Una gigantesca tormenta solar fue captada por la sonda Stereo Ahead de la NASA, durante la madrugada del sábado. La tormenta es parte de una seguidilla de eventos solares que ponen en alerta a los científicos, quienes aseguran que podrían dañarse seriamente los sistemas satelitales y electrónicos de todo el planeta.
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Representación digital de una explosión solar
Una tremenda tormenta solar desatada esta madrugada pone en alerta a todos los sistemas de vigilancia del astro rey. Un video de la sonda Stereo Ahead capturado el domingo por la madrugada muestra la tremenda intensidad de la explosión.
Los expertos están, esta vez, todos de acuerdo: una tormenta geomagnética como la que impactó la Tierra a mediados de febrero no es un fenómeno aislado. Y a pesar de que la que nos golpeó la semana pasada, hasta ahora la más potente del actual ciclo solar, no tuvo mayores consecuencias, en futuras ocasiones podríamos no tener tanta suerte. Un fenómeno similar, en efecto, tiene la potencia necesaria para acabar, de un solo golpe, con la sociedad tecnológica del mundo moderno.
Una tormenta solar lo suficientemente fuerte, en efecto, podría desestabilizar, incluso de forma catastrófica, una buena parte de nuestra tecnología. El mundo moderno, afirmaron el sábado diversos especialistas durante la reunión de la Sociedad Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS), depende en exceso de la red de satélites. Navegación marítima y aérea, sincronización entre computadoras, redes de telecomunicaciones, sistemas GPS, aparatos electrónicos de todo tipo… Tecnologías, todas ellas, extremadamente vulnerables a los «cambios de tiempo» espacial.
Las consecuencias serían nefastas, en caso de una gran tormenta solar, para la red de satélites que orbitan la Tierra, muchos de los cuales quedarían literalmente «achicharrados», pero también para las centrales eléctricas de todo el mundo, cuyos transformadores quedarían inutilizados provocando cortes en el suministro de electricidad que podrían durar semanas, e incluso meses.
La tormenta de mediados de febrero es el principio de una situación que, según los científicos, sólo puede ir a peor. De hecho, apenas si estamos al comienzo del actual ciclo solar y se espera que la actividad del Astro Rey se vaya haciendo cada vez más intensa en los próximos once años.
«No es una cuestión de si sucederá – explica Jane Lubchenco, responsable de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de USA- sino de cuándo sucederá y de cómo de fuerte será. La última vez que tuvimos un máximo en en el ciclo solar, hace cerca de diez años, el mundo era un lugar muy diferente. Hoy los teléfonos móviles están por todas partes. Es cierto que antes también los había, pero no dependíamos de ellos para tantas cosas diferentes».
Para esta experta, «muchas de las cosas que damos por sentadas y garantizadas dependen hoy mucho más de la meteorología espacial que durante el último máximo solar». A pesar del riesgo, los expertos admiten que, en la actualidad, muy poco podemos hacer para predecir una tormenta solar potencialmente peligrosa. Lo que sí deberíamos hacer es «blindar» de alguna forma las redes y centrales eléctricas, haciendo algo que nos permita, en caso de alarma, apagarlas rápidamente en las zonas más sensibles hasta que pase el peligro.
«Por favor, que no cunda el pánico – dijo por su parte Stephan Lechner, director del Centro Conjunto de Investigación de la Comisión Europea – Sobreactuar sólo serviría para empeorar la situación». Para este experto, la raíz de la vulnerabilidad del mundo moderno radica en su dependencia de los sistemas de posicionamiento global, o GPS, sin los que ya no sería posible la navegación marítima y aérea, ni la sincronización de las redes informáticas y los equipos electrónicos.
«El GPS nos ha ayudado -aseguró Lechner el sábado- pero también nos creó una nueva dependencia» que se extiende desde el sector aeroespacial a la producción digital de radio y TV, a los servicios financieros y a las agencias gubernamentales. Sólo en Europa, afirmó, existen 200 operadores de telecomunicaciones y «ninguno de ellos está estandarizado».
Días atrás, Urgente24 publicó un informe acerca de anomalías en la magnetósfera, que podrían estar relacionadas con una intensa actividad solar. En el informe podía apreciarse una conclusión acerca del impacto de las tormentas solares: una disminución del grosor de la magnetósfera permite la salida de calor terrestre a través de los polos, enfriando gradualmente el planeta.
Y en vistas de las últimas novedades procedentes del Polo Norte, los pronósticos no parecen estar muy alejados de la realidad. Según informa el diario español El Mundo, «la capa de ozono en el Polo Norte sufre un nivel de destrucción sin precedentes a causa de excepcionales condiciones meteorológicas, según informa hoy el organismo francés Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS).
A finales del pasado mes, la disminución de la capa que protege a la Tierra de los rayos ultravioleta fue del 40% y se registró en una «zona extensa», un fenómeno nunca antes observado, señala el CNRS en un comunicado. El motivo de esta degradación se encuentra en «un invierno estratosférico muy frío y persistente» que ha conducido a una destrucción de ozono «importante» y «prolongada excepcionalmente hasta la primavera».
La Agencia Espacial Europea (ESA) detalla que este récord en la capa de ozono se debe a los fuertes vientos conocidos cómo ‘vórtice polar’. Este fenómeno aísla la masa atmosférica sobre el Polo Norte e impide que se mezcle con el aire procedente de latitudes medias. Como resultado, la situación -de frías temperaturas- se asemejó mucho a la que se da cada invierno en la Antártida. El satélite Enviasat, de la ESA, ha proporcionado datos para medir los niveles de ozono.
Gases perjudiciales
La destrucción de la capa de ozono está ligada a la presencia en la atmósfera de diversos gases, emitidos por los aerosoles.
A 80ºC bajo cero esos gases se convierten en nocivos para el ozono, un fenómeno «recurrente» en la Antártida, donde las temperaturas son extremadamente bajas» cada invierno, pero menos común en el Polo Norte, donde la temperatura es más elevada y las condiciones meteorológicas más variables.
«No siempre se reúnen las circunstancias para que se produzca una disminución importante del ozono» en esa región, indicó el CNRS, que señaló que «las condiciones meteorológicas extremas son responsables del récord alcanzado» este año.
Los científicos franceses, apoyados en los datos que envían las estaciones de observación destacadas sobre el terreno, tratan ahora de determinar el impacto que este fenómeno tendrá cuando las masas de aire pobre en ozono se desplacen una vez que suban las temperaturas con el avance de la primavera.
Lenta recuperación
El CNRS advirtió de que el deterioro de la capa de ozono hubiera sido mayor si en 1987 no se hubiera firmado el Protocolo de Montreal, que limita el uso de aerosoles.
Estos productos, que emiten gases ricos en cloro y bromo, permanecen durante años en la atmósfera, por lo que los científicos franceses no descartan que una destrucción de la capa de ozono similar a la de este año se repita si vuelve a haber inviernos excepcionalmente fríos.
Según el último informe de evaluación de la capa de ozono, este gas no recuperará su nivel de 1980 hasta los años 2045-2060 en el Polo Sur y una o dos décadas antes en el Norte.