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«Hubo un tiempo en el que no había tiempo. Era el tiempo del inicio. Era como la madrugada. No era noche ni era día. Se estaba el tiempo así nomás, sin ir a ningún lado y sin venir de ninguna parte. No había luz pero tampoco había oscuridad. Era el tiempo en el que vivían los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los más primeros. Dicen los más viejos de nuestros viejos que esos primeros dioses eran siete y que cada uno era dos. Dicen los más ancianos de nuestros ancianos que “siete” es como los más antiguos numeran a los todos, y que el uno siempre es dos para poder caminarse. Por eso cuentan que los más primeros dioses eran dos cada uno y eran siete veces. Y estos más grandes dioses no se nacieron sabedores y grandes. Pequeños eran y no mucho sabían. Pero eso sí, mucho hablaban y se hablaban. Puro palabrerío eran estos primeros dioses. Mucho se hablaban todos al mismo tiempo y nada se entendían unos a los otros.
Aunque mucho hablaban estos dioses, poco sabían. Pero, a saber cómo o por qué, hubo un momento en que todos se quedaron callados al mismo tiempo. Habló entonces uno de ellos y dijo y se dijo que era bueno que cuando uno hablara los otros no hablaran, y así el uno que hablaba podía escucharse y los otros que no hablaban podían escucharlo y que lo que había que hacer es hablar por turnos. Los siete que son dos en uno estuvieron de acuerdo. Y dicen los más viejos de nuestros viejos que ese fue el primer acuerdo de la historia, el de no sólo hablar sino también escuchar.»
Subcomandante Insurgente Marcos.
La complementariedad es un principio filosóficos en la cosmovisión mesoamericana. Es reconocida como el rasgo fundamental de las concepciones amerindias sobre el cosmos.
«Persiste, desde hace miles de años, en lo más profundo del pensamiento americano, y en cada aspecto de la vida. La dualidad está en la palabra; en los cantos, la poesía y las narraciones. Está en lo que se dice y también en cómo se dice. Persiste en las concepciones más generales de la salud y del cuerpo. También en la política y en la base de la organización social. En los sistemas de cargo, en la forma de concebir el poder, en la siembra, en los terrenos y en los lugares que se eligen para vivir. Está en el amor y en las pasiones.” afirma Mariana Favela, maestra en Filosofía de la Ciencia.
“Todo está en par”, cuenta Favela que señalaba una mujer totonaca de Veracruz.
Una mujer nahua de Cuetzalan lo expresaría profunda y bellamente durante una asamblea: “Uno más uno no son dos. Uno más uno es uno”.
Vida y muerte, Sol y Luna, día y noche, este y oeste, húmedo y seco, calor y frío, arriba y abajo, viento y fuego, perfume y fetidez… La complementariedad de la dualidad es un principio ordenador del cosmos, son el origen pareado-parido de la vida.
Pero en el pensamiento andino, en cada dualidad, la contraparte no es lo contrapuesto, sino el complemento correspondiente e imprescindible. El principio de la existencia es la paridad, no la oposición/exclusión. Por ejemplo, la noche no es lo opuesto al día. Podemos decir que la noche necesita al día para existir, pero que, además de ser noche, es día, como el día también es noche.
Son relaciones de imbricación, de cohabitación de cada par en el otro. Porque nada es autárquico en el sentido de bastarse a sí mismo. Todo es interdependiente. “Los extremos”, señala la historiadora mesoamericanista Louise Burkhart, “no tenían que ser evitados completamente, debían ser balanceados uno contra el otro”.
Es la medida para lograr el equilibrio o la
armonía. Pero es una balanza que no busca la mitad del camino o el “justo medio” estático de la filosofía clásica occidental. En cambio, se trata de un
equilibrio fluido, dinámico, en desplazamiento continuo. No es un punto fijo. Una característica fundamental de todo lo que existe en esta filosofía, es el movimiento.
«Todo cambia».
Y es que la existencia no recorre un camino unilineal, ya trazado o previsible; en ella se combinan ritmos y temporalidades. La realidad es una dinámica sumamente compleja. Dado que nada es independiente, sino interdependiente, el cambio o afección de unas relaciones necesariamente perturba al resto. Por eso todo está en continuo movimiento, y así la armonía también se encuentra en ese movimiento.
En el pensamiento filosófico occidental, pero principalmente en la tradición aristotélica, cada entidad es numéricamente una e independiente, atomizada y autárquica. Por eso, decimos «unidad», «universidad», «individuo»… Este es uno de los principios fundamentales que subyacen a gran parte del pensamiento filosófico occidental, la unidireccionalidad y la homogeneidad. La idea de la unidad como generadora, hace referencia a la idea del origen en El Uno: masculino y singular. En esos términos, la paridad o cualquier forma de diversidad aparecen como defecto, error, desviación, degeneración, enfermedad, etc.
El filósofo puquina (Perú) Javier Lajo sostiene que «para el hombre andino todo objeto real o conceptual tiene imprescindiblemente su par, siendo así que el paradigma principal del hombre andino es que ‘todo’ y todos hemos sido paridos, es decir, el origen cosmogónico primigenio no es la unidad como en occidente, sino es la paridad.»
En la filosofía de la complementariedad, la existencia inicia cuando al caos se impone el orden y la armonía. El término quechua Pacha, que en occidente lo traducimos como tierra, en la tradición andina es mucho más complejo: “se refiere al mundo como orden y no como materia. Un ciclo que se manifiesta en el curso de la noche y del día, de las lluvias y las secas, de la muerte y de la vida, en fin, de todos los movimientos regulares del cosmos” explican los historiadores Alfredo López Austin y Luis Millones.
Habitamos una existencia pareada, y además, una existencia parida, porque los pares dan lugar a la vida.
Esto significa que la existencia es posible si y sólo si existe la diversidad. La diferencia es condición para la existencia. Si se anulara la diversidad no habría más cambio o movimiento o un tejer permanente. Todo lo que existe es a la vez distinto de sí mismo.
La antropóloga Shannon Speed les preguntó a las mujeres zapatistas si los varones les habían insinuado que ellas deberían esperar para hacer su lucha como mujeres, ya que en el momento era necesario hacer un frente común. Después de un largo silencio reflexivo, obtuvo esta respuesta:
“Lo opuesto es cierto, es a través de la organización que empezamos a luchar, que empezamos a estar conscientes de nuestro derecho como mujeres”
La concepción de complementariedad exige que los varones participen también en la “liberación” de las mujeres. Es más, no existe liberación si no es desde un pensamiento comunitario, o nosótrico.
«En sí, sentimos en nuestros corazones, como seres humanos que viven una condición humana tejida en la trama y en la urdimbre de la Cotidianidad y de la Historia de la unidad de Lo Humano con el Medio Ambiente, la Naturaleza, el Planeta y el Cosmos como con toda la Totalidad. Que nuestra ‘patria’ es toda la Totalidad en la que estamos existiendo. De modo que decir que nuestra ‘patria’ es el planeta, todavía es poco.»
Carta Social de Abya-Yala en la Forma y esencia del actual continente Indoafrolatinoamericano.
Bolivia, 2004.
A Carlos Lenkersdorf los mayas tojolabales le enseñaron que: “vivimos en un cosmos que vive, que tiene ‘atsil” ‘Atsil o corazón es “el vivificador de todos y de cada uno, por eso no hay nada que no tenga ‘atsil. Es decir, la vida no está solamente presente entre los humanos, la fauna y la flora, sino también en nubes y aguas, cuevas y cerros, tierra y astros, ollas y comales.”
El filósofo maya tzeltal López Intzín, habla del ch’ulel “en el entendido de que todo tiene algo que lo mueve como la energía, el alma o espíritu que nos permite gobernarnos a nosotros mismos”
La existencia es tiempo que es imposible dilatar o poseer.
El antropólogo Robert M. Laughlin afirma que “en los idiomas mayas no existen los tiempos pasado, presente y futuro del verbo”. Sí existe una concepción del tiempo, pero no es una sucesión unilineal, sino que se extrae del contexto y las acciones en el que se enmarca la enunciación. Un aforismo quechua dice: «Ñaupaqman puriy, qhepaman chayay»: «camina hacia delante y llegarás atrás». El tiempo es circular y eterno, no supone apresuramiento, sino percepción de su transcurso.
Tiempo y espacio no son disociables. Las mismas palabras se usan para indicar temporalidad y lugares. En tzotzil, por ejemplo, afirma Piero Gorza:“las partículas para decir «bajo» pueden servir también para indicar lo que viene primero”
En quechua, «Kay Pacha» significa «aquí» (espacio) y «ahora» (tiempo)
«Ñawpa Pacha» significa «adelante» y «pasado» (el pasado en el pensamiento andino está delante, mientras que en el nuestro está detrás)
«Khipa Pacha»: «atrás» y «futuro» (el futuro no se ve, está detrás)
El «ser» no es un individuo. Es más un «siendo» y un «ser relacionado». Todo está relacionado, pero sobre todo y más importante, relacionándose, buscando la proporción, oscilando entre afinidades y repulsiones, adecuándose.