Platón no es sólo reconocido por ser el filósofo más importante de Occidente, los lectores que a lo largo de la historia han leído su griego han notado que su prosa se distingue por una cierta cualidad hipnótica, una musicalidad y contundente poder expresivo. Mientras que es discutible si su alumno Aristóteles fue más importante como pensador, sobre todo por su lógica, es difícil disputar que como escritor ningún otro filósofo de la antigüedad se le compara.
La vida de Platón, como suele suceder con personas de tan sobresaliente genio, está envuelta en ciertas leyendas. Una de ellas lo liga con Apolo y sostiene que Platón es en realidad el hijo de Apolo, pues su madre Perictione fue impregnada en una visión o en un sueño por el dios. Algunos autores hablan sólo de un sueño ominoso en el que se presentó Apolo, ya sea a su madre o su padre Aristón. Encontramos en Jerónimo, el traductor de la Biblia del griego y el hebreo al latín (la Vulgata), esta afirmación: «el príncipe de la sabiduría nació de una mujer virgen», curiosamente se refiere a Platón y no a Jesús, siguiendo la vieja leyenda, aparentemente difundida por el propio sobrino de Platón, Speusippus, de que fue Apolo quien impregnó a su madre Perictione con su «figuratio». También existe la leyenda de que Pitágoras era el hijo de Apolo y tenía un muslo de oro.
Otra de las leyendas platónicas es contada por Aelianus en su Varia Historia de esta manera:
Sabe que Perictiones solía llevar a Platón en sus brazos. Cuando Aristón, su padre, estaba sacrificando a las musas o a las ninfas en el Himeto, el resto de la familia estaba presente para la adoración y Periction colocó a Platón cerca de unos mirtos profusos. Cuando dormía, un enjambre de abejas colocó un poco de miel de Himeto en sus labios y zumbó su canción alrededor de él, así presagiando el poder de su palabra.