarlo durante varios días, los ancianos llegaron a la conclusión de que lo mejor era realizar un concurso entre los jardineros. Esta era la única manera de saber cuál de ellos era merecedor de quedarse con el fabuloso jardín. Lo que hicieron, entonces, fue pedirles a los pobladores de la región que difundieran la noticia.
Según está vieja historia japonesa, los ancianos enviaron el recado de que quien estuviera interesado en heredar el jardín, debía presentarse en la primera noche de luna llena de ese mes. A los que comparecieran les pondrían una tarea. El adecuado cumplimiento de la misma determinaría el resultado. La noticia corrió como pólvora y los más prestigiosos jardineros de Oriente estaban interesados en concursar.
La criada de los dos ancianos tenía una hija, que amaba profundamente a ese jardín, pero no sabía nada de jardinería. Por eso sintió pena cuando se habló del concurso. Seguramente el ganador ya no le iba a permitir a su hija volver a ese sitio encantado y ella iba a estar muy triste.
La mujer le contó a su hija sobre el concurso, para que fuera preparándose a decirle adiós al bello jardín. Sin embargo, dice esta historia japonesa, que la muchacha decidió participar en el evento, aunque no tuviera oportunidad de ganar.
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