Dentro del marco que conforman las tradiciones budista e hinduista, la joya Chintamaņi es una piedra legendaria provista de la capacidad de otorgar y conceder los deseos de aquel que la porta. Su etimología es bastante acorde con este precepto si tenemos en cuenta todo aquello cuanto se dice sobre las facultades mentales – psíquicas o “no-físicas”, si se prefiere – y su capacidad de obrar sobre la materia.
Dado que en la lengua sánscrita chintā significa “pensamiento” y maņi, “piedra preciosa o joya”, el asunto queda bastante claro. Es debido a ello que se asocie con Vishnu y Ganesha. Sería Apolonio, en su viaje al extremo oriente, quien vio resplandores y columnas de luz en plena noche. Al preguntar qué era aquello, le respondieron que se trataba de los “rayos luminosos emitidos desde la Torre de Shambhala“, que procedían de una piedra en forma de hacha que brillaba con fulgor diamantino.
Piedra que lleva el nombre de Chintamani. Aunque no es necesario ir tan atrás en el tiempo para encontrar testimonios similares, ya que en pleno siglo XX, Nicolás Roerich en su viaje al Tibet vivió una experiencia similar a la que los lamas le respondieron de igual modo. Es creencia arraigada en el Tibet que durante el reinado de rey Lha Thotho-ri Nyantsenrey, en torno al 331 d.C., cayó de los cielos un cofre en el que había cuatro objetos sagrados, uno de los cuales era esta prodigiosa piedra.
Los lamas aseguraron a Roerich que la materia de la que está compuesta no es de este mundo ya que en realidad procede de otro planeta, uno de los hipotéticos que orbitarían en la constelación de Can Mayor, muy posiblemente del triple sistema estelar de Sirio. Siendo traída a la tierra por un grupo de seres, en una época remota, con el fin de ayudar a la creación de una civilización basada en el apoyo mutuo, la bondad y la igualdad.
Aunque bien es cierto que existen quienes sitúan su procedencia en la constelación de Orión. Más concretamente en el cinturón de Orión. Los lamas contaron a Nicolás Roerich que la mayor parte de esta piedra se trasladó y fue conservada – incluso en nuestros días – en la Torre de Shambala, mientras que una serie de pequeños fragmentos desprendidos de la misma fueron repartidos por ciertos puntos del planeta, a una serie de custodios elegidos.
La tradición ocultista de Asia dice que fueron muchos los reyes que poseyeron esta piedra mágica en momentos históricos: Por ejemplo Tazlavu, de la Atlántida, Akbar, en la India, incluso el propio rey Salomón, en Judea, o Genghis Khan, de Mongolia son citados en la lista de los poseedores temporales de las esquirlas separadas de tal maravilla. Tal experiencia llevo a Roerinch, a lanzar el denominado como “Pacto por la paz”, un acuerdo para preservar los valores culturales y humanísticos en tiempos de guerra.
Dicho movimiento le condujo, en 1935, hasta la Casa Blanca para firmar un tratado conjunto con numerosos representantes de América incluido el por entonces presidente de Estados Unidos: Roosevelt. La bandera de la paz fue diseñada por el propio Roerich: tres círculos rojos dentro de una circunferencia del mismo color.
Esta bandera no sólo está vinculada al Chintamani (realmente con sus pedazos, ya que el mayor de ellos posee forma de hacha bicéfala), sino que tiene una estrecha relación con los intraterrenos de Shambala, los inmortales que gobiernan el mundo. En el budismo, la piedra del Chintamani es llevada por Avalokiteshvara (una de las representaciones de Buda), también se la puede ver a la espalda de Lung Ta (el caballo del viento). Además, se dice que si se recita el Dharani (discurso ritual muy parecido a los Mantras) de Chintamani, se podrá alcanzar la sabiduría de Buda y entender la verdad subyacente acerca del mismo.
Aun con todo, la información sobre la piedra Chintamani es bastante escasa pero se supone que la piedra extraterrestre confiere la capacidad de ver hacia el pasado y el futuro, el poder de comunicarse con y entre sus pedazos (algo así como las Palantiri de Tolkien). Existen algunos indicios que llevan a pensar que una parte de esta roca transmundana es la piedra sagrada de la Kaaba, que reúne en torno suyo a millones de musulmanes en todo el mundo.
En la historia reciente – y dentro del marco de la leyenda – se sabe que una parte de la piedra Chintamani fue dada a los fundadores de la Sociedad de Naciones (League of Nations), cuyos objetivos declarados fueron la creación de una civilización de un mundo libre de odio y guerra. Cosa que, por lo que sabemos, jamás fue cumplida.
Dice la leyenda que es por esto por lo que Nicolás Roedich hubo de devolverla a Shambala. Aunque se especula que realmente fue devuelta al Monasterio Tashilumpo (Shigatse), sede del Panchen Lama – una autoridad espiritual superior al propio Dalai – que mantendría contacto con los intraterrenos inmortales que gobiernan el mundo.