Para el ser humano, practicar la generosidad en la mayoría de las ocasiones es placentero. De hecho, parece ser que la razón principal por la que las personas somos generosas con los demás es que nos hace sentir bien. La sensación producida por los actos de generosidad ha sido denominada por los expertos como efecto de brillo cálido. Esto describe la sensación placentera que recibimos al ayudar a los demás.
Investigaciones recientes han profundizado en cómo la generosidad afecta a diferentes aspectos de nuestro bienestar. Por ejemplo, un estudio de este tipo publicado en la revista Nature Communications demostró que la generosidad nos hace más felices y lo confirmó al resaltar las regiones del cerebro involucradas.
Pero, ¿importa a quién ayudamos? ¿Hay alguna diferencia entre ayudar a alguien cercano o a alguien que no conocemos? ¿Pueden las diferentes formas de generosidad mejorar nuestra salud?
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pittsburgh en Pennsylvania, ha calificado por primera vez las diferentes formas generosidad y ha investigado los efectos que estas diferentes formas de generosidad tienen en el cerebro. Los resultados se han publicado en la revista Psychosomatic Medicine: Journal of Biobehavioral Medicine.
Apoyo dirigido y no dirigido
Los investigadores distinguen entre dos forma de generosidad: apoyo ‘dirigido’ y apoyo ‘no dirigido’. Brindar apoyo dirigido implica ayudar a alguien directamente, como prestar dinero a un amigo o familiar. Brinda apoyo no dirigido significa ayudar a una causa social o general, como, por ejemplo, donar dinero a la beneficencia.
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