¿Alguna vez has reaccionando mal emocionalmente sin comprender qué ha desatado esa respuesta?
¿Una persona te provoca un profundo rechazo, pero no sabes por qué?
¿Últimamente te has sentido más triste, enfadado o frustrado?
Si es así, es probable que padezcas una alergia psicológica.
Todos conocemos la alergia, una reacción de defensa del organismo ante sustancias externas que penetran en el cuerpo. Cuando nuestro sistema inmunológico detecta esas sustancias, que puede ser desde un alimento hasta el polen, las reconoce como ajenas e intenta neutralizarlas desencadenando una serie de síntomas bastante molestos.
Sin embargo, todos tenemos – y necesitamos – un sistema inmunológico emocional. Ese sistema nos ayuda a mantenernos a salvo y evita, por ejemplo, que invitemos a un completo extraño a casa que nos pone los pelos de punta. Cuando ese sistema funciona adecuadamente, nos ayuda a protegernos, nos sirve como una brújula para guiar nuestro comportamiento. El problema es que cuando experimentamos una situación muy intensa emocionalmente, ese sistema puede comenzar a fallarnos desencadenando una alergia emocional.
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