A menudo se escuchan argumentos que defienden que la tecnología es neutral, que en sí misma, y en cada uno de sus casos particulares, no tiene un componente moral, depende solamente de cómo se use y de los contenidos con los que se llene, como si se tratara de un gran vaso vacío, esperando ser llenado por un nutritivo néctar o un veneno letal. Así podemos escuchar cosas como que Facebook, un iPhone o Alexa, son entes completamente neutrales que no nos alteran como seres humanos sino en la medida en que les damos un cierto uso. Por ejemplo, los podemos usar para consumir contenido de alta calidad o comunicarnos con personas que nos enriquecen, o quizá para ahorrar tiempo y emplear el sobrante en leer o aprender un nuevo idioma, etcétera.
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