Una guerra no sólo necesita armas y carne de cañón, sino también pretextos y justificaciones, que proceden de los “expertos” y equipos de análisis (“think tanks”) que financian las industrias de la guerra. Unos venden armas y otros relatos. Además, en el mundo contemporáneo las guerras hay que explicarlas en tiempo real. Las imágenes de la televisión tienen que ir acompañas de voces “autorizadas”.
Los relatos también cuestan dinero. El año pasado los fabricantes de armas donaron al menos 7,8 millones de dólares a los cincuenta mayores equipos de análisis de Estados Unidos, que a su vez publican informes pidiendo más guerras y más gastos militares, lo que aumenta significativamente los beneficios de sus patrocinadores. El único perdedor de este sistema circular y cerrado es la población estadounidense, agobiada por impuestos más altos, y las decenas de millones de personas en todo el mundo que son víctimas de la maquinaria de guerra estadounidense.
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