Se llama ”efecto Google” al uso de los buscadores, como Google, como una especie de ”memoria externa” para nuestro cerebro. Un estudio dirigido por la psicóloga Betsy Sparrow (Universidad de Columbia, Nueva York), publicado hoy en la revista Science, analiza este efecto con detalle y sugiere que hemos perdido memoria para retener datos, pero hemos ganado en habilidad para buscarlos en internet. La mayoría de nosotros, cuando no sabe la respuesta a una pregunta, automáticamente piensa en recurrir al ordenador o al dispositivo móvil más próximo para buscar dicha información, y la mayoría de las veces acaba siendo encontrada. Los experimentos de la Dr.a Sparrow muestran que recordamos peor las cosas que sabemos que son fáciles de buscar en internet que las cosas que nos enseñan y que no están disponibles en internet. Los experimentos también apuntan a que la gente prefiere recordar dónde puede encontrar cierto tipo de información a recordar dicha información directamente. Si este tipo de estudios tiene razón, el “efecto Google” nos dice que la internet se ha convertido en el “disco duro” para nuestro cerebro, que cada día actúa más como una memoria RAM volátil. Nos lo ha contado John Bohannon, “Psychology: Searching for the Google Effect on People’s Memory,” News & Analysis, Science 333: 277, 15 July 2011, haciéndose eco del artículo técnico de Betsy Sparrow, Jenny Liu, Daniel M. Wegner, “Google Effects on Memory: Cognitive Consequences of Having Information at Our Fingertips,” Science, Published O line 14 July 2011. Merece la pena escuchar un podcast con una entrevista a Betsy Sparrow.
Betsy Sparrow ha diseñado cuatro experimentos para explorar como la internet puede haber cambiado nuestra forma de manejar la información. Los resultados apoyan la creencia de que la gente está utilizando la internet como un banco de memoria personal: el llamado “efecto Google.” Lo que ha sorprendido a Sparrow es la gran capacidad de los participantes en el estudio para recordar dónde encontrar la información que han almacenado en el ordenador sin memorizar. Se realizaron dos experimentos en la Universidad de Harvard y dos experimentos en la Universidad de Columbia. En los experimentos de Harvard se observó que los participantes ante una pregunta difícil como “¿el ojo de un avestruz es más grande que su cerebro?” rápidamente pensaban en recurrir a internet para obtener la respuesta. Para estudiar las respuestas, Sparrow y sus colegas han empleado un test de Stroop: tras las preguntas aparecen pantalla varias palabras en diferentes colores y se les pregunta por el color de una palabra concreta. Los estudios previos indican que cuando la gente ya está pensando en alguna cosa relacionada con dichas palabras, su respuesta sobre el color de la palabra es más lenta (mayor tiempo de reacción) que cuando no están pensando en dichas palabras. Los experimentos de Sparrow confirmaron que las palabras relacionadas con búsquedas en internet (como Google o Yahoo) provocaron una respuesta más lenta a las preguntas difíciles, efecto que no se observó para otra serie de preguntas que eran fáciles.
Más en detalle, los dos primeros experimentos fueron los siguientes. En el primer experimento participaron 46 estudiantes universitarios (28 mujeres y 18 hombres) de la Universidad de Harvard. Los participantes contestaron 16 preguntas fáciles y 16 preguntas difíciles. Preguntas fáciles como “¿Herman Melville escribió “Moby Dick”?,” “¿John F. Kennedy fue asesinado en 1994?” o “¿Es el oxígeno un metal?” Y preguntas difíciles como “¿Es mayor la superficie de Dinamarca que la de Costa Rica?,” “¿Nacen más bebés en febrero que en cualquier otro mes?” o “¿El número atómico del criptón es 26?” En el test de Stroop modificado se ofreció a los participantes una serie de 16 términos en diferentes colores relacionados con los buscadores en internet (Google, Yahoo, buscador, internet, ordenador, …) y otra serie de 16 términos sin relación alguna con ellos (Nike, Coca Cola, Yoplait, mesa, teléfono, …). El 98% de la preguntas fáciles fueron contestadas por los participantes, pero solo el 47% de las difíciles. Se observó con el test de Stroop modificado una correlación clara entre las preguntas difíciles y los términos relacionados con los buscadores de internet. Los participantes estaban pensando en buscar las respuestas en internet.
En el segundo experimento participaron 60 estudiantes (37 mujeres y 23 hombres) de la Universidad de Harvard que tuvieron que leer y luego contestar un conjunto de 40 preguntas utilizando un ordenador y un buscador. Durante el experimento, en algunas preguntas se les pedía a los participantes que teclear la respuesta en el ordenador y que luego borraran la respuesta tecleada, tratando de recordarla de memoria. En otras preguntas se les pedía que tras teclear la respuesta le dieran a un botón de salvar (guardar) y no se les pidió de forma explícita que recordaran dicha respuesta de memoria. Más tarde tenían que escribir en papel, a mano, las respuestas (sin consultar el ordenador). A los participantes se les daba un punto por respuesta bien acertado y medio punto si sólo eran capaces de recordar parte de la respuesta. Borrar lo escrito tuvo poca influencia en los resultados porque la mayoría de los participantes sabía que era un test de memoria y trató de recordar sus respuestas. Sin embargo, las preguntas que fueron salvadas en disco fueron peor recordadas por los participantes que las preguntas para las que se les pidió de forma explícita que las recordaran. Según Sparrow es como si los cerebros de los que no salvaron las preguntas hubieran hecho una copia de seguridad de emergencia.
En otros dos experimentos con 62 estudiantes de la Universidad de Columbia, Sparrow y sus colegas pusieron a prueba si la memorización de esta “copia de seguridad” tiene un costo. Se repitieron los experimentos pero permitiendo a los estudiantes tomar notas en papel o salvar sus respuestas en el ordenador en ciertos directorios. Los estudiantes a los que se les había dicho que sus notas se habían borrado recordaban mejor la información que los que creían que había sido salvada (en notas en papel o en el ordenador). Lo más sorprendente es que los que salvaron dicha información en directorios de disco recordaban muy bien en qué directorio la habían guardado. Según Sparrow, el experimento indica que los participantes eran más hábiles recordando dónde han guardado la información que la información guardada en sí.
Este fue el resultado del tercer experimento participaron 28 estudiantes (20 mujeres y 8 hombres) de la Universidad de Columbia que teclearon en Medilab 30 frases diferentes; para cada frase, de forma aleatoria, el ordenador informaba al participante de que “Su frase ha sido grabada,” “Su frase ha sido grabada en la carpeta DATA” (había 6 nombres de carpetas posibles) y “Su frase ha sido borrada.” Más tarde se les sometió a un test de reconocimiento de las frases tecleadas con tres preguntas para cada una de las 30 frases, la mitad de ellas con pequeños cambios : (1) ¿esta frase es exactamente igual que la que has leído?, (2) ¿esta frase es la original que guardaste o borraste? y (3) ¿en qué carpeta de disco guardaste esta frase, si lo hiciste? El orden de estas preguntas era aleatorio. El cuarto experimento, con 44 estudiantes (16 mujeres y 18 hombres), es de corte similar pero con notas escritas en papel.
El estudio es “convincente,” aunque obviamente no es la última palabra sobre este tema. “No hay duda de que nuestras estrategias en el aprendizaje están cambiando”, dice Roddy Roediger, psicólogo de la Universidad de Washington en St. Louis, Missouri. “¿Por qué recordar algo si yo sé que puedo buscarlo de nuevo?” Roediger sugiere que este estudio está relacionado con el misterioso efecto Flynn, el aumento gradual en las puntuaciones de CI observado durante el siglo pasado. ¿Nunca has oído hablar de este efecto? No te preocupes, Roediger te recuerda que “Hay una entrada estupenda en la Wikipedia sobre este efecto.”
El «efecto Google» y la internet como el disco duro de nuestro cerebro