Maria Fernanda – www.psyciencia.com
Fuente: Psychologytoday
Son las tres de la tarde de un domingo frío y lluvioso. Ni un alma camina por las calles. La ciudad completa está en silencio. Es hora de hacer pochoclos y mirar una película en Netflix. Sesenta minutos más tarde hay dos cosas incuestionables: la primera regla del Club de la Pelea es que no se habla del Club de la Pelea y… es el momento de cambiar los pochoclos por chocolate.
Lo llamativo es que son las cuatro de la tarde o sea que hace sólo dos horas y media fue el almuerzo, pero todos sabemos que va en contra de la naturaleza mirar películas sin pochoclos, papas o golosinas, ¿verdad?
Una investigación muestra que comer cuando estamos llenos podría ser controlado por el mismo sistema neurológico que controla todos nuestros hábitos. Este hallazgo podría ser la llave para entender por qué comemos en exceso.
En un estudio se pidió a 32 voluntarios sanos que se sentaran frente a una pantalla de computadora y presionaran un botón cada vez que una imagen aparecía señalándoles que lo hicieran. Cuando presionaban el botón, una máquina que estaba cerca de ellos les daba chips de maíz (de marca Fritos) o un M&M. Ellos comían el bocadillo que la máquina les daba. La mitad de los sujetos realizaron esta tarea sólo durante dos sesiones de ocho minutos cada una, mientras que la otra mitad realizó 12 sesiones de ocho minutos cada una. El segundo grupo realizó este ejercicio 6 veces más que el primer grupo y presentaron más probabilidades de, eventualmente, empezar a presionar el botón por hábito. Con eso en mente, denominaron a éste “el grupo del hábito” y al otro “el grupo sin hábito”.
Para determinar cómo el desarrollo de los hábitos afecta nuestra conducta alimenticia, los investigadores se interesaron en la actividad de cierta región del cerebro conocida como corteza prefrontal ventromedial, localizada en la sección media-inferior del lóbulo frontal. Una mayor activación de esta región se da cuando anticipamos el valor de un evento esperado.
Esto es importante en el circuito de recompensa del cerebro, que maneja el reforzamiento positivo y negativo del comportamiento. Por ejemplo, cuando estamos sentados en un restaurante, hambrientos, y el mesero se acerca a la mesa con platos de comida, fuegos artificiales neuronales iluminan el cerebro en anticipación de la comida. La corteza prefrontal ventromedial se enciende porque detecta una gran recompensa.
Una vez que estamos llenos, sin embargo, la respuesta se ve muy disminuida. Si el mesero trajera otro plato de comida, la corteza prefrontal ventromedial apenas respondería. La baja respuesta devalúa la experiencia de comer, desalentándonos a que sigamos masticando. La corteza prefrontal ventromedial participa en un circuito de retroalimentación: refuerza positivamente el comer cuando tenemos hambre, pero ese mismo acto de comer eventualmente causa que la corteza prefrontal ventromedial nos desaliente a comer y que reconozcamos que estamos llenos.
Usando Imágenes de Resonancia Magnética funcional, los investigadores compararon las respuestas de la corteza prefrontal ventromedial en el grupo del hábito y en el grupo sin hábito. En éste último, la corteza prefrontal ventromedial se activó todas las veces antes de presionar el botón, en anticipación al bocadillo, alentando a los sujetos a comer; pero eso fue mientras tenían hambre.
Luego, los sujetos consumieron una gran comida. Una vez llenos, cuando presionaban el botón en la máquina, las IRMf mostraron que la activación de la corteza prefrontal ventromedial disminuyó. Los participantes no tenían hambre, por lo que la recompensa proyectada por comer chips o M&Ms era mínima. La corteza prefrontal ventromedial rebajó el valor de la recompensa del bocadillo para desalentar el consumo posterior.
Con el grupo del hábito las cosas fueron un poco diferentes. Mientras los participantes tenían hambre, sus cortezas prefrontales ventromediales también mostraron una gran señal, indicando que asignaron una gran recompensa a la comida. Pero cuando estuvieron llenos, los resultados de las IRMf revelaron que la actividad de la corteza prefrontal ventromedial era tan fuerte como cuando los sujetos tenían hambre.
El valor de la recompensa anticipada no había disminuído, aunque ellos estaban llenos. El circuito de retroalimentación estaba roto. Aparentemente, porque los sujetos presionaban el botón y comían los bocadillos por hábito, sus cerebros fallaban en disuadirlos de comer. De hecho, al mantener la señal de recompensa, la corteza prefrontal ventromedial hacía lo opuesto: reforzaba positivamente el comportamiento de comer sin tener hambre.
El desarrollo del hábito cambió el acto de comer, dependiente de la necesidad de alimentarse y lo transformó en algo automático.
Esto podría explicar por qué a menudo comemos a pesar de no tener hambre. Dejamos que nuestro sistema de hábitos tome el control y comer se vuelve automático. Pero, ¿cómo permitimos que el sistema de hábitos tome el mando? ¿Podemos controlarlo?
Hay dos sistemas para dirigir nuestro comportamiento: el sistema de procedimiento por hábito y el sistema consciente reflexivo. Cuando manejamos un auto por una ruta nueva, estamos completamente conscientes de nuestras decisiones en el camino, pero al manejar en una ruta común (como el camino hacia el trabajo) puede que ni siquiera recordemos el viaje. Podemos manejar en piloto automático, especialmente si nuestras mentes están ocupadas pensando en otras cosas que no sean manejar.
El sistema consciente puede manejar y puede reflexionar sobre los acontecimientos del día, pero no puede hacer ambos al mismo tiempo. Si el sistema consciente está preocupado, el sistema de hábitos es asignado para manejar. Cuando permitimos pasivamente que los pensamientos fluyan en nuestras mentes (lo que en la jerga Argentina llamaríamos “colgarse pensando”), ponemos a nuestro sistema consciente fuera de servicio y el sistema de hábitos toma el control.
De manera similar, el sistema de hábitos puede tomar el control en el proceso de alimentación. Esto pasa muchas veces cuando nos distraemos con algo como la televisión.
La razón por la que los doctores desaconsejan que las personas coman frente a la TV es porque lleva a comer en exceso. Cuando miramos TV, le permitimos que monopolice nuestra atención consciente. Por lo tanto, si estamos haciendo algo rutinario mientras miramos la televisión, como comer papas fritas, el sistema de hábitos tomará control de esa conducta.
Cuando permitimos que nuestras mentes se ocupen de otras cosas, nuestra habilidad de controlar conscientemente nuestro comportamiento se suspende y nuestra conducta pareciera seguir un curso preprogramado.
Pero podemos elegir tomar el control en cualquier momento, sacar nuestro circuito cerebral del sistema de hábitos y tomar decisiones más saludables con acciones tan sencillas como apagar el televisor mientras almorzamos/cenamos.
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