Aunque el término “Calcolítico” y su significancia nos evoca el paso humano hacia un periodo, dentro de la prehistoria, de “evolución tecnológica” – si bien la labor sobre cobre ya era conocida desde el Neolítico anatólico, en el VII milenio a.c., ésta no tomará relevante importancia hasta fechas posteriores –, como nos dicta J.J. Eiroa, a ésta circunstancia hemos de añadir un “escalón más” en su evolución cultural. Éste nivel de desarrollo permite, por un lado, una utilización más sistemática y diversificada el medio, y por otro, y como consecuencia de lo anterior, una organización social más compleja. Es en ésta última, la organización social, donde comienzan a cimentarse conceptualidades como la “jerarquización”, y/o la “estratificación social”, y que son fruto de otro gran hito histórico: El nacimiento de las sociedades “proto-urbanas”.
Cabezas de ídolos en terracota. Periodo de El-Obeid II, 4.500 a.c. aprox. Se aprecian en los rasgos faciales los ojos tipo “grano de café”) y los cráneos alargados y el “moño” o corona.
En Mesopotamia, la “Cultura del El-Obeid”, derivada de la “Cultura de Samarra” sin solución de continuidad, representa la transición desde el Neolítico al Calcolítico. La evolución cronológica es la siguiente:
Hassuna-Samarra o pre El-Obeid, 5800-5000 a.c.;
El-Obeid I o fase de Eridu, 5000-4900 a.c.; Obeid II, 4900-4300 a.c.; Obeid III, 4300-3900 a.c.; Obeid IV, 3900-3500 a.c;
Uruk o Fase “pre-literaria”, 3500-3100 a.c.;
Djemdet Nasr, 3100-2900 a.c.; Subfase de Kish, 2900-2400 a.c.
Nota: Es de recordar, en comparativa, que en Europa este proceso fue mucho más lento. Las sociedades complejas europeas no llegarán al estadio “proto-urbano” hasta mediados del II milenio. a.c. Ésta “desigualdad evolutiva” social y tecnológica con respecto a Oriente Próximo tuvo como consecuencia un extremo carácter referencial, incluso hoy en día, a lo largo de la Historia y que hacían proceder multitud de “idearios difusionistas” o de innovaciones culturales, incluidas las religiosas…, a partir de IV milenio a.c., en dirección al continente europeo.
Como en el caso de El-Obeid, el periodo de Uruk se subdivide en fases para su mejor comprensión y evolución. En la fase IV-V de Uruk, hacia el 3300-3200 a.c., aparecen los primeros textos escritos dentro de un contexto pre-urbano , de ahí que éstas dos sub-divisiones sean consideradas, vulgarmente , como el “Periodo Proto-literario”.
El periodo Pre-El Obeid, se significa por las corrientes migratorias que desde los asentamientos de las estribaciones de las montañas, ya consolidados en su cultura agropecuaria, se producen en dirección a las valles aluviales del Tigris y Eufrates. – yacimientos de Tepe Hisar, Tepe Sialk, Tepe Gawra y otros, junto con los de Hassuna-Samarra – Es en éste periodo donde se encuentran los primeros trabajos sobre cobre, sin fundición. – Tell Halaf , cultura siria cuasi paralela a Hassuna-Samarra, 5500- 4600 a.c. . Los útiles de cobre se confeccionaban exclusivamente con técnicas de repujado -, así como, en el caso de Hassuna, de unos discos de piedra o terracota con una cara lisa que presentan incisiones y que se consideran los precursores de los cilindros-sellos mesopotámicos. También es de recordar que, durante la plenitud de la “Cultura de Hassuna-Samarra”, hacia el año 5000 a.c. y en los yacimientos de Choga Mami y Tell-Es-Sawwan, se dibujan las primeros pasos hacia la agricultura de regadío y que será un preponderante aliciente para, las ya mencionas, migraciones hacia las llanuras aluviales del norte de Mesopotamia.
De izquierda a derecha. Representación en terracota de dos figuras humanoides femeninas procedentes de Ur y Eridu. Periodo de Al-Ubaid II, año 4500 a.c. aprox . Se aprecia los cambios en la representación femenina con respecto al Neolítico y que es mas estilizada, juvenil y de pecho pequeño. En una de ellas, el infante aparece con la modificación craneal propia de la Cultura del El-Obeid. British Museum. Derecha. Representación funeraria en terracota de una figura humanoide con aspecto de reptil, amamantando a un niño. Ver el “moño” o corona. Periodo Al-Ubaid IV, 3900-3500 a.c. aprox., procedente de Eridu. National Museum (Irak)
Dentro de una sub-fase de Hassuna que forma parte del conjunto arqueológico de Samarra, y dentro de su estética edificativa – El periodo de Samarra se identifica por casas de planta rectangular, con varias dependencias y un patio, ya no construidas con barro apisonado, sino con adobe y cubierto por un revocado de yeso -, aparecen, bajo el primer nivel de construcción, algunos “santuarios” que pueden estar acompañados por enterramientos y donde han sido rescatadas multitud de figurillas que Lara Peinado vincula a esos mismos rituales funerarios. Éstos ídolos presentan una decoración plástica muy característica debido a que figuran con cráneos muy alargados y ojos modelados en forma de “grano de café”. Ésta estética representativa tiene rasgos, en la similitud, con otras figuraciones del Periodo El-Obeid, del que hablaremos mas tarde, e incluso con sumerias del periodo dinástico arcaico en el siglo XXIX a.c.
Figura de terracota encontrada en Tell Songor A. Periodo de Hassuna-Samarra. 5500-5000 a.c. Representa a una mujer sentada que presenta el estilismo, la modificación craneal y los ojos en forma de “grano de café”.
El-Obeid, o Al Ubaid, es el nombre un “tell” , una colina o montículo en árabe, en la periferia de la ciudad de Ur y que se engloba dentro de una segunda fase cultural en el sur mesopotámico. Ésta cultura tuvo la cualidad de imponerse en todos los asentamientos mesopotámicos y cuyo ámbito de expansión cultural incluiría los Montes Zagros, el sudeste iraní y amplias zonas del Golfo Pérsico arábigo. En el caso de los yacimientos Tell ‘Oueili, Ur, Uruk, Lagash, Eridu y El-Obeid, las casas son más grandes que en periodos anteriores, aunque no faltan las trabajadas con cañas y revestimiento de arcilla.- Si bien en otras poblaciones como Tepe Gawra, Ninive o Tell-Es-Awwan, entre otras, pueden ir asentadas sobre basamentos de piedra – Aparecen las primeras grandes construcciones religiosas construidas en adobe moldeado y levantadas, en su generalidad, sobre una plataforma aislante del suelo. Estaríamos, así.., antes las primeras evocaciones hacia lo urbano y hacia sociedades pre-teocráticas que económicamente se estructurarían en torno a las labores y posesiones del templo.
Retomando el tema de las costumbres funerarias, posiblemente anteriores y/o paralelas a éstas sociedades pre-hieráticas, se vislumbran las creencias de una vida en el “Mas Allá”, coincidente con el periodo neolítico . Dentro del ajuar de éstos enterramientos – enterramientos que se realizaban ya en cementerios. Caso de Ur y Eridu, éste último con más de un millar de tumbas, si bien, también, se siguen manteniendo las anteriores fórmulas reflejadas en el periodo de Hassuna-Samarra – es donde aparecen unas figurillas realizadas en terracota, y que posiblemente reflejen una parte de ese sentido mágico-religioso, retratando a mujeres, algunas amamantando niños, así como a hombres con cabeza y supuestas facciones de ofidio que se acompañan con apliques de betún a modo de cabellera, o corona (Mc Adam, 2003), a los que se añaden resaltes ornamentales en hombros, brazos y pecho a modo de escamas: Los “ídolos serpiente”.
Aunque éstas figuraciones correspondan, como ya se ha comentado, al Periodo de Al-Ubaid, arqueológicamente están restringidas a la Baja Mesopotamia. – Léase los yacimientos de Eridu, Al-Ubaid, Tell ‘Oueili, Ur, Uruk, Nippur, etcétera -. Se trata de representaciones estilizadas de hombres y mujeres – aunque en el registro arqueológico aparezcan también algunas asexuadas – con unas medidas que oscilan entre los 5 y 15 cm, cuando son de “cuerpo entero”, siendo las mas realistas las piezas de mayor entidad. Están confeccionadas, las mas modernas, con un cuerpo de arcilla donde se han incorporado detalles mediante técnicas de “picado”, tallado y posterior pintura. (Mc Adam , 2003), predominando las figuraciones femeninas. Una característica de éstas representaciones humanoides, y que parece invariable tanto en las piezas del norte como del sur mesopotámico, son sus formas estilizadas y que sugieren que tratamos con imágenes de individuos jóvenes y saludables, tanto para uno como para otro sexo, con la particularidad que todas las formas craneales aparecen alargadas, y en sus diseños aparecer sentadas o acostadas, dada la ausencia de una base donde poder mantenerlas erguidas.
«Ninmah dijo a Enki: “La Naturaleza de los hombres puede ser buena o mala. (55) ¡Me comprometo darles, de acuerdo con mi voluntad, un destino bueno o malo! “Y Enki respondió a Ninmah: “¡Bueno! ¡Yo corregiré ese destino, bueno o malo, que tú has elegido.” Ninmah, entonces, cogió arcilla de las orillas del Apsù, y el primer hombre que al que ella dio forma, no podía sostener nada en sus anquilosadas manos» Pasaje del poema “Enki y Ninmah” .Traducción Jean Botteró. texto de Nippur. XIX a.c.
Figuras humanoides de terracota procedentes de Tell-Es-Sawwan. Periodo de Hassuna-Samarra, 5800 a.c. aprox. Se trata de un torso y cabeza de mujer y un torso de hombre. National Museum (Irak)
Resulta evidente que la relación de convivencia del hombre con los ofidios es de carácter universal, extendiéndose su mitema a toda la historia de la Humanidad como queda reflejado en multitud de simbolismos y acepciones culturales. Una mitología que quedo representada tanto en la literatura y como en el arte, existiendo una combinación milenaria entre terror y veneración. En el caso que nos atañe, Mesopotamia, ésta dualidad, como no podía ser de otra manera, se repite, apareciendo diversos seres con tal figuración – Caso de las serpientes u “ofidios-dragón,” los “muššatur” o “serpientes iracundas” – , así como divinidades con una representación zoológica o zoomorfa, tales como el dios Ningišzida y la diosa Nintu/Ninmah, y determinados avatares afectos a la primigenia diosa amorrito-babilónica Tiamat, la “Serpiente Ancestral” como fuerza de Naturaleza creadora. Ninmah/Nintu, “La Diosa de la Concepción”, la neolítica diosa Mami, y que se puede relacionar con las posteriores diosas sumerias y acadias Inanna e Ishtar. Tal divinidad , según las creencias sumerias, fue la diseñadora de los seres humanos y la que ayuda en su alumbramiento a la “Madre Primigenia”, Nammu, la “Vagina de la Naturaleza”. Aquella que, y dentro de su desafío con el dios Enki.., crea a los “u.mu.ul” – En sumerio”Mi día ésta lejos”. Aunque en otras versiones del “Mito de la Creación Humana” sería Enki quien, en exclusiva, crea a los “umûl” (Botteró) –, “Los que sus Días No Han Sido Comenzados”, los fetos y/o los “recién nacidos” (G. Leick, 2002).
En relación a lo anterior, en el caso de las figuraciones femeninas y en contra de anteriores representaciones paleo-neolíticas del norte mesopotámico anatólico, no existen vientres abultados ni grandes pechos caídos. Por el contrario, se trata de vientre planos y pechos pequeños, y donde se adivinan situaciones pre-reproductivas o post-reproductivas – Como así parece indicar, y como ya ha sido comentado, un cierto número de piezas donde aparece un niño que está siendo amamantado – y que invita a pensar en ciertas simbologías del Mediterráneo Oriental y Alto Mesopotámico hacia la dualidad de las “Diosas-Madres”, Léase Potnia Theron/Asherah/Athirat vs Asasara/Anat/Ishtar, así como en los cultos hierógamos posteriores a su “parte juvenil” y que se sobrepusieron al Neolítico y al Calcolítico.
Lo que si parece plausible, comparando las efigies encontradas en Tell Songor A, Choga Mami y Tell-Es-Sawwan, Periodo de Hassuna-Samarra, con las muestras encontradas en Ur, Eridu, Periodo de Al-Ubaid, es que las segundas deriven en su concepción morfológica y simbólica de las primeras (Mc Adams, 2003). De hecho, presentan la misma composición facial y craneal, ojos en forma de “granos de café” y cabezas elongadas, así como un cuerpo esbelto, mientras que exclusivamente se diferencian en la posición, ya bien sea sedente o erguida.
Alegoría de estuco procedente del templo sumerio arcaico de Inanna en Assur. nivel H. Alta Mesopotamia (2650-2350 a.c.). Aparece una mujer postrada con complejos tatuajes mortuorios.
Su posible representación como dios/a-serpiente, tal vez tuviera un simbolismo semejante a las figuraciones zoomórficas del posterior dios patronal de la ciudad sumeria de Gishbanda – “La Ciudad de los Jóvenes Árboles” y su patrón el dios Ningishzida, “Señor del Verdadero Árbol” y protector de sus raíces –, y que en su positividad, según mi parecer, implicaría “lo sano”, “lo que crece fuerte y abundante” – Las raíces de los árboles eran consideradas por los sumerios como serpientes. Serpientes que, supuestamente, los protegían de seres y circunstancias dañinas – , No olvidar que las serpientes, en otras culturas, caso de la egipcia faraónica o de algunas asiáticas orientales, tienen una significancia, simbólica y práctica, como protectores de haciendas, viviendas y vidas. – Caso de la diosa egipcia Renenunet protectora, la que “da destino o vida” a los recién nacidos, o de tribus indonesias donde la serpiente mantienen limpias las casas de plagas – ¿Porqué no también extender su protección a ese “Mas Allá” de las culturas calcolíticas mesopotámicas..? ¿Hablaríamos, tal vez, de unas primigenias creencias reencarnativas..? La respuesta posiblemente éste cuando pasemos a valorar arqueológicamente el contexto social de las figuras y su época.
En primer lugar, habría que apuntan que las primeras estatuillas encontradas en Eridu y Al-Ubaid (Hall & Woolley, 1927), aunque aparecieron en los respectivos cementerios, no formaban parte del ajuar funerario de las tumbas, como así lo confirman otras muestras encontradas posteriormente en Rajib X, Al-Ubaid IV (Woolley, 1955), Hajji-Muhammad, Al-Ubaid II-III (Strommenger, 1963) y los fragmentos incorporados a mampostería procedentes de construcciones en Nippur (Van Buren, 1930) – De hecho, una gran parte de los fragmentos encontrados en Hajji-Muhammad sirvieron a modo de grava en grandes ladrillos de adobe para el ziqqurat del templo de An(û), (Heinrich, 1937) -. Dato, el anterior, que nos podría sugerir un cambio en los modos religiosos y funerarios ante la supuesta “profanación” de las figuras, aunque y desde la visión sumeria sobre lo “sacro del hecho constructivo” , tal vez, no sea así el real significado que ha de considerarse. Aunque, y teniendo en cuenta la escasez de piezas con procedencia de Ur, Eridu y Tell ‘Oueili, en el El-Obeid mas meridional se identifica una evolución en su intencional ubicación, y que va desde los propios hogares de Tell ‘Oueili , El Obaid 0-I; de localización indiscriminada dentro del asentamiento, caso de Ur y Eridu, El-Obeid I-II, y exclusivamente en cementerios en El-Obeid III-IV. Una evolución que culmina en el Periodo Final de Ur, donde ningún enterramiento conserva semejante ajuar, y que probablemente suponga exclusivamente un progresivo cambio en los modos funerarios. De hecho, se especula que tales figurillas acompañaran a sus primeros creadores en vida, y posteriormente en la muerte, dentro de un primigenio contexto de creencias lares ctónico-infernales, para luego ser diseñadas por personas concretas, léase sacerdotes.., dentro de una liturgia que finalizó durante El-Obeid IV, y que concuerda temporalmente con el posterior sometimiento de los asentamientos de la Baja Mesopotamia a las culturas elamitas a comienzos del Periodo de Uruk, 3500-3100 a.c., así como la paralela conservación del ritual en la Alta Mesopotamia durante el Proto-Dinástico de Assur.
En definitiva, si bien éstas representaciones funerarias están vinculadas simbólicamente con las serpientes, como parte de unas creencias hacia el “Mas Allá”, a las “Diosas-Madres”/”Diosas de la Fertilidad” y a la Reencarnación. Posiblemente, en un primer estadio, fuera una imagen recordatorio de la personalidad del difunto en un contexto de religiosidad lar, tal vez como una guía para la Reencarnación, y que continuó, mas adelante, utilizándose en recintos específicos intra o extra-muros dentro un contexto funerario comunal o aldeano. Si bien, A. Daems (2006), afirma que tales representaciones retratan la devoción y la pena hacia el finado dentro de un general ritual mortuorio, sería a considerar la posibilidad que tales figuras, además de lo ya comentado, fueran una exposición de la virtudes físicas y sacras del difunto de cara a su aprobación por parte de la diosa en su decisión reencarnativa, y no como exvoto. De hecho, tales observancias rituales se mantuvieron vivas en los rituales funerarios sacerdotales posteriores de la Alta Mesopotamia en templos afectos a las diosas de la Fertilidad.
Los diferentes aspectos de su diseño, por tanto, y que parecen imitar la cabeza y aspectos de un ofidio, debe ser considerados, primero, un rasgo cultural y luego sacro, y no la representación de una determinada divinidad. Rasgos culturales que se extendieron por Mesopotamia y Anatolia y que significan a los modos funerarios de las anteriores culturas de Halaf y Hassuna-Samarra, manteniéndose como parte del general ritual hasta bien entrado el Dinástico Arcaico en la Baja Mesopotamia, y al proto-Dinástico de Assur en la Alta Mesopotamia hasta mediados del III milenio a.c. Una práctica cultural que incluiría la modificación craneal de los infantes en determinadas élites (Molleson and Campbell 1995; Moorey 2003; Wengrow 1998) y donde el tatuaje mortuorio proclamaba una “extrema santidad” como devoción del finado/a hacia la divinidad (J. Black). Tatuajes mortuorios, como así se refleja también un bajorrelieve encontrado en el “Templo Arcaico de Inanna” en Assur (W. Andrae, 1935), que incluyen ornamentaciones alrededor de los ojos, a similitud de las formas en “grano de café”, y que concuerdan con otro tipo de piezas encontradas en el “Templo de los Ojos” en Tell-Brak, Alta Mesopotamia, año 3500-3300 a.c. aprox., durante el Periodo de Uruk, con cultos hacia “Diosas-Madres” omnividentes, y que vuelven a sugerirnos determinadas “facetas adivinatorias” de sacerdotisas de cultos hierógamos posteriores.
Lo que si parece evidente son dos cosas: Que existen, en esos primeros momentos, una continuidad en la evolución cultural mesopotámica que reniega de cualquier ruptura a contextual proveniente del “exterior” de Oriente Próximo hasta el periodo de Djemdet Nasr y la llegada de los sumerios a la Baja Mesopotamia, y por otro, que no es necesario dar explicaciones peregrinas a ciertas piezas arqueológicas, aunque éstas resulten “menos románticas” que los cuentos de la “Abuelita Espacial”.
Referencias y mas información:
“Nociones de Prehistoria general” Jorge Juan Eiroa (2006)
“A Snake In The Grass: Reassessing the Ever-Intriguing Ophidian Figurines” Aurelie Daems (2006)
“La civilización sumeria” Federico Lara Peinado (1999)
“Ubaid Headshaping: Negotiations of Identity Through Physical Appearance?” Kirsi O. Lorentz (2006)
“The cult of the serpent” Balaji Mundkur (1983)
http://magufos.com/17355/el-calcolitico-en-oriente-proximo-los-idolos-serpiente