Los científicos han intentado durante mucho tiempo comprender la conciencia humana, la «materia» subjetiva de los pensamientos y las sensaciones dentro de nuestras mentes. Solía haber una suposición de que la conciencia es producida por nuestros cerebros, y que para entenderla, solo necesitamos descubrir cómo funciona el cerebro.
Pero esta suposición plantea interrogantes. Aparte del hecho de que décadas de investigación y teorización no han arrojado ninguna luz significativa sobre el tema, hay algunos desajustes extraños entre la conciencia y la actividad cerebral.
Por ejemplo, como señaló el neurocientífico Giulio Tononi , las células cerebrales se disparan casi tanto en algunos estados de inconsciencia (como el sueño profundo) como lo hacen en el estado de vigilia. En algunas partes del cerebro, puede identificar las neuronas asociadas con la experiencia consciente , mientras que otras no parecen tener ningún efecto en ella. También hay casos de un nivel muy bajo de actividad cerebral (como durante algunas experiencias cercanas a la muerte y comas) cuando la conciencia no solo puede continuar, sino incluso volverse más intensa.
Si tuvieras un cerebro humano en la mano, descubrirías que es un montón de materia gris empapada, un poco como masilla, que pesa alrededor de 1,3 kg. ¿Cómo es posible que estas cosas empapadas grises puedan dar lugar a la riqueza y profundidad de tu experiencia consciente? Esto se conoce como el » problema difícil » de la conciencia.
Como resultado, muchos filósofos eminentes (como David Chalmers y Thomas Nagel ) y científicos como Christof Koch y Tononi han rechazado la idea de que la conciencia es producida directamente por los procesos cerebrales. Se han volcado a la visión alternativa de que en realidad es una cualidad fundamental del universo.
Esto puede sonar descabellado, pero piense en los otros «fundamentos» en el universo que damos por sentado, como la gravedad y la masa. La conciencia tendría el mismo estado que esos.
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